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alianzas dan que hablar


[Sudarsan Raghava] En Iraq, peligrosa alianza con ex enemigos.
Base de Operaciones de Iskan, Iraq. En un cuarto brillantemente iluminado, las paredes adornadas con homenajes a 23 soldados estadounidenses muertos, el teniente coronel Robert Balcavage miró a los tres líderes tribales sunníes a los que quería reclutar.
Sus combatientes habían peleado contra las tropas norteamericanas. Balcavage sospechaba que podrían haber atacado a sus propios hombres. Los tres acusaron a otro jeque se tener vínculos con el grupo subversivo sunní al Qaeda en Iraq. Cuatro días antes, ese jeque había prometido a los militares norteamericanos luchar contra al Qaeda en Iraq y proteger una estratégica ruta.
"¿En quién confiar? ¿En quién confiar?", dijo Balcavage, comandante del 1er Batallón del Regimiento de Paracaidistas No. 505 de la División Aerotransportada No. 82, su voz apenas audible.
Una hora después, hizo firmar a otros nuevos aliados de Estados Unidos.
Los jefes militares estadounidenses están ofreciendo grandes sumas de dinero para enlistar, a un ritmo vertiginoso, a sus antiguos enemigos, otorgándoles amplias atribuciones en tareas de seguridad en un arriesgado esfuerzo por someter a esta conflictiva área al sur de Bagdad en la provincia de Babil y, literalmente, comprando tiempo para facilitar la reconciliación nacional.
Los generales norteamericanos insisten en que no están creando milicias. En contactos con los militares estadounidenses, los jeques son llamados ‘contratistas de seguridad'. Cada uno de sus ‘guardias' recibirán el setenta por ciento del salario de un agente de policía iraquí. Los comandantes norteamericanos los llaman ‘ciudadanos preocupados', evocando los grupos de vigilantes de los barrios suburbanos.
Pero entrevistas con comandantes en el terreno y líderes tribales abren una ventana hacia cómo Estados Unidos está financiando una nueva constelación de grupos armados predominantemente sunníes con turbias lealtades y obscuros pasados.
La iniciativa de hace dos semanas, inspirada en esfuerzos similares en curso en Bagdad y en las provincias de Anbar y Diyalam, ha reducido aquí a más de la mitad los ataques contra tropas estadounidenses, de diecinueve a siete al día, dijeron comandantes norteamericanos. Pero en un país de divisiones sectarias y cambiantes lealtades tribales, la estrategia hace surgir temores sobre las implicaciones a largo plazo de la idea de dar poder a grupos que se oponen tan firmemente al gobierno dirigido por chiíes.
Líderes chiíes temen que Estados Unidos esté financiando milicias altamente adiestradas y bien armadas que podrían socavar al gobierno después de la retirada de las tropas norteamericanas. Los chiíes temen que esos grupos puedan debilitar la autoridad central y rechazar las instituciones democráticas que muchos quisieran que echaran raíces aquí.
Los generales estadounidenses dijeron que controlaban los antecedentes de todos los reclutas, pero comandantes en el terreno aquí dijeron que esa es una tarea imposible.
"Oficialmente, no hacemos tratos con los que tienen sangre americana en sus manos", dijo Balcavage, 42. "¿Pero cómo saberlo? No lo puedes saber. Hay siempre un grado de riesgo. Un montón es instinto visceral. Eso es lo que hago yo. Y no me lo enseñaron en West Point".

Policías de Alquiler
En esta fértil región, dividida por el río Eúfrates y desgarrada por la violencia, los soldados norteamericanos están agobiados y las tropas iraquíes son escasas. Las aisladas regiones tribales sunníes han proporcionado a los extremistas refugios inalcanzables para las patrullas norteamericanas y las fuerzas de seguridad preponderantemente chiíes de Iraq.
"No tenemos nada en este área, porque no podíamos entrar", dijo el coronel Michael Garrett, comandante del Equipo de Combate de la 4a Brigada Aerotransportada de la División de Infantería No. 25, agregando que la estrategia tribal les reportará "tiempo y acceso".
A los jeques les han prometido proyectos de reconstrucción en sus territorios y trabajo en las fuerzas de seguridad de Iraq para sus combatientes. A cambio, deben jurar que patrullarán sus territorios, combatirán contra al Qaeda y desmantelarán bombas de calle improvisadas, la principal causa de muerte de los soldados norteamericanos.
Los jeques se comprometen a custodiar los oleoductos y las rutas de aprovisionamiento militar de los norteamericanos, encargándose de algunas de las tareas del ejército y policía iraquíes. Los combatientes reciben chapas, cinturones reflectantes de color amarillo y autoridad para efectuar detenciones.
"Es como alquilar polis", dijo el mayor Rick Williams, un nativo de Tulsa que es el enlace con los líderes tribales de la región.
El objetivo es imitar los éxitos que hemos tenido en el corazón del territorio sunní, en Anbar, donde los jeques respaldados por Estados Unidos han luchado durante meses contra al Qaeda. Allá, los ataques de los insurgentes se han reducido dramáticamente.
Pero en este tramo al norte de la provincia de Babil, cubierto de matices verdes y entrecruzado por canales de regadío, ciénagas y viveros, el paisaje tribal y religioso es más complejo que en Anbar, que es homogéneamente sunní. En Babil las líneas de batalla se enturbian fácilmente.
Cientos de sunníes tribales locales se han unido a al Qaeda en Iraq o a otros grupos insurgentes como el Ejército Islámico. Las tribus chiíes son débiles porque la lealtad hacia los clérigos es más fuerte que la lealtad hacia los jeques.

Se Llevaron Todo
La mayoría de los nuevos reclutas aclaman a los Jenabi, la tribu más numerosa e influyente. Durante el régimen de Saddam Hussein, los Jenabi eran considerados una ‘tribu dorada', y llenaban las filas del ejército y del grupo de elite de la Guardia Revolucionaria. Después de la invasión norteamericana en 2003, los Jenabi, como otras muchas tribus sunníes, se unieron a la resistencia.
Ahmed Rasheed Khadr, 38, era uno de ellos. Él y sus combatientes lucharon contra las fuerzas norteamericanas para vengarse, dijo. Pero hacia 2005 Khadr hacía frente a una nueva amenaza. Los extremistas asociados a al Qaeda en Iraq ocuparon Howija, donde su familia poseía 284 hectáreas, e impusieron una estricta interpretación de las leyes islámicas. Y como los talibanes de Afganistán, prohibieron los cigarrillos, la televisión e incluso los celulares con cámaras de video, dijo Khadr.
Los Jenabi se dividieron. Algunos se unieron a al Qaeda en Iraq, pero por temor. Otros se unieron porque querían aislarse de las milicias chiíes de la región. Los que se negaron a tomar posición, fueron atacados, a menudo por sus propias tribus.
"El problema que tiene la tribu Jenabi es que ellos son al Qaeda", dijo Balcavage.
Galib Youssef Fahad, primo de Khadr, no puede olvidar el 12 de noviembre de 2005.
"Al Qaeda atacó nuestra zona de Howija. Mataron a quince de nuestros hombres, algunos nuestros hijos, tíos y hermanos", dijo Fahad, sus ojos embotados por el pesar. "Después de la masacre, quemaron nuestras casas y robaron nuestros coches. Se llevaron todo".
Él y su tribu huyeron a Hay al_Askari, donde viven hoy.
Presintiendo una oportunidad, tanto Fahad como Khadr dicen que ahora quieren pelear contra al Qaeda en Iraq. Después de años de sentirse desplazados, ahora buscan legitimidad. Quieren recuperar sus tierras y quieren dinero para reforzar su control de su tribu. Esperan recibir poder político y una posición más fuerte después de la retirada de los norteamericanos.
Pero la principal razón por la que visitaron la base militar norteamericana la semana pasada fue que habían oído que otro líder tribal Jenabi, conocido como el jeque Sabah, estaba trabajando con los estadounidenses.


Oferta para Jeques
Eran las cinco y veinte de la tarde, un día de la semana pasada. El sargento primero James McGann le dijo a Balcavage que había unos jeques de Howija en la puerta de la base. Querían verlo.
"Quizás son de al Qaeda", bromeó Balcavage. Su expresión devino seria.
"¿Son enemigos?", preguntó, recordando los ataques contra los norteamericanos en Howija. MaGann se encogió de hombros.
Media hora más tarde, después de que los visitantes fueran registrados y despojados de sus armas, fueron llevados al Salón Bastogne, llamado así en homenaje a una ciudad belga donde una generación anterior del Regimiento de Paracaidistas 505 luchó durante la Segunda Guerra Mundial.
En la parte exterior del salón de conferencias cuelgan cuatro fotos, en elegantes marcos de madera, de compañeros muertos en combate. Cerca hay toda una pared cubierta de fotos de armas, bombas y otros recuerdos de los peligros que hay afuera.
Balcavage miró en torno al salón. Fahad, Khadr y el tercer líder Jenabi, Falah Khadr Muhammad, estaban sentados a un lado junto a otros tres miembros de la tribu. Más allá había un barbudo civil norteamericano y ex soldado de Fuerzas Especiales.
Y junto a Balcavage: Fadhil Youssef, un ex rebelde sunní que pasó seis meses en un centro de detención norteamericano. Él era el conducto de Balcavage en el arcano mundo de las tribus de Iraq. Balcavage dijo que confiaba en él.
Hablando a través de un intérprete, el comandante hizo su oferta a los jeques. Cada uno de sus hombres recibirá unos 350 dólares al mes. Esa paga crearía un incentivo para incorporarse a la policía iraquí, cuyo salario es gruesamente de unos quinientos dólares, cuando sea posible, dijo. Los militares también pagarán a los jueces cien dólares por cada bomba retirada de las calles.
Tendrán que firmar un contrato de prueba, y si custodian adecuadamente la zona, se les pagará en treinta días. El dinero, dijo, será pagado a los jeques, de modo que ellos lo distribuyan como quieran.
Les encareció que permanecieran unidos.
"Si vamos a trabajar con los Jenabi, tendremos que trabajar con todas las tribus Jenabi", dijo Balcavage.

Les Apoyaremos
Ahora debían hablar los jeques.
Lo primero que hicieron fue acusar al jeque Sabah de tener vínculos con al Qaeda en Iraq y de haber participado en su expulsión de sus tierras.
"El jeque Sabah representa a los líderes de al Qaeda que cometieron los asesinatos", dijo Fahad.
Balcavage preguntó si Sabah pertenecía al Ejército Islámico, que está peleando contra al Qaeda en Iraq, o a al Qaeda en Iraq mismo.
"Al Qaeda", replicó Fahad. Sabah, dijo, reclamaba ahora ser leal al Ejército Islámico para congraciarse con los norteamericanos.
Perplejo, Balcavage miró a Youssef. No habían pasado ni dos semanas, y en el grupo de ‘ciudadanos preocupados' ya habían surgido facciones rivales. Sabah había formado un grupo llamado Consejo VIP. El de Youssef era llamado Consejo de Rescate de Iraq.
Más tarde, Youssef contó a Balcavage que Sabah había estado tratando de obligar a los otros jeques a unirse a su grupo. "Alzan sus armas y ondean la bandera americana en el aire", dijo Youssef. "Nadie puede decir no".
Entretanto, Fahad hablaba con el ex soldado de las Fuerzas Especiales, conocido como JR. Por razones de seguridad, los comandantes norteamericanos aquí se negaron a proporcionar la identidad u organización de JR.
"Tenemos un montón de gente. Queremos pelear contra al Qaeda y expulsarlos del área", dijo Fahad. "Estamos listos".
"Quieren volver a casa y quieren controlar el área", dijo JR. "Así que, si les ayudamos, ¿volverán con su gente a vivir en esta región?"
Fahad y los otros jeques asintieron. Le dijeron que tenían unos noventa combatientes.
JR, asumiendo el control, se inclinó un mapa de la zona.
"Será un honor recuperar las tierras usurpadas por al Qaeda, y os apoyaremos", dijo.
Balcavage pidió a Youssef que empezara a preparar un contrato con los jeques, que entonces debieron dejar sus huellas digitales y fotos en el salón de conferencias. Sus retinas fueron escaneadas y sus armas, apuntadas.

Hago Mejor el Trabajo
Khadr dijo que pensaba utilizar el dinero norteamericano para comprar más armas en el mercado negro. "Tenemos algunas armas de protección personal, pero si realmente queremos pelear contra al Qaeda y destruirlos, necesitamos más armas", dijo Khadr, con una débil sonrisa.
Pero no cree que los hombres de su tribu sean permitidos en el ejército o policía iraquíes, que están dominadas por los chiíes. De momento, él y otros líderes tribales han enviado a sus hombres en tres misiones de reclutamiento militar separadas. En cada una de ellas, el gobierno se negó a admitirles en el ejército, dijeron líderes tribales y jefes militares norteamericanos.
El gobierno, dijo Khadr, es ineficiente. Los funcionarios "no han logrado atraer la gente hacia ellos. Han fracasado en la lucha contra las milicias y los insurgentes. Han fracasado en la conducción del país", dijo.
El general de división Rick Lynch, el más alto jefe militar norteamericano en Babil y otras áreas al sur de Bagdad, dijo el mes pasado: "Si esos ‘ciudadanos preocupados' no tienen la sensación de que el gobierno de Iraq los aceptará y permitirá su legalidad, todo esto no valdrá nada".
Pero en algunos casos, los jeques están firmando para reemplazar al gobierno iraquí en sus áreas. Williams, el enlace tribal, recordó que un hombre llamado jeque Adbullah se acercó a él un día y le dijo que los líderes sunníes de la zona no querían que el ejército iraquí controlara un oleoducto que pasaba por sus tierras.
"Yo puedo proteger mejor ese oleoducto", le dijo a Williams, prometiendo enviar a trescientos combatientes si los americanos retiraban a los soldados iraquíes y les recompensaban con un contrato de seguridad.
Williams dijo que Abdullah recibiría pronto su contrato.

Puedo Estar Terriblemente Equivocado
Después de la reunión, Balcavage comentó con otro comandante si dar a los jeques armas para ayudarles a recuperar sus tierras en Howija. Decidieron rápidamente no hacerlo.
Balcavage dijo que no sabía si Youssef y otros jeques estaban tratando de envenenar la relación de los militares con Sabah. El 23 de julio Sabah firmó un contrato inicial para proporcionar trescientos hombres y custodiar una ruta de aprovisionamiento clave de Faluya a Bagdad.
"Lo único que conozco es mi experiencia con Fadhil", dijo Balcavage, refiriéndose a Youssef. "Confío en mi instinto. Podría estar terriblemente equivocado".
¿Y qué sobre Sabah? ¿Estaba Balcavage preocupado por las acusaciones sobre al Qaeda en Iraq?
"Tendré que embobinarlo", dijo Balcavage. "Mantener cerca a tu enemigo. Sentirlo. Quiero saber cuántos contactos, cuánta información puedo sacarle. Voy a traer a toda su tribu, aunque no sea más que para asegurarme de que todos firmen los acuerdos".
El jueves, un grupo de importantes jeques tomaron contacto con los comandantes norteamericanos para convertirse en ‘ciudadanos preocupados'.
Sabah es su representante.

6 de agosto de 2007
3 de agosto de 2007
©washington post
©traducción mQh
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