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estados unidos como titán bueno


[Rich Lowry] Un escritor liberal argumenta que la potencia estadounidense da seguridad, estabilidad y prosperidad al planeta
‘The Case for Goliath’ es lo que en el mundo editorial llaman "un título que vende" -o, al menos, lo que más se pueda vender de un libro que es un trabajo sobrio sobre relaciones internacionales, antes que una diatriba escrita para hacerse camino hacia la lista de mejor vendidos a fuer de puñetazos y patadas. Como ocurre a menudo con los títulos que venden, este es llamativo, provocador y no enteramente defendible. Tras leer el libro de Michael Mandelbaum los lectores no terminarán convencidos de que Estados Unidos actúa como el gobierno mundial. Sin embargo, si estarán más ilustrados.
Mandelbaum es un liberal internacionalista, partidario de la visión de Woodrow Wilson de blandir el poder estadounidense a favor de la apertura política y los derechos humanos, sobre la que da clases en la Universidad John Hopkins. No ha perdido el equilibrio durante la presidencia de Bush, en una época en que muchos liberales idealistas se han despreocupado del fomento de la democracia justo cuando es retomada por un presidente conservador republicano. El último libro de Mandelbaum fue el dogmático ‘The Ideas That Conquered the World’, un relato sobre cómo la ‘tríada’ wilsoniana de paz, democracia y mercados libres ha llegado a dominar al mundo. Comparado con ‘Ideas’, que se extiende por casi 500 páginas, incluyendo las notas, ‘The Case for Goliath’ es breve y despreocupado. Sin embargo, es substancial y serio.
La historia bíblica nos prepara para apoyar al tipo que lanza piedras contra Goliat, más bien que al matón gigante. En el escenario internacional de hoy, eso es un error, de acuerdo a Mandelbaum. Rechaza la etiqueta de ‘imperio’, un término sobrecargado favorecido por algunos admiradores y detractores de la potencia estadounidense. "Estados Unidos", escribe, "no controla, ni directa ni indirectamente, la política y la economía de otras sociedades", la característica clásica de los imperios. En lugar de eso, sostiene, "Estados Unidos actúa como el gobierno del mundo". En primer lugar, el término gobierno es todavía más problemático que imperio. En segundo, también.
Mandelbaum reconoce las objeciones más bien básicas a esta idea sobre el papel de Estados Unidos en el mundo. Para empezar, el gobierno es una herramienta de un estado -esto es, de una entidad soberana que controla un territorio dado- y el sistema internacional no es un estado. Además, como él mismo Mandelbaum admite, "en la sociedad de estados soberanos, Estados Unidos no tiene el monopolio de la fuerza ni practica el tipo de coerción que emplean habitualmente los gobiernos nacionales". Si no hay estado ni monopolio de la fuerza, tampoco hay gobierno.
El argumento de Mandelbaum se reduce finalmente a que Estados Unidos proporciona al mundo "bienes públicos" -seguridad, estabilidad económica, etc.- del mismo modo que un gobierno provee de estas cosas a sus ciudadanos. Lo que es verdad. Pero Mandelbaum nos insta poco convincentemente a adaptar la conducta estadounidense en su paradigma de "gobierno". La guerra en Europa, sostiene, ha llegado a ser considerada tan indeseable como una enfermedad infecciosa; por eso, al actuar para prevenirla, Estados Unidos se ha convertido en una especie de "servicio de salud pública". Y eso es demasiado.
Pero lo esencial del argumento de Mandelbaum -que el poderío de Estados Unidos es tan importante para el mundo que el orden internacional se deshilacharía feamente sin él- es provocador y valioso, dado lo dominante de la idea, en casa y en el extranjero, de que Estados Unidos es el parásito o depredador del planeta, o las dos cosas. Dejando las analogías forzadas de lado, el análisis de Mandelbaum está en general con los pies en la tierra y es a menudo original.
Estados Unidos en realidad proporciona muchos bienes públicos: "da seguridad" a Europa y al Sudeste Asiático, bajo la forma de tropas norteamericanas y garantías de protección que mantiene a los países de esas regiones sin el temor de ser atacados por sus vecinos; un cheque contra la proliferación nuclear, a través del paraguas nuclear de Estados Unidos extendido a otros países y el apoyo estadounidense de los acuerdos y organizaciones anti-proliferación; y la seguridad, moneda, libre comercio y demanda de los que depende la economía mundial.
El papel global de Estados Unidos es apuntalado por el consenso internacional a favor de la tríada wilsoniana de paz, democracia y mercados libres que hace que el poderío norteamericano -identificado con estos tres valores- sea bienvenido en la mayoría de las circunstancias. El gobierno de Estados Unidos no es necesariamente popular en el extranjero, pero tampoco ha provocado la especie de "combinación política y militar" que han formado los estados amenazados para oponerse a los aplastantes poderes del pasado. Eso es lo que ha contenido las ambiciones hegemónicas de Francia en los siglos 18 y 19, y las de Alemania y la Unión Soviética en el 20. Hoy, algunos de los críticos más bulliciosos de Estados Unidos son los mismos países que se benefician de los bienes públicos de Estados Unidos, a menudo sin la intención de pagar o de otro modo asumir su parte de la carga. Mandelbaum, siempre moderado, se muestra muy desdeñoso en cuanto a esto: "Aceptar los beneficios sin pagar por ellos y simultáneamente quejarse del modo en que están siendo suministrados borda la hipocresía". En realidad.
A pesar de todo nuestro poderío, hay límites al poder americano. Estados Unidos no ha demostrado ser apto en cuanto a la construcción de países (o, más precisamente, construcción de estados), y la tarea que sigue inevitablemente es o la guerra preventiva (Iraq) o la intervención humanitaria (Somalia, Haití y los Balcanes), las dos formas principales de la intervención norteamericana después de la Guerra Fría. Doblando la cultura e instituciones de otro país de acuerdo a nuestras especificaciones es inherentemente difícil. Tampoco es popular entre la opinión pública estadounidense la construcción de estados, lo que apunta a lo que Mandelbaum cree que es la principal amenaza para el rol dominante de Estados Unidos en el mundo: su voluntad. Aunque estamos en condiciones de continuar con nuestro rol en el mundo a un coste relativamente bajo en comparación con las décadas que siguieron a la Guerra Fría, Mandelbaum se preocupa de que esos detonantes títulos de vejez "amenazan con reducir el apoyo público de cualquier propósito público".
El escrito de Mandelbam es claro, aunque no chispeante. Hay demasiados resúmenes de sucesos recientes y a veces recurre a lo trillado. Sin embargo, ‘The Case for Goliath’ es un libro importante y juicioso. Es un recordatorio de lo mucho que depende en el mundo del papel de Estados Unidos y lo importante que es el consenso bipartidista a favor de este papel. Me gustaría que este libro se convierta en un éxito de ventas en Francia, Alemania y otros hoscos aliados de Estados Unidos. En particular esas audiencias deberían oír las conclusiones exactas de Mandelbaum sobre las posturas de otros países hacia el "gobierno mundial" de Estados Unidos: "No pagarán por él; continuarán criticándonos; y lo echarán de menos cuando ya no exista".

Libro reseñado:
The Case for Goliath. How America Acts as the World’s Government in the 21st Century

Michael Mandelbaum
Public Affairs
283 Pp.
$ 26

29 de enero de 2006

©washington post
©traducción mQh

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