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¿sirve la huella digital?


[Jonathan Saltzman,] Hay muchos argumentos contra su uso.
Durante más de un siglo, la prueba de las huellas dactilares ha sido considerada, en casos criminales, casi como una evidencia irrecusable. Según la sabiduría popular, basta con identificar una huella encontrada en el lugar de los hechos con la de un sospechoso, para encontrar al tipo malo.
Pero los cimientos de la ciencia forense han estado recientemente bajo intenso escrutinio como resultado de una serie de errores muy publicitados cometidos por peritos en impresiones dactilares en todo el país, uno de los cuales condujo al encarcelamiento de un hombre inocente de Boston después de que una identificación errónea lo implicara en el tiroteo de un sargento de policía. Algunos críticos dicen que los peritajes dactilares ni siquiera son una ciencia.
Ahora la controversia ha llegado ante el tribunal más alto de Massachusetts. La Corte Suprema Judicial CSJ debe atender a los alegatos el miércoles sobre si se deben anular las evidencias claves en el caso de Terry L. Patterson, que será juzgado nuevamente por el asesinato de un detective de Boston en 1993.
Además, el abogado de Patterson en el caso, John H. Cunha Jr., quiere que la CSJ haga lo que no ha hecho ninguna corte suprema: prohibir que los peritajes dactilares sean usados en juicios criminales mientras no sean sometidos a un riguroso estudio científico y se demuestre que son fiables.
Cunha, que ha reunido a 15 científicos y académicos para apoyar su alegato, dijo que los peritajes dactilares no habían sido nunca estudiados sistemáticamente en cuanto a su fiabilidad. Carece de normas uniformes para determinar cuántos rasgos deben estar presentes en una huella digital para que los peritos la declaren corroborada, dijo, y no hay modelos estadísticos para calcular los errores cometidos por los peritos. En lugar de eso, su reputación de infalibilidad es un artículo de fe.
"Esa es la sensación que nos quedó a todos después de ver ‘El FBI', con Efrem Zimbalist Jr., en los años sesenta: ‘¿Tienen las huellas digitales? Ah, entonces tenemos al tipo'", dijo Cunha. "Pero cuando la gente empezó a estudiarlo, quedó claro que se trataba de un castillo de naipes".
Los fiscales de Suffolk, que se oponen a la petición de prohibir el uso de los peritajes dactilares, rebaten que los peritajes resisten escrutinios todos los días en casos criminales. Los errores son infinitesimales y siempre el resultado de errores humanos, dicen, lo que hace del peritaje dactilar una de las herramientas más fiables de la lucha contra el crimen que se han inventado nunca.
Quizás el argumento más convincente a favor de la fiabilidad de las huellas digitales, de acuerdo a documentos presentados por el despacho del fiscal del distrito de Suffolk, Daniel F. Conley, "es el hecho de que en más de cien años en que se vienen realizado peritajes dactilares, no se ha reportado nunca ni un solo caso de dos huellas dactilares idénticas".
El resultado del caso pueden tener implicaciones más amplias. Incluso si la corte rechaza el requerimiento de Cunha de excluir las huellas digitales como pruebas en juicios, podría dar un modesto paso adelante -digamos, exigiendo que los jurados sean informados de que la prueba [de las huellas dactilares] no es infalible.
Las huellas digitales, impresiones dejadas en una superficie con las marcas de los dedos humanos, han sido utilizadas como una forma de identificación criminal desde principios del siglo 20. Debido a que no se ha encontrado nunca que dos seres humanos tengan huellas idénticas, el peritaje dactilar se convirtió rápidamente en el patrón oro de la medicina legal después de que Scotland Yard fundara el primer laboratorio dactilar británico en 1901.
Hoy, el FBI tiene más de 36 millones de huellas de individuos en archivos, dice el sitio en la red de la agencia. Es la colección más grande del mundo.
Pero en los últimos años la prueba dactilar ha recibido más de una mirada escéptica, en parte debido a que su aceptación se produjo sin el riguroso examen que acompañó a la emergencia de la prueba del ADN en los años noventa, dijo David M. Siegel, profesor de la Facultad de Leyes de la Universidad de Nueva Inglaterra que ayudó a escribir una carta amici curiae a nombre de los científicos y académicos.
Cuando las cortes empezaron a ocuparse de si admitir la prueba del ADN -presentada como la ‘huella dactilar' genética-, primero consideraron varias preguntas, incluyendo cómo se define una corroboración de ADN, lo a menudo que cometen errores los laboratorios, y cuántos individuos comparten ciertos patrones genéticos.
"En lugar de aceptar algo porque siempre se ha hecho de la misma manera, la prueba del ADN fue aceptada porque demostró su validez y la fiabilidad de los métodos que la producen", dijo Siegel. "Esas cosas no se han hecho con respecto a las huellas digitales".
El año pasado hubo dos identificaciones de ADN erróneas.
En enero de 2004, Stephan Cowans, de Roxbury, fue exonerado de la agresión con arma de fuego contra el sargento de la policía de Boston, Gregory Gallagher, en 1997, después de que funcionarios policiales reconocieran que la huella de un pulgar hallada en un tazón de cristal cerca del lugar de los hechos, había sido erróneamente atribuida a él. Cowans pasó 6 años y medio en una cárcel. Tras el garrafal error y una acerba crítica de la unidad de peritajes del departamento de policía, el ayuntamiento paralizó las operaciones hasta que puedan ser reparadas. Cowans fue exonerado y dejado en libertad.
Entonces, en mayo del año pasado, Brandon Mayfield, un abogado de Oregon, fue detenido y encarcelado durante dos semanas después de que expertos del FBI vincularan sus huellas dactilares con los atentados terroristas de marzo de 2004 en Madrid, que terminaron con la vida de 191 personas dos meses antes -incluso aunque dijo no haber estado nunca en Madrid.
Espoloneado por el debacle de Cowans, Cunha volvió a presentar su petición de que se anule la prueba dactilar de la acusación contra Patterson, que está encarcelado sin opción a libertad bajo fianza mientras espera un nuevo juicio por el asesinato en 1991 de un agente de policía de Boston.
Patteron y un amigo de Dorchester fueron condenados en juicios separados por homicidio, por el asesinato del detective John J. Mulligan, que recibió cinco impactos de bala en la cara cuando estaba sentado en su Ford Explorer en un estacionamiento en Roslindale. Pero la CSJ revocó la condena de Patterson en 2000, resolviendo que su abogado debió haber renunciado al caso y declarado como testigo de la defensa cuando quedó claro que ella tenía informaciones que ponían en entredicho el testimonio policial.
Cunha también quiere impedir que la crucial prueba dactilar usada en el primer juicio sea re-introducida en el segundo, debido a lo que dice es una flagrante falta de normas en los peritajes de impresiones. Un sargento de la policía de Boston declaró en el primer juicio que cuatro impresiones de huellas digitales encontradas en la ventana del asiento del conductor del SUV de Mulligan pertenecían a Patterson. Pero llegó a esa conclusión, dijo Cunha, sumando las "características de líneas" coincidentes de tres dedos -seis en uno, dos en otro y cinco en el tercero-, un método que Cunha, el año pasado, calificó de fortuito y "loco". Las impresiones eran las únicas evidencias físicas que vinculaban a Patterson con el crimen.
La semana pasada Cunha dijo que el sargento sumó las líneas coincidentes debido a que no habían suficientes puntos de similitud en cada dedo. Críticos del peritaje observan que el número de puntos que se necesitan para corroborar una coincidencia varía de un departamento de policía a otro, dando origen a lo Siegel definió en su carta como un método del tipo "lo sabemos cuando lo vemos" en el peritaje dactilar.
Esa falta de rigor científico es justamente lo que inquieta a Simon A. Cole, profesor adjunto de criminología en la Universidad de California en Irvine y uno de los académicos mencionados en la carta de amici curiae de Siegel.
"No estoy diciendo que el peritaje no sea útil", dijo en una entrevista. "Es simplemente que no sabemos qué útil es".
Pero el despacho de Conley sostiene que la juez de la Corte Suprema, Margaret Hinkle, tenía razón cuando, en otoño pasado, concluyó que el peritaje dactilar -incluyendo comparaciones de varias huellas digitales de una misma mano, como en el caso de Patterson- satisface las normas científicas necesarias para usarlo como evidencia. Es esa resolución la que Cunha y otros fiscales quieren que revise la CSJ.
Ni los fiscales de Suffolk ni Cunha pueden predecir qué resolverá esta.

Se puede escribir al autor a: jsaltzman@globe.com

7 de septiembre de 2005
©boston globe©traducción mQh



Identificaciones Erróneas

Casos en los que las pruebas dactilares confundieron a jurados y jueces.
Simon Cole, profesor de criminología de la Universidad de California, Irvine, y crítico del peritaje dactilar, identificó recientemente, desde 1918, 20 casos de identificaciones dactilares erróneas en Estados Unidos y el Reino Unido, algunas de las cuales condujeron a condenas injustas. Entre las más recientes:
-Brandon Mayfield, abogado de Oregon, que fue detenido injustamente en mayo de 2004 en relación con los atentados terroristas en los trenes en Madrid, que mataron a 191 personas. El FBI, que asistió a las autoridades españolas en la investigación, dijo que se había encontrado una impresión en una bolsa de plástico en Madrid que coincidía con una huella digital en su base de datos de Mayfield, de alguien que había sido detenido por robo en 1984 y había servido en las fuerzas armadas. El FBI reconoció semanas más tarde que sus peritos habían cometido un disparate.
-Stephan Cowans, de Boston, fue condenado en 1998 por el tiroteo del sargento de policía Gregory Gallagher, en un patio de Roxbury. Fue implicado por agente y otro testigo ocular y una huella digital hallada en un vaso. En enero de 2004, después de que nuevas pruebas de ADN hicieran surgir dudas sobre la culpabilidad de Cowans, las autoridades reexaminaron una impresión hallada en el vaso y constataron que los peritos habían cometido un error al atribuirla a Cowans. Fue dejado en libertad después de 6 años y medio en prisión.
-David Valken-Leduc fue acusado en 2001 del asesinato cinco años antes de un dependiente de un hotel en Woods Cross, Utah. Un perito declaró en una comparecencia que las dos huellas digitales ensangrentadas encontradas en el lugar del crimen pertenecían a Valken-Leduc. Tras la muerte del perito, el laboratorio dactilar revisó sus hallazgos y descubrió que la fuente real de las impresiones era la propia víctima. Sin embargo, Valken-Leduc fue condenado por el homicidio en 2004.
-Richard Jackson fue condenado a prisión perpetua en 1998 por el homicidio, en el condado de Delaware, Pensilvania, de su antigua amante, Alvin Davis. Por el estado declararon tres peritos, que las huellas digitales ensangrentadas halladas en un ventilador eléctrico pertenecían a Jackson, aunque dos peritos de la defensa lo pusieron en cuestión. Tras la condena de Jackson, el FBI accedió a revisar las impresiones y concluyó que no pertenecían a Jackson, que fue dejado en libertad.
-Shirley McKie, detective del Departamento de Policía de Scotland, fue acusada de perjurio después de que negara que una huella digital encontrada en la víctima de un homicidio en 1997 en Kilmarnock fuera de ella. McKie no era sospechosa, pero fue acusada de haber dejado su puesto fuera de la casa, donde ayudó a custodiar el lugar de los hechos. Fue absuelta en su juicio en 1999, después de que peritos americanos declararan que la impresión dactilar no podía pertenecer a ella.
-Andrew Chiory fue acusado en 1996 del robo en la casa londinense de Miriam Stoppard, una escritora que era la ex esposa del dramaturgo Tom Stoppard. La policía vinculó a Chiory con dos impresiones halladas en el lugar de los hechos. Las dos coincidencias fueron corroboradas repetidas veces y realizadas en virtud de la exigencia en vigor en el Reino Unido en esa época de 16 características de líneas coincidentes. Chiory estuvo dos meses en prisión antes de que la coincidencia se revelara errónea.

7 de septiembre de 2005
©boston globe
©traducción mQh

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