acoso en el capitolio
Durante el discurso, el presidente Bush repitió la palabra ‘libertad’ 17 veces, diciendo que era lo que nuestras tropas estaban defendiendo en Iraq. Como mínimo deberíamos pensar que tenemos toda la libertad para expresarnos por medio de textos en una camiseta.
¿Para esto murió mi hijo? ¿Es el robo de nuestra preciosa libertad de expresión la "noble causa" por la que están peleando nuestros soldados, según Bush?
Seguro, soy franca y normalmente no me avergüenza protestar. Pero eso no era mi pan. Justo horas antes del discurso, la diputada Lynn Woolsey, de Peteluma, que ha trabajado para presionar al Congreso para traer las tropas a casa, me había dado una entrada.
Al principio, no tenía realmente ganas de ir, y le pasé la entrada a otra persona, que me la devolvió. Yo no habría hecho nada para interrumpir [el discurso] por respeto hacia Lynn y a otros muchos miembros del Congreso a los que admiro profundamente.
Yo quería hacer una declaración, no armar un escándalo. Si hubiese querido interrumpir, habría esperado a que llegara el presidente para mostrar mi camiseta.
Mi entrada era para la quinta fila, primera fila. Un agente -que minutos después me detendría- me ayudó a llegar a mi butaca. Me senté y me sentía acalorada tras haber subido tres escaleras, así que me desabotoné mi chaqueta. Me volví a la derecha para sacar la manga izquierda y el agente vio mi camiseta y gritó: "¡Manifestante!" Entonces me sacó de mi butaca y me empujó por la escalera.
El agente corrió, arrastrándome con él, hacia un ascensor, gritando a todo el mundo que se hicieran a un lado. Luego me puso las esposas, mientras corríamos hacia abajo, y me llevó afuera, a esperar un patrullero.
A pesar de lo que se ha dicho en varios informes, nunca me pidieron que me cambiara la camiseta o que me cerrara la chaqueta. Si me hubiesen pedido alguna cosa así, lo habría hecho y habría expresado más tarde mi preocupación por la supresión de mi libertad de expresión.
Yo fui sacada del lugar inmediata y rudamente (tengo los moretones y espasmos musculares para probarlo) y detenida por "conducta indebida". Los informes sobre el hecho de que yo gritara, atribuidos a la policía, son falsos.
Los abogados me han dicho que yo tenía derecho a llevar una camiseta con un texto. La policía estuvo tardíamente de acuerdo y dijo que desistiría de los cargos. No entiendo cómo pueden encarcelarme durante horas antes de decir que todo fue un error.
Después de que hicieran el inventario de mis cosas personales, y de tomarme las huellas dactilares, un simpático sargento se acercó a mí, miró la camiseta y dijo: "¿2245, eh? Acabo de volver". Yo le dije que mi hijo había muerto allá.
Fue entonces que entendí la inmensidad de mi pérdida. Además de perder a mi hijo, había perdido mis derechos de la primera enmienda.
¿Hacia dónde iba Estados Unidos? Empecé a llorar, adolorida.
¿Para qué murió Casey? ¿Para qué han muerto los otros 2244 jóvenes y valientes estadounidenses? ¿Para qué hay decenas de miles de otros corriendo riesgos allá? ¿Para esto? Ni siquiera puedo llevar una camiseta que marca el número de nuestros soldados de cuya muerte son responsables Bush y sus medidas arrogantes y estúpidas.
Los sondeos indican que la gente en nuestro país y en Iraq quieren que la guerra termine. La guerra está convirtiendo a este país, y al mundo, en un lugar cada vez menos seguro. Es hora de parar con la muerte, trayendo a las tropas a casa.
Yo llevé esa camiseta para decir algo. Yo creía que tenía derecho a hacerlo.
No quiero vivir en un país que prohíba a la gente llevar, decir, escribir o hacer por teléfono comentarios negativos sobre el gobierno. Eso por eso que estoy tratando de recuperar mis libertades y derechos. Es por eso que no voy a permitir que el gobierno de Bush me quite algo más. Ya me quitaron a mi hijo. Eso es más que suficiente.
Cindy Sheehan es la co-fundadora de Gold Star Families for Peace, y miembro de Military Families Speak Out.
3 de febrero de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
0 comentarios