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guerras por territorio


[Marla Dickerson] Nuevo jefe de policía en Nuevo Laredo. Su primera misión fue despedir a todo el cuerpo de policía.
Nuevo Laredo, México. Su predecesor fue asesinado a balazos en su primer día de trabajo. Tiene tres niños y una esposa embarazada. Pero el miércoles Omar Pimentel juró ayudar a poner fin a un estallido de violencia relacionada con las drogas al convertirse en el jefe de policía de esta convulsionada ciudad fronteriza.
Después de jurar, Pimentel, 37, dijo que no quería pensar mucho en el destino de Alejandro Domínguez Coello, que fue asesinado a principios de junio justo horas después de que hiciera el mismo juramento. Pero su empleador estaba claramente pensando en eso. El ayuntamiento destinó cuatro guardaespaldas para proteger al nuevo jefe.
Esta abrasadora ciudad justo al otro lado del río de Laredo, Tejas, está es el escenario de una acalorada batalla entre bandas de traficantes de drogas rivales que luchan por el control de las rutas de contrabando hacia Estados Unidos. Este año en Nuevo Laredo han sido asesinadas más de 80 personas, más que en todo 2004. Muchos de esos cuerpos han mostrado signos de mutilación, tortura o de ejecuciones -la tarjeta de visita del crimen organizado.
En la secuela del descarado asesinato de Domínguez, el gobierno federal suspendió a todos los miembros del cuerpo de policía de Nuevo Laredo, de algunos de los que se cree que trabajan para los traficantes de drogas. Más del 10 por ciento de los polis de la ciudad han sido despedidos por dar positivo en análisis de drogas y chequeo de antecedentes, y más despidos están en camino.
Entretanto, unidades del ejército, la policía del estado y agentes de la versión mexicana del FBI se encargaron de la seguridad de Nuevo Laredo, montando puestos de control y patrullando en una misión bautizada Operación México Seguro. Pero el caos continúa, en su guardia.
Hace poco unos pistoleros se hicieron camino en un hotel, con granadas y armas automáticas, para secuestrar a tres hombres que todavía no han sido encontrados. Un hombre de 22 años fue matado a plena luz del día, frente a su madre y su hijito, cerca del ayuntamiento.
"Es algo que no hemos vivido nunca", dijo Basilio Ramos Zapata, miembro de un grupo de ciudadanos que el mes pasado canceló una marcha por la paz por temor a la violencia.
Los residentes de Nuevo Laredo son gente tenaz. La ciudad fue poblada por orgullosos mexicanos que se marcharon al sur del Río Grande antes que seguir en suelo norteamericano tras la derrota de México en la Guerra Mexicano-Americana de 1848. La población es oficialmente de 315.000 habitantes, pero la constante marejada en la frontera hace poco fiables las cifras. Los residentes dicen que en esta extensión envuelta en chamuscados cielos azules.
La gente de aquí se ha acostumbrado a otros extremos de la vida al borde de Estados Unidos. Aunque el comercio internacional y las fábricas maquiladoras exportadoras conforman el núcleo de la economía de Nuevo Laredo, el apetito estadounidense de sexo y drogas ha nutrido durante largo tiempo un lado más peligroso. En la zona de tolerancia conocida de la ciudad, la prostitución es legal. Los narcotraficantes ansiosos de estar cerca de su principal mercado de exportación han operado desde hace mucho en la región.
Así que aunque los últimos titulares han ahuyentado a los turistas y algunos residentes más ricos han huido, la mayoría de la gente de Nuevo Laredo han vuelto tranquilamente a sus asuntos.
Una tarde hace poco, unos viejos se repantigaban a la sombra mientras jóvenes madres se arrastraban detrás de sus hijos que correteaban a través de las encantadoras plazas de la ciudad. Los compradores admiraban las botas de cowboy que llenaban los escaparates de las zapaterías del centro. Pasaban carruajes tirados por caballos de paso lánguido. Un trío de cantantes de baladas cantaban una serenata al gentío de la hora de almuerzo que se ponía las botas junto a un puesto de tacos. No era exactamente la imagen de una ciudad en estado de sitio.
"La gente tiene la impresión de que las balas vuelan por todas partes, pero no es así", dijo Paola Grammer de Riojas, una vendedora de joyas que dijo que sus ventas habían disminuido en un 80 por ciento debido a que ya no llegaban turistas estadounidenses. "Ha habido un montón de rumores falsos y exageraciones".
Sin embargo, existe una persistente inquietud de incluso los más declarados promotores de Nuevo Laredo, en torno a que algo fundamental ha cambiado. Los residentes dicen que los traficantes arreglaban cuentas entre ellos y rara vez atacaron a civiles o funcionarios. El creciente número de víctimas y las ejecuciones expresamente públicas de personajes importantes como Domínguez, indica que hay una nueva era en la que todo el mundo es un blanco.
"La idea crear miedo y más miedo", dijo Jorge Chabat, un politólogo de Ciudad de México y experto en el crimen organizado.
Está funcionando. Las autoridades dicen que las bandas delictivas han encontrado un negocio provechoso en el secuestro y la extorsión. La mayoría de las familias y negocios simplemente pagan, si pueden, y tienen miedo de informar a la policía porque esta puede estar confabulada con los delincuentes. Ahora los traficantes se están secuestrando entre ellos. A fines de junio, agentes federales y soldados rescataron a 44 secuestrados de tres casas en Nuevo Laredo, muchos de los cuales están supuestamente implicados en el tráfico de drogas.
Una serie de asaltos a casas ha provocado un éxodo de partes del exclusivo barrio de Colonia Madero de la ciudad. Hierba, pintadas y letreros de ‘Se Vende' han surgido en los perímetros de las mansiones vacías, donde los acomodados vecinos se están mudando al mismo tiempo que llegan los gángsteres.
Los periodistas están más cautelosos. Desde 2000, siete periodistas han sido asesinados en el estado de Tamaulipas, donde está Nuevo Laredo, convirtiéndola para la prensa en la región más peligrosa de México. La muerte más reciente fue el asesinato en abril de la reportera de crónica roja, Dolores Guadalupe García Escamilla, que recibió múltiples balazos frente a su oficina de Nuevo Laredo.
Para no poner en peligro a sus empleados, algunos órganos de prensa han dejado de indagar más profundamente en temas delicados, o han dejado de mencionar los nombres de traficantes y miembros de los carteles de drogas. "Es frustrante y triste porque tenemos la obligación de que las cosas marchen mejor", dijo Marco Guillermo Villarreal Marroquín, director de El Diario, de Nuevo Laredo.
Criminalistas dicen que los problemas de Nuevo Laredo surgieron en 2003 con la detención de Osiel Cárdenas, el supuesto líder del cartel de Tamaulipas, en el Golfo, que está en prisión esperando su juicio. Sus rivales en otras regiones de México formaron una alianza para ocupar su territorio.
Conducidos por el cabecilla de Sinaloa, Joaquín ‘el Chapo' Guzmán, los contrabandistas han hecho la guerra contra el brazo armado del cartel del Golfo -parta de una explosión nacional de violencia asociada a las drogas que ha matado este año a más de 600 personas entre Tijuana y Cancún
Nuevo Laredo es el campo de batalla clave debido a los cuatro puentes internacionales del Río Grande que conectan con Laredo. El área es el cruce más grande de carga a lo largo de la frontera mexicano-norteamericana, constituyendo más del 40 por ciento del comercio entre los dos países. El año pasado casi 1.5 millones de camiones cruzaron hacia el norte de Tejas, convirtiendo el área en un próspero centro de artículos legales e ilegales por igual.
Aunque el comercio y la industria siguen sólidos, el turismo se ha marchitado como una camisa recién planchada a los 43 grados del verano.
En un año normal, decenas de miles de estadounidenses cruzan la frontera hacia Nuevo Laredo, atraídos por las medicinas baratas, bonitas artesanías, bonitas plazas, conmovedoras corridas de toro y una sabrosa cabra asada a las brasas, para no decir nada de una edad legal más baja para beber y otras diversiones para adultos. Pero dos avisos del ministerio del Interior y una avalancha de desapariciones de ciudadanos estadounidenses en Nuevo Laredo han disminuido el entusiasmo.
Desde agosto de 2004, en Nuevo Laredo han sido secuestrados y liberados 19 americanos, 19 siguen desaparecidos y 4 fueron encontrados muertos, de acuerdo a cifras del gobierno norteamericano.
Funcionarios dicen que desde fines de mayo las visitas han disminuido en un 21 por ciento, en comparación con los primeros cinco meses del año pasado. Pero muchos negocios orientados hacia el turismo dicen que las ventas han bajado mucho más.
En Boys Town, un recinto amurallado salpicado de cuartos de prostitutas cantinas con nombres como Bar Bum Bum, trabajadoras sexuales dicen que el negocio ha caído en picado ahora que los americanos se quedan en casa. Viki, 26, un travesti en apretados vaqueros y una camiseta a rayas, dijo que el número de clientes al día había caído en casi dos tercios y que tuvo que bajar su tarifa a casi la mitad para atraer a los hombres de la localidad.
"Cuanto no hay pan, buenas son las tortas", dijo, mostrando una incipiente barba sobre su perfecto lápiz labial de coral.
Los negocios convencionales también están sufriendo. El histórico Mercado Maclovio Herrera, cuyos vendedores venden de todo, desde alfombras tejidas a mano a grandes bolsas con Frida Kahlo, estaba vacío una mañana reciente.Entre el puñado de compradores estaba Jim Daniel, un maestro jubilado de Tejas que había traído a su esposa y una pareja de amigos europeos.
Daniel, 80, con un férreo apretón de manos, dijo que no tenía miedo "porque no estoy metido en drogas". De hecho, dijo que Nuevo Laredo había mejorado mucho desde que la visitara por última vez hace varios años.
"Está más limpia, bonita y la gente tan amistosa como siempre", dijo Daniel. "Pero ya no vienen tanta gente como antes. ¿Dónde están los compradores?"
Más abajo en la calle, Pablo Jacobo ‘Jack' Suneson, el propietario de Marti, una elegante tienda llamada ‘Neiman Marcus of Mexico', se preocupaba por lo mismo. Un hombre amable y grande que monta una Harley-Davidson, el veterano empresario se ha hecho camino a través de varias crisis económicas. Pero dijo que esta era la peor que había visto.
Una tarde reciente, los dependientes de las tiendas esperaban ansiosos entre las elegantes joyas, bolsos de mano y chaquetas de suave piel de venado para los clientes que nunca llegaron. Suneson ha apagado las luces y el aire acondicionado en el primer piso de su tienda, para ahorrar dinero. No recuerda la última vez que renovó inventario. Entretanto, las facturas siguen llegando.
"Tengo 1.000 dólares al día en gastos generales, y te puedo asegurar no te estoy ni cerca de cubrirlos", dijo.
Como muchos en Nuevo Laredo, Suneson se irrita con los presidentes de los dos lados de la frontera. Dijo que el gobierno mexicano había esperado demasiado tiempo para enviar ayuda y que la Operación México Seguro sería efectiva si los agentes federales y tropas se atrincheraran por un largo tiempo.
También está cansado de oír a funcionarios estadounidenses quejarse de que la corrupción en México es el obstáculo más grande para ganar la guerra contra las drogas cuando es la insaciable demanda de usuarios americanos lo que hace prosperar el negocio.
Observó que los diarios estadounidenses escriben extensamente sobre los barones de la droga mexicanos, pero no dicen nada sobre quiénes mueven la droga una vez que llega a suelo norteamericano.
"Aquí en Nuevo Laredo no hacemos drogas. No compramos drogas. Pero somos los que pagamos el pato", dijo Suneson.
Él y otros hablan con nostalgia de un cabezón abogado del gobierno, llamado Salvador del Toro Rosales, que fue enviado a Nuevo Laredo en los años setenta cuando estalló otra violenta guerra entre traficantes de drogas.
Apodado ‘el Fiscal de Hierro', del Toro se convirtió en una leyenda al perseguir y poner tras las rejas obstinadamente a traficantes de drogas. Abundan las historias sobre este desconocido que daba patadas en el culo, apuntaba nombres y que restauró la paz en esta ciudad de fronteras.
Roberto Maldonado Siller ha oído esas historias y solamente sacude la cabeza. Antiguo fiscal del estado de Tamaulipas, dijo que esa época era más simple. Las bandas de traficantes no tenían las armas, abogados, dinero, sofisticación, crueldad ni alcance internacional y simplemente eran muchos menos que hoy.
Maldonado dijo que comprendía la impaciencia de los vecinos de Nuevo Laredo de una solución rápida. Pero dijo que el problema era tan grandes y complejo que no era tarea para un solo hombre. Esta vez, el Fiscal de Hierro no está llegando al rescate.
"Para héroes, deberían buscar en las películas", dijo.
El Padre Jesús Salazar Almaguer cree que sólo una renovación espiritual puede cambiar a esta ciudad. Su obispo ha organizado una tocada de campanas comunal en las iglesias de Nuevo Laredo, un recordatorio diario a los vecinos para que recen por una salida de este laberinto de violencia.
"La corrupción está en todos los niveles. El miedo de la gente es total", dijo Salazar. "Necesitamos que Dios nos muestre el camino".

10 de julio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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