para qué sirve el chisme
[Benedict Carey] Implementa normas y asegura la cohesión de grupos sociales.
Los chismes jugosos corren tan rápidamente -¿Eso hizo? ¿Tiene fotografías?- que poca gente tiene tiempo de taparse las orejas, aunque quisieran.
"Me entero de un montón de cosas en el pasillo, cuando voy a clases", dijo Mady Miraglia, 35, profesora en una escuela secundaria en Los Gatos, California, sobre un empleo previo, donde oyó un comentario de colegas sobre los pecadillos sexuales y peleas en los cursos de sus colegas.
"Para ser honesta, me hace sentir mejor como profesora oír los chismes sobre otros", dijo. "Yo estaba sola, no tenía ni idea cómo eran recibidas mis clases, y los chismes me daban esa conexión. Y sentí que me daba un cierto prestigio, saber cosas, estar dentro".
El chisme ha sido durante largo tiempo desdeñado por los investigadores como poco más que ruido de fondo, disparates sin una función útil. Pero ahora algunos investigadores dicen que el chisme debería ser central en cualquier estudio sobre la interacción de grupos.
Para la gente es irresistible, y por buenas razones: El chisme no sólo ayuda a aclarar y reforzar las reglas que mantienen a la gente trabajando junta, sugieren los estudios, sino que hace circular información que es crucial sobre la conducta de los otros que no puede ser publicada en un folleto de la oficina. Tan a menudo como mancha reputaciones, dicen los psicólogos, el chisme también ofrece un punto de apoyo a los recién llegados a un grupo y una red de seguridad para los miembros del grupo que se crean en peligro de caer en desgracia.
"Existe la tendencia a denigrar el chisme como indiscreto y poco fiable" y no digno de un estudio serio, dijo David Sloan Wilson, profesor de biología y antropología en la Universidad del Estado de Nueva York en Binghamton y autor de Darwin's Cathedral', un libro sobre la evolución y la conducta de grupo. "Pero el chisme puede ser un instrumento muy sofisticado de interacción multifuncional que es importante para el control de la conducta en un grupo y la definición de los requisitos para ser miembro".
Cuando una o más personas se reúnen para compartir información interna sobre otra persona que no está presente, ha menudo esparcen noticias importantes, y permiten un ritual mutuamente protectivo que ha evolucionado desde primitivas formas de socialización, dicen algunos biólogos.
Estudios de largo alcance de los polinésicos, de niños estadounidenses en la escuela secundaria y de residentes rurales de Newfoundland y México, entre otros, han confirmado que el contenido y la frecuencia del chisme es universal: la gente dedica desde un quinto a dos tercios o más de sus conversaciones diarias al chisme, y los hombres son tan ávidos de morbo como las mujeres.
Las indiscreciones, mentiras y engaños entre amigos o conocidos constituyen, por supuesto, la mayor parte de los materiales más salados, y la mayoría de la gente cuenta sus mejores hallazgos al menos a otras dos personas, concluyen los estudios.
Los chismes se extienden por casi todos los grupos sociales, y funciona, en parte, para evitar que la gente se aleje demasiado de las normas del grupo, escritas y de costumbres, dicen cientistas sociales.
En un experimento reciente, el doctor Wilson dirigió a un grupo de investigadores que preguntaron a un grupo de 195 hombres y mujeres que midieran su aprobación o desaprobación en varias situaciones en las que la gente habla a espaldas de un vecino. En una de ellas, un ranchero se quejó ante otros rancheros que su vecino no había reparado su corral, dejando que el ganado saliera a vagar y comer gratis. La información era correcta, y los estudiantes no desaprobaron el chisme.
Pero en particular los hombres, hallaron los investigadores, objetarían fuertemente si el ranchero decidiera cerrar la boca sobre el incidente de las vallas.
"Simplemente tendría que contar el problema para advertir a los otros rancheros", escribió uno de los participantes en el estudio, expresando la opinión común de que, en este caso, no chismorrear ponía en peligro al grupo.
"Se supone que no debemos chismear, que nuestra reputación cae a pique, pero en este contexto debería esperarse que chismorrearas: estás obligado a contarlo, como la versión informal del código de honor en una academia militar", dijo Wilson.
Esta dinámica de control de las normas difícilmente se confina al laboratorio. Durante 18 meses, Kevin Kniffin, un antropólogo de la Universidad de Wisconsin, estudió las interacciones sociales de un equipo de regata de una universidad, sobre 50 hombres y mujeres que remaban juntos en grupos de cuatro u ocho.
El doctor Kniffin dijo que todavía estaba analizando sus apuntes de la investigación, Pero un hallazgo preliminar, dijo, era que los niveles de chisme aumentaban fuertemente cuando el equipo incluía a un gandul, un joven que falta a menudo a las prácticas o llega demasiado tarde. Compañeros del equipo hacían a sus espaldas bromas sobre la vida sexual del gandul y crueles comentarios sobre su carácter y madurez, en parte debido a que los defectos del hombre hablaban mal de todo el equipo.
"Tan pronto como este tipo dejó el equipo, la gente volvió a hablar de la radio, de comidas, de política, del tiempo, de ese tipo de cosas", dijo Kniffin. "Había muy pocos chismes negativos".
Dada esta función protectora del grupo, chismorrear muy poco puede ser al menos tan arriesgado como no chismorrear demasiado, dicen algunos psicólogos. Después de todo, el rumor es la moneda social más altamente valorada que hay. Mientras el humor y las historias pueden alegrar cualquier ocasión, una buena primicia se extiende en una habitación como una droga prohibida e irresistible, pasada de uno en otro con asentimientos y sonrisas maliciosas, en discretas salidas al balcón, al pasillo, en el lavabo.
Saber que tu jefe engaña a su esposa, o que una cuñada tiene problemas con la bebida o que un rival se ha beneficiado con un fondo de inversiones secreto, puede ser muy importante, y en muchos casos cambiar para mejor la conducta de una persona.
"Todos conocemos a personas que no están orientadas hacia el mundo social, que si participaran en sesiones de chismes se enterarían de un montón de cosas que necesitan saber y sobre las cuales no pueden enterarse en ningún otro lugar, como por ejemplo su grado de fiabilidad, si son de confianza", dijo Sarah Wert, psicóloga en Yale. "No participar en el chisme a algún nivel, puede ser poco sano, y anormal".
Hablar de la escuela también puede actuar como un amortiguador de depresiones ligeras. En un estudio reciente, Wert hizo escribir a 84 estudiantes universitarios sobre una época de sus vidas en que se sentían especialmente aislados socialmente, y también sobre recuerdos de haber sido aceptados calurosamente.
Después de terminar la tarea, Wert pidió a los participantes que chismorrearan con un amigo sobre algún conocido mutuo, mientras ella filmaba las conversaciones. Los que tenían una alta estima de sí mismos mostraban un esquema claro: cuando se sentían aceptados, esparcían chismes buenos, y del tipo despectivo cuando se sentían marginados.
El chisme puede implicar hablar despectivamente sobre otros para sentirse mejor con la comparación. O simplemente puede ser un modo de conectarse con otros y compartir incertidumbres. Pero el resultado final, dijo, a menudo es un alivio saludable de ansiedades sociales y profesionales.
Miraglia, la profesora de secundaria, dijo que en su anterior trabajo encontró especialmente reconfortante oír historias sobre la lucha de otros profesores más antiguos para controlar a estudiantes difíciles. "Era mi primer trabajo, y me sentía abrumada, y oír decir a alguien: Nadie controla a ese curso' sobre otro profesor, me ayudaba a tener más confianza", dijo.
Dijo que también se enteró sobre profesores que hacían comentarios inapropiados sobre sexo a los estudiantes, una clara violación de las normas de la escuela y de normas profesionales.
Normalmente, los chismosos aptos presienten qué tipo de conversación discreta será mejor aceptada en un grupo específico. Por ejemplo, un equipo de trabajo estrechamente unido con valores claros -trabajar hasta tarde, por ejemplo-, tenderá a acoger a una persona que se queja en privado sobre un colega que se marcha temprano y rechazar a otro que se queja de los trabajos a deshoras.
En contraste, un equipo de vendedores ampliamente dispersa puede chismear sobre colegas, pero tomarlo ligeramente, permitiendo que los miembros trabajen como quieran, dijo Eric K. Foster, investigador del Survey Research de la Universidad de Temple en Filadelfia, que publicó hace poco un análisis del chisme.
Es más difícil juzgar cómo el chisme se traslada entre grupos divididos en facciones, como compañías que tienen divisiones completamente independientes, dijo Foster. "En esas situaciones, es la persona que gravita hacia una posición intermedia, que hace conexiones entre las facciones, es la que controla el flujo del chismes y tiene un montón de poder", dijo.
Esa gente puede enmascarar intenciones dudosas, esparcir rumores falsos y manipular a otros durante años, como sabe cualquiera que haya trabajado en una organización durante bastante tiempo. Pero en la medida en que el chisme sano ha evolucionado para proteger a los grupos sociales, el chisme finalmente también expondrá a los que engañan y traicionan. Después de todo, los chismes particularmente maliciosos tienen uno o varios autores y cualquier red de chismes que funcione construye una memoria.
Así lo hace la gente sintonizada en la red. En un estudio de 2004, los psicólogos pidieron a estudiantes universitarios de Ohio que respondieran un cuestionario, preguntando sobre los mejores chismes que habían oído en la última semana, el último mes y el último año. Los estudiantes explicaron por escrito de qué se habían enterado con las historias. Entre las lecciones de vida: "La infidelidad siempre se descubre", "La gente alegre no es necesariamente la gente más feliz" y "Que alguien diga que tiene fotos de algo, no significa que las tenga realmente".
Ninguna de estas las aprendieron en clases.
20 de agosto de 2005
16 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
"Me entero de un montón de cosas en el pasillo, cuando voy a clases", dijo Mady Miraglia, 35, profesora en una escuela secundaria en Los Gatos, California, sobre un empleo previo, donde oyó un comentario de colegas sobre los pecadillos sexuales y peleas en los cursos de sus colegas.
"Para ser honesta, me hace sentir mejor como profesora oír los chismes sobre otros", dijo. "Yo estaba sola, no tenía ni idea cómo eran recibidas mis clases, y los chismes me daban esa conexión. Y sentí que me daba un cierto prestigio, saber cosas, estar dentro".
El chisme ha sido durante largo tiempo desdeñado por los investigadores como poco más que ruido de fondo, disparates sin una función útil. Pero ahora algunos investigadores dicen que el chisme debería ser central en cualquier estudio sobre la interacción de grupos.
Para la gente es irresistible, y por buenas razones: El chisme no sólo ayuda a aclarar y reforzar las reglas que mantienen a la gente trabajando junta, sugieren los estudios, sino que hace circular información que es crucial sobre la conducta de los otros que no puede ser publicada en un folleto de la oficina. Tan a menudo como mancha reputaciones, dicen los psicólogos, el chisme también ofrece un punto de apoyo a los recién llegados a un grupo y una red de seguridad para los miembros del grupo que se crean en peligro de caer en desgracia.
"Existe la tendencia a denigrar el chisme como indiscreto y poco fiable" y no digno de un estudio serio, dijo David Sloan Wilson, profesor de biología y antropología en la Universidad del Estado de Nueva York en Binghamton y autor de Darwin's Cathedral', un libro sobre la evolución y la conducta de grupo. "Pero el chisme puede ser un instrumento muy sofisticado de interacción multifuncional que es importante para el control de la conducta en un grupo y la definición de los requisitos para ser miembro".
Cuando una o más personas se reúnen para compartir información interna sobre otra persona que no está presente, ha menudo esparcen noticias importantes, y permiten un ritual mutuamente protectivo que ha evolucionado desde primitivas formas de socialización, dicen algunos biólogos.
Estudios de largo alcance de los polinésicos, de niños estadounidenses en la escuela secundaria y de residentes rurales de Newfoundland y México, entre otros, han confirmado que el contenido y la frecuencia del chisme es universal: la gente dedica desde un quinto a dos tercios o más de sus conversaciones diarias al chisme, y los hombres son tan ávidos de morbo como las mujeres.
Las indiscreciones, mentiras y engaños entre amigos o conocidos constituyen, por supuesto, la mayor parte de los materiales más salados, y la mayoría de la gente cuenta sus mejores hallazgos al menos a otras dos personas, concluyen los estudios.
Los chismes se extienden por casi todos los grupos sociales, y funciona, en parte, para evitar que la gente se aleje demasiado de las normas del grupo, escritas y de costumbres, dicen cientistas sociales.
En un experimento reciente, el doctor Wilson dirigió a un grupo de investigadores que preguntaron a un grupo de 195 hombres y mujeres que midieran su aprobación o desaprobación en varias situaciones en las que la gente habla a espaldas de un vecino. En una de ellas, un ranchero se quejó ante otros rancheros que su vecino no había reparado su corral, dejando que el ganado saliera a vagar y comer gratis. La información era correcta, y los estudiantes no desaprobaron el chisme.
Pero en particular los hombres, hallaron los investigadores, objetarían fuertemente si el ranchero decidiera cerrar la boca sobre el incidente de las vallas.
"Simplemente tendría que contar el problema para advertir a los otros rancheros", escribió uno de los participantes en el estudio, expresando la opinión común de que, en este caso, no chismorrear ponía en peligro al grupo.
"Se supone que no debemos chismear, que nuestra reputación cae a pique, pero en este contexto debería esperarse que chismorrearas: estás obligado a contarlo, como la versión informal del código de honor en una academia militar", dijo Wilson.
Esta dinámica de control de las normas difícilmente se confina al laboratorio. Durante 18 meses, Kevin Kniffin, un antropólogo de la Universidad de Wisconsin, estudió las interacciones sociales de un equipo de regata de una universidad, sobre 50 hombres y mujeres que remaban juntos en grupos de cuatro u ocho.
El doctor Kniffin dijo que todavía estaba analizando sus apuntes de la investigación, Pero un hallazgo preliminar, dijo, era que los niveles de chisme aumentaban fuertemente cuando el equipo incluía a un gandul, un joven que falta a menudo a las prácticas o llega demasiado tarde. Compañeros del equipo hacían a sus espaldas bromas sobre la vida sexual del gandul y crueles comentarios sobre su carácter y madurez, en parte debido a que los defectos del hombre hablaban mal de todo el equipo.
"Tan pronto como este tipo dejó el equipo, la gente volvió a hablar de la radio, de comidas, de política, del tiempo, de ese tipo de cosas", dijo Kniffin. "Había muy pocos chismes negativos".
Dada esta función protectora del grupo, chismorrear muy poco puede ser al menos tan arriesgado como no chismorrear demasiado, dicen algunos psicólogos. Después de todo, el rumor es la moneda social más altamente valorada que hay. Mientras el humor y las historias pueden alegrar cualquier ocasión, una buena primicia se extiende en una habitación como una droga prohibida e irresistible, pasada de uno en otro con asentimientos y sonrisas maliciosas, en discretas salidas al balcón, al pasillo, en el lavabo.
Saber que tu jefe engaña a su esposa, o que una cuñada tiene problemas con la bebida o que un rival se ha beneficiado con un fondo de inversiones secreto, puede ser muy importante, y en muchos casos cambiar para mejor la conducta de una persona.
"Todos conocemos a personas que no están orientadas hacia el mundo social, que si participaran en sesiones de chismes se enterarían de un montón de cosas que necesitan saber y sobre las cuales no pueden enterarse en ningún otro lugar, como por ejemplo su grado de fiabilidad, si son de confianza", dijo Sarah Wert, psicóloga en Yale. "No participar en el chisme a algún nivel, puede ser poco sano, y anormal".
Hablar de la escuela también puede actuar como un amortiguador de depresiones ligeras. En un estudio reciente, Wert hizo escribir a 84 estudiantes universitarios sobre una época de sus vidas en que se sentían especialmente aislados socialmente, y también sobre recuerdos de haber sido aceptados calurosamente.
Después de terminar la tarea, Wert pidió a los participantes que chismorrearan con un amigo sobre algún conocido mutuo, mientras ella filmaba las conversaciones. Los que tenían una alta estima de sí mismos mostraban un esquema claro: cuando se sentían aceptados, esparcían chismes buenos, y del tipo despectivo cuando se sentían marginados.
El chisme puede implicar hablar despectivamente sobre otros para sentirse mejor con la comparación. O simplemente puede ser un modo de conectarse con otros y compartir incertidumbres. Pero el resultado final, dijo, a menudo es un alivio saludable de ansiedades sociales y profesionales.
Miraglia, la profesora de secundaria, dijo que en su anterior trabajo encontró especialmente reconfortante oír historias sobre la lucha de otros profesores más antiguos para controlar a estudiantes difíciles. "Era mi primer trabajo, y me sentía abrumada, y oír decir a alguien: Nadie controla a ese curso' sobre otro profesor, me ayudaba a tener más confianza", dijo.
Dijo que también se enteró sobre profesores que hacían comentarios inapropiados sobre sexo a los estudiantes, una clara violación de las normas de la escuela y de normas profesionales.
Normalmente, los chismosos aptos presienten qué tipo de conversación discreta será mejor aceptada en un grupo específico. Por ejemplo, un equipo de trabajo estrechamente unido con valores claros -trabajar hasta tarde, por ejemplo-, tenderá a acoger a una persona que se queja en privado sobre un colega que se marcha temprano y rechazar a otro que se queja de los trabajos a deshoras.
En contraste, un equipo de vendedores ampliamente dispersa puede chismear sobre colegas, pero tomarlo ligeramente, permitiendo que los miembros trabajen como quieran, dijo Eric K. Foster, investigador del Survey Research de la Universidad de Temple en Filadelfia, que publicó hace poco un análisis del chisme.
Es más difícil juzgar cómo el chisme se traslada entre grupos divididos en facciones, como compañías que tienen divisiones completamente independientes, dijo Foster. "En esas situaciones, es la persona que gravita hacia una posición intermedia, que hace conexiones entre las facciones, es la que controla el flujo del chismes y tiene un montón de poder", dijo.
Esa gente puede enmascarar intenciones dudosas, esparcir rumores falsos y manipular a otros durante años, como sabe cualquiera que haya trabajado en una organización durante bastante tiempo. Pero en la medida en que el chisme sano ha evolucionado para proteger a los grupos sociales, el chisme finalmente también expondrá a los que engañan y traicionan. Después de todo, los chismes particularmente maliciosos tienen uno o varios autores y cualquier red de chismes que funcione construye una memoria.
Así lo hace la gente sintonizada en la red. En un estudio de 2004, los psicólogos pidieron a estudiantes universitarios de Ohio que respondieran un cuestionario, preguntando sobre los mejores chismes que habían oído en la última semana, el último mes y el último año. Los estudiantes explicaron por escrito de qué se habían enterado con las historias. Entre las lecciones de vida: "La infidelidad siempre se descubre", "La gente alegre no es necesariamente la gente más feliz" y "Que alguien diga que tiene fotos de algo, no significa que las tenga realmente".
Ninguna de estas las aprendieron en clases.
20 de agosto de 2005
16 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
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