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guerra de dudas en irak


Thanassis Cambanis] Para una unidad norteamericana que vuelve de Iraq.
Kirkuk, Iraq. La compañía de veteranos del capitán John McLaughlin ha vuelto a Iraq. Esta vez vienen con mucho menos ilusiones, y han trocado el ciego entusiasmo por la Operación Libertad Iraquí en la primavera de 2003 por una mezcla de profesionalismo, resignación y cinismo.
Ahora los hombres alistados en la División Aerotransportada 101 saben mucho más sobre el país, sopesando confidentemente las agendas étnicas concurrentes a medida que navegan entre los reclamos contradictorios de kurdos, árabes sunníes y chiíes y turcomanos.
La mayoría de ellos desdeñan como irrelevante el debate en Estados Unidos sobre los méritos de la guerra, y muchos de ellos dicen que luchan por lealtad al ejército, incluso si creen que su misión en Iraq es poco realista. La mayoría dice no querer a Iraq ni a su gente.
Cuanto estos paracaidistas volvieron a Iraq en octubre, el teatro de operaciones era apenas reconocible.
En abril de 2003 el Segundo Batallón de la Infantería 327 de la 101 participó en los combates más duros de la invasión de Iraq, saltando de helicópteros para pelear contra los leales a Saddam Hussein en Nayaf y Mosul, donde finalmente establecieron una base de fuego de avanzada al sur de la ciudad y se quedaron allá hasta febrero de 2004.
La división sufrió 59 bajas ese año. Volvieron a sus puestos en Fort Campbell, Kentucky, por un año y medio antes de volver en octubre a Iraq.
Pero para los jóvenes veteranos, el 2003 parece haber pasado hace siglos.
El batallón que llegó a Kirkuk -dos tercios de ellos son veteranos de Iraq o Afganistán- encontraron una base tan cómoda que los comandantes están preocupan de que los soldados se pongan blandos y olviden que están en una zona de guerra. En lugar de dormir en el suelo de almacenes destripados, comer raciones militares y quemar sus propios desechos en trincheras detrás de sus cuarteles, los soldados ahora disfrutan de la infraestructura de una ocupación larga.
FOB Warrior, como se conoce a la base aérea, ostenta duchas calientes, comedor, gimnasio, piscina, dos barberías y un hermoso salón de masajes. Hay un Burger King y un local de Green Beans Coffee que abren las 24 horas del día, donde los soldados hacen cola para café y bizcochos de chocolate a cualquier hora de la noche.
La permanencia de las instalaciones en la base de Kirkuk también sugiere una misión indefinida.
La ciudad circundante todavía es un lugar mortal -menos letal que Faluya, pero mucho más que el sur chií. En esta misión, hacia mediados de diciembre habían muerto 26 soldados de la División 101.
Tras la invasión de 2003, las tropas norteamericanas tenían claras órdenes de marcha: Capturen a Hussein y sus lugartenientes y estabilicen Iraq. Durante los primeros meses, no fueron los insurgentes los que representaron los principales retos al orden y la seguridad, sino las bandas de delincuentes.
Algunos soldados que han vuelto dijeron que aunque en el pasado habían creído que podrían adiestrar rápidamente a la policía iraquí para remplazar a las tropas americanas, ahora se han fijado perspectivas mucho más modestas, esperando quizás significar un ejemplo decente para los agentes de policía y soldados que adiestran pero en los que no confían enteramente.
"Independientemente de si esta es la gran marcha hacia la democracia, o la protección de la costa de de Estados Unidos, de si creo en eso o no, ya no importa", dijo una noche tarde McLaughlin en su puesto de mando después de regresar de un largo día de reuniones con jefes de policía iraquíes y comandantes del ejército. "Mi obligación como soldado, como oficial, como jefe, es realizar la misión del mejor modo posible. Eso es el único consuelo de todo este asunto".
Durante una visita de cuatro días de un periodista del Globe a la base de Kirkuk, soldados y sus comandantes -la mayoría de ellos veteranos que volvían- dijeron que ven la misión en Iraq con menos ambiciones, más dificultades y más tensiones que hace tres años.
Los soldados todavía trabajan a ritmo de combate, siempre de guardia y sin días de permiso. Y aunque sigue siendo peligroso, sus rutinas diarias incluyen patrullar entre comisarías de la policía y cuarteles del ejército en Kirkuk, investigando asesinatos y atentados con bomba contra iraquíes -y a menudo investigando a las mismas fuerzas de seguridad que están tratando de adiestrar.

Enemigo Poco Claro
Por donde mire, McLaughlin no ve más que ambigüedades. Tal como lo ven él y sus soldados, la mayoría de los iraquíes rechazan a los norteamericanos y toleran su presencia sólo cuando sus intereses coinciden con los de los estadounidenses.
En ese océano de dudas, hay pocos refugios seguros.
Para la Compañía Charlie de McLaughlin, uno de ellos es el pútrido asentamiento que llaman Gypsy Camp, una fábrica abandonada habitada por okupas que hace las veces de burdel.
McLaughlin disfruta la compañía de sus soldados, contando chistes con su pesado acento bostoniano. Pero en el trabajo es dedicado, y el trabajo ocupa la mayor parte de su tiempo. En su Humvee escucha actualizaciones del sur de Kirkuk por medio de un auricular y charla con el conductor, artillero, sargento e intérprete que viajan con él.
Los más importantes grupos étnicos de la ciudad -kurdos, árabes y turcomanos- comparten el desprecio por los gitanos. Para McLaughlin representan las víctimas más irreprochables del complejo conflicto en Iraq y los abusos de que son objeto a manos de las fuerzas de seguridad de iraquíes adiestrados por Estados Unidos refleja el mayor escollo de la nueva misión del ejército estadounidense: que las autoridades iraquíes abusen de sus crecientes poderes.
Muchos soldados y policías iraquíes que adiestra McLaughlin violan la prohibición de visitar el burdel. A mediados de diciembre soldados iraquíes golpearon a varias mujeres y quemaron las tiendas que los okupas habían levantado detrás de la sucia armazón a medio construir del edificio.
"Si no estamos aquí para proteger a esa gente, ¿qué hacemos aquí?", se pregunta McLaughlin durante una visita al campamento.
Las familias viven en una hilera de tiendas, mientras las prostitutas, que llevan un pesado maquillaje, pañuelos de rojo púrpura y pantalones de pana, se ubican a la entrada de la fábrica.
Cuando McLaughlin detuvo el Humvee para investigar, el día después de la razzia iraquí, cuatro soldados iraquíes trataron de escapar por un camino secundario. El conductor de McLaughlin les bloqueó el camino.
El incidente ejemplifica la nueva misión militar en Iraq: La principal prioridad ya no es matar rebeldes y allanar vecindarios. Ahora se supone que las tropas norteamericanas deben usar su energía en el adiestramiento de las fuerzas iraquíes para que hagan el trabajo.
Los superiores de McLaughlin en Kirkuk se jactan de que dos tercios de todas las patrullas combinan a tropas norteamericanas e iraquíes y que dentro de tres meses unidades iraquíes -como la que McLaughlin sospecha que asaltan rutinariamente el burdel- estarán en estado de ocuparse de controlar Kirkuk.
Los soldados de la División Aerotransportada 101 han recibido para esta misión de adiestramiento un arsenal que no tenían la primera vez que pelearon en Iraq. La mayoría de los oficiales saben algo de árabe y han aprendido a pasar el tiempo cultivando relaciones personales con la policía local y oficiales del ejército que pueden proporcionar datos de inteligencia. Beben té con sus colegas iraquíes y les alientan a concentrarse en su misión.
Durante una patrulla un sábado por la mañana, McLaughlin instruyó a dos jefes de policía sobre una gama de tipos de ataques y células rebeldes, incitándolos a seguir pistas específicas y conduciéndoles de vuelta al tema cuando trataban de desviar la conversación sobre la delincuencia hacia perogrulladas insignificantes sobre política iraquí.
También confrontó a la compañía del ejército iraquí sobre su tratamiento de los gitanos.
"Nosotros -ustedes, yo, la policía- estamos aquí para garantizar la seguridad de todos en la ciudad, y eso incluye a los gitanos", bramó McLaughlin contra un joven teniente del ejército iraquí. "Cuando bajáis a su campamento y les golpeáis, quemáis sus tiendas, no sois mejores que un delincuente".

Aburrimiento y Burocracia
El sargento Matt Somma y el soldado raso Gregory Miller patrullan juntos en un Humvee fuertemente blindado que tiene la tendencia a volcarse. Es un capullo mucho más seguro que el Humvee sin puertas con el que Somma patrullaba en la norteña ciudad de Mosul al principio de la guerra de Iraq.
Los dos llegaron a Kirkuk en octubre con una fuerte impresión de Iraq.
Somma, 22, participó en algunas de las peores batallas de 2003 y se quedó hasta fines de febrero de 2004. No piensa en otra vida que en el ejército.
Sin embargo, la actual fase de la guerra de Iraq lo aburre: Para su gusto, hay demasiada política y pocos disparos.
Como jefe de cuadrilla dentro de su pelotón, Somma pasa gran parte del tiempo aplicando nuevas reglas de seguridad para los soldados, asegurándose de que lleven las gafas, que descarguen sus armas al volver a la base y que no bajen la guardia simplemente porque la guerra no parece exigir demasiada adrenalina.
"A veces me apesta", dijo Somma sobre los aspectos burocráticos de su trabajo.
Alto, flaco, con nariz de gancho, Somma sobresale entre los hombres de su pelotón. Camina con un contoneo y mantiene un constante parloteo como músico profesional -la única otra carrera que le atrae. Cuando patrulla juega a las cartas por radio un juego llamado ‘¿Qué estás pensando?’ con los otros sargentos, mezclando observaciones absurdas sobre los iraquíes en su área de operaciones, letras de canciones y referencias a programas de televisión norteamericanos.
Somma también gasta mucha de su energía en el videojuego ‘Age of Empires III’, que juega en su portátil acurrucado en su litera de madera. Somma dedica la mayor parte de sus horas despierto cuando no está patrullando al juego, en el que dirige una civilización que trata de conquistar América en el siglo 17.
Miller, a los 27 el viejo del pelotón, dejó el año pasado su trabajo como instructor de buceo para cumplir la promesa que le hizo a su mejor amigo de infancia, Matt Brown, al que se refiere como a su hermano. Brown, un oficial del ejército enviado a Iraq central hace un año, perdió un ojo cuando los rebeldes emboscaron su convoy.
"Le prometí a mi hermano que si le herían, yo me uniría al ejército", dijo Miller. "Aquí estoy, ocho meses después. Sabía en qué me estaba metiendo".
El ritmo de la vida es desgastante, pero también adictivo. Somma dice que quiere un permiso del ejército para ir a la universidad, pero no se imagina integrándose de nuevo en la sociedad civil. Él y Miller dijeron que se sienten alienados en una sociedad donde, según creen, los individuos no asumen responsabilidades personales.
En Iraq, a pesar de lo sombrío de la misión, han encontrado una claridad de cristal en su relación con su propia unidad -tanto que en su última misión Somma no utilizó ninguno de los permisos a los que tenía derecho.
Somma dijo que la guerra de Iraq se está convirtiendo poco a poco como Corea o Alemania para los militares de carrera, un alto precio que todos los dedicados al ejército tendrán que pagar. Aunque esta misión ha sufrido más bajas por muerte de soldados por mes que en 2003, para Somma la misión se siente como un trabajo y menos como una guerra.
"No hay mucho contacto" con el enemigo, dice Somma mientras conducía su Humvee una noche tarde a través de un camino de tierra lleno de baches en la sección árabe de Kirkuk. "Nada es completamente seguro, pero Kirkuk es una ciudad bastante tranquila".
La comparó nostálgicamente con Mosul, donde estuvo estacionado la última vez y donde su división cosechó elogios por matar a baazistas importantes, incluyendo a los hijos de Hussein. "Mosul era igual de caótica cuando estábamos allá", dijo, con una sonrisa.
Un falso sentido de seguridad en la Base Aérea de Kirkuk es que los soldados viven en la sección más lejana de la pista. Las unidades de apoyo y contratistas -la mayoría de los cuales nunca cruzan "al otro lado del alambre de púa"- viven al otro lado.
Un cartel pegado en casi todos los locales advierte a los soldados que no se engañen por la comodidad de las instalaciones: "Advertencia sobre la Calidad de Vida", dice. "La calidad de vida en FOB Warriors es excelente. No os confiéis ni engañéis con este aparente sentido de seguridad. Estamos en un lugar peligroso y hay gente fuera del FOB que nos quiere matar. Mantener la alerta es tu vida".
"La última vez que vinimos aquí no había nada. Era raro ir y venir todo el rato leyendo esto", dijo Somma.
En su última misión, el capitán McLaughlin vivía en un búnker de municiones sin electricidad ni aire acondicionado. Ahora tiene su propia habitación con puerta, escritorio, catre y un librero para su libro de poemas de Tennyson, y una biblioteca de otros libros que todavía no ha leído -‘Don Quijote’, una historia del islam, una polémica sobre las reformas en el mundo árabe.
Los soldados en el pelotón de Somma heredaron un red inalámbrica de internet instalada por un contratista iraquí. Los comandantes ordenaron desmantelarla después de Navidad en parte porque parecía demasiado cómodo.
Soldados sofisticados y una misión en Iraq que ya no incluye el control del momento álgido de las elecciones nacionales, constituyen un duro reto para la comandancia de la compañía de McLaughlin: ¿cómo mantener motivados a los soldados si su éxito sólo se puede medir mejorando a las fuerzas de seguridad iraquíes?
La respuesta, dicen, es pensar pequeño.
"Los tipos buscan victorias pequeñas, acumulativas", dijo el teniente primero de la compañía, Brett Bean.
El sargento primero Jason Larson, que cumplió 35 en Navidad y lleva 15 años en el ejército, dijo que había pensado siempre que el ejército sería su último trabajo. Pero lo inevitable del retorno a Iraq, dijo, lo había convencido de dejar el ejército cuando termine su contrato, en cinco años.
"No me voy a quedar ni un día más, aunque tuviera que trabajar como saludador en un Wal-Mart", dijo Larson.
En una guerra sin puntos de referencia a la vista, dijo, los comandantes deben refinar constantemente su mensaje a los soldados, contabilizando pequeños avances, como el mejoramiento de un batallón iraquí, como victorias importantes. "Para nosotros, el reto es mantener a todo el mundo centrado", dijo.

Thanassis Cambanis can be reached at tcambanis@globe.com

8 de enero de 2006

©boston globe


©traducción mQh

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