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persiste demencia serbia


[Roger Cohen] Ilusiones de una gran Serbia siguen en mentalidad de opinión pública.
Todos los meses, se pregunta a los oficiales de las fuerzas armadas de Serbia y Montenegro si han viajado al extranjero. La pregunta es una rutina, un resto de la era comunista.
Las respuestas mencionan unas vacaciones familiares en Turquía, una visita a la costa del Mar Negro. Más oficiales viajan en estos días, a menudo con pasaportes nuevos, aunque los salarios mensuales de 450 dólares (para un teniente coronel) limitan las estadías en el extranjero.
Pero existe un problema, y no es nuevo en Serbia, con definir que está dentro y qué fuera del país.
Algunos oficiales que han visitado Bosnia son reluctantes a clasificar sus viajes como en el extranjero. Dicen que estuvieron asignados allá y no serán capaces nunca de considerar al antiguo territorio yugoslavo como "extranjero".
Las protestas son rechazadas sumariamente: Ahora un frontera internacional separa a Serbia de Bosnia. Pero esas pequeñas confrontaciones, presenciadas y narradas por un miembro del ejército, dicen mucho sobre la confusión de Serbia a medida que se aproxima el quinto aniversario del derrocamiento de Slobodan Milosevic, el 5 de octubre.
En su nivel más básico, está confusión se deriva de la geografía. Como parte de la gran pregunta de dónde termina Europa, un asunto de creciente debate en Bruselas, se encuentra en la pregunta menor pero más volátil sobre dónde termina Serbia.
El histórico error serbio de 1918, cuando el reino victorioso apostó por el gran país que tomaría el nombre de Yugoslavia, antes que consolidar el compacto estado de Serbia, continúa acosando a Belgrado. No está claro cómo completar la larga retirada de esta arrogante extralimitación.
El territorio gobernado por Belgrado sigue reduciéndose. El próximo año, bajo un acuerdo propuesto por el jefe de política de exterior de la Unión Europea, Javier Solana, Montenegro piensa llamar a un referéndum para decidir si separarse.
Su unión con Serbia ya tiene mucho de ilusoria -las dos repúblicas usan monedas diferentes- y muchos fatigados serbios se muestran inclinados a decir adiós a la divertida federación llamada a veces ‘Solandia'.
Pero Vojislav Kostunica, el conservador primer ministro de Serbia, se opone a la independencia montenegrina. También se opone el ejército. Y también la Unión Europea, que no ve la necesidad de crear otro mini-estado europeo. Y también muchos montenegrinos que se preocupan de que puedan perder el acceso a los buenos hospitales de Belgrado y otros privilegios. Como resultado, el referéndum del 2006 sigue siendo incierto.
Esta incertidumbre es inútil. "Mientras más pronto deciden, cuanto mejor", dijo Goran Svilanovic, ex primer ministro. "Necesitamos saber la respuesta a esta pregunta: ¿Estás en mi país o no? La gente sufre de un problema de identidad crónico".
La naturaleza de ese problemas es suficientemente conocido. Belgrado es la capital de un país que está desapareciendo y que se estiraba antes hasta la frontera austriaca. El estuco desconchado de las paredes y los coches viejos son emblemáticos de la decadencia. Nadie necesita pensarlo demasiado para saber quién fue el gran perdedor de la desintegración de Yugoslavia. Eslovenia y Croacia han dejado a Serbia en el polvo.
Pero las ilusiones serbias persisten. Como sugiere la reluctancia de los oficiales de clasificar a Bosnia como país extranjero, la antigua grandeza es difícil se reconciliar con la pequeñez actual. Eso hace que la mediocre realidad sea más difícil de aceptar.
Parte de esta realidad es que Montenegro no está solo en contemplar una secesión. Es probable que las negociaciones sobre la posición de Kosovo empiecen más tarde este año -Kosovo es formalmente parte de Serbia, aunque en realidad es un distrito de la comunidad internacional, y según la opinión de casi todos sus ciudadanos albaneses étnicos, un estado independiente putativo.
Lo que se siembra, se cosecha. Kovoso fue la plataforma de lanzamiento del demente nacionalismo inventado por Milosevic cuando Yugoslavia empezó a desmoronarse. Ahora será, con toda probabilidad, el último pedazo que deje Serbia, pero no sin una amarga pelea sobre lo que muchos serbios llaman la cuna de su civilización.
Cuando el fin de semana pasada dos serbios murieron en un tiroteo en Kosovo, Kostunica y Boris Tadic, el presidente serbio, se apresuraron a emitir declaraciones de indignación. En esencia, sus mensajes eran que el incidente demostraba lo lejos que estaba Kosovo de las normas básicas exigidas por Europa y Estados Unidos para cualquier comunidad con ambiciones de auto-gobierno. Tenían un argumento.
Sin embargo, el problema es que Serbia, siempre rápida en su denuncia del "terrorismo" de los albaneses étnicos de Kosovo, apenas ha empezado a enfrentarse a los crímenes que cometió en gran escala en Croacia, Bosnia y Kosovo en los años noventa.
Un video que mostraba a serbios matando a musulmanes en Srebrenica, que apareció en junio en el tribunal por crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia de La Haya, provocó aquí consternación. Eso fue saludable. Fue también una terrible demostración del grado de ignorancia serbia una década después de la guerra de Bosnia. En el video se muestra el asesinato de seis musulmanes bosnios en 1995. ¡Seis! En los primeros meses de la guerra de Bosnia de 1992, decenas de miles de musulmanes fueron desalojados de sus casas, detenidos en campos y asesinados selectivamente. Sobre esa homicida campaña no se dice nada. Desde Kostunica para abajo, domina la ofuscación del tipo: "Ellos no mataron, nosotros los matamos".
"Si preguntas a la gente sobre si integrarse a la Unión Europea, todo el mundo está de acuerdo", dijo Dusan Pavlovic, cientista político. "Pero si preguntas sobre la responsabilidad serbia en los crímenes de guerra, la mayoría de la gente dice que no. Y si les preguntas cómo piensan integrarse a la Unión Europea sin aceptar esa responsabilidad, te quedan mirando sin nada que decir".
Por supuesto, el avance hacia la integración en la UE no ocurrirá hasta que dos de los principales protagonistas de la violencia serbia, el general Ratko Mladic y Radovan Karadzic, no sean entregados al tribunal internacional. Kostunica y Tadic han prometido su captura, pero los sentimientos nacionales están divididos.
Dentro del ejército, oficiales jóvenes, con un ojo en la integración potencial a la OTAN, aprueban la entrega de Mladic. Pero los más viejos no aceptan su captura. "Dicen que nunca aceptarán la detención de un hombre que luchó en Bosnia", dijo el miembro del ejército.
Eso es interesante. Una de las muchas invenciones de Serbia, y de Milosevic, era que el ejército yugoslavo nunca peleó en Bosnia y que la campaña no tenía nada que ver con Belgrado. Por supuesto, es un sin sentido, pero Serbia sigue ambivalente sobre la realidad.

E-mail: rcohen@iht.com

1 de septiembre de 2005
©new york times
©traducción mQh

1 comentario

Xibalba -

Interesante tu descripcion..es curioso que las noticias solo es noticia cuando hay muertos (pero muchos)..eso del asesinato de los dos serbios no lo oi ni por casulidad en ningun medio de comunicacion.Espero que no se llegue a utilizar esto y desemboque en otra catastrofe

En una parte decias que que cuabdo las noticias llegaron alla..de donde eres??

Saludos