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pintadas con permiso


[Daniel Hernández] Los Angeles está reprimiendo el arte del graffiti, ordenando a los negocios retirar las obras o volver a pintar.
A menudo se llama a Los Angeles la capital muralista del mundo -y nunca es tan verdad como en las calles de Boyle Heights, donde cientos de fachadas de farmacias, tiendas, tiendas de guitarra e incluso iglesias se han convertido en piezas de arte urbanas.
Los murales describen capítulos de la historia mexicano-americana, anuncian negocios y toman la forma de arte abstracto en manos de los graffiteros.
Pero ahora algunos vecinos se quejan de que no pueden distinguir los murales de las pintadas ilegales
que han plagado durante largo tiempo el barrio y el ayuntamiento las está reprimiendo.
Usando una ordenanza poco conocida que permite al ayuntamiento regular los murales que colindan con propiedades públicas -incluyendo las aceras-, los funcionarios han notificado a algunos propietarios que deben sea cambiar o retirar sus murales.
El alcalde Antonio Villarraigosa empezó un plan piloto para implementar la ordenanza mientras era todavía el concejal que representaba al Eastside. Pero la campaña, que ataca a los murales que carecen de permisos municipales, ha dividido a los vecinos, reflejando una divergencia de opiniones sobre el graffiti y el arte que se observa en ciudades en todo el país.
Mientras algunos consideran al graffiti como una forma legítima de arte -incluso de moda-, otros, incluyendo a las autoridades y a la policía, siguen convencidos de que es un símbolo de deterioro y criminalidad. El debate también ha hervido en Nueva York en las últimas semanas, donde el alcalde Michael Bloomberh ha revocado el permiso para una fiesta de calle del diseñador Marc Ecko. La fiesta también incluía la participación de graffiteros que harían sus pintadas en paneles con réplicas de vagones del metro. Ecko insiste que el graffiti es un arte, pero Bloomberg dice que fomenta el vandalismo. Esta semana, un juez adoptó la posición de Ecko.
En Boyle Heights los inspectores llegaron hace unas semanas a la Rosemead Radiator Shop, de Joe Escobedo, en Wabash Avenue, a decirle que debía remover un mural pintado con vaporizador que había encargado para la pared oeste de su local.
Un graffitero que se llama a sí mismo KEO se acercó a él hace unos cinco años, diciéndole: "Bonita pared tiene usted aquí. ¿Quiere un mural?", recordó Escobedo.
"Le dije: ‘Haz algo bonito, algo que me guste'", dijo Escobedo el miércoles, con su cara y ropa de trabajo manchadas de aceite. "Tendrás que acercarte para ver cómo es, pero tiene que ver con radiadores".
El mural muestra el nombre de la tienda en gruesas letras de pintadas junto a unos radiadores de cómics. KEO recibió 300 dólares por el trabajo y vuelve periódicamente a retocar el mural cuando otros graffiteros o pandilleros lo estropean, dijo Escobedo.
Pero hace poco el ayuntamiento emitió una circular diciendo que Escobedo debía blanquear la pared y que un grupo artístico sin fines de lucro pintaría un nuevo mural para él.
El inspector "dijo que ellos consideran que el mural era una pintada", dijo Escobedo. "El tipo de pintadas que se ve allá", dijo, apuntando hacia una pared blanco cruzada por las crudas rayas azules y marrones de pintadas de pandillas.
Con el proyecto del ayuntamiento, el Departamento de Asuntos Culturales buscará a artistas para pintar nuevos murales y establecer un sistema para la mantención de las piezas de arte. Joseph Montalvo, un graffitero muralista que participa en el proyecto apoya la idea de incorporar a jóvenes graffiteros. Pero se preocupa de que el ayuntamiento ponga límites a lo que los artistas pueden o no hacer.
"En los 15 últimos años de relación entre el dueño de la tienda y el escritor [muralista] no ha sido nunca necesario que participara el gobierno", dijo Montalvo, 35, también conocido como NUKE. "Tengo miedo de que quieran prohibir o suprimir los contenidos que consideren inapropiados".
Uno de los murales que el ayuntamiento ha determinado que debe ser retirado o modificado es una pieza creada con vaporizador por Montalvo en 2001. El mural, en una pared del desmoronado teatro Mazatlán en Eastern Avenue en El Sereno, muestra a Charlie Chaplin y el popular cómico mexicano Cantinflas, con la frase ‘Comin' to da Barrio' [Llegando al Barrio].
Dijo que pintó el teatro con el permiso del dueño y con la ayuda de la graffitera MELLOW.
Montalvo dijo que, como otros graffiteros muralistas él hizo pintadas ilegales cuando era adolescente. Pero a medida que maduraba, empezó a visitar los negocios preguntando si podía practicar su arte muralista en sus paredes, pintando anuncios en el estilo del graffiti.Montalvo siguió haciendo murales con fondos del ayuntamiento y de organizaciones sin fines de lucro, como ‘Undiscovered America' en la calle 4 en el centro de la ciudad, un enorme mural que pintó con spray con otros escritores de graffiti en 1992.
Se enorgullece de su trabajo, y retoca regularmente sus murales cuando son atacados por las pandillas. Contó que una vez persiguió a un grupo de graffiteros que habían manchado ‘Undiscovered America' y exigió que pagaran por la pintura para repararlo después de que el Departamento de Asuntos Culturales le informara que no había presupuesto para limpiar el mural.
"Si crees en tu mural, en lo que hiciste, tienes que hacer lo que sea necesario hacer, y yo tenía que hacer eso".
Pat Gómez, director de arte público del Departamento de Asuntos Culturales de Los Angeles, dijo que el objetivo no es censurar a los artistas sino dar a la comunidad mayor poder de decisión a la hora de determinar qué tipo de arte se exhibe en las calles de la ciudad.
"Realmente en la comunidad se había expresado profunda inquietud de que los murales no pasaran por ese proceso", dijo, añadiendo que el ayuntamiento está "respondiendo a la comunidad".
El género del arte muralista, debido a su naturaleza pública, no ha estado nunca demasiado lejos de las controversias. Los Angeles no es una excepción. Más de 70 años después de que fuera publicado, ‘America Tropical', un mural de 1932 en la calle de Olivera, por el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, uno de los pocos que pintó el artista en Estados Unidos -no es visible al público. Pintado encima poco después de su desvelamiento debido a su contenido político, está ahora oculto detrás de una estructura de madera, sometido a un intento de conservación que se ha estirado ya durante casi dos décadas.
Los murales empezaron a aparecer profusamente en Los Angeles a principio de los años sesenta y se convirtieron rápidamente en el símbolo mundial de la emergente población multicultural de la ciudad. Muchos de los más famosos celebran en Los Angeles la cultura mexicano-americana, incluyendo los varios paneles de ‘Chicago Time Trip' en Lincoln Heights y ‘Bridges of East L.A.' en Boyle Heights.
Pero funcionarios del ayuntamiento reconocen que cientos, quizás miles de murales en toda la ciudad carecen de la aprobación de la Comisión de Asuntos Culturales -un permiso que se necesita para todos los murales que dan a las calles, aceras y callejones públicos.
Las autoridades calculan que hay más de 2.500 murales en la ciudad, pero el número actual puede ser mucho más alto si se considera los trabajos no censados a los lados de pequeños negocios.
Los murales inspirados en las pintadas empezaron a emerger en los años noventa, cuando los graffiteros que habían manchado la propiedad pública y privada empezaron a buscar legitimidad. Algunos comerciantes encargan este tipo de mural porque desalienta a las pandillas a escribir sus propias, indeseables pintadas.
La creciente popularidad de estos murales ha sido recibida con preocupación por algunos vecinos y funcionarios del ayuntamiento.
El jefe de policía de Los Angeles, William J. Bratton, en un evento el jueves para celebrar el éxito de la campaña de vigilancia anti-graffiti con cámaras de video, le confirmó lo que pensaba sobre el graffiti: "Esto no es arte. Es sacrilegio", dijo Bratton.
El vecino de Boyle Heights, Armando Herman dijo que le inquieta lo que ve cuando pasa por el vecindario. Para él, el graffiti es una plaga.
"La idea es hacer entender a los graffiteros que no hay nada malo con el modo en que quieren pintar su arte", dijo Herman, 38, un asistente de educación especial. "Pero tiene que hacerse de modo más apropiado, de modo que no afecte a otras personas".
David Keim, jefe del Buró de Implementación de las Leyes de Seguridad y Construcción, dijo que de acuerdo a los reglamentos del ayuntamiento, ningún propietario puede tener ningún tipo de graffiti en paredes visibles al público. Keim dijo que algunos propietarios permiten que el graffiti siga en sus paredes por temor a la venganza de los graffiteros si lo pintaran encima.
Las ordenanzas del ayuntamiento no establecen una diferencia entre las pintadas de pandillas y los murales de graffiti. "¿Qué es un mural de graffiti? Nunca oí hablar de eso", dijo Keim.
Jesse Hernández, 60, ve una nítida diferencia. Hernández tiene propiedades en Boyle Heights y ha encargado murales de graffiti en sus paredes. Las blancas paredes de la reconvertida fábrica de ropa donde él y su esposa viven, han atraído a las pandillas graffiteras durante años.
Una ‘cuadrilla' de muralistas graffiteros se acercó a él y ofreció pintar un mural en su pared sin coste alguno. Los muralistas han remozado la pared periódicamente, siempre pidiendo permiso antes, dijo Hernández. Las pintadas de las pandillas disminuyeron considerablemente.
Pero bajo el nuevo programa piloto, el ayuntamiento le ha dicho que el mural debe ser modificado. Los funcionarios le plantearon tres opciones: Blanquear las paredes, modificar el mural según las indicaciones de la Comisión de Asuntos Culturales, o permitir a un grupo no comercial, al Centro de las Artes, que pintara un nuevo mural.
Hernández dijo que optó por modificar el mural, pero lo hizo a regañadientes. Todavía no sabe si los inspectores del ayuntamiento lo objetarán ni cómo piensan modificarlo.
"Ellos dicen que son pintadas; yo digo que no", dijo Hernández. Mientras hablaba mostró una vieja fotografía que muestra la pared del mural blanca, salpicada de letras de pandillas.
Dijo: "Les pregunté: ¿Prefieren esto?"

25 de septiembre de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

3 comentarios

Del Vitto Cristian -

Considero al Grafitti o las pintadas como contaminación visual, salvo aquellas obras que se adaptan a las lineas arquitectónicas, que son pocas. Generalmente los grafitis son impuestos por los artistas urbanos sobre una parte de la arquitectura que es el muro. Ya la arquitectura es una obra de arte en sí.
Considero que imponer un grafiti sobre un muro sin tener en cuenta la arquitectura es atentar contra el arte.
No olvidemos que el muro no es mero soporte. Ya que si fuera así seria simple poner sobre el culaquier cosa y considerarla arte.
Les invito a visitar mi pagina web y poder debatir pero via e-mail
delvittomural@hotmail.com
Mi pagina es http://www.minoyaurodigital.net/textos.asp?art=97&seccion=Arte&subseccion=articulos

sergio -

soy de españa , zaragoza concretamente yo tambien firmo keo y aki el tema tambien esta chunga

francy -

nada