guardaespaldas de maneras
[Mireya Navarro] Clases de etiqueta no sólo para niños: Demasiadas horas ante el ordenador hacen olvidar las buenas maneras.
Los Angeles, Estados Unidos. J. R. Gowan, 36, dijo que nunca pensó en seguir clases de etiqueta. Fue idea de su hermana.
Se le ocurrió a Cameron Gowan después de haber salido con demasiados hombres que olvidadan abrir las puertas para ella, eran groseros con los camareros o -y esta fue la gota que colmó el vaso para ella- no se preocupaban lo suficiente de sí mismos como para ahorrarle el espectáculo de "dos pelos demasiado largos" brotando entre las cejas.
"Si tú mismo no te presentas bien -hablas correctamente, no tienes pelos locos-, no saldré una segunda vez contigo", dijo la señora Gowan, 33, una bibliotecaria de Washington. "Quería recordar a mi hermano cómo tratar a una mujer".
Gowan aceptó seguir clases con una especie de preparador de etiqueta personal, no porque fuera "un palurdo absoluto", sino porque era tímido. Pensó que mejores maneras le ayudarían con las mujeres y a vender sus guiones de ciencia ficción. ¿Y?
Es demasiado pronto para saberlo. "La gente no está diciendo: ¡Súper! Tus maneras han mejorado", dijo Gowan. "Pero ya no me quedo mirando mis pies. Y ciertamente inspiro más confianza".
Aunque no hay cifras fiables sobre el tema, la industria de la etiqueta (si este es el término apropiado) está gozando de una especie de renacimiento, si no un era neo-victoriana. Los instructores, muchos de ellos trabajando individualmente con clientes como "consultores de etiqueta", dicen todos que hay una creciente demanda de sus servicios.
El remonte, dicen, está siendo empujado no solamente por padres que quieren que sus hijos coman sin repeler a los invitados a cenar. También hay más adultos inscribiéndose en cursos de etiqueta. Es inclusive una asignatura en la educación superior; las universidades están ofreciendo cada vez más seminarios sobre maneras.
Las motivaciones son variadas. Algunos clientes creen que el refinamiento de sus habilidades sociales -cómo sostener un tenedor, entrar a una habitación, entablar conversación- les hará sentirse más seguros. Otros esperan que un poco de gracia social les de una ventaja en la competencia por trabajos y chicas, les ayude a sobresalir de entre los bárbaros.
Luego están los que ven el dominio de la etiqueta como otro paso en el infatigable esfuerzo por la superación de sí mismos. Una asistente de producción de cine de 35 años, que siguió cursos privados de buenas maneras en marzo para poder apuntalar su carrera, dijo que la decisión ya había demostrado ser buena. Antes que sentarse en el coche mientras su patrón almorzaba en el Beverly Hills Hotel, dice que ahora participa en los almuerzos de negocios con la confianza de un Donald Trump.
La productora, que habló a condición de conservar el anonimato -¿Qué dirían si se enteraran de que he pagado por mis maneras?"-, dijo que aspiraba a ser tan elegante como la actriz Grace Kelly y tan preparada como para hacerle compañía a la Reina de Inglaterra. Dijo que ahora su patrón la trata más como a un igual.
"Si piensas en todo el dinero que gastas en ropa y maquillaje, ¿por qué no seguir un curso de buenas maneras?", se preguntó.
En dos sesiones de dos horas, dijo la productora, aprendió a sentarse decentemente, cerrando los ángulos, de modo que tus rodillas no se abran" y a colocar las manos en su regazo.
"Estas técnicas producen confianza, esa confianza que dice que eres tan buena como cualquier otra", dijo. "Caminas con más plante. Inspiras respeto. Puedo beber mi té y sentirme cómoda y no tener esa persistente sensación de que no tienes nada que hacer aquí".
A juzgar por lo que dicen las decanas de las maneras, más gente quiere aprender maneras simplemente porque en muchos casos nadie les enseñó en casa. Peggy Post, biznieta política de Emily Post y portavoz del Emily Post Institute en Burlington, Vermont, dice que las vidas apresuradas impiden que muchos padres enseñen a sus hijos cómo comportarse. Y Dorothea Johnson, fundadora de la Escuela de Protocolo de Washington, en Maine, que ha formado a instructores de etiqueta desde 1988, menciona los ordenadores.
"Un montón de gente joven pasa demasiado tiempo ante el ordenador, y no tiene habilidad de interacción personal", dijo Johnson. "Las charlas triviales son verdaderos retos para ellos".
A juzgar por la investigación, los americanos ciertamente pueden usar el adiestramiento curativo. Sondeos nacionales concluyen normalmente que la mayoría de los encuestados ven a los estadounidenses cada vez más rudos y groseros. Conversaciones por móvil a todo pulmón, gramática deficiente en los e-mails y vendedores asombrosamente indiferentes son algunas de las cosas que más quejas provocan.
"Te sorprendería saber cuánta gente en un banquete bebe de tu vaso", dijo Kimberly Anderson, profesora de etiqueta en el condado de Orange, California.
Pero la creciente torpeza de la población ha inspirado otro tipo de contragolpe, creando un auge de los que reclaman que son capaces de curar el problema. Como los palurdos de I Want to Be a Hilton', parece que gente de toda condición está tratando de ser, sino fabulosamente rica, al menos fabulosamente presentable. Programas como la Network-Etiquette de Illinpos y Etiquette Survival de California, que proporcionan elementos educativos a los interesados en empezar clases de maneras, informan sobre un aumento de las inscripciones en los últimos cinco años.
Muchos institutos y universidades están ofreciendo seminarios y talleres sobre el arte de cenar y otras amenidades de etiqueta de modo que los estudiantes puedan estar más presentables, y ser más competitivos, en el mercado laboral. El Colegio de Charleston en Carolina del Sur ofrece seminarios como Primera Impresión' y Power Etiquette'.
Y vendedores como Borders y Barnes & Noble informan de un aumento de las ventas de libros de etiqueta. Beth Bingham, portavoz de Borders, dijo que estaban "aumentando las ventas de dos dígitos en esa categoría" en los últimos dos años. Sharon Bosley, comprador en Barnes & Noble, dijo que los libros de etiqueta estaban reclamando más espacio.
"Ahora hay más libros de etiqueta porque hay nuevas áreas de etiqueta que deben ser tratadas", como el correo electrónico y las conversaciones por móvil, dijo Bosley en una reacción por correo electrónico.
"Es un fenómeno maravilloso", dijo Nancy Mitchell, que ha enseñado desde 2002 etiqueta social en la Universidad de George Washington y otras universidades en el área de Washington y ha trabajado como directora de eventos especiales y protocolo para la Biblioteca del Congreso durante más de 20 años. "Estamos cerrando el círculo de los años sesenta, cuando la gente ignoraba las reglas y disparaba al azar contra ellas y rechazaba la autoridad".
Mientras el interés adulto en clases de etiqueta parece estar creciendo, gran parte de la industria todavía gira en torno a los niños y adolescentes, y los padres que quieran tomarlas las pueden encontrar en escuelas, museos, hoteles y campamentos de verano.
Un balneario y bien administrado campamento de Pali Overnight Adventures cerca de Lake Arrowhead en California del Sur promete "maneras impecables" para niños de 12 a 16. Cuatro veces al años el programa "pequeño protocolo de etiqueta infantil" en el Hotel Bel-Air de Los Angeles enseña "el arte de las introducciones" y muestra cómo recibir mensajes y servir bebidas.
Muchos profesores de etiqueta dicen que su rol ha evolucionado para satisfacer las necesidades de los clientes socialmente inseguros que necesitan tanto asesoría como educación. Pero la mayoría de los profesores se apresuran a decir que no están capacitados para tratar problemas de conducta o padres de alquiler para niños y adolescentes revoltosos.
"Los padres están buscando a una especie de nana", dijo Anderson, la profesora del condado de Orange. "Yo publico una renuncia de responsabilidades: No estoy aquí para enseñarles a no escupir en un restaurante. Eso se empieza a aprender en casa".
Algunos padres recurren a profesores de etiqueta para educar a sus hijos durante períodos importantes de sus vidas. Donnu Gray, 36, dijo que se acercó a una profesora de etiqueta de Los Angeles, Amanda Wycoff, hace un año y medio cuando su hija tenía 11 y había cambiado de escuela. Ella estaba en la "fase mugrosa" y no le importaba demasiado su apariencia, dijo Gray, pero de algún modo Wycoff logró que empezara a peinarse, a construir un círculo de amigos y a ofrecerse voluntariamente para ayudar a los profesores.
"A veces se necesita otra persona que de el impulso", dijo Gray.
Ahora que su hija tiene 13, dijo Gray, planea consultar con Wycoff para acicalarse y mejorar sus habilidades sociales.
Wycoff, 27, que estudió con Etiquette-Networl, dijo que recibe unos ocho alumnos cada mes, la mitad de ellos adultos. Su negocio se ha cuadruplicado desde 2000, sin publicidad, dijo.
Un reciente jueves noche Wycoff estaba asesorando a Ariel Stromberg, 25 que trabaja como cuidador de niños con problemas de conducta. Stromberg dijo que él había invitado a Wycoff a su casa a insistencia de su hermano mayor, que pagó las lecciones. Inicialmente a la defensiva sobre la idea, dijo que preguntó a su hermano si había algún problema específico.
"Me dijo que me sonaba muy fuerte, y que parecía nervioso cuando entraba en una habitación", dijo Stromberg.
Wycoff, que también trabajó con Gowan, el guionista, empezó con un cuestionario que identificaba tipos de conducta fastidiosa, como estirarse las articulaciones o cambiar abruptamente de tema cuando no estás interesado en la conversación.
Stromberg quería saber cómo evitar vacíos en la conversación durante una cita y cómo decir no a los amigos que piden ayuda para las mudanzas.
Dos horas más tarde, después de que Wycoff le hubiera enseñado cómo estar de pie, sentarse y caminar de una manera conveniente según "las cinco reglas" de conducta -tranquilidad, calma, sosegado, confiado y controlado-, Stromberg dijo que esperaba ansioso la segunda lección.
"Si hubiera ocurrido en un período diferente de mi vida y alguien me hubiera dicho cómo sentarme, le habría dicho: No me preocupa'", dijo. "Pero a los 25 te dices: Ya no tengo 20. Quiero estar tranquilo y controlado. Quiero sobresalir".
12 de septiembre de 2005
14 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
Se le ocurrió a Cameron Gowan después de haber salido con demasiados hombres que olvidadan abrir las puertas para ella, eran groseros con los camareros o -y esta fue la gota que colmó el vaso para ella- no se preocupaban lo suficiente de sí mismos como para ahorrarle el espectáculo de "dos pelos demasiado largos" brotando entre las cejas.
"Si tú mismo no te presentas bien -hablas correctamente, no tienes pelos locos-, no saldré una segunda vez contigo", dijo la señora Gowan, 33, una bibliotecaria de Washington. "Quería recordar a mi hermano cómo tratar a una mujer".
Gowan aceptó seguir clases con una especie de preparador de etiqueta personal, no porque fuera "un palurdo absoluto", sino porque era tímido. Pensó que mejores maneras le ayudarían con las mujeres y a vender sus guiones de ciencia ficción. ¿Y?
Es demasiado pronto para saberlo. "La gente no está diciendo: ¡Súper! Tus maneras han mejorado", dijo Gowan. "Pero ya no me quedo mirando mis pies. Y ciertamente inspiro más confianza".
Aunque no hay cifras fiables sobre el tema, la industria de la etiqueta (si este es el término apropiado) está gozando de una especie de renacimiento, si no un era neo-victoriana. Los instructores, muchos de ellos trabajando individualmente con clientes como "consultores de etiqueta", dicen todos que hay una creciente demanda de sus servicios.
El remonte, dicen, está siendo empujado no solamente por padres que quieren que sus hijos coman sin repeler a los invitados a cenar. También hay más adultos inscribiéndose en cursos de etiqueta. Es inclusive una asignatura en la educación superior; las universidades están ofreciendo cada vez más seminarios sobre maneras.
Las motivaciones son variadas. Algunos clientes creen que el refinamiento de sus habilidades sociales -cómo sostener un tenedor, entrar a una habitación, entablar conversación- les hará sentirse más seguros. Otros esperan que un poco de gracia social les de una ventaja en la competencia por trabajos y chicas, les ayude a sobresalir de entre los bárbaros.
Luego están los que ven el dominio de la etiqueta como otro paso en el infatigable esfuerzo por la superación de sí mismos. Una asistente de producción de cine de 35 años, que siguió cursos privados de buenas maneras en marzo para poder apuntalar su carrera, dijo que la decisión ya había demostrado ser buena. Antes que sentarse en el coche mientras su patrón almorzaba en el Beverly Hills Hotel, dice que ahora participa en los almuerzos de negocios con la confianza de un Donald Trump.
La productora, que habló a condición de conservar el anonimato -¿Qué dirían si se enteraran de que he pagado por mis maneras?"-, dijo que aspiraba a ser tan elegante como la actriz Grace Kelly y tan preparada como para hacerle compañía a la Reina de Inglaterra. Dijo que ahora su patrón la trata más como a un igual.
"Si piensas en todo el dinero que gastas en ropa y maquillaje, ¿por qué no seguir un curso de buenas maneras?", se preguntó.
En dos sesiones de dos horas, dijo la productora, aprendió a sentarse decentemente, cerrando los ángulos, de modo que tus rodillas no se abran" y a colocar las manos en su regazo.
"Estas técnicas producen confianza, esa confianza que dice que eres tan buena como cualquier otra", dijo. "Caminas con más plante. Inspiras respeto. Puedo beber mi té y sentirme cómoda y no tener esa persistente sensación de que no tienes nada que hacer aquí".
A juzgar por lo que dicen las decanas de las maneras, más gente quiere aprender maneras simplemente porque en muchos casos nadie les enseñó en casa. Peggy Post, biznieta política de Emily Post y portavoz del Emily Post Institute en Burlington, Vermont, dice que las vidas apresuradas impiden que muchos padres enseñen a sus hijos cómo comportarse. Y Dorothea Johnson, fundadora de la Escuela de Protocolo de Washington, en Maine, que ha formado a instructores de etiqueta desde 1988, menciona los ordenadores.
"Un montón de gente joven pasa demasiado tiempo ante el ordenador, y no tiene habilidad de interacción personal", dijo Johnson. "Las charlas triviales son verdaderos retos para ellos".
A juzgar por la investigación, los americanos ciertamente pueden usar el adiestramiento curativo. Sondeos nacionales concluyen normalmente que la mayoría de los encuestados ven a los estadounidenses cada vez más rudos y groseros. Conversaciones por móvil a todo pulmón, gramática deficiente en los e-mails y vendedores asombrosamente indiferentes son algunas de las cosas que más quejas provocan.
"Te sorprendería saber cuánta gente en un banquete bebe de tu vaso", dijo Kimberly Anderson, profesora de etiqueta en el condado de Orange, California.
Pero la creciente torpeza de la población ha inspirado otro tipo de contragolpe, creando un auge de los que reclaman que son capaces de curar el problema. Como los palurdos de I Want to Be a Hilton', parece que gente de toda condición está tratando de ser, sino fabulosamente rica, al menos fabulosamente presentable. Programas como la Network-Etiquette de Illinpos y Etiquette Survival de California, que proporcionan elementos educativos a los interesados en empezar clases de maneras, informan sobre un aumento de las inscripciones en los últimos cinco años.
Muchos institutos y universidades están ofreciendo seminarios y talleres sobre el arte de cenar y otras amenidades de etiqueta de modo que los estudiantes puedan estar más presentables, y ser más competitivos, en el mercado laboral. El Colegio de Charleston en Carolina del Sur ofrece seminarios como Primera Impresión' y Power Etiquette'.
Y vendedores como Borders y Barnes & Noble informan de un aumento de las ventas de libros de etiqueta. Beth Bingham, portavoz de Borders, dijo que estaban "aumentando las ventas de dos dígitos en esa categoría" en los últimos dos años. Sharon Bosley, comprador en Barnes & Noble, dijo que los libros de etiqueta estaban reclamando más espacio.
"Ahora hay más libros de etiqueta porque hay nuevas áreas de etiqueta que deben ser tratadas", como el correo electrónico y las conversaciones por móvil, dijo Bosley en una reacción por correo electrónico.
"Es un fenómeno maravilloso", dijo Nancy Mitchell, que ha enseñado desde 2002 etiqueta social en la Universidad de George Washington y otras universidades en el área de Washington y ha trabajado como directora de eventos especiales y protocolo para la Biblioteca del Congreso durante más de 20 años. "Estamos cerrando el círculo de los años sesenta, cuando la gente ignoraba las reglas y disparaba al azar contra ellas y rechazaba la autoridad".
Mientras el interés adulto en clases de etiqueta parece estar creciendo, gran parte de la industria todavía gira en torno a los niños y adolescentes, y los padres que quieran tomarlas las pueden encontrar en escuelas, museos, hoteles y campamentos de verano.
Un balneario y bien administrado campamento de Pali Overnight Adventures cerca de Lake Arrowhead en California del Sur promete "maneras impecables" para niños de 12 a 16. Cuatro veces al años el programa "pequeño protocolo de etiqueta infantil" en el Hotel Bel-Air de Los Angeles enseña "el arte de las introducciones" y muestra cómo recibir mensajes y servir bebidas.
Muchos profesores de etiqueta dicen que su rol ha evolucionado para satisfacer las necesidades de los clientes socialmente inseguros que necesitan tanto asesoría como educación. Pero la mayoría de los profesores se apresuran a decir que no están capacitados para tratar problemas de conducta o padres de alquiler para niños y adolescentes revoltosos.
"Los padres están buscando a una especie de nana", dijo Anderson, la profesora del condado de Orange. "Yo publico una renuncia de responsabilidades: No estoy aquí para enseñarles a no escupir en un restaurante. Eso se empieza a aprender en casa".
Algunos padres recurren a profesores de etiqueta para educar a sus hijos durante períodos importantes de sus vidas. Donnu Gray, 36, dijo que se acercó a una profesora de etiqueta de Los Angeles, Amanda Wycoff, hace un año y medio cuando su hija tenía 11 y había cambiado de escuela. Ella estaba en la "fase mugrosa" y no le importaba demasiado su apariencia, dijo Gray, pero de algún modo Wycoff logró que empezara a peinarse, a construir un círculo de amigos y a ofrecerse voluntariamente para ayudar a los profesores.
"A veces se necesita otra persona que de el impulso", dijo Gray.
Ahora que su hija tiene 13, dijo Gray, planea consultar con Wycoff para acicalarse y mejorar sus habilidades sociales.
Wycoff, 27, que estudió con Etiquette-Networl, dijo que recibe unos ocho alumnos cada mes, la mitad de ellos adultos. Su negocio se ha cuadruplicado desde 2000, sin publicidad, dijo.
Un reciente jueves noche Wycoff estaba asesorando a Ariel Stromberg, 25 que trabaja como cuidador de niños con problemas de conducta. Stromberg dijo que él había invitado a Wycoff a su casa a insistencia de su hermano mayor, que pagó las lecciones. Inicialmente a la defensiva sobre la idea, dijo que preguntó a su hermano si había algún problema específico.
"Me dijo que me sonaba muy fuerte, y que parecía nervioso cuando entraba en una habitación", dijo Stromberg.
Wycoff, que también trabajó con Gowan, el guionista, empezó con un cuestionario que identificaba tipos de conducta fastidiosa, como estirarse las articulaciones o cambiar abruptamente de tema cuando no estás interesado en la conversación.
Stromberg quería saber cómo evitar vacíos en la conversación durante una cita y cómo decir no a los amigos que piden ayuda para las mudanzas.
Dos horas más tarde, después de que Wycoff le hubiera enseñado cómo estar de pie, sentarse y caminar de una manera conveniente según "las cinco reglas" de conducta -tranquilidad, calma, sosegado, confiado y controlado-, Stromberg dijo que esperaba ansioso la segunda lección.
"Si hubiera ocurrido en un período diferente de mi vida y alguien me hubiera dicho cómo sentarme, le habría dicho: No me preocupa'", dijo. "Pero a los 25 te dices: Ya no tengo 20. Quiero estar tranquilo y controlado. Quiero sobresalir".
12 de septiembre de 2005
14 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
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