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regreso de la cresta


[Eric Wilson] Y se está volviendo, eh, bonita.
Hace un año, Alex Kamnitsis, 27, asistente ejecutivo de una compañía cinemato-gráfica de Manhattan, adoptó un corte de pelo que él llama la versión moderna del mohawk. Intentaba dejar algo en claro: que a pesar de sus atavíos corporativos, era una persona con un punto. Este verano, cuando le pidió ese mismo corte a su estilista del salón de belleza Oscar Bond en el SoHo, muy corto a lo largo de los lados y una tira de pelo largo arriba, Kamnitsis descubrió que la cresta, como muchas otras insignias de anarquía, se había convertido en algo normal.
"Cuando me estaba cortando el pelo, había una mujer a mi lado, con su hijo, un niñito, que le pidió una cresta", dijo Kamnitsis.
Quizás fue la ola de hombres estilosos de Nueva York y Los Angeles a fines de los noventa, que se engominaron unas luminosas crestas conocidas como fauxhawks, los que allanaron el camino para versiones más extremas, como el popular look veraniego. O quizás la cresta ha vuelto a entrar en el vocabulario de los estilistas, que operan lejos de las barberías de la Plaza de San Marcos, la histórica vía pública de la ciudad para los estilos alternativos, gracias a la bien documentada y siempre cambiante cresta de un hombre, Maddox Jolie, 4.
Maddox, el hijo adoptivo de Angelina Jolie, es un rostro habitual en las páginas del semanario Star and Us, y del mismo modo que tantas modas nacidas en las páginas de revistas de famosos, ha hecho por la cresta por lo que Harry Potter por las gafas redondas. Las puso de moda, empezando un movimiento de corte-hasta-el-escalpelo entre los niños de Hollywood que ahora incluye a los hijos de Jennifer Connelly y Paul Bettany: sus hijos Kai, 8, y Stellan, 1. Et tu, ¿Natalie Portman?
Sí, las últimas crestas, una tendencia que levanta su fea-bonita cabeza con un nuevo estilo cada tantos años, son del tipo de las que Travis Bickle, si las viera desde su taxi, se negaría a pagar la carrera. A menudo son más anchas y chatas que las crestas de la escena punk londinense de los años setenta y se llevan naturalmente sin ningún producto glutenoso.
Algunas son rizadas y se estiran bajando por detrás como muñeca de tómbola o son cortadas suavemente a los lados. El resultado es un look híbrido, incluyendo el mulladour -mitad muñeca de tómbola, mitad copete- o como en el caso de Maddox Jolie, el hawkapoo, que alude a la popularidad y vistosidad de ciertos perros de lanas de raza mezclada.
"Como un montón de cosas en belleza, lo que era considerado feo la semana pasada, va a ser considerado bonito la próxima", dijo Howard McLaren, el vice-presidente creativo del salón Bumble & Bumble en Nueva York. McLaren es un defensor de la cresta moderna, que también está volviendo encima de los patinadores de Santa Mónica, California, y entre los hippies de Hoxton, la respuesta londinense al barrio de los carniceros en Manhattan.
"Todos debiésemos llevar la cresta en algún momento de nuestras vidas", dijo McLaren. "Vi la primera que me impresionó hace cinco años en París cuando el diseñador Jeremy Scott se afeitó un lado de su cabeza y se echó el pelo hacia un lado. Era dócil, no llevaba gomina, y parecía algún tipo de aleta".
McLaren, que creció en Escocia, es un estudioso de la cresta, y ha presenciado adaptaciones de los punquis vegetarianos en los años ochenta, con los requisitos la cresta tradicional sin la postura agresiva; y los estilos de tintes brillantes y plastificados de las eras punk y nueva ola. Lo que pareció distintivo de las últimas encarnaciones es su carencia de connotaciones bélicas que han definido a la cresta a través de su historia.
"Yo las encuentro muy sensuales en las mujeres", dijo. "A principios de año hicimos unas que parecían fauxhawk, pero eran un poco más agresivas que esas, con grandes pedazos sedosos que puedes ceñir con colores brillantes. Les da una suavidad que se ve muy elegante".
Un ejemplo de ese estilo es Wykerria Campbell, 19, de Newark, que trabaja para E-ZPass y atrajo las miradas cuando cruzó la calle de Christopher, entrando al Greenwich Village, la semana pasada. La cresta, construida por ella misma, surgía del centro de su cabeza como si fuera un cactus exótico. Campbell la fijó con un cordón y una pesada capa de laca, luego cortó los lados al rape.
"Me gusta porque es diferente", dijo. "Si tienes pelo de verdad, puedes hacerte este look en 15 minutos".
Jean-Paul Folch, 29, programador informático, decidió hace dos meses hacerse un recorte más gradual que el rasurado de una cresta completa. Dijo que el método era "un poco loco, no demasiado".
"He visto a alguna gente con variaciones de la cresta, así que quería hacer la mía propia", dijo Folch, agregando que no sabía nada de la moda de la cresta entre chiquilines de Hollywood. "Lo vi poco después de que me hiciera mi corte", dijo. "Creo que Maddox se ve francamente bien, pero qué importa".
Otros conversos de la cresta dicen que el estilo dice más sobre los individuos que sobre una moda. Kevin Teague, 28, arquitecto en el Studio Daniel Libeskind, dijo que le gustaba el estilo, que había llevado en vez en vez el año pasado, porque es "relativamente dócil". Le ofrece la opción de elevarlo, para adquirir una apariencia más dramática, o bajarlo, para situaciones que exigen un aspecto más formal. En mi negocio, me da más credibilidad que lleve un corte de pelo que sirva de indicación de las cosas que puedo hacer con mis manos", dijo Teague.
El estilo está prendiendo en círculos variopintos. Craig Lockner, 27, que trabaja en reservas editoriales para Ford Models, era considerado como uno de los empleados más conservadores y serios de la agencia, que tiene un ambiente relajado, así que en agosto entró a una peluquería de East Sixth Street y volvió con una cresta de dos pulgadas y media.
"Ahora todo el mundo propone ideas sobre cómo debería ser mi próximo estilo", dijo.
James Brehm, 17, también quería un nuevo look. Ahora luce una cresta modificada en la heladería donde trabaja, en Montclair, Nueva Jersey. La cresta permite que Brehm y Lockner escapen de la imagen que pensaban que tenía la gente de ellos.
"No soy muy bueno en cuanto a comunicarme con la gente", dijo Brehm. "Me gusta que la gente se comunique conmigo. La gente me mira y dice: ‘Quiero hablar con ese tío. Me parece fantástico'. Me gusta la atención que gano con el pelo".
No sorprende que los puristas de la cresta estén preocupados por el desarrollo de la tendencia. Blaise Garber, 22, estudiante en la Universidad de Columbia, con una tupida cresta decolorada (y múltiples piercings en el cuerpo), ha llevado la cresta durante cinco años, pero está pensando en un cambio.
"Ya no tiene el filo que tenía", dijo. "Todo empieza por fuera, y eventualmente Estados Unidos lo trae al centro. Es difícil".
En el pasado, las crestas tenían un significado más agresivo, una extensión visualmente amenazadora de la columna humana -así creían los guerreros celtas. Se arrancaban el pelo de los lados de sus cabezas para atemorizar a los romanos, que pensaban que eran bárbaros. Las crestas deben su nombre a una combativa tribu de indios americanos que se cogían el pelo en una trenza en tiempos de guerra. Pero la guerra ha terminado.
Gracias a sus fans más jóvenes, las crestas ahora son simplemente adorables.

2 de septiembre de 2005
©new york times
©traducción mQh

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