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arrastrados a una guerra religiosa


[Tim Rutten] Hay una diferencia entre una publicación periodística que provoca inevitablemente y una que es meramente provocativo. Así que, ¿qué eran las caricaturas de Maoma publicadas esta semana en diarios europeos desde Bulgaria a Madrid?
Las caricaturas, que son en realidad suave garabatos, fueron publicadas primero en un diario danés el otoño pasado. Musulmanes indignados en los países del Golfo Pérsico iniciaron un boycot de productos daneses que condujo al gobierno en Copenhagen a expresar que lamentaba la ofensa, pero defendía el derecho del diario a publicarlas. Esta semana, los daneses se enfrentaban no sólo a violentas protestas en las calles islámicas, pero sino también a crecientes demandas de gobiernos en Oriente Medio y otros lugares a pedir excusas y a hacer algo contra el diario.
Para el fin de semana, diarios y revistas en toda Europa habían vuelto a publicar algunas o todas de las caricaturas en un gesto de solidaridad con sus colegas daneses y en defensa de su rechazo a dejarse intimidar por el ejercicio de la libertad de expresión. La indignación musulmana creció. Pistoleros palestinos rodearon la misión de la Unión Europea en Gaza y otros amenazaron con secuestrar a occidentales como forma de represalia. La violencia se extendió y diplomáticos occidentales, incluyendo a Kofi Annan y el ministro de relaciones exteriores británico empezaron a atorarse pidiendo excusas por la insensibilidad de sus medios de prensa.
Todo esto podría haber sido ligeramente más edificante si no reflejara la destructiva y peligrosa doble moral que observan comúnmente los países occidentales cuando se trata de medios controlados por los gobiernos en los países musulmanes. Allá la prensa está rutinariamente rebosante del odio más vil contra los judíos y, menos a menudo, los cristianos. Los ‘Protocolos de los sabios de Sión’ siguen estando ampliamente disponibles en países donde no se publica nada sin el permiso del gobierno, y citas de esa infame falsificación son un elemento básico de comentarios publicados en todo Oriente Medio. En años recientes canales de televisión de propiedad del gobierno en Egipto y Siria han transmitido dramas que repiten el sangriento libelo.
¿Dónde quedaron las implacables y unidas exigencias de Occidente de que se ofrecieran excusas?
Si quieres ver las continuadas consecuencias de este doble rasero, considera las reacciones a los acontecimientos de esta semana según informó el viernes la Associated Press: en Ciuda de Gaza terroristas palestinos arrojaron una bomba en el centro cultural francés. Ismail Hassan, 37, un modisto que participaba en una marcha de protesta contra Europa, dijo: "Quienquiera que difame a nuestro profeta debería ser ejecutado".
Entretanto, el imán que predicó en el sermón de los viernes en la mezquita Omari, de Gaza, dijo a los nueve mil fieles que los dibujantes que hicieron las caricaturas debían ser decapitados.
En Nablús, el imán Hassan Sharaf dijo a su congregación que: "Si quieren una guerra de religión, estamos preparados".
Una Ruptura en la Filosofía
Cualquiera sean las sensibilidades religiosas involucradas, reacciones como estas te pueden parecer ominosamente, incluso viciosamente irracionales. Es porque lo son, y hay una razón para ello.
En la Edad Media, las tres grandes religiones monoteístas -el judaísmo, el cristianismo y el islam- alcanzaron uno de esas bifurcaciones fundamentales en el camino de la historia. Durante siglos, una serie de estudiosos musulmanes habían conservado las obras de Aristóteles que sentarían un día los fundamentos de la lógica y ciencia seculares que hicieron posible el mundo moderno. Su ‘redescubrimiento’ por estudiosos medievales provocó una crisis. Reconocieron que la razón era una herramienta poderosa, pero tenían miedo de que su uso pudiera socavar la fe, que era la base de la autoridad en las tres comunidades.
¿Qué hace -o, más precisamente-, qué pensar?
Tres gigantes intelectuales aceptaron el reto. Dos de ellos -el filósofo y jurista Abu al-Walid Ibn Rushd, conocido en Occidente como Averroes, y el gran rabí y médico Moisés Maimónides- eran en realidad contemporáneos, habiendo nacido los dos en la ciudad española de Córdoba. Según la tradición incluso se conocieron y trabaron amistad mientras escapaban de los almohades, fundamentalistas musulmanes del Magreb, que habían conquistado Andalucía y destruido su legendaria cultura de tolerancia. El tercero era Tomás de Aquino -de quien sus admiradores correligionarios dirían un día: "Tenía a la razón cautiva en la casa de la fe". Recuerda que esta era una época en la que el culto Occidente, no muy diferente de los musulmanes de hoy, todavía consideraba la teología como "la reina de las ciencias".
La exposición de Aristóteles por Averroes era tan ampliamente admirada e influyente que cuando Aquino la retomó un siglo o algo así más tarde en la Universidad de París, se refirió a Aristóteles simplemente como "el filósofo’, y a Averroes como "el comentarista". Pero mientras Maimónides y, más tarde, Aquino -que también leyó y admiraba al filósofo rabí- sostenían que había una sola verdad y que esa fe, propiamente entendida, no podía nunca entrar en conflicto con la razón, Averroes tomó la otra bifurcación. Sostenía que había dos verdades -la de la revelación y la del mundo natural. No había necesidad de reconciliarlas porque estaban separadas y eran distintas.
Fue una forma de suicidio intelectual y durante siglos privó a gran parte del mundo musulmán de los progresos científicos y políticos que siguieron.
Como han demostrado los sucesos de la semana pasada con bastante contundencia, todo esto es más que curiosidad histórica, porque la globalización de los mercados y gentes han llevado al resto del mundo moderno al islam, guste o no a los musulmanes. Una de las paradojas menores en operación aquí es que mucho antes de que los encendidos sermones de los imanes lanzaran a la gente a las calles esta semana, habían sido avivados hasta el frenesí por creaciones esencialmente modernas -mensajes de texto en el celular e internet. Las sociedades musulmanas son entusiastas consumidoras de casi todo lo que produce Occidente -excepto esa indispensable valor sobre la separación de la iglesia del estado y la libertad de expresión.
La Tolerancia Tiene Dos Caras
La actual lucha de Occidente contra la homicida resistencia sunní global, y la amenaza de una teocracia con armas nucleares en Irán deja en claro que ya no es posible pasar por alto a la cultura de la intolerancia, odio y xenofobia que insufla al mundo islámico. El difícil trabajo de erradicar esas cosas tendrán que hacerlo líderes e intelectuales musulmanes honestos dispuestos a volver a trazar los pasos de sus tradiciones y hacer la pesada operación intelectual que exige la participación en el mundo moderno. Sin embargo, no les ayudará que los gobiernos occidentales continúen complaciendo la sensibilidad islámica mientras desvían la vista de la violenta intolerancia musulmana. No les ayudará que diplomáticos y funcionarios europeos que continúan ignorando el odio sancionado oficialmente y dirigido regularmente contra los judíos por los medios de comunicación controlados por gobiernos de Oriente Medio muestren al mismo tiempo conmiseración con los musulmanes ofendidos por unas caricaturas en los medios de comunicación libres de Occidente.
El respeto decente por las opiniones de los otros que exige la vida en sociedades modernas, tolerantes, no es una forma de relativismo. No será suficiente con decir, como lo dijo una vez Isaiah Berlin: "Yo creo en la bondad y tú crees en los campos de concentración", y dejémoslo ahí.
La prueba de esto está escrita en los hechos. En todo Estados Unidos hay mezquitas financiadas por los saudíes, que enseñan la versión particularmente intolerante del islam de ese país. En Arabia Saudí no hay ni iglesias ni sinagogas; es contra la ley. En Iraq, el viernes, la reducida comunidad de católicos caldeos se preparaban para más atentados terroristas que se han convertido en rutina; no hubo informes de ningún ataque contra musulmanes en ninguno de los países donde se han vuelto a publicar las caricaturas danesas. Los musulmanes en esos países pueden haber sido ofendidos, pero no temen por sus vidas. Ningún líder occidental reclama que Fernando e Isabel no expulsaron a los moros de España o que no hubo masacres durante las Cruzadas. Si lo hicieran, serían sacados a gritos del podio y ridiculizados. El presidente del teocrático Irán sostiene que no hubo Holocausto y la gente en el mundo musulmán lo aplaude.
Los medios de comunicación europeos pueden haberse comportado de manera provocativa esta semana, pero fue una provocación por la buena causa. Los gobiernos occidentales -siempre atentos a sus intereses comerciales- no están obligados a apoyar lo que ha hecho su prensa, pero no le hacen un favor a nadie pidiendo disculpas por ello.

4 de febrero de 2006

©los angeles times
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traducción mQh

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