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ocaso de un supermercado


[Jenn Abelson] Las deudas y la competencia sellaron destino de exitosa cadena de supermercados de inmigrante cubano.
Hasta el mes pasado, André Medina fue protagonista de una historia de éxitos: era un inmigrante que construyó un improbable imperio de supermercados, abriendo tiendas en vecindarios de Boston que otras empresas evitaban, y contratando a ex presidiarios que nadie quería tener cerca.
En 13 años, la empresa Americas’ Food Basket llegó a contar con tres tiendas que atendían a vecinos de bajos ingresos y a inmigrantes, vendiéndoles de todo, desde mandioca y orejas de cerdos a precios bajos. En el proceso, convirtió a Medina, 43, en el empresario latino más grande de la ciudad y en la estrella de un comercial de Liberty Mutual. La cadena de negocios del empresario cubano era tan codiciada -sus tiendas revitalizaron los vecindarios- que las ciudades de Brockton y Lowell lo cortejaron para iniciar operaciones en ellas.
"Me abrió puertas que nadie más hubiera abierto", dijo Félix Fresneda, un inmigrante cubano que pasó 15 años en la cárcel por delitos de tráfico de drogas y vivía en una casa de transición cuando Medina lo contrató como pintor. Fresneda llegó a convertirse en supervisor de la tienda y compró una casa con el estímulo de Medina.
"Es como mi hermano, mi padre. Es la única persona en el país que confía en mí", dijo Fresneda. "Lo es todo para mí".
Pero a pesar de las buenas intenciones de Medina, a pesar de la inversión de la Ciudad de Boston -en total, 1.5 millones de dólares- y a pesar de los elogios recibidos por la cadena de supermercados, una decisión errónea condujo a otra y aparentemente destruyó el negocio de un día para otro.
El final llegó en vísperas de Navidad. Medina debía 3.8 millones de dólares a vendedores y acreedores las ventas disminuyeron. No pudo pagar el alquiler y pronto se dio cuenta de que no podría pagar la nómina. Esa noche Medina cerró para siempre las tres tiendas. No informó a sus 120 empleados sino dos días después. No quería arruinarles la Navidad.
"Me avergüenza que haya pasado esto", dijo Medina. "Hemos perjudicado a mucha gente".
El fracaso no es solamente culpa de Medina. El panorama de las tiendas de abarrotes cambió dramáticamente desde la época en que abriera su primera tienda en Uphams Corner, en Dorchester, en 1992. El poder de compra de Americas’ Food Basket de marcas como Kraft y Nabisco, se redujo a medida que crecieron cadenas como Stop & Shop. Su control de un nicho del mercado se debilitó cuando el supermercado Super 88 se expandió y tiendas convencionales empezaron a ofrecer productos étnicos.
Lo que finalmente llevó a la ruina a su negocio, dicen Medina y sus inversores, fue su tienda Fields Corner, en Dorchester, que abrió hace un año con un intenso apoyo de la comunidad. Incluso cuando el supermercado se desangraba, el ayuntamiento y otros grupos consiguieron en agosto 370 mil dólares en préstamos para mantenerlo a flote.
"Teníamos todas las razones para confiar en él. André va a lugares a los que no va nadie", dijo Jeanne DuBois, presidente de la Dorchester Bay Economic Development Corp., que le prestó en el verano pasado la suma de 120 mil dólares. "Retrospectivamente, me habría gustado no haber ayudado a mantener abierta esa tienda".
No se suponía que era lo que tenía que pasar. Nacido en Cuba, Medina estaba destinado para el negocio de los abarrotes. Su padre poseía una pequeña tienda de alimentación en la ciudad rural de San Antonio de Cabezas. Su madre, Omaida Medina, dijo que cuando André empezaba a caminar, pasaba el tiempo en la tienda, tratando de acarrear las mercaderías y conversar con los clientes.
"André quería estar siempre en la tienda con su padre", dijo.
Omaida Medina no quería que su único hijo creciera en un régimen comunista, de modo que la familia hizo planes para salir de Cuba. Cuando el gobierno aprobó la partida de los Medina, la familia, sin sus pertenencias, se fue en 1971 a vivir con parientes en España. Cuatro años después, los Medina se asentaron en Watertown, cerca de otros familiares. Cuando era adolescente, su madre y su padre trabajaban en una tienda de abarrotes étnica en Roxbury, llamada Tropical Foods.
Después de estudiar arquitectura en el Wentworth Institute of Technology en Boston y de dedicarse a trabajos variados, vendiendo coches y paneles solares, Medina, el primero de su familia en estudiar en la universidad, empezó a trabajar como vendedor mayorista de alimentos, donde se le pegaron las ganas de abrir un supermercado propio. En 1992, un año después del nacimiento de su primer hijo, André, Medina, entonces de 30, vio un anuncio en un diario local de una tienda de alimentación de 930 metros cuadrados en Uphams Corner. Lo quiso comprar, desesperadamente.
Medina sabía que el área estaba mal atendida. Su plan de negocio era: abrir en vecindarios que otros evitaban, atender a bajos precios a residentes de bajos recursos y a inmigrantes caribeños e hispanos y vender alimentos básicos como leche, huevos y pan junto a alimentos étnicos que no podían comprar en otra parte.
Pero conseguir el financiamiento era casi imposible. Medina dice que lo solicitó a tres bancos, pero ninguno de ellos le prestaría el dinero a menos que participara el ayuntamiento de Boston. Fue el inicio de una larga relación con el ayuntamiento, que avaló un préstamo de 250 mil dólares del banco State Street.
Amigos y familiares estaban aprehensivos. Después de que Medina firmara el contrato de arrendamiento, un hombre de 25 fue asesinado en el restaurante Tasty Chicken cercano en lo que se convirtió en un infame símbolo de la violencia en la ciudad: fue golpeado en la cabeza con una radio, apuñalado en la espalda y cuello, y pateado repetidas veces por un grupo de jóvenes cuando esperaba su pedido.
"Daba miedo pensar que él se movería en ese ambiente, siete días a la semana, 14 horas al día", dijo la esposa de Medina, María. "Definitivamente era un riesgo, pero él estaba dispuesto a correrlo".
Medina trabajó durante meses para convertir el lúgubre sitio en un reluciente supermercado con un toldo de franjas rojas y blancas y estanterías rebosantes de salsas de las Indias Occidentales, frutas frescas como papayas, y pan portugués. La tienda era menos de la mitad del tamaño de un supermercado normal, pero todavía le quedó espacio para que su madre se encargara de una ‘botánica’, una tienda de candelas y hierbas religiosas, entre otras cosas.
Antes de abrir, dijo Medina, los vecinos se asomaban por las ventanas y le agradecían por venir, y le ofrecían café y leche. El alcalde de Boston de entonces, Raymond L. Flynn, asistió a la inauguración y en algunos años Americas’ Food Basket alcanzó una cifra de ventas de 9.4 millones de dólares, superando sus propias proyecciones anuales.
Durante muchos años el enfoque comercial de Medina funcionó: vecinos de bajos ingresos, sin coche, empezaron a depender de Americas’ Food Basket.
"Hay un montón de gente con niños y sin transporte propio que dependían de esta tienda", dijo Cookie Sheers, una madre de Dorchester que utiliza cupones de alimentos, que dijo que ahorraba hasta 10 dólares a la semana en las carnes que compraba en Americas’ Food Basket.
En 1997, su casero en Uphams Corner, dijo Medina, le hizo una oferta "que no podía rechazar": la posibilidad de abrir una segunda tienda que echaría anclas en una plaza de Hyde Park. A pesar de ofertas de otras ciudades, Medina aceptó lanzar esa segunda tienda, que era dos veces más grande que la primera.
Durante los primeros años, errores de contabilidad y una política de precios demasiados competitivos, sin embargo, provocaron importantes pérdidas en la tienda de Hyde Park. Medina no pudo pagar sus préstamos y su banco, el FleetBoston, lo amenazó con retirar el financiamiento. Así que recurrió nuevamente al ayuntamiento, que prestó a Americas’ Food Basket 837 mil dólares para ayudarle a pagar al banco y a los abastecedores.
Poco después Medina contrató a un agente financiero con experiencia y adquirió nuevos programas de software de contabilidad, y la tienda de Hyde Park empezó a rendir beneficios.
Funcionarios del ayuntamiento y residentes dicen que la presencia de Americas’ Food Basket redujo la delincuencia y ayudó a engendrar unos 70 negocios en el deprimido Uphams Corner. Comerciantes locales como Luis Talmor, propietario de la tienda de ropas Style al otro lado de la calle de la tienda de Uphams Corner, se benefiaba del tráfico de clientes que generaba el supermercado.
"Nos ayudó a hacer negocios", dijo Talmor.
Americas’ Food Basket llamó la atención fuera de Boston, convirtiéndose en 2002 en un tema de un estudio nacional sobre tenderos urbanos exitosos realizado por Initiative for a Competitive Inner City, un laboratorio ideológico sobre asuntos urbanos fundado por Michael E. Porter, profesor de la Escuela de Economía de Harvard y gurú del desarrollo económico. Un año antes, la iniciativa nominó a Medina para ser presentado en un comercial para el asegurador Liberty Mutual, de Boston, que apoya al grupo.
"Andrés se introdujo en un mercado poco atendido y contrató a gente de la comunidad", dijo Dorothy Terrell, presidente de Initiative for a Competitive Inner City.
Medina y su familia también cosecharon los frutos del éxito. Se mudaron de casa de sus padres en Watertown y compraron una en Waltham. Él se subscribió a las temporadas de New England Patriots, a las que llevaba por turnos a sus hijos André, Nicolás, y Michael.
En 2004, Americas’ Food Basket empezó a buscar una segunda locación en Dorchester, esperando evitar la creciente competencia de cadenas como Shaw’s y Stop & Shop, que estaban intensificando su presencia en la ciudad. Mientras negociaba por un sitio, el distribuidor de la nueva tienda de Medina, White Rose Food, le propuso abrir una tienda de 1860 metros cuadrados en Fields Corner, donde el mayorista había surtido previamente a Midland Foods, un supermercado con un récord de infracciones sanitarias e higiénicas.
Medina dijo que el negocio de Fields Corner le fue presentado en "una bandeja de plata". White Rose estaba dispuesto a prestarle el dinero para abrir la tienda y el ayuntamiento financiaría los nuevos equipos. Entretanto, organizaciones locales como ACORN, un grupo comunitario para familias de bajos ingresos, estaban pidiendo un nuevo supermercado para remplazar a Midland Foods. El trato tenía que hacerse dentro de 31 días, debido a restricciones en el arrendamiento.
"Nos llamaron gente del vecindario", dijo Medina. "Teníamos que tomar la decisión muy rápidamente".
White Rose calculaba que la locación podría reportar 220 mil dólares a la semana en ventas, y Medina proyectó moderadamente beneficios de 180 dólares a la semana, lo que convertiría a la tienda en su principal fuente de ingresos.
Pero la tienda tuvo dificultades desde el principio. La locación de Fields Corner nunca alcanzó los cálculos de ventas -y al final estaba sacando unos 125 mil dólares a la semana. Todavía peor, la tienda de Uphams Corner estaba perdiendo clientes a la tienda de Fields Corner y otros supermercados del área. En junio, Medina empezó a reducir el personal y la publicidad, para ahorrar costes.
Después de recibir una infusión de dinero del ayuntamiento y otros grupos loales este verano, Medina trabajó en un plan de reorganización que le hubiera permitido vender la tienda de Fields Corner y mantener al mismo tiempo abiertas las otras dos. Durante meses, dijo Medina, trató sin éxito de obtener la aprobación de White Rose y de su casero.
Empleados de White Rose no devolvieron las llamadas para dar comentarios. El casero de Medina, Demetrios Haseotes, dijo que Medina propuso primero un aplazamiento de cuatro meses y luego empezó a negociar la venta de la tienda de Fields Corner a otra cadena de supermercados.
"La oferta no era satisfactoria", dijo Haseotes. "No pensábamos que el plan de reestructuración fuera suficiente".
En diciembre, Medina sabía que sus tiendas tenían que cerrar. Sufrió tantas tensiones que el 23 de diciembre debió ser llevado al servicio de urgencia con presión alta. Después de cerrar las tres tiendas en vísperas de Navidad, Medina dijo que pasó Navidad como un zombie, físicamente con su familia, pero mentalmente extraviado.
Medina solicitó el 4 de enero la aplicación del Capítulo 7 de la ley de quiebras de Estados Unidos el 4 de enero, lo que significa que ha renunciado a su negocio y debe liquidar sus capitales restantes para pagar a sus acreedores.
"Si pudiera hacer retroceder el tiempo, no abriría esa tienda de Fields Store", dice Medina. "Fue una mala decisión".
En estos días Medina rebota entre reuniones con abogados. Llevó durante tres semanas la cinta blanca del hospital en su muñeca para recordar que debía guardar la calma. En algún momento pronto, empezará su siguiente fase: encontrar trabajo.
"André era un empleador importante en los tres vecindarios, y pensamos definitivamente que la inversión valía la pena", dijo Charlotte Golar Richie, directora del Departamento de Desarrollo Vecinal de Boston, la principal agencia de la ciudad que prestó dinero a Americas’ Food Basket. Medina todavía debe al ayuntamiento 750 mil dólares.
"Es triste que no lo haya logrado", agregó Richie. "Era un ejemplo para otros negocios".
En una reunión esta semana con vecinos y líderes empresariales de Dorchester, André Porter, director de la Oficina de Desarrollo Comercial, de Boston, dijo que será difícil que otros empresarios se acerquen al vecindario y tengan éxito, a menos que tengan los bolsillos muy llenos. Sin embargo, las comunidades atendidas por las antiguas tiendas de Medina todavía necesitan supermercados, y el ayuntamiento tratará de entusiasmar a nuevos supermercados, dijo Porter.
Pero Medina no ha abandonado enteramente su sueño. Hace dos semanas, pasó horas con varios de los antiguos empleados, incluyendo al antiguo manager de la tienda, Orlando Revollo, animándolos a hacer una oferta por el supermercado de Uphams Corner. A Revollo, que contaría con algún capital inicial, le dio una lectura de dos horas sobre cómo llevar una tienda.
"André dijo que golpeara siempre a puertas diferentes. Si una se cierra, vete a la siguiente", dijo Revollo. "Me dijo que no me desanimara, que siguiera tratando hasta que lo consiguiera".

15 de enero de 2006

Se puede escribir a la autora a abelson@globe.com

©boston globe
©traducción mQh

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