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vida secreta de nazi


[Andrés Gómez Bravo] En la novela ‘Patagonia' el escritor Sergio Gómez rescata la historia del hombre acusado de la muerte de 97 mil judíos. En 1958 desembarcó en Punta Arenas el ciudadano alemán Julius Walther Rauff Bauermeisler. Pronto se destacó en la comunidad como un vecino trabajador y honorable. Pero a fines de 1962 la policía descubrió su verdadero rostro: el de un ex oficial de la SS nazi, creador de los camiones de gas.
Cuando el alcaide de la Cárcel Pública le dio la noticia, Walther Rauff no pudo contener la emoción. La primera declaración que dio a los periodistas apostados en la puerta fue un simple y agradecido "¡Viva Chile!" En un fallo sin precedentes, la primera sala de la Corte Suprema lo libraba de la extradición solicitada por Alemania Federal, aprobada en primera instancia por la Corte de Apelaciones. El hombre acusado de la muerte de 97 mil judíos durante la II Guerra Mundial recuperaba su libertad tras 123 días de presidio. Para la justicia chilena, en 1963 el crimen que se le imputaba había prescrito.
"No tengo resentimiento contra nadie, ni tampoco temor del porvenir", dijo antes de subir al auto de su abogado y perderse para siempre. Desde entonces, Rauff viviría dos décadas a salvo en Chile. Ni las presiones internacionales ni la petición expresa del cazanazis Simon Wiesenthal lo pondrían en riesgo. Tanto para Eduardo Frei Montalva como para Salvador Allende y Augusto Pinochet, lo suyo era cosa juzgada.
Las peticiones de expulsión -emanadas de Israel, Gran Bretaña y el Parlamento Europeo- se acrecentaban cuando súbitamente Rauff murió, el 14 de mayo de 1984 en Santiago. El ex oficial SS recibió un responso en alemán en la iglesia luterana de calle Lota y en el Cementerio General fue despedido por conocidos simpatizantes nazis. Allí estaba, por ejemplo, el escritor Miguel Serrano gritando, con otros 200 viudos, "¡Heil Hitler!, ¡Heil Rauff!"
La historia del criminal que inventó los camiones de gas fue reconstruida por María Soledad de la Cerda en su libro ‘Chile y los Hombres del Tercer Reich'. Basado en éste, el escritor Sergio Gómez resucita el fantasma del nazi que desembarcó en Punta Arenas en 1958 en la novela ‘Patagonia', publicada por el sello Seix Barral.

El Problema Judío
La novela de Sergio Gómez es protagonizada por un periodista con vocación de escritor que publica, sin mucho esfuerzo, un reportaje sobre Rauff. Una vez que el texto aparece, recibe un par de cartas de un tal Abe Barrea, un judío originario de Polonia, instalado en el sur de Chile y que asegura haber conocido a Rauff durante la guerra.
El reportero viaja a conocer a Barrea y escuchar su relato. Pero lo que hace Barrea es entregarle una serie de cuadernos donde ha vertido su historia. En ellos cuenta cómo, gracias a que había aprendido a entrenar perros, los nazis le perdonaron la vida. Es más: lo transformaron en colaborador de la SS. Así llegó a trabajar para Rauff.
Hijo de un empleado bancario, Rauff ingresó a la marina en 1924, con 18 años, y al cabo del primer año conoció Punta Arenas a bordo del crucero Berlín. Su carrera en la Armada terminó en 1934, acusado de adulterio.
Tres años más tarde se inscribió en el Partido Nacional Socialista y poco después ingresaba a las SS. Desde la Oficina General del Reich en Berlín, empezó a analizar el problema del exterminio judío.
Hasta entonces el procedimiento consistía en fusilamientos masivos en fosas cavadas por los prisioneros. De acuerdo con los reportes médicos, los soldados encargados de esa tarea comenzaban a manifestar trastornos, sobre todo cuando debían liquidar a mujeres y niños y, aún más, cuando quedaban sobrevivientes entre los cadáveres y había que rematarlos. "Para Rauff, no solo existía el problema de las secuelas psicológicas sobre los soldados, sino un tema más apasionante y que no dejó de obsesionarlo: ¿cómo aprovechar el tiempo y lograr mayor eficiencia en el extermino?", escribe Gómez.
La respuesta fueron los camiones de la muerte: auténticas cámaras de gas sobre ruedas, herméticamente selladas. En menos de un año, el invento de Rauff acabaría con 97 mil personas.

Ciudadano Ejemplar
Ascendido a comandante en reconocimiento a su labor, Rauff se trasladó a Túnez a fines de 1942. Al mando de la Policía de Seguridad Nazi asoló a la población y, en secreto, negoció la libertad de un grupo de judíos a cambio de 3.000 kilos de oro. Poco antes de la liberación, huyó a Milán con el botín.
En Italia volvió a dar muestras de su crueldad, con nuevas matanzas, y de su capacidad para negociar. Tras el fin de la guerra, huyó gracias a los contactos que había establecido con la jerarquía católica y logró, además, la salida a Sudamérica de cinco mil hombres de las SS y la Gestapo.
Luego de escalas en Siria -donde obtuvo papeles limpios-, Guayaquil y Buenos Aires, recaló en Punta Arenas, su estación definitiva.
"A comienzos de la década del 60, Rauff era un ciudadano ejemplar en Punta Arenas. Un alemán avencidado del que todos hablaban bien". Aplicó su habilidad de negociante en la importadora Goldmann y Janssen: partió como vendedor y terminó como subgerente. Su mujer -una alemana con la que se casó en 1940- murió en 1961 y, un año después, la policía trasladaba a Rauff a los tribunales de Santiago.
Alegó inocencia y, en virtud de resquicios legales, quedó libre. Volvió al sur. Trabajó en una pesquera en Porvenir. Al final de las jornadas se iba a caminar, a mirar los botes y "a destapar cerveza sentado en los muelles hasta emborracharse".
Las presiones por su extradición continuaron y a fines de los 70 Rauff -acusado además de colaborar con la Dina- viajó a Santiago. Ya no se movería de la ciudad ni del país que en 1963 lo había hecho gritar ¡Viva Chile!

3 de agosto de 2005
©24 de julio de 2005
©tercera

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