ley y caos en iraq 7
[Michael Moss] Sospechosos de una masacre de vecinos sunníes. Entre los hechores se encuentra un general chií del ministerio del Interior.
Bagdad, Iraq. De acuerdo a un informe del ministerio de Asuntos Exteriores, a primera hora del 24 de agosto de 2005, unos cincuenta hombres con uniformes de policía irrumpieron en el barrio de Huriya en el norte de Bagdad y sacaron a empellones de sus casas a 36 hombres sunníes. Sus cuerpos fueron encontrados cerca de la frontera iraní con agujeros de bala en sus cabezas, y sus caras desfiguradas por ácido.
La sospecha recayó en los Volcanes.
Nakib había creado la unidad especial cuando era ministro del Interior. Pero ahora, sin poder, la unidad era dirigida por un comandante de policía que él había despedido, el general Gharrawi.
Nakib dijo que había despedido al general Gharrawi por desobedecer una orden de ayudar a otros agentes de policía en la inquieta ciudad de Ramadi. "Después de mi período como ministro, lo volvieron a incorporar y lo ascendieron a comandante", dijo Nakib.
Finalmente se reunieron suficientes evidencias que probaban la participación del general Gharrawi en la masacre de Huriya, y el 28 de noviembre un juez iraquí firmó una orden de detención por cargos de homicidio.
Pero la orden de detención no se ejecutó nunca. El general Gharrawi continuó al mando de la brigada hasta principios de este año y sigue empleado por el ministerio del Interior.
En abril, The Times, que consiguió una copia de la orden de detención, la presentó al general de brigada Hussein Kamal, el subsecretario del ministro para inteligencia, y a Hamid, que está a cargo de asuntos internos. Ambos dijeron que no la habían visto antes.
"Si la hubiese recibido yo, la habría ejecutado en cinco minutos", dijo el general Kamal.
Ann Bertucci, portavoz del Equipo de Adiestramiento de Asistencia Policial Civil en Bagdad, dijo que un equipo de asesores militares estadounidenses fue asignado en agosto pasado a la Brigada Volcán, pero que ignoraban las acusaciones en torno a la masacre de Huriya o la orden de detención pendiente.
El general Gharrawi se negó a hacer comentarios.
Jabr, que remplazó a Nakib el verano pasado, dijo que él no ignoraba la orden de detención. Dijo que el ministerio estaba obligado a realizar su propia pesquisa interna antes de enviar a un funcionario del ministerio a un tribunal civil.
Una vez que se complete la investigación, el asesor jurídico del ministerio presentará una recomendación al ministro, y el ministro decidirá el curso a tomar. Jabr dijo que él tenía la autoridad legal para desechar el caso.
"Una cosa es segura", dijo el ministro en una entrevista en su despacho. "Me interesa la mantención de la ley".
Dijo que había asignado al general Gharrawi a un trabajo de relativo bajo perfil en la sala de operaciones hace algunas semanas, a la espera del resultado de una investigación interna.
Jabr negó que sus fuerzas fueran culpables de crímenes religiosos o que estuvieran influidas por milicias vinculadas a los poderosos partidos chiíes del país. Él y otros funcionarios de gobierno han acusado a las fuerzas de seguridad privadas y a delincuentes de disfrazarse de agentes de policía para delinquir.
El sábado, Jabr fue nombrado ministro de finanzas. Su sucesor en el ministerio del Interior no ha sido nombrado todavía.
La capacidad de las rivalidades religiosas en Iraq de influir en las operaciones policiales ganó prominencia internacional en noviembre. Soldados americanos descubrieron una cárcel secreta gestionada por funcionarios del ministerio del Interior en Bagdad donde 73 desnutridos prisioneros, la mayoría sunníes, se quejaron de haber sido torturados. En esa época, varios funcionarios iraquíes dijeron que los policías que trabajaban allí eran miembros de la Organización Báder chií.
Oficiales americanos de alto rango dijeron que el grupo de asuntos internos de Hamid había abierto 96 casos criminales contra agentes de policía iraquíes, y 26 de ellos terminaron con condenas en tribunales y 16 con medidas administrativas.
Mientras oficiales americanos reconocen que la policía especial es responsable de algunos abusos, dijeron que no tenía certezas de qué porcentaje de las acciones de los escuadrones de la muerte atribuidas a la policía habían sido realmente cometidas por esta.
Dijeron que gran parte de los secuestros y asesinaros en Iraq que implicaban a hombres con uniformes de comandos policiales podían ser miembros de milicias tratando de pasar por policías.
Jabr dijo que numerosos otros ministerios iraquíes tenían sus propios guardias de seguridad y agentes de policía que operaban fuera de su control. Uno, el Servicio de Protección de Instalaciones, que custodia oleoductos y otras obras de infraestructura en Iraq, creció vertiginosamente, de cuatro mil hombres en 2003 a más de 140 mil hoy, y se extiende ahora por más de una docena de ministerios.
Cuatro jefes de brigadas policiales han sido sacados de sus mandos por violaciones de derechos y otras faltas, y en febrero tropas estadounidenses arrestaron a 22 agentes de la policía de carreteras que confesaron que habían planeado asesinar a un prisionero sunní. Cuatro de ellos tienen vínculos con la Organización Báder.
Jabr dijo que este mes había emprendido acciones contra sus propios agentes de policía, deteniendo a un general y otros 17 empleados del ministerio por cargos de secuestros cometidos para cobrar rescate.
La sospecha recayó en los Volcanes.
Nakib había creado la unidad especial cuando era ministro del Interior. Pero ahora, sin poder, la unidad era dirigida por un comandante de policía que él había despedido, el general Gharrawi.
Nakib dijo que había despedido al general Gharrawi por desobedecer una orden de ayudar a otros agentes de policía en la inquieta ciudad de Ramadi. "Después de mi período como ministro, lo volvieron a incorporar y lo ascendieron a comandante", dijo Nakib.
Finalmente se reunieron suficientes evidencias que probaban la participación del general Gharrawi en la masacre de Huriya, y el 28 de noviembre un juez iraquí firmó una orden de detención por cargos de homicidio.
Pero la orden de detención no se ejecutó nunca. El general Gharrawi continuó al mando de la brigada hasta principios de este año y sigue empleado por el ministerio del Interior.
En abril, The Times, que consiguió una copia de la orden de detención, la presentó al general de brigada Hussein Kamal, el subsecretario del ministro para inteligencia, y a Hamid, que está a cargo de asuntos internos. Ambos dijeron que no la habían visto antes.
"Si la hubiese recibido yo, la habría ejecutado en cinco minutos", dijo el general Kamal.
Ann Bertucci, portavoz del Equipo de Adiestramiento de Asistencia Policial Civil en Bagdad, dijo que un equipo de asesores militares estadounidenses fue asignado en agosto pasado a la Brigada Volcán, pero que ignoraban las acusaciones en torno a la masacre de Huriya o la orden de detención pendiente.
El general Gharrawi se negó a hacer comentarios.
Jabr, que remplazó a Nakib el verano pasado, dijo que él no ignoraba la orden de detención. Dijo que el ministerio estaba obligado a realizar su propia pesquisa interna antes de enviar a un funcionario del ministerio a un tribunal civil.
Una vez que se complete la investigación, el asesor jurídico del ministerio presentará una recomendación al ministro, y el ministro decidirá el curso a tomar. Jabr dijo que él tenía la autoridad legal para desechar el caso.
"Una cosa es segura", dijo el ministro en una entrevista en su despacho. "Me interesa la mantención de la ley".
Dijo que había asignado al general Gharrawi a un trabajo de relativo bajo perfil en la sala de operaciones hace algunas semanas, a la espera del resultado de una investigación interna.
Jabr negó que sus fuerzas fueran culpables de crímenes religiosos o que estuvieran influidas por milicias vinculadas a los poderosos partidos chiíes del país. Él y otros funcionarios de gobierno han acusado a las fuerzas de seguridad privadas y a delincuentes de disfrazarse de agentes de policía para delinquir.
El sábado, Jabr fue nombrado ministro de finanzas. Su sucesor en el ministerio del Interior no ha sido nombrado todavía.
La capacidad de las rivalidades religiosas en Iraq de influir en las operaciones policiales ganó prominencia internacional en noviembre. Soldados americanos descubrieron una cárcel secreta gestionada por funcionarios del ministerio del Interior en Bagdad donde 73 desnutridos prisioneros, la mayoría sunníes, se quejaron de haber sido torturados. En esa época, varios funcionarios iraquíes dijeron que los policías que trabajaban allí eran miembros de la Organización Báder chií.
Oficiales americanos de alto rango dijeron que el grupo de asuntos internos de Hamid había abierto 96 casos criminales contra agentes de policía iraquíes, y 26 de ellos terminaron con condenas en tribunales y 16 con medidas administrativas.
Mientras oficiales americanos reconocen que la policía especial es responsable de algunos abusos, dijeron que no tenía certezas de qué porcentaje de las acciones de los escuadrones de la muerte atribuidas a la policía habían sido realmente cometidas por esta.
Dijeron que gran parte de los secuestros y asesinaros en Iraq que implicaban a hombres con uniformes de comandos policiales podían ser miembros de milicias tratando de pasar por policías.
Jabr dijo que numerosos otros ministerios iraquíes tenían sus propios guardias de seguridad y agentes de policía que operaban fuera de su control. Uno, el Servicio de Protección de Instalaciones, que custodia oleoductos y otras obras de infraestructura en Iraq, creció vertiginosamente, de cuatro mil hombres en 2003 a más de 140 mil hoy, y se extiende ahora por más de una docena de ministerios.
Cuatro jefes de brigadas policiales han sido sacados de sus mandos por violaciones de derechos y otras faltas, y en febrero tropas estadounidenses arrestaron a 22 agentes de la policía de carreteras que confesaron que habían planeado asesinar a un prisionero sunní. Cuatro de ellos tienen vínculos con la Organización Báder.
Jabr dijo que este mes había emprendido acciones contra sus propios agentes de policía, deteniendo a un general y otros 17 empleados del ministerio por cargos de secuestros cometidos para cobrar rescate.
Michael Moss y Kirk Semple informaron desde Bagdad para este artículo, y David Rohde desde Nueva York. Qais Mizher contribuyó desde Bagdad y Sulaimaniya, y un empleado iraquí del New York Times desde Basra.
22 de mayo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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