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ley y caos en iraq 6


[Michael Moss] Se formaron unidades especiales, que fueron posteriormente infiltradas por milicias chiíes. Hoy representan el mayor peligro de desintegración de Iraq.
Bagdad, Iraq. Mientras las fuerzas políticas y criminales en Basra empezaban a duplicarse en otras partes de Iraq, los militares estadounidenses se estaban concentrando en lo que parecía un problema mucho más urgente. A principios de 2004 la resistencia había empezado a crecer rápidamente y el Pentágono se dio cuenta de que la policía no estaba en forma para estabilizar un país cada día más volátil.
Cuando se les pidió que respaldaran una ofensiva de la marina contra el bastión militante de Faluya, las unidades policiales, después de intentarlo, huyeron. En el sur de Iraq, otros agentes abandonaron sus puestos antes que enfrentarse a la milicia de Sáder. Otros fueron matados en ataques contra las comisarías. Otros cayeron en una emboscada cuando volvían de la academia de formación policial en Jordania.
Hasta entonces, el adiestramiento policial había estado, en gran parte, en manos de contratistas civiles. En marzo de 2004, el Pentágono entregó el control del proyecto a sus generales.
El general de división, Paul D. Eaton, ya estaba trabajando en la formación del nuevo ejército iraquí cuando le encargaron la misión. En lugar de obtener más recursos para adiestrar a la policía, su presupuesto de 2.2 billones de dólares fue reducido en un quinto, dijo el general Eaton.
"Si ves el dinero que enviaron, la gente que mandaron para hacerlo, las cifras que manejaron, no puedes sino concluir que esto no era importante para ellos", dijo el general Eaton, que ahora está jubilado y se ha convertido en un crítico de la conducción de la guerra por Rumsfeld.
Ese verano, el general Eaton fue remplazado por el general Petraeus, ex comandante de la División Aerotransportada 101 del Ejército. El general Petraeus dijo que en una revaluación de la policía, que Rumsfeld supervisaba en teleconferencias semanales, propuso aumentar el poder de fuego de la fuerza.
El general Petraeus volvió a redactar el currículo policial para darles dos semanas de adiestramiento de combate, y abrió el grifo de los suministros militares. La policía había sido equipada con pistolas y gorras de béisbol, y ahora empezaron a recibir AK-47, armaduras y cascos.
Luego su equipo descubrió un modo más rápido para robustecer a la fuerza.
El ministro del Interior iraquí, Falah al-Nakib, dijo que estaba desesperado tratando de contener la creciente violencia en Bagdad, pero que sólo tenía ocho mil agentes de policía que, la mayoría, no tenían adiestramiento, eran analfabetos y no fiables. "El reclutamiento fue hecho por oficiales estadounidenses que no sabían a quién estaban contratando", dijo en una entrevista.
Nakib empezó a formar unidades especiales dentro de la policía, reclutando a sus hombres de entre los rangos de la Guardia Republicana y de las Fuerzas Especiales del ejército de Hussein. Los comandos, como eran llamados, eran oficiales militares experimentados y capacitados, y les dieron las herramientas -ametralladoras pesadas y vehículos blindados- para enfrentarse a los rebeldes.
Oficiales británicos en el equipo del general Petraeus dijeron que ellos habían propuesto ese tipo de unidades especiales, y el Pentágono equipó, adiestró e incorporó a un creciente número de ellos al conflicto. En 14 de noviembre de 2004, en Mosul, un comando dirigido por un coronel del ejército estadounidense libró una sangrienta batalla contra los insurgentes que trataron de ocupar una comisaría de policía, informó el Pentágono. El oficial, el coronel James H. Coffman Jr., recibió una Cruz al Servicio Distinguido, la segunda medalla militar.
También se dieron pasos para adiestrar a las unidades como policías regulares, con cursos sobre derechos humanos y el estado de derecho. Se estableció un proceso civil de presentación de quejas y, en la primavera pasada, se asignaron equipos de militares para supervisarlas en el campo.
Pero aunque las unidades especiales de la policía lucharon con éxito, los oficiales estadounidenses y británicos que ayudaron a crearlas seguían preocupados. Las unidades especiales de la policía fueron creadas con tanta rapidez que los reclutas inicialmente no fueron sometidos a la verificación de huellas digitales a la que otros reclutas y agentes de policía deben someterse, dijeron oficiales británicos y americanos. También, los oficiales iraquíes tuvieron al principio control directo de las unidades, a pesar de las objeciones de los oficiales americanos que querían supervisarlas ellos mismos, dijeron funcionarios.
"Las veíamos como algo bueno, algo para combatir a los insurgentes", dijo Andrew Mackay, un general de brigada británico que trabajaba para el general Petraeus. "Pero se podía ver que si no lo hacíamos bien sería rápidamente una cosa que el ministro del Interior, dependiendo de quién fuera, podría convertir en su propio, pequeño ejército".
Nakib dijo que antes de que dejara el puesto en abril de 2005, se reunió con Rumsfeld en Bagdad y le dijo que los partidos políticos chiíes que estaban llegando al poder ese verano secuestrarían los comandos para usarlos como sus propias milicias.
"Le advertí que habría problemas", dijo Nakib, que ahora es miembro del parlamento.
Steve Casteel, un estadounidense experto en seguridad que fue asesor de Nakib, dijo que Rumsfeld asintió y dijo: "Comprendemos sus preocupaciones". Casteel dijo que Nakib habló también con otros oficiales, incluyendo al general George W. Casey Jr., el comandante en jefe en Iraq.
El general Petraeus dijo que su equipo ayudó a Nakib a chequear a reclutas que tenían antecedentes criminales o que habían pertenecido al Partido Baaz, y luego persiguió vigorosamente las acusaciones de mala conducta. Dijo que durante su período en Iraq nunca recibió evidencias de que la policía estuviera implicada en actos de violencia religiosa, pero que gracias a su insistencia tres jefes de comando fueron despedidos o descendidos de rango por maltratos a detenidos o corrupción.
Al mismo tiempo, dijo, concluyó que Estados Unidos necesitaba apoyar el proyecto de Nakib de crear unidades especiales, considerando la creciente resistencia. "Nakib estaba tratando de solucionar retos serios a la seguridad y de mostrar que el nuevo gobierno podía proponer soluciones iraquíes a problemas iraquíes, en contraste con simplemente depender de las fuerzas de la coalición para resolver los problemas", dijo el general Petraeus.
Cuando el gobierno iraquí cambió de manos en 2005, Nakib, un sunní, fue remplazado por Bayan Jabr, ex oficial del ala militar del partido chií conocido como Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq.
El Consejo Supremo veía a la fuerza de policía como una fuerza dominada por los sunníes y junto con Jabr introdujeron a chiíes leales en el ministerio y en las unidades especiales de la policía.
A fines de 2005, Jabr ordenó el reclutamiento de 1.300 comandos de policía en el bastión chií de Nayaf, dijo Gerald Burke, un asesor policial estadounidense en esa época.
"El ritmo de esas contrataciones se hizo frenético", dijo Burke.
James Steele, un coronel jubilado del ejército estadounidense, que también ayudó a desarrollar a la policía especial como miembro del equipo del general Petraeus, dijo que no lamentaba su creación, pero veía su distorsión en manos de grupos religiosos como una de las amenazas más graves a los planes de Estados Unidos en Iraq.
"Esto es más peligroso que la resistencia, en términos de nuestros logros estratégicos", dijo. "Si esto se deteriora en una guerra civil declarada, nuestra posición será insostenible. ¿Para quién estaríamos peleando?"
Mientras el control de la policía especial pasaba de sunníes a chiíes, incluso el nuevo nombre con que se bautizó una unidad evocaba la imagen de la creciente violencia: los Lobos se convirtieron en los Volcanes.

Michael Moss y Kirk Semple informaron desde Bagdad para este artículo, y David Rohde desde Nueva York. Qais Mizher contribuyó desde Bagdad y Sulaimaniya, y un empleado iraquí del New York Times desde Basra.


22 de mayo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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