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renace el chamanismo


[Choe Sang-Hun] En la moderna Corea del Sur.
Seúl, Corea del Sur. Yang Soon-im dice que empezó a comunicarse con los espíritus de las montañas y de antiguos guerreros hace más de medio siglo, cuando tenía siete años. Pero fue décadas después de eso, cuando su hijo sobrevivió milagrosamente una herida de cuchillo, que decidió que no tenía otra alternativa que convertirse enteramente en un canal de los espíritus para comunicarse con los vivos: una mudang, o chamán.
"La encontré cantando sentada en el tejado, a las cuatro de la mañana", dijo sobre ese día hace 25 años su marido, Choi Jong-sam, 62. "Estaba fumando cuatro cajetillas de cigarrillo al mismo tiempo. Me dijo que los dioses de la montaña habían salvado a su hijo como parte de una suerte de pacto. La di una palmada en la cara para ayudarla a recobrar la cordura.
"Entonces sus ojos destellaron como los de un perro salvaje cuando va a morder a un hombre".
El acuerdo que la señora Yang cerró con sus espíritus valió la pena también de otro modo. Ahora, a los sesenta, es una de las chamanes más solicitadas de Seúl -un importante miembro de una profesión que ha sobrevivido siglos de ridículo y persecución y que ahora está gozando de un renacimiento aparentemente incongruente en uno de los países más tecnológicamente avanzados del mundo.
Se calcula que hay unos trescientos templos chamanísticos a menos de una hora del centro de la dinámica ciudad de Seúl, y, en ellos, los chamanes realizan todos los días sus clamorosas ceremonias. Ofrendan cerdos para aplacar a los dioses. Danzan con armas de juguete para consolar los espíritus de los niños muertos. Intimidan a los espíritus malignos caminando descalzos sobre hojas de cuchillo.
"Antes hacíamos nuestros rituales a escondidas", dice Yang, que realiza dos o tres rituales en un día ajetreado. "Nuestros clientes lo mantienen en secreto, ocultándolo incluso de sus propios familiares. Ahora no nos avergüenza hacerlo en público. Apenas puedo tomar tres días libres al mes".
El chamanismo coreano está enraizado en antiguas creencias nativas compartidas por muchas religiones populares del nordeste asiático. La mayoría de los mudangs son mujeres que dicen que descubrieron sus capacidades para servir como intermediarios entre los mundos humano y espiritual después de superar alguna enfermedad crítica. Creen que el aire está poblado de espíritus, incluyendo los de los familiares difuntos, un zorro en las colinas detrás de una aldea, un viejo árbol o incluso un fogón. Estos espíritus se relacionan con la gente e influyen en sus destinos.
Así que cuando los coreanos tradicionalistas enferman inexplicablemente o pasan por rachas de mala suerte en los negocios o una hija no puede encontrar marido, consultan a un chamán.
"Si contacto el espíritu de un hombre que murió de cáncer al estómago, tengo dolor de estómago durante varios días", dice Kim Hong-kyung, 33, que ha hecho rituales con Yang. "Si me relaciono con el espíritu de una mujer que murió durante el parto, mi barriga se infla como si fuera la de una mujer embarazada".
En un año de elecciones como este, los chamanes más famosos tienen su libro de citas lleno. Los políticos, se trate de cristianos o budistas, acuden a ellos en tropel, preguntando si, por ejemplo, cambiar de sitio los restos de sus ancestros hacia lugares más propicios podría asegurar la victoria.
"Mire a su alrededor", dijo Kim Myun-soon, 41, un mudang que, en un ritual reciente, decapitó a un pollo con sus propias manos. "Gran parte de la naturaleza está arruinada. Los espíritus de árboles y rocas han sido desplazados y acosan a los humanos porque no tienen dónde ir. Así no sorprende que nuestro país sea un caos".
Los chamanes fueron retratados como demonios por misioneros cristianos y obligados a entrar en la clandestinidad durante el gobierno colonial japonés. Los gobiernos militares que se sucedieron después de la Guerra de Corea los desprestigiaron, llamándolos charlatanes, y a menudo los expulsaron de las aldeas, quemando sus santuarios. Pero hoy, cuando incluso muchos de los que consideran el chamanismo como una superstición, reconocen que es un importante depositario de la cultura coreana, porque los rituales han conservado los atuendos, música y danzas tradicionales. Gobiernos recientes han documentado y fomentado los rituales como "recursos culturales intangibles".
Se calcula que hay trescientos mil chamanes, uno por cada 160 surcoreanos, de acuerdo a la Asociación de Creyentes de Corea, que representa a los chamanes. Son furiosamente independientes, adorando a diferentes dioses, y sin compartir ningún cuerpo de escrituras. Y son altamente adaptables. Cuando internet llegó a Corea del Sur, los chamanes estuvieron entre los primeros en iniciar páginas comerciales en la web, ofreciendo lecturas del futuro online. Muchos chamanes más jóvenes llevan blogs.
"En nuestro último estudio, encontramos 273 categorías de dioses venerados por los chamanes coreanos. Si tomamos las subcategorías, encontramos diez mil deidades", dijo Hong Tea-han, profesor de la Universidad de Chung-Ang en Seúl que investiga el chamanismo. "El chamanismo coreano es una gran olla podrida. Nunca rechaza nada. Integra todo lo que le llega, haciendo infinitos compromisos con otras religiones y cambios sociales. Eso explica por qué ha sobrevivido durante miles de años".
Hay chamanes que adoran a Jesús, la Virgen María, incluso a Park Chung-hee, el último dictador militar surcoreano. Durante los gobiernos militares pro-americanos de los años setenta, hubo chamanes que adoraban como a un dios al general Douglas MacArthur. Cuando el espíritu de MacArthur tomaba posesión de ellos, se ponían gafas de sol, fumaban pipa y emitían sonidos que algunos clientes tomaban por inglés.
"Hasta hace unos diez o quince años, teníamos muy pocos chamanes que rezaran ante una estatua de MacArthur aquí", dijo Aegibosal, un chamán de Inchon, la ciudad portuaria donde desembarcaron las tropas de MacArthur en 1950. "Ahora ya no se los ve".
El eclecticismo del chamanismo ha influido las opiniones coreanas sobre la religión, ayudando a hacer de Corea del Sur uno de los más países más sincréticos del mundo -un país donde el budismo, el confucionismo y el cristianismo coexisten pacíficamente y a menudo se yuxtaponen, dijo Yang Jong-sung, curador de Museo Nacional de Folclore de Corea.
"El chamanismo coreano es muy, muy materialista, y terrenal, como los coreanos", dijo el curador. "No creo que un pastor cristiano pueda tener éxito aquí si sólo habla sobre el cielo sin tocar la salud y la prosperidad material".
En un ritual reciente, Yang y dos asociados pasaron horas apilando su altar meticulosamente con frutas, pescado seco y tartas de arroz. Decoraron su cuarto con retratos de dioses y una maleta cerrada llena de atuendos de colores brillantes que se fueron poniendo en diferentes momentos del rito.
Su cliente, una enfermera de 51 años, quería la ayuda de los chamanes para obtener el divorcio de su infiel marido. En lugar de eso, a cambio de cinco millones de won, o cinco mil 400 dólares, los chamanes prometieron ayudarla a reconciliarse.
El diagnóstico de Yang: el marido se había convertido en un "tábano que te chupa la médula espinal", porque la pareja había sido maldecida por un bebé que ella había abortado, un tío que se había suicidado y un pozo que su familia había tapado años antes.
Yang y la enfermera se abrazaron y sollozaron cuando la madre muerta de la enfermera, que ella no había mencionado a los chamanes, habló a través de Yang. Entonces el joven colega de Yang, Chung Joon-ha, 42, ex sargento del ejército, bailó con cuchillos y un trozo de carne de cerdo crudo en la boca, haciendo girar los ojos en sus cuencos.
"Somos como un hospital", diría más tarde. "Operamos a la gente de la mala suerte".

10 de julio de 2007
7 de julio de 2007
©new york times
©traducción mQh
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