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califato para todos


[Karl Vick] El islam reunificado: improbable, pero no solamente en la cabeza de fanáticos.
Estambul, Turquía. El plan era raptar un avión y aparecer en televisión nacional en vivo. Era 1998, el país era Turquía, y el avión no despegó, debido al mal tiempo. Las actas judiciales muestran que el extremista musulmán que planeaba raptar el avión en realidad no sabía pilotar. Pero si el osado plan prefiguraba el 11 de septiembre de 2001, también destacaba una causa que, siete años después, el presidente Bush usaría para definir la guerra contra el terrorismo. Lo que el mal preparado conspirador turco dijo que querían hacer, era dar un golpe dramático para revivir el califato musulmán, la institución que había gobernado nominalmente a los musulmanes del mundo durante los casi 1400 años que han pasado desde la muerte del profeta Maoma.
El objetivo de reunificar a los musulmanes bajo una sola bandera sigue estando en el corazón de la ideología islamita radical sobre la que Bush ha advertido repetidas veces en recientes y substanciales discursos sobre el terrorismo. En un lenguaje que hace recordar la Guerra Fría, Bush ha definido el conflicto en Iraq como una batalla fundamental y parte de una contienda mayor entre los defensores de la libertad y los que quieren establecer "un imperio musulmán totalitario que se extendería desde España hasta Indonesia".
No está en discusion el entusiasmo de los extremistas por esa idea. Sin embargo, por improbable que sea su realización, esa ambición puede explicar actos terroristas que a menudo son incomprensibles. Cuando Osama bin Laden calificó los atentados del 11 de septiembre contra el World Trade Center y el Pentágono como "nimiedades en comparación con la humillación y desprecio de más de ochenta años", hacía una referencia a las secuelas de la Primera Guerra Mundial, época en que el último califato dejó de existir cuando las potencias europeas se repartieron Oriente Medio. Al Qaeda llamó a su noticiario en internet, que empezó en septiembre, ‘La voz del califato’.
Sin embargo, el califato es también apreciado por muchos musulmanes corrientes. En general, su renacimiento no es una preocupación urgente. Los sondeos de opinión pública muestran que problemas inmediatos, tales como el conflicto palestino-israelí y la discriminación, son más urgentes. Pero los musulmanes se ven a sí mismos como miembros de la umma, o comunidad de creyentes, que forma el corazón del islam. Y como jefe terrenal de esa comunidad, el califa es adorado tanto como recuerdo como ideal, según indican entrevistas.
Esa reserva de respeto representa un riesgo para el gobierno de Bush a medida que se aboca a un problema que es seguido cuidadosamente por la población musulmana del mundo, calculada en 1.2 billones de personas. Ya muchas encuestas revelan que desde la invasión norteamericana de Afganistán e Iraq, los musulmanes en todas partes han visto la guerra contra el terrorismo como una guerra contra el islam.
"¿Por qué invadís países musulmanes?", pregunta Kerem Acar, un modisto en el centro de Estambul. "Yo no viviré para verlo, y tampoco mis hijos, pero quizás algún día los hijos de mis hijos verán a alguien que se declare a sí mismo califa, como el Papa, y cause impacto".
El problema se observa en agudo relieve en Turquía, que es señalada a menudo como un modelo de democracia para otros países árabes pero donde la simpatía hacia los creyentes es profunda -como le fue recordado a Karen Hughes, asesora presidencial y subsecretaria de estado, en septiembre, cuando indignadas quejas sobre las bajas civiles en Iraq dominaron una de sus apariciones públicas en Ankara, la capital.
Aquí, el último califa, un clérigo urbano, Abdulmecid Efendi, fue destronado en marzo de 1924 por Mustafa Kemal Ataturk, el carismático oficial militar que creó la Turquía moderna como un ejemplo de un sistema que coloca su soberanía en el estado-nación antes que en la fe. Importada desde Francia, la idea de que la religión no tiene nada que ver con la vida pública, Ataturk decretó que las leyes religiosas musulmanas venían en segundo lugar tras el "imperio de la ley" del estado.
El mausoleo de Ataturk, en la cima de una colina donde se habían reunido oficiales turcos para honrar su memoria, fue la zona cero de la conspiración de 1980. Su cabecilla, Metin Kaplan, fue encarcelado en Turquía después de ser extraditado desde Alemania, donde era conocido como el ‘Califa de Colonia’. Muchos turcos no encuentran nada de risible en el grandilocuente título, dijo Husnu Tuna, su abogado.
"La gente me llamaba cuando me ocupé de su caso, y preguntaba: ‘¿Por qué defiendes a una persona que disminuye el valor de la idea musulmana?’", dijo Tuna. "Oí eso tanto de individuos como de funcionarios, incluyendo a agentes de policía y de seguridad".
Califa, de la palabra árabe khalifa, quiere decir sucesor del profeta Maoma. La competencia por el título causó el sisma entre chiíes y sunníes, y los chiíes pronto dejaron de elegir un califa. Pero en la tradición sunní dominante, el oficio personificaba la principal autoridad religiosa y política, que permitió que los sultanes otomanos mantuvieran unido durante más de quinientos años un imperio que se extendía por tres continentes. Ataturk apeló a la solidaridad musulmana en la guerra para expulsar a las potencias europeas de la Península de Anatolia después de la Primera Guerra Mundial y la caída del Imperio Otomano.
Pero mientras los turcos lograron su autonomía, la mayor parte del antiguo califato fue dividido entre las potencias coloniales europeas. Un académico árabe lo llamó "la división de las tierras musulmanas en pedacitos despreciables que se consideran países a sí mismos".
Esto es lo que inspiró al grupo más directamente empeñado en un intento de restablecer un nuevo califato, Hizb ut-Tahrir, o Partido de la Liberación. El grupo, que afirma que opera en 40 países, empezó en 1953 como un retoño de la Hermandad Musulmana. Pero mientras la Hermandad, que también propone un califato, optó por el realismo y se convirtió en una importante fuerza de oposición en Siria y Egipto, Hizb ut-Tahrir adoptó un sendero de la subversión.

Golpes y el Califato
"Durante un largo tiempo, nadie oyó hablar de Hizb ut-Tahrir. Estaban en la clandestinidad", dijo Kian Schmucker, candidato a concejal en la ciudad de Copenhagen mientras distribuía octavillas frente a una rara manifestación pública de Hizb ut-Tahrir. Un nublado domingo de noviembre, unos 800 jóvenes daneses, en su mayoría hijos de inmigrantes musulmanes, se atiborraban en un gimnasio. La primera presentación: imágenes gráficas de niños iraquíes muertos.
"Nadie puede dudar que la guerra declarada contra el terrorismo es una guerra contra el islam", declaró desde el proscenio Fadi Andullatif, un portavoz local de Hizb ut-Tahrir, cuando terminaba el video. "El estado musulmán es la única protección, el único escudo de los musulmanes".
El coro de "¡Allahu akbar!" -Dios es grande- era dirigido por fervientes jóvenes europeos, un puñado de conversos ante una atenta audiencia segregada por sexo: jóvenes elegantemente vestidos a la derecha, mujeres con pañuelos de cabeza a la izquierda.
Durante cuatro horas oyeron la disciplinada e intensamente argumentada creencia de Hizb ut-Tahrir de que el mundo musulmán perdió sus amarras cuando importó desde Occidente no solamente los avances científicos sino también sistemas de creencias tales como el nacionalismo y la democracia, que emergieron al mismo tiempo. En una serie de 22 tomos a la venta junto al podio, y en discusiones semanales, el grupo bosqueja un sistema de gobierno alternativo que cree que está incrustado en el Corán y en las enseñanzas del profeta.
El sistema incluye un califato, que será resucitado después de que los gobiernos nacionales sean derrocados por miembros de Hizb ut-Tharir trabajando al más alto nivel, de acuerdo al plan. Miembros de Hizb ut-Tharir han sido acusados de planificar golpes semejantes en Jordania y Egipto. Zeyno Baran, analista en el Centro Nixon, de Washington, que ha escrito extensamente sobre el grupo, dijo que podría ser "pensado como una cinta transportadora de los terroristas".
El grupo tiene una rígida estructura celular y un libresco conjunto de creencias que describe su visión utopista de un futuro califato. Hizb ut-Tharir insiste en que ha renunciado a la violencia, una política que lo diferencia de grupos como la variopinta pandilla de Kaplan, o las guerrillas chechenas que en 2004 llevaron a cabo el mortífero ataque contra una escuela básica en Beslan, al sur de Rusia -y que quiere fundar un califato en el norte del Caúcaso, de acuerdo a sitios en la red del grupo guerrillero checheno.
Al Qaeda floreció en Afganistán cuando el líder talibán, Mohammad Omar, fue llamado ‘Comandante de los Fieles’, un título califático. En su libro, publicado online poco después del 11 de septiembre de 2001, el delegado de bin Laden, Ayman Zawahiri, declaró que los ataques terroristas no serían "más que acciones desconcertantes, independientemente de su magnitud", a menos que condujeran a la formación de un califato en el "corazón del mundo islámico".
La invasión norteamericana de Iraq proporcionó una oportunidad para hacer justamente eso, escribió Zawahiri, aparentemente el año pasado, a Abu Musab Zarqawi, el jordano que encabeza al grupo rebelde de al Qaeda en Iraq. En la versión de la carta publicada en un sitio en internet del gobierno estadounidense, Zawahiri dice que la presencia de invasores extranjeros ha empujado a "las masas musulmanas" a la acción. Aconsejaba a Zarqawi a utilizar las áreas sunníes de Iraq como la base de "una autoridad musulmana o emirato, y luego desarrollarla y apoyarla hasta que alcance el nivel de un califato".
La carta, que Bush ha parafraseado extensamente, también llama a atacar a Israel, "porque Israel fue fundado solamente para desafiar toda nueva entidad musulmana".
"La idea de restablecer un imperio ideológico es algo típico de nuestra época", dijo Serif Mardin, un importante académico turco sobre el islam político. "Un califa dulce como en tiempos pasados es apabulada por la idea militar moderna. Quiero decir, se supone que el califa es un tipo amable.
"Esta gente simplifica horriblemente al islam", agregó Mardin, "y no estoy seguro de que esta simplificación del islam realmente ‘cope’ todos los niveles sociales".

Una Sola Voz
La idea de un califato como institución unificadora sobrevive inclusive aquí en la Turquía laica.
"Me gustaría que hubiera nuevamente un califato, porque si hubiera un califato los musulmanes se unirían", dijo Ertugul Orel, de suéter y corbata en la acera de un café que posee en el enorme Hagia Sophia, un edificio de valor simbólico para cristianos y musulmanes, en las afueras de Estambul. "Habría una sola voz. Pero sé que ni los americanos ni los europeos lo permitirán".
Desde la silla de al lado, el dueño de una tienda de regalos, Atacan Cinar, agregó: "Antes, en la época del Imperio Otomano, no había problemas en los países musulmanes".
La visión de Ataturk de una identidad nacional que ocupara el lugar de la religión se ha logrado en apariencia sólo parcialmente. En las escuelas los niños son reunidos todas las mañanas para cantar lemas que concluyen con frases como: "Mi vida debería ser un don para la vida turca. Qué feliz es un hombre que puede decir: ‘Soy turco’". Pero en realidad las primeras palabras que se susurran a los oídos de los recién nacidos son oraciones. Cuando el Pew Global Attitudes Survey preguntó a los turcos la semana pasada qué se consideraban "primero", un 43 por ciento dijo que se sentían musulmanes, un 29 por ciento, turcos.
"La idea del califato está todavía muy viva en la memoria colectiva de la sociedad", dijo Ali Bulac, columnista y autor de varios libros sobre el islam y Turquía. "No hay absolutamente nada que mantenga unida a la sociedad musulmana en estos momentos".
Fatih Alev, imán de una mezquita moderada en Copenhagen, dijo que Hizb ut-Tahrir era "poco inteligente" en decir que los otros grupos musulmanes no apoyaban la idea de un califato. "De momento, el califato es completamente irrelevante. En cuanto a mañana, podría ser relevante. Yo no lo excluiría".
Algunos expertos advierten que semejante reserva de sentimientos ilustra el riesgo de enmarcar la guerra de Iraq como una contienda entre ideologías.
"Si fueras presidente de Estados Unidos, creo que lo más listo que podrías hacer es quitar el carácter musulmán al problema", dijo Kirstine Sinclair, investigador de la Universidad de Dinamarca del Sur, que co-escribió un libro sobre Hizb ut-Tharir. "Habla mejor sobre los riesgos para la seguridad. Cuando hablas de expandir la guerra contra el terrorismo hacia países con una agenda musulmana o inclusive el califato, sólo provocas emociones revueltas y en realidad empiezas tú mismo a crear un choque de civilizaciones".
Numerosos sondeos muestran que las guerras norteamericanas en Afganistán e Iraq han fortalecido la solidaridad entre musulmanes y la antipatía hacia los estadounidenses. "Para decir verdad, yo mismo ya no los veo como seres humanos. Los americanos son cerdos", dijo Orel, un octogenario. La tendencia parece ser más fuerte entre la misma gente a que aspiran movilizar los radicales.
Cuando jóvenes musulmanes educados en ciudades europeas en gran parte sin instrucción religiosa, empezaron a hacer preguntas, los grupos radicales proveyeron prontamente respuestas. Hizb ut-Tharir, que promueve teorías conspirativas y un intenso antisemitismo, se encuentra en el extremo moderado de una gama de grupos que promueven interpretaciones exageradas del islam llamando a un enfrentamiento.
"Una ideología debe perpetuarse a sí misma", dijo Ahmet Arslankaya, miembro de Hizb ut-Tharir en Turquía, donde la organización debe soportar el acoso de los servicios de seguridad. "Nuestro objetivo estratégico final es expandir la filosofía musulmana en el mundo y, por supuesto, llevar la bandera islámica a la Casa Blanca".
Si los miembros han aumentado -y Alev y otros dicen que ven siempre nuevas caras-, los organizadores de Hizb ut-Tharir dicen que es porque los musulmanes ven que los acontecimientos están ocurriendo como ellos habían anticipado.
"Bush está diciendo que ellos quiere fundar un califato desde España hasta Indonesia", dijo Abdullatif, portavoz del grupo en Copenhagen. "El califato será fundado por los que trabajen duro". Dijo que los miembros de Hizb ut-Tharir en Iraq están trabajando para formar un frente unido de grupos rebeldes.
Cuando la reunión de Hizb ut-Tharir se dispersó en Copenhagen para las oraciones de la tarde, Muziz Abdullah, un amable nativo del Líbano, miró el gimnasio. "Hace diez años, cuando empecé, habría sido un absurdo pensar en un califato", dijo. "Pero ahora la gente cree que podría ocurrir en algunos años".

14 de enero de 2006

washington post
©traducción mQh

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