Blogia
mQh

a tinta fría


[David Carr] El género que inició Capote.
Placería infinitamente a Truman Capote que no habrá una, sino dos películas sobre su vida, este año y el próximo. No sólo ‘Capote' y ‘Have You Heard?' giran sobre su tópico favorito -Truman Capote-, pero la convergencia de las películas, con la promesa de trabarse en un conflicto, agrega una promesa de delicias por las que él se habría amarrado felizmente su servilleta.
La fama y todos sus desencantos fueron obsesiones persistentes de Capote, que podría explicar por qué parecía dispuesto a hacer casi cualquier cosa para obtenerla. Mientras trabajaba en ‘A sangre fría', la pieza maestra que sirve de marco para ambas películas, Capote contó algunas mentiras para decir la verdad. Como tal, se convirtió en un tema de curso de cómo se obtiene y cuenta una verdad periodística. En el actual contexto de periodistas que están dispuestos a ir a la cárcel para proteger a sus fuentes, es fácil olvidar que gran parte de la profesión implica imperativos menos nobles.
En los cinco años que Capote dedicó al proyecto, que narraba en detalle los asesinatos en 1959 en Holcomb, Kansas, de cuatro miembros de una familia de granjeros por un par de vagabundos, forjó una relación emocional con los dos asesinos, especialmente con Perry Smith, otro hombre pequeño que se desvivía por ser reconocido. Pero esa relación no le impidió desarrollar un arraigado interés en sus muertes, sin las que no habría podido poner fin a su obra más importante.
‘Capote' gira en torno a la representación de Philip Seymour Hoffman, de Capote: el tema del autor era, como demuestra Hoffman, su propia maldición, pero llegó a personificar temas más amplios. Como novelista convertido en periodista, Capote sabía que en la preparación de su soufflé se romperían algunos huevos. En ‘A sangre fría', publicada en 1965, fue compuesta y narrada con su propia falta de escrúpulos: conquistó a los dos asesinos, convenciéndoles de contar sus historias, y luego las vendió, un motivo que la escritora Joan Didion ha sugerido desde entonces que es la transacción fundamental del periodismo.
"Capote es una de esas personas que representan algo más importante que sí mismas", dijo Bennett Miller, director de ‘Capote', que será distribuida por Sony Pictures Classics. "Creo que su ambición, su éxito, y la decadencia que le siguieron son muy actuales".
Aparentemente fue suficientemente contemporáneo y resonante para interesar a dos directores. ‘Capote' se basa en la biografía de Gerald Clarke, del mismo título (Random House, 1990), mientras ‘Have You Heard?' se basa en las entrevistas de George Plimpton en su libro ‘Truman Capote: In Which Various Friends, Enemies, Acquaintances and Detractors Recall His Turbulent Career' [Truman Capote: En el que varios amigos, enemigos, conocidos y detractores recuerdan su turbulenta carrera] (Nan A. Talese, 1997). Pero la diferencia básica termina ahí. Las dos películas tienen como contexto el reportaje y redacción de ‘A sangre fría' y toma como sus principales preocupaciones la motivación y métodos de Capote para contar esa tenebrosa historia.
El lanzamiento de ‘Capote' fue anunciado para el 30 de septiembre (el cumpleaños de Capote), mientras ‘Have You Heard?', con Sandra Bullock, Gwyneth Paltrow y Sigourney Weaver, entre otros, todavía está siendo montada y ha sido retrasada por su distribuidor, Warner Independent Pictures, hasta el otoño de 2006. Aunque puede haber, o no, un mercado para ambas películas -véase ‘Valmont' y ‘Las amistades peligrosas', las películas describen a un personaje similar, aunque menos encantador -hay un montón de cosas para apartar con un bastón.
Las dos películas empiezan cuando Capote, un novelista homosexual de Nueva York, llega improbablemente al campo de Kansas para empezar a trabajar en su historia tendiendo su tela de araña de seducción. Y los dos describen a un narrador talentoso pero tóxico, no un fabulador como Stephen Glass o como el fabulador y plagiario Jayson Blair, sino un escritor que escribió una novela de no-ficción que fijó las normas, para bien o para mal, de lo que vendría después. Podría argumentarse que sin ‘A sangre fría', no existiría ‘Ejércitos de la noche', de Norman Mailer, ni los libros de la serie documental sobre historia contemporánea de Bob Woodward.
La mayoría de la gente que escribe hoy le debe algo a Capote. Un novelista que mostraba un interés pasajero en acontecimientos verdaderos, convirtió el periodismo en algo mucho más literario y substancial.
"Nunca hubo en la historia americana un personaje como Truman Capote", dijo Mailer, que sugirió una vez que Capote era la mejor frase escrita viva. "No sorprende, por eso, que la gente todavía esté fascinada con él".
Desde el principio, Capote tenía una necesidad ambiental, un deseo de ser validado por todos y casi todos. La mayoría de los periodistas llegan a la profesión con una inclinación similar -¿por qué correr el riesgo de cometer errores en público si no es por la recompensa del reconocimiento? Pero el oficio requiere colaboración: El sujeto debe enlistarse en el proyecto, aunque sea rara vez en su interés. Capote demostró vívidamente el falso trabajo de campo: lo que es bueno para el escritor es vendido como si fuera bueno para el sujeto.
Al hacer así, empezó un género literario, el ‘periodismo literario', que se construye sobre la intimidad. En el mejor de los casos el autor y, a su vez, sus lectores se enteran de lo que piensa, siente y teme un individuo. Pero la intimidad exige un engaño específico: el periodista se sienta ante el sujeto, todo oídos, infinitamente simpático, determinado a ayudar al sujeto a contar ‘su' historia. Pero no es nunca ‘su' historia la que se cuenta, es una que ha elegido el escritor.
Y una vez que la pluma toca el papel, se arma la de Dios es Cristo.
Jeffrey R. MacDonald, antiguo cirujano y capitán de los Boinas Verdes que fue acusado de asesinar a su familia, encontró un oído comprensivo en Joe McGinniss, un novelista realista que escribió ‘The Selling of the President'. Le permitió a McGinnis unirse a sus reuniones con su equipo de abogados. Pero ocurrió algo divertido en el camino a la imprenta de ‘Visión fatal', la versión de McGinniss del caso -terminó creyendo que McDonald había hecho precisamente de lo que le acusaban.
Janet Malcolm escribió un informe sobre una seducción periodística que salió mal en el New Yorker, sugiriendo que "los periodistas deben trabajar en una especie de anarquía moral inducida deliberadamente". Malcolm misma fue más tarde demandada por una fuente desilusionada y furiosa.
Hay docenas de otros ejemplos, pero las fuentes primarias de Capote estaban en el extremo equivocado de la cuerda para mitigarlos. En la película ‘Capote', Perry Smith se entera de que Capote ha leído en Nueva York una muy anunciada historia que tituló ‘A sangre fría'. Capote le dice a Smith que es un error, que su libro no se titulará así.
"Para contar la historia que contó, se requiere una persona habilidosa y rápida que no esté por encima de manipular las esperanzas y sueños de la otra persona", dijo Douglas McGrath, director de ‘Have You Heard?'
El público tiene una bien establecida desconfianza de la prensa. Es la gente que sufre el periodismo, con todas sus manifestaciones francas y astutas, la que tiene la peor opinión. Han aprendido, a menudo dolorosamente, que el fraude está incrustado no tanto en la narración, como en la recogida de datos.
Aunque la producción periodística de Capote fue escasa, escribió otros trabajos, incluyendo una acusación de Marlon Brando de que le había hecho una larga entrevista no oficial en Japón y utilizado para un hiriente retrato. Lillian Ross, una contemporánea de Capote en el New York, dijo en un mensaje de e-mail que William Shawn, entonces editor de la revista, consideraba sospechoso el trabajo de Capote.
Shawn, escribió, "no sólo tenía dudas y lamentaba haber publicado el trabajo de Capote, especialmente el artículo sobre Brando, pero también ‘A sangre fría'.
"Su influencia no era literaria", agregó. "Mostró en la práctica a muchos periodistas cómo hacer dinero".
Los éxitos y métodos de Capote -a usted la elección- ofendieron a muchas personas, incluyendo a críticos y algunos de sus competidores. Tom Wolfe, que llevó el método narrativo ficticio a nuevas alturas con su ‘La hoguera de las vanidades', no es uno de ellos.
"Siempre he pensado que fue muy subestimado por el mundo literario", dijo Wolfe. "Debido a que era universalmente popular, no le ganó la amistad de escritores que no soportan a la gente que vive de lo que escribe".
El éxito de Capote se produjo con una importante consecuencia. Su planeada continuación de ‘A sangre fría', ‘Plegarias atendidas', se convirtió en una burla, una novela que nunca pudo terminar, en parte debido a que se predecía que alcanzar lo que uno desea puede ser demoledor, según la biografía de Clarke.
Después de muchos estímulos, a regañadientes, Capote presenció la ejecución de los dos protagonistas de ‘A sangre fría', pero al hacerlo, construyó su propia horca. Fue aparentemente incapaz de reconciliar las necesidades de su historia con el destino de los hombres implicados.
"Antes de ‘A sangre fría', Truman, aunque ambicioso, era una persona normal", dijo Clarke en una entrevista. "Dijo que en esa época que el libro lo redujo a los huesos. Lo cambió".

13 de agosto de 2005
13 de julio de 2005
©new york times
©traducción mQh


0 comentarios