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otro año de miseria


[Andy Mosher y Bassam Sebti] En Bagdad. Residentes se enfrentan a infinidad de problemas.
Bagdad, Iraq. En las calles de Bagdad la gente se preguntaba el jueves qué había salido mal.
En Karrada, un distrito comercial al otro lado del Tigris desde la fortificada Zona Verde de la ciudad, los escombros todavía humeaban horas después de que explotaran cuatro coches-bomba, poco después del amanecer, matando a 17 personas e hiriendo a otras 20. El agua con que se intentó apaciguar las llamas se mezcló con las pozas de sangre.
En la parte norte de la ciudad, en Shuala -como Karrada, un área poblada predominantemente por musulmanes chiíes-, se vivieron escenas similares tras tres atentados con coche-bomba, que mataron a 15 personas la noche anterior.
En los alrededores de Bagdad los barrios estaban celebrando el retorno del agua corriente, pero todavía lamentan el corte de tres días que se provocó cuando los insurgentes rompieron una tubería en el norte de la ciudad.
Y con temperaturas que sobrepasan los 38 grados Celsius, como todos los días durante semanas, la gente expresó su descontento ante la perspectiva de pasar su tercer verano desde la invasión norteramericana con un suministro intermitente de electricidad. Los que tienen generadores podrán encender sus máquinas de aire acondicionado y otros artefactos domésticos; el resto simplemente se asará.
"En esta ciudad hay demasiados problemas", dijo Mohammed Sarhan, 50, un tendero en el barrio de Dora al sur de Bagdad. "¿Dónde empezar: con el agua, la electricidad, la seguridad, el desempleo o la salud?"
"Esto no es vida", agregó Sarhan. "Esto es el infierno".
Una reunión de representantes de más de 80 países y organizaciones el miércoles en Bruselas estuvo marcada por declaraciones de apoyo a Iraq y anuncios de proyectos para ayudar al gobierno interino del país de casi cinco meses. La conferencia ha sido presentada en gran parte como el debut del gobierno en el escenario mundial y una oportunidad para que sus líderes expliquen sus planes de reconstrucción del país.
Sin embargo, en Bagdad el funcionamiento del gobierno fue citado repetidas veces en entrevistas como uno de los muchos aspectos decepcionantes de un año que empezó con promesas. En las elecciones del 30 de enero los votantes participaron en gran número, a pesar de las amenazas de violencia de los insurgentes. Pero la instalación formal del gobierno y la formación de una comisión para redactar la nueva constitución iraquí se retrasaron durante meses, y los intentos de incorporar a árabes musulmanes sunníes al proceso después de que boicotearan las elecciones, siguen tropezando.
"Sacrificamos nuestras almas y salimos a votar. ¿Qué ganamos con eso? Nada", dijo Karima Sadoun, 56, mientras compraba verduras en una tienda en el barrio de Ghadir, al este de Bagdad.
En otro barrio del este, Bashar Hanna, 30, dijo: "Necesitamos acción, no discursos... Los iraquíes ahora son como un coche atascado en el lodo. Cada vez que trata de salir adelante, más de hunde en el cráter que creó".
Aunque los apagones no son raros en Bagdad, es igual de irritante que en los veranos pasados, dicen vecinos. Las estadísticas para mayo y junio no están todavía disponibles, pero la cantidad de energía generada en la capital disminuyó constantemente en febrero, marzo y abril, incluso mientras subía a nivel nacional, de acuerdo a cifras del ministerio de Asuntos Exteriores. El promedio diario de Bagdad de 854 megavatios en abril fue apenas algo más que un tercio de la producción estimada de preguerra de la ciudad: 2.500 megavatios al día.
Sarhan, el tendero, dijo que los apagones estaban afectando las ventas. "Ya no viene mucha gente a comprar aquí, porque no tienen electricidad", dijo. "No tienen dónde poner lo que compran".
"La falta de electricidad ha destruido nuestras vidas", dice Waleed Najeeb, 48, que es dueño de un supermercado en Dora. "Nos ha afectado psicológica y prácticamente. Yo no duermo bien, y debido a eso he cambiado mi manera de tratar a la gente".
Además, el corte de agua de tres días "puso a Bagdad patas arriba", dijo Najeeb. "Tenía que volver a casa cansado después del trabajo y parar en el grifo más cercano y recoger agua para mi familia, para beber y lavar".
Entre las muchas penurias de Bagdad, la falta de seguridad es la más apremiante, de acuerdo a los entrevistados. Cuatro semanas después de que el gobierno dominado por los chiíes fuera instalado a fines de abril, los atentados realizados principalmente por insurgentes sunníes mataron a más de 900 personas en todo el país y esparcieron el temor en todos los barrios de Bagdad. Después de una breve pausa a principios de junio que coincidió con el inicio de una batida de seguridad en Bagdad y alrededores, los atentados continuaron.
"¿Qué tipo de generación estamos criando en estas condiciones?", preguntó Najeeb. "No hay lugares donde pueda ir a divertirme con mi hijo. Le compré un PlayStation y ahora pasa la mayor parte del tiempo en casa sin hacer nada más. Quedarse en casa es mejor que salir y que te maten".
En Karrada, donde el jueves estallaron cuatro bombas, los residentes se reunieron en el salón de té de Radhi Hussein, a unos 10 metros de una gasolinera donde una de las bombas mató a 3 agentes de policía y 7 civiles. Intercambiaron noticias sobre quién había sobrevivido la explosión y quién no, qué tiendas habían sido dañadas y cuáles no. Apagados comentarios como: "¿Oh, no, murió? Pobre hombre", se alternan con exclamaciones como: "¡Gracias a Dios está vivo!"
Hussein contó lo que le había pasado a un policía llamado Ali, "un joven muy agradable" que acostumbraba visitar su tienda todas las mañanas a tomar té. "Lo vi", dijo Hussein. "Se estaba arrastrando por la calle. Luego dejó de moverse, y murió".
Naji Abid Ali, que estaba barriendo los fragmentos de cristal frente a su tienda de ropa, dijo que creía que los ataques tenían por objetivo intensificar las tensiones entre la emergente nueva mayoría chií de Iraq y los sunníes, que eran dominantes durante la era de Saddam Hussein.
"Están golpeando en Karrada porque aquí la mayoría de la gente es chií; hicieron lo mismo en Shuala la noche pasada", dijo. "Pero no serán nunca capaces de llevarnos a una guerra religiosa. Somos más inteligentes que eso. Reconstruiremos todo lo que han destruido, pero nunca mataremos a otros iraquíes".
En la mezquita de Albu Shujaa ya estaba en obras cuando un coche-bomba dañó la puerta principal y casas vecinas y coches, pero sin causar bajas. Los trabajadores treparon a un poste para colgar un nuevo cable de electricidad, y los transeúntes ayudaron a limpiar los escombros.
Cerca de ahí, un desaliñado joven con pantalones sucios y una camisa desabotonada estaba parado mirando las verduras que estaban repartidas por el suelo después de una de las explosiones. Se agachó y recogió una cebolla manchada de sangre y se echó a llorar.
"Todos en Karrada me llamáis el Loco Alí", dijo, sin dirigirse a nadie en particular. "Pero yo no haría nunca una cosa así. Soy mejor que vosotros, los sanos. Al menos, yo no os hago nada".

Naseer Nouri contribuyó a este reportaje.

24 de junio de 2005
©washington post
©traducción mQh


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