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nuevos amigos de iraq


[Robert Scheer] Son peligrosos. Son fundamentalistas. Son fanáticos.
El domingo, la guerra contra el terrorismo de George W. Bush, fue colocada cabeza abajo -y esta vez hasta el presidente se pueda dar cuenta. Eso es porque cuando "nuestros hombres" en Iraq empiecen a aliarse firmemente con un país del ‘eje del mal', tienen que sonar algunas alarmas, ¿no?
Me refiero a la declaración conjunta emitida en Teherán por los jefes de estado de Iraq e Irán: "Hoy necesitamos un esfuerzo común y doble para hacer frente al terrorismo, que se puede extender en la región y en el mundo", dijo el primer ministro iraquí Ibrahim Jafari, que visitó Irán con 10 de sus ministros, después de una visita similar de su ministro de Defensa. La declaración emitida por él y sus contrapartes iraníes anuncia la colaboración mutua entre los dos vecinos, que incluirá un oleoducto que cruza las fronteras, propuestas de seguridad conjuntas e informaciones de los servicios secretos compartidas.
¡Repentinamente, todo el mundo está contra el terrorismo!
Me gustaría que fuera así. Pero no lo es. Pensad que en Teherán, Jafari también rindió tributo al padre de la teocracia iraní, al visitar el santuario del ayatollah Ruhollah Khomeini. Que el fanatismo de Khomeini está todavía más que vivo en el Irán de hoy, quedó claro con la elección el mes pasado de uno de sus Guardias Revolucionarios originales como el nuevo presidente del país.
Al hacer el peregrinaje al Irán chií, el gobierno chií iraquí también estaba prestando homenaje a los revolucionarios chiíes iraquíes que les dieron refugio y apoyo, incluyendo a Jafari mismo, que pasó aquí 10 años de exilio. Jafari también reiteró una declaración anterior en la que su gobierno ofreció excusas por el papel de Iraq en la larga guerra con Irán. (Qué embarazoso que el ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, cuando esa guerra era considerada por el gobierno del presidente Reagan como un modo conveniente, aunque terriblemente sangriento, de distraer y debilitar Irán).
Ahora, gracias a la invasión norteamericana, se está formando una nueva alianza entre Irán e Iraq que amenaza con desestabilizar todavía más la vida política de Oriente Medio. No se suponía que fuera a pasar esto.
La forzada democratización de Iraq, de acuerdo a sus arquitectos neo-conservadores, debía asegurar el petróleo para Estados Unidos, proteger a Israel, abrir mercados para empresas occidentales y, ah, claro, quizás disminuir el terrorismo. Sin embargo, después de la invasión, Estados Unidos, recibido decididamente con más hostilidad y menos flores que las esperadas, se mostró renuente a permitir elecciones, debido a que su resultado probablemente no sería el de un gobierno flexible.
Entonces el gran ayatollah Ali Sistani, el líder religioso chií, amenazó con sacar a sus partidarios a la calle a protestar contra la ocupación si no se permitían elecciones con el principio de una persona un voto. Y cuando quedó claro los "malos" podrían ganar las elecciones que Estados Unidos fue obligado a convocar, la Casa Blanca de Bush, de acuerdo a un artículo de Seymour Hersh en el último New Yorker, trató de comprar votos para el antiguo operativo de la CIA, Iyad Allawi.
Cuando la lista electoral de Allawi fue sólidamente derrotada, ¿qué hizo Bush? Sin ningún resultado positivo en Iraq desde la exitosa invasión militar y las alentadoras elecciones dos años después, no tuvo otra opción que aceptar a los vencedores -la mayoría chií, la mayoría fundamentalista- como los salvadores de un Iraq democrático y libre.
Lamentablemente, no son nada de eso. En Basra, donde han estado en el poder desde la invasión norteamericana, los matones religiosos son los que controlan efectivamente el poder y aplican medidas teocráticas sobre la conducta de las mujeres y otros derechos humanos básicos todavía más opresivas que el vecino Irán.
Incluso peor, su victoria ha alentado un furioso resentimiento sunní, y la acompañante resistencia que ha estado atacando a civiles chiíes con el claro objetivo de provocar una guerra étnica. Durante el fin de semana, más de 100 personas fueron matadas por terroristas suicidas. Sistani mismo denunció lo que llamó ominosamente "guerra genocida".
Enfrentados a esta espantosa posibilidad, ¿sorprende realmente encontrar al gobierno iraquí buscando la ayuda del poderoso Irán? No, pero ciertamente representa un problema para la Casa Blanca, que se encuentra ahora sacrificando diariamente a soldados estadounidenses para apuntalar a un aliado activo del país del que denunciamos, con alguna plausibilidad, que financia a grupos terroristas anti-israelíes y otros y que está empecinado en hacer su propia bomba atómica.
En alguna parte, un tipo llamado Osama bin Laden seguro que se está riendo.

20 de julio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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