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abusos judiciales en china


[Joseph Kahn] Sistema judicial con graves deficiencias, y poca justicia.
Anyang, China. Durante tres días y sus noches, la policías retorció los brazos de Qin Yanhong, arriba por detrás, trabaron sus rodillas con un afilado marco de metal, y le dieron patadas en las tripas cuando se dormía. El dolor era tan intenso que veía el sudor brotar de su cara y formar charcos en el suelo.
Al cuarto día, se quebró. "¿De qué color eran sus bragas?", le preguntaron. "Negras", jadeó, y sintió un porrazo en la cabeza. "Rojas", gritó, y recibió otro golpe. "Azules", trató. Entonces dejaron de golpearle.

Así es como Qin, 35, obrero metalúrgico en la provincia de Henan en China central, recordó haber gateado a tientas en la oscuridad de un cuarto de interrogatorios para deducir los detalles "correctos" de una violación y asesinato, poner fin a las torturas y dar a la policía la confesión que quería para archivar un caso molesto.
Solamente sobre la base de su confesión bajo coerción, los fiscales acusaron a Qin. Una comisión de jueces lo juzgó y condenó a muerte. Está vivo hoy exclusivamente debido a un raro giro del destino que demostró su inocencia y obligó a las autoridades a dejarlo en libertad, aunque no sin haber intentado antes ejecutarlo de todos modos.
La justicia en China es rápida, pero incierta. Las investigaciones criminales terminan casi siempre en confesiones. Los fiscales no pierden casi nunca los casos que llevan a tribunales. Pero revelaciones recientes, como la condena injusta de Qin, han dejado ver profundas fallas en un sistema judicial que a menudo acata más a líderes políticos que a la ley.
"Nuestro sistema de seguridad pública es un producto de una dictadura", escribió Qin a su familia cuando estaba en el corredor de la muerte. "La policía usa métodos dictatoriales contra cualquiera que se les resista. La gente común no tiene medios para defenderse".
La viabilidad del Partido Comunista Chino depende más que nunca de su capacidad de crear un sistema jurídico creíble. El partido necesita a la ley para controlar la corrupción, que ha erosionado su legitimidad. Las autoridades quieren que la gente recurra a tribunales antes echarse a la calle para resolver descontentos sociales que han hecho más volátil que nunca a este país desde el movimiento democrático de 1989.
En otras palabras, la policía se ha convertido en una avanzada de la lucha en China para modernizar el gobierno unipartidista. Sin embargo, el proceso de Qin y otros errores similares de la justicia que han salido a la luz este año sugieren que China está haciendo frente a una cuestión fundamental de la jurisprudencia: ¿Están los funcionarios al servicio de la ley, o está la policía al servicio de los funcionarios? O, para decirlo de otro modo, ¿crea el Partido Comunista la ley o gobierna de acuerdo a ella?
Veintiséis años después de que Den Xiaoping declarara al inicio de las reformas económicas de China, que "el país debe descansar en la ley", el Partido Comunista se da cuenta de que no puede gobernar con eficiencia una economía de mercado dirigida a menos que la gente confíe en la policía. Cientos de miles de nuevos abogados, tribunales más fuertes y un torrente de leyes de inspiración occidental, protegen la propiedad, hacen respetar contratos y limitan las atribuciones policiales.
Campesinos descontentos, propietarios urbanos desplazados y empresarios devenidos ricos, piden a las autoridades que respeten derechos constitucionales tratados durante largo tiempo como especulativos. Incluso dentro del sistema, algunos policías, fiscales y jueces han tratado de hacer de la policía una fuerza más independiente.
Pero la transición ha sido ardua, y el resultado sigue siendo incierto. Pekín fija los límites en los pleitos jurídicos contra funcionarios o agencias de gobierno importantes. Los tribunales rara vez, si acaso, resuelven a favor de los opositores políticos. Incluso en casos comerciales, la influencia política es a veces decisiva.
La ley criminal plantea uno de los retos más importantes -y las fuentes más declaradas de descontento. La policía y los tribunales todavía descansan principalmente en confesiones de antes del juicio y procedimientos judiciales superficiales para resolver casos criminales en lugar de la tradición occidental de analizar la evidencia forense y determinar la culpabilidad mediante juicios contenciosos.
Las leyes penales en China prohíben la tortura y exigen que los jueces consideren las evidencias más allá de la confesión del detenido. Pero abogados y juristas dicen que las confesiones forzadas siguen siendo endémicas en un sistema judicial que hace frente a la presión de mantener la "estabilidad social" a cualquier coste.
La policía y funcionarios de gobierno en Anyang, en la norteña capital del condado de Henan donde fue interrogado, y autoridades en Zhengzhou, la capital provincial, se negaron repetidas veces a discutir el caso.
Pero Qin, sus familiares y varias personas involucradas en su defensa dijeron que el caso demostraba cómo los motivos políticos y la colusión entre la policía, los fiscales y los tribunales podían convertir la ley en una fuente de terror para la gente sin la capacidad o el dinero para defenderse.

Una Investigación Sospechosa
Poco después del mediodía del 3 de agosto de 1998, Jia Hairong, 30, campesina, fue encontrada asesinada en la granja de su familia en la aldea de Donggaoping, a una hora de Anyang, de acuerdo a los expedientes. Sus bragas habían sido cortadas con una hoja de afeitar. Fue violada y estrangulada, y su cuerpo dejado detrás de unas altas plantas de maíz.
En el lugar de los hechos, la policía encontró un despertador de plástico y una hoja de afeitar. Determinaron que ambos objetos habían sido robados de una casa vecina poco antes de la agresión.
Los expedientes no dejan en claro si las evidencias físicas -huellas digitales, sangre, semen, fragmentos de ropa- pudieron haber identificado al asesino. Las pistas forenses que pudo haber, no habrían sido permitidas.
En lugar de eso, la policía descansó en la versión de tres niños que estaban jugando en la calle en Qinxiaotun, un pueblo a un kilómetro y medio al este de Donggaoping, muestran los archivos. Los niños recordaron haber visto a Qin, que vive en Qinxiaotun, caminando en dirección a Donggaoping esa tarde.
Hacia la medianoche del 4 de agosto llegaron cuatro agentes a la fundición donde Qin trabajaba en las noches y se lo llevaron para interrogarlo.
Qin es alto, tímido, un hombre de ojos de ciervo que rara vez viaja más allá de una vuelta en bicicleta de su casa con suelo de tierra en su pueblo natal. Cuando habla -sus amigos dicen que normalmente sólo habla cuando le hablan-, lo hace con un pesado acento local que hasta los vecinos de Anyang tienen problemas en entender.
La policía se negó a decirle por qué lo habían detenido. Pero durante las primeras horas de la mañana le contaron en detalle qué había hecho del 1 al 3 de agosto y especialmente la tarde del 3. Dijo que había estado en casa ese día antes de marcharse al trabajo por la noche.
Después de que la policía dijera que un testigo que les había contado que había cruzado el pueblo esa tarde, modificó su historia, diciendo que visitó la granja de su familia, a corta distancia de casa, para fertilizar las plantaciones.
"La granja está tan cerca que no es como salir de casa", dijo Qin más tarde. "Pero ellos pensaron que me habían pillado en una mentira".
Le pusieron las esposas y fue engrilletado. Todavía no tenía idea de qué era sospechoso. Pero oyó a algunos agentes y conductores comentar un asesinato en la localidad. Se preguntó si su detención no tendría relación con ese caso.
"Les pregunté de qué se trataba", dijo Qin. "Pero nadie me dijo nada".
Un detective veterano llamado Shen Jun se hizo cargo de su interrogatorio, según los expedientes. Qin dijo que Shen, al principio, era amable, incluso conciliatorio. El detective dijo que estaba investigando el robo de un despertador. Dijo que las huellas digitales de Qin correspondían con las encontradas en el reloj.
"Dijo que era un pequeño despertador barato y que no había razón para mentir", dijo Qin. "Que yo debería confesar. Entonces nos iríamos todos a casa".
Qin dijo que creía realmente que su detención había sido provocada por un pequeño robo. Pero su instinto le decía que no confesara algo que no había hecho. Así que la presión se intensificó.
Shen organizó cuatro equipos de dos agentes cada uno. Los equipos interrogaron a Qin en turnos de seis horas consecutivas, día y noche, durante tres días.
El interrogatorio se convirtió pronto en tortura. Qin dijo que lo hicieron sentarse durante horas en la estructura abierta de una silla de metal, sin respaldo. Sus pies y brazos fueron amarrados a las patas de la silla y su cuerpo empujado a través de la estructura del respaldo, obligándolo a doblar las rodillas y la parte de abajo de la espalda contra los afilados bordes. La técnica es conocida como "silla de tigre".
Alternativamente, las manos de Qin fueron esposadas por detrás y estiradas hasta por arriba de su cabeza; sus brazos se sentían como si se fueran a desprender de sus hombros. A eso se le llamaba "tomar un avión".
Describió el dolor como penetrantes. Pero dijo que sufrió todavía más por la falta de sueño. La policía le arrojaba agua gélida en su cabeza y lo aporreaban cuando cabeceaba. Llamaban a eso "encerrando al cerdo". Al tercer día de su detención, dijo, tenía delirios.
"Sólo un superhombre podría aguantar eso", dijo.
Finalmente, presionado para que especificara el color del despertador robado, hizo un intento: "Blanco". Un policía le golpeó en la cabeza y preguntó de nuevo: "¿De qué color era el reloj?" "Rojo", dijo, y le dieron otro golpe. Luego dijo: "Verde". Dejaron de pegarle.
Poco después, Shen dijo a Qin que el robo del despertador demostraba que él había asesinado a la señorita Jia. Ahora la policía tenía todas las pruebas que necesitaba, dijo, pero Qin debía cooperar completamente si quería evitar otros castigos peores. Eso significaba que debía entregar voluntariamente detalles del crimen, tres veces, y entregar una completa confesión.
Todavía aturdido, Qin inventó las respuestas -¿llevaba pantalones cortos o largos? ¿la estranguló con sus manos o con su cuerda?- hasta que le permitieron dormir.
En los ocho meses entre su detención y su juicio, Qin escribió una serie de angustiadas cartas a su hermano mayor a principios de 1999. "Hasta hoy, no tengo ni idea de cómo era la víctima, y ciertamente no sé de qué color eran sus pantalones".

Firme Convicción
En la cárcel, Qin estudió derecho penal por su cuenta. Sus cartas citaban pasajes que pensaba que podían ayudar a su defensa. El artículo 38 de la constitución china prohíbe extraer confesiones mediante la tortura y "estratagemas". El artículo 46 de la ley revisada de procedimiento penal de 1996 declara que las "confesiones orales" no son base suficiente para una condena. El artículo 12 establece que los sospechosos han de ser considerados inocentes hasta que se demuestre su culpabilidad.
Su indignación convenció a su hermano mayor, Qin Yanqing, que se convirtió en su infatigable defensor. Qin el mayor pidió a funcionarios en Anyang y Zhengzhou para revisar el caso. Gastó los ahorros de su familia en viajes y gastos en abogados.
Incluso visitó a Shen. Pero el detective expresó su firme convicción
"Pongo en juego mis 20 años de experiencia como jefe", dijo Qin el mayor, citando a Shen. "Si su hermano no cometió ese crimen, entonces yo merezco ser castigado".
Cuando empezó el juicio en abril de 1999, 50 familiares y aldeanos llegaron a Anyang para declarar a favor de Qin. Pero la junta de tres jueces ordenó que el juicio fuera a puertas cerradas y los excluyeron de la sala, dijeron los vecinos.
La fiscalía no presentó testigos, y Qin dijo que los jueces le impidieron llamar a los suyos. Qin se retractó enérgicamente de su confesión. Su abogado dijo que el caso de la fiscalía, que dependía enteramente de la confesión, era inválido. El juicio terminó antes de almuerzo.
Seis meses más tarde, un juez visitó a Qin en la cárcel y le entregó el veredicto: Qin era culpable de violación y homicidio, y sería ejecutado. Qin tenía derecho a recurrir la sentencia.
En el corredor de la muerte, en su celda había 15 presos y un retrete. Dijo que en los dos años que pasó allí, una docena de presos fueron sacados a tempranas horas de la mañana y ejecutados de un balazo en nuca.
Lo salvaron de ese destino no sus apelaciones, o nuevos análisis de ADN, sino un golpe de suerte que puede contar como milagro.
Un día de enero de 2001 un soldado licenciado llamado Yuan Qiufu entró a una comisaría de policía en Linzhou, una ciudad no muy lejos de Anyang y dijo al agente de servicio que él había violado, robado y estrangulado a 18 mujeres. Proporcionó un tesoro de detalles de su recorrido homicida que incluyó una indiscutible descripción de la violación y asesinato de Jia, y el robo del despertador verde.

Cambio de Fortuna
Incluso en el país más populoso del mundo, esas exoneraciones definitivas no son comunes. Pero en lo que va de año se han conocido una docena de cambios de fortuna similares, sugiriendo que los funcionarios jurídicos y los órganos de prensa del estado están prestando más atención a los problemas del sistema judicial -y que eso problemas tienen raíces profundas.
Por ejemplo, en mayo pasado, She Xianglin, 39, ex guardia de seguridad en la provincia de Hubei, fue dejado en libertad después de cumplir una sentencia de 11 años cuando su esposa, por cuyo asesinato lo habían condenado, volvió de visita al pueblo. En 1994 había escapado y vuelto a casar en otra provincia. La policía decidió que un cuerpo que habían encontrado debía ser el de su esposa y que She debía haberla matado.
En junio, un jornalero de 30 de la provincia de Shanxi fue liberado de prisión después de que un niño, del que había confesado que había asesinado y arrojado al río Amarillo, volvió a casa el año pasado. El niño se había marchado a una ciudad a buscar trabajo.
En julio, tres agentes de policía de la provincia de Yunán fueron condenados por torturar a hombre para que confesara que había asesinado a una prostituta. El hombre debía presentarse a juicio en 2002 cuando otro confesó el crimen.
Estadísticas oficiales muestran que esos abusos son numerosas. La Procuraduría Suprema del Pueblo, el ministerio de Justicia chino, declaró en julio que 4.645 criminales sospechosos habían sido víctimas de violaciones de derechos humanos, incluyendo la tortura durante los interrogatorios, en los 12 meses anteriores.
Importantes funcionarios están tratando de mejorar los procedimientos criminales. Algunos juristas dicen que una medida que se está considerando daría a los sospechosos el derecho a tener un abogado presente durante los interrogatorios.
Pero esos cambios, si se producen, tomarán tiempo. El parlamento del Partido Comunista ha sido llamado a considerar muchas nuevas garantías, como el derecho a no declarar. Pero esas propuestas no han llegado a ninguna parte porque la policía se opone firmemente a ellas.
La última vez que el gobierno revisó los procedimientos criminales, en 1996, endureció la prohibición existente de las confesiones forzadas, y declaró que los sospechosos gozaban de la presunción de inocencia. La actual campaña publicitaria reconoce efectivamente que las medidas de 1996 no tuvieron el efecto deseado.
Un obstáculo es la larga historia de China, en la que la ley penal es vista como una extensión del poder del emperador antes que como un código objetivo que se aplica a todos. La confesión constituía una sumisión a la autoridad, mientras que una declaración de inocencia era considerada como una forma de rebelión.
El código civil de la dinastía Tang, por ejemplo, especificaba que la culpa sólo podía determinada a través de la confesión, y que los casos no podían ser registrados oficialmente sin una confesión.
Li Bin, abogado defensor y ex fiscal del gobierno en Yunán, que estuvo involucrado en el juicio de los tres agentes por cargos de obtener una confesión por medios ilícitos, dijo que el problema era del sistema.
En el jerárquico sistema político chino, la policía, los fiscales y los jueces atacan mayormente los incentivos desde arriba, dijo Li. Pagan un precio mucho más alto si fracasan en cuanto a mantener las apariencias del orden social que por torturar a los detenidos, dijo.
"El sistema judicial está hecho para proteger a la autoridad del gobierno", dijo. "No se supone que proteja los derechos de los acusados".

Nada Personal
La revelación de que Yuan, el aserio en serie, había asesinado a Jia, hizo saltar la alarma entre los funcionarios de Anyang. Pero la preocupación era la posibilidad de que la injusta detención, proceso y condena de Qin pudiera dañar algunas carreras, dijeron familiares de Qin y un detective en el caso en Pekín.
La respuesta de los funcionarios fue suprimir las nuevas informaciones -y mantener a Qin en el corredor de la muerte.
El detective habló con los funcionarios locales implicados, pero pidió conservar el anonimato debido a las restricciones de hablar con periodistas. Dijo que las autoridades en Linzhou, que llevaban el caso de Yuan, y en Anyang, responsables del encarcelamiento de Qin, acordaron entre ellas mantener en secreto una parte de la confesión de Qin. Yuan sería procesado por 17 en lugar de 18 asesinatos, dejando intacta la condena de Qin.
"Su opinión era que si mi hermano era dejado en libertad, 20 funcionarios la pasarían mal", dijo Qin Yanqing, el hermano mayor de Qin. "Pero si era ejecutado, sólo sufriría él".
El acuerdo se mantuvo durante más de un año. Se descubrió sólo después de que un funcionario de Linzhou bromeara sobre el asunto con un periodista para una publicación nacional sobre asuntos jurídicos. Aunque el reportero no publicó nada sobre la materia, alertó a las autoridades en la capital, que ordenaron una pesquisa.
En mayo de 2002, una investigación jurídica a nivel provincial determinó que Qin debía ser liberado. Le dieron una suite en un hotel. La policía del condado de Anyang le organizó un banquete.
"Cuando volví a mi cuarto, me eché a llorar, y lloré y lloré", dijo. "No me podía controlar".
Pocos días después de su liberación, Qin entró a la comisaría de policía del condado y pidió ver a Shen. El detective salió a saludarlo, le dio la mano y pidió excusas profusamente, recordó Qin.
"Dijo que mi caso había sido una dura lección para todos ellos", dijo.
Pero si lo trataron de ese modo no está claro. Tomó a Qin y su hermano meses negociar una indemnización. Finalmente las autoridades locales accedieron a pagar un equivalente de 35.000 dólares por daños por cuatro años de cárcel sobre la base de cargos falsos.
Pero el pago se efectuó bajo condiciones estrictas. Qin había accedido a no hablar sobre el asunto con los medios de comunicación ni a apelar a autoridades superiores para obtener más dinero.
Inicialmente aceptó esas condiciones. Pero rompió el compromiso este año, dijo, porque las autoridades se habían negado a exonerarlo completamente. Aunque tiene una nota de la policía que confirma que fue detenido por error, la nota atribuye la detención a un "error laboral". Qin no ha sido declarado nunca inocente de haber cometido un homicidio.
"Esperan que esto desaparezca sin resentimiento y sin problemas para nadie", dijo.
La última vez que Qin visitó a la policía para exigir una plena restitución, descubrió que Shen había sido ascendido. Ya no es el inspector de un equipo, sino el jefe de policía del condado de Anyang.

22 de septiembre de 2005
©new york times
©traducción mQh

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