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coyotes condenados por muerte de ilegales


[Ralph Blumenthal] Algunos de los coyotes podrían ser condenados 20 años o más y a la pena capital por la muerte por asfixia de 19 inmigrantes que fueron abandonados en un remolque.
Houston, Texas, Estados Unidos. Superando un punto muerto inicial, un jurado federal condenó aquí el miércoles a tres ciudadanos de Texas del Sur en un fracasado proyecto de transporte de ilegales que terminó con la vida de 19 de ellos encerrados en un remolque que se dirigía hacia el norte desde la frontera mexicana en 2003.
Hasta el momento 11 personas han sido condenadas en el desastre más mortífero del país en casos de tráfico de seres humanos. Catorce personas habían sido acusadas después de que un remolque, atiborrado con al menos 74 personas de México y América Central, fuera encontrado abandonado en una parada de autobuses en Victoria, Texas, el 14 de mayo de 2003, con 17 cadáveres dentro. Dos inmigrantes más murieron posteriormente.
El último juicio incluyó impresionantes relatos de los sobrevivientes, uno de los cuales, José Juan Roldán Castro, declaró de las tres horas y media que pasó en el remolque le parecieron "siglos". Describió haber perforado agujeros en el remolque en un desesperado intento por respirar.
Los tres acusados, Víctor Sánchez Rodríguez, 58, y su esposa, Emma Sapata Rodríguez, 59, de Brownsville, Texas, y su hermanastra Rosa María Serrata, 51, de San Benito, Texas, fueron declaradas culpanles de 35 de los 43 cargos, que iban de la alimentación, cobijo y transporte de las víctimas y sobrevivientes, y pueden ser condenados cada uno a hasta 20 años de cárcel. La juez Vanessa D. Gilmore dictará sentencia el 1 de mayo.
Los abogados de la defensa los retrataron como gente que ayudaba a los inmigrantes en su búsqueda "del sueño americano". Pero el gobierno dijo que al cobijar a los inmigrantes, los acusados compartían responsabilidad con los que dirigieron la operación de transporte ilegal y con el conductor del camión.
Tras la lectura de los veredictos, la jueza Gilmore envió al jurado de nueve hombres y tres mujeres a determinar si las casas de los acusados, que fueron usadas en el contrabando, debían o no ser confiscadas por el gobierno. Los jurados aplazaron la sesión en la tarde, sin haber alcanzado una decisión y deben continuar el jueves.
El martes parecía que el juicio que se prolongaba tres semanas se había estropeado. Los jurados dijeron que estaban en un punto muerto. La juez Gilmore les leyó una exhortación regular a seguir deliberando, y su siguiente nota, el miércoles en la mañana, anunció su acuerdo sobre los veredictos.
Debido a que el jurado halló que ninguno de los inmigrantes "murió como resultado de la conducta" de los tres acusados, la pena máxima era 20 años de cárcel en lugar de cadena perpetua.

La juez ha prohibido los comentarios fuera del tribunal debido a que el litigio continua, de modo que ninguno de los fiscales, abogados defensores o jurados hicieron declaraciones.
Pero basándose en el reglamento criminal federal y las instrucciones federales de sentencia, Douglas McNabb, director de McNabb Associates, un importante bufete de abogados de Houston, estimó probable que se dicten sentencias de ocho a diez años.
Los Rodríguez, y Serrata, todos ciudadanos estadounidenses, huyeron a México tras el incidente, pero fueron arrestados y retornados para el juicio.
Sus condenas se producen casi un año después de que el conductor del camión, Tyrone M. Williams, 35, de Schenectady, Nueva York, fuera encontrado culpable de cargos de contrabando en el mismo tribunal. Pero los jurados empataron por dudas en cuanto a su culpabilidad, y el gobierno está tratando de volver a juzgarlo por todos los cargos, incluyendo el de conspiración, que puede significar una sentencia de muerte.
El abogado de Williams ha hecho acusaciones de discriminación racial, alegando que él es el único acusado negro y el único que hace frente a la posibilidad de ser condenado a muerte. El gobierno alega que él era él único que pudo haber liberado a los desafortunados pasajeros.
Además de Williams, dos otros acusados fueron juzgados y condenados en el caso, incluyendo un hijo de Rodríguez, y cinco otros que se declararon culpables. Dos otros han sido absueltos, y un tercero se encuentra fugitivo.
Evidencias del caso muestran que el camión llevó su carga humana desde Harlingen, Texas, al otro lado del puesto de control de la Patrulla Fronteriza en Sarita, Texas, hacia Robstwon, al oeste de Corpus Christi. Pero los vehículos enviados para recogerlos fueron detenidos en el puesto de control y le dijeron a Williams que continuara un par de horas más hacia Houston.
Con los pasajeros gritando y haciendo agujeros en el remolque a medida que se acababa el aire dentro, Williams y Fatima Holloway, una mujer que iba con ellos, detuvieron el camión casi dos horas y media más tarde en Victoria, donde abrieron las puertas. Williams y Holloway, que se convirtieron en testigos de la acusación en un acuerdo de súplica, llevaron agua a los sobrevivientes y huyeron en un taxi.
Los Rodríguez y Serrata han sido acusados cada uno de 58 cargos, pero el 31 de enero, con el fin de los testimonios, la juez Gilmore desechó 38 de los cargos contra cada uno de los Rodríguez y 55 contra Serrata, por carecer de evidencias infundadas. De los restantes 20 cargos contra los Rodríguez, el señor Rodríguez fue condenado por 18, y su esposa, por 15. Serrata fue condenada por dos de los tres cargos restantes.
El fiscal que condujo aquí la acusación, Daniel C. Rodríguez, en el alegato final el viernes dijo que los Rodríguez no estaban "unidos como matrimonio" sino también "unidos para cometer crímenes" y, utilizando una palabra del coa para contrabandistas, llamó a los miembros del jurado "a enviar un mensaje a esos tres coyotes".
David Adler, abogado de Sánchez Rodríguez, calificó las muertes de "horrible, horrible tragedia", pero dijo que no hubo conspiración para llevar el camión más allá de Robstown, donde viven los inmigrantes que todavía viven.
Otros abogados de la defensa alegaron que sus clientes sólo alimentaron y dieron cobijo a los inmigrantes y que sus superiores debían ser responsabilizados de enviar el camión más allá de lo que se suponía. Gerald E. Bourque, abogado de la señora Rodríguez, describió a los acusados como "gente humilde" que hace frente a lo que llamó la torcida política de inmigración del gobierno.
Pero el fiscal, Rodríguez, mostró fotografías de las víctimas y dijo: "En este caso estos son la gente humilde".

Maureen Balleza y Wendy Grossman contribuyeron a este reportaje.

9 de febrero de 2006

©new york times
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traducción mQh

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relato de un sobreviviente
Yo estaba trabajando en una maquila en El Salvador que se llama Consul Tex. En esta maquila de ropa hicimos las camisas para los equipos de fútbol americano y básketbol del NFL y NBA.
No nos pagaron lo suficiente para vivir. Tengo dos hijas gemelas de cuatro años y otra hija más pequeña y no me alcanzaba con el salario que nos dieron para pagar casa y comida. Por ejemplo, un par de zapatos para mis hijas cuesta $20.00 en El Salvador y no duran más de uno o dos meses. Ahora tenemos que pagar la escuela, no solamente para la matriculación sino también para la luz y el agua de la escuela, más los útiles, los uniformes y todo. Muchos niños quedan sin escuela porque los padres no tienen lo suficiente para mandarlos. La compañía nos pagó $35 o $40 por semana-y supimos que las camisas se venden a $200 hasta $500 cada uno. Si nos habían pagado $60 por semana, hubiéramos podido vivir y mandar mis hijas a la escuela.

Los Mañosos
Cuando salimos de El Salvador los tres, mi hermano, mi hermana y yo, éramos alegres que veníamos hacia los Estados Unidos, y salimos en el autobús hacia la frontera de El Salvador y Guatemala. Trasbordamos el autobús hacia Esquintla y hacia Tecún Umán. Llegamos a las 2:30 de la mañana y cuando estábamos en Tecún Umán salimos hacia el Río Suchiate, la frontera de México y Guatemala. Cuando estábamos en el otro lado del río, salieron siete mañosos. Nos amarraron a los dos y violaron a nuestra hermana en frente de nuestros ojos. Reían cuando estaban haciendo el hecho y nos pegaban. Cuando se aburrieron se fueron y entonces nosotros no queríamos seguir hacia el destino que traíamos, pero hablamos los tres y decidimos seguir.
Empezamos a caminar y llegamos hacia Hidalgo y cuando llegamos, el tren venía saliendo. Nos trepamos y nos fuimos hacia Tapachula donde pasamos el resto del día. En la tarde estábamos en el puente esperando el tren. En eso estábamos cuando llegaron los mañosos otra vez y entonces mi hermano se corrió y yo agarré de la mano a mi hermana. Empezamos a correr y otro compañero se quedó. Lo agarraron y le pegaron y no se podía parar. Nos ajuntamos otra vez los tres hermanos y como a la una de la mañana venía el tren y corrimos y nos montamos al tren. No habíamos corrido ni cinco kilómetros cuando lo habían parado los mañosos al tren. Nos corrimos y se nos perdió a mi hermano. Venía un muchacho detrás de nosotros y no se había cruzado el cerco cuando le pegaron un balazo y nos gritaba que le ayudábamos. No podía ayudarlo porque traía a mi hermana.
Entonces empezamos a caminar hacia Huistla, y estando ahí caminamos por toda la línea del tren. Llegando al retén la Arrozera estaban los mañosos. Cuando los vi empecé a caminar para atrás. Llegamos a Huistla. Le pregunté a un señor cómo podríamos seguir y me dijo que rodeara. Empezamos a caminar por los cañales. Cuando llegamos a otro pueblo, fuimos a una casa donde estaba una señora y nos dijo que no cuando le pedimos agua, y dijo que suficiente ya con lo que le habían hecho. Dijo que nos fuéramos, si no, iba a llamar a la Migración.
Veníamos caminando y agarramos el tren y ahí estaba la Migra. En el tren íbamos como 300 personas y agarraron más de la mitad y entonces ya iba el tren y como pudimos nos montamos. Cuando bajamos, ahí estaba el retén y lo rodeamos. Caminamos cinco horas, lo agarramos otra vez y seguimos hasta Tonelá y ahí estuvimos dos días.
Nos montamos al otro tren y ahí nos salieron los mañosos y me robaron y nos dejaron desnudos. En solo mi ropa interior dejé a mi hermana en unos árboles y como pude fui a una casa a pedir ayuda y la señora no me creía y fue por mi hermana y la trajo a su casa y nos ayudaron. Luego agarramos el tren hasta Tierra Blanca. En Tierra Blanca nos siguieron los mañosos. Mi hermana se metió en una casa y a mí me pegaron y le decían que saliera, si no, me iban a matar. Pero yo le decía que no saliera y entonces se fueron. No me podía parar porque me habían pegado duro. Pero salió la señora y me ayudó y me llevó a la casa y me dio comida. Ahí estuvimos cuatro días hasta que pude caminar. Después salimos a agarrar el tren que iba hasta Orisaba y ahí me persiguieron por quitarme a mi hermana y corrimos hasta que llegamos a un albergue y nos abrieron. Ahí estuvimos ocho días.
Después salimos a agarrar el tren y cuando bajamos llegamos donde una señora y nos dio comida, pero llamó a la Migración. Cuando vimos la patrulla nos corrimos y en eso venía el tren y nos montamos. Seguimos nuestro camino hasta Monterrey y luego nos fuimos hasta Nuevo Laredo y ahí nos ayudaron. Le busqué trabajo a mi hermana allá en Nuevo Laredo y arranqué camino a este lado, nadando el Río Bravo.

Entramos en el Trailer Fatal
Encontré a otro salvadoreño en Laredo, Texas, e íbamos caminando. Un señor nos preguntó sí teníamos alguien quien nos pudiera ayudar en Houston y le dijimos que si. El se puso de acuerdo que a los dos días nos llevaba en una van. No supimos la manera en que nos iban a traer para Houston.
Cuando nos montó en la van nos dijo que nos tiráramos al suelo y caminamos y cuando llegamos donde un trailer nos dijo que nos subiéramos y nos subimos corriendo. Al rato empezó a subir más gentes y se llenó el furgón y después cerraron el contenedor. Empezó el trailer a caminar. Al principio estaba fresco pero al rato de ir en camino empezó a calentar el trailer. Pronto ya no había aire, nos fuimos debilitando, con un sudor inmenso. Las mujeres empezaron a agitar, a correr, a gritar y a intentar abrir el trailer. Un niño empezó a llorar mucho. Nadie podría abrir la puerta. Trataron de llamar por un celular, pero no podían comunicar con nadie. Entonces dos hombres agarraron y dijeron que si no se callaban iban a matar al niño.
La gente empezó un solo desorden y empezaron a caer al suelo, desesperados todos por salir y se agruparon en la puerta uno arriba del otro y así fue que murieron más personas porque los que ya estaban en el suelo los pateaban. Por eso fue más grande el número de muertos. Unos murieron de un paro cardiaco y otros asfixiados.
Nosotros quedamos atrás en el trailer. Me desmayé después de este calor, sin tomar agua, sin comer, sin aire pura. No nos dimos cuenta cuando paró el trailer. Cuando me desperté, ya estaba abriendo el trailer. Cuando abrió, cayeron varios al suelo, ya muertos. Entonces el motorista despegó el cabezal y se fue. Después empezó la gente a tirarse y caían acostados, todos mareados.
El otro salvadoreño y yo nos despertamos un poco en el aire fresco. No éramos los primeros en salir, porque algunos no desmayaron. Empezamos a caminar, y al momento de ir caminando, volvimos en sí y nos tiramos al monte porque andaban helicópteros de la Migra y patrullas. Después de eso pasó un señor y nos dio un ride. Le explicamos por señas lo que había pasado. Él había visto al trailer, con los cadáveres cayendo al suelo. Nos llevó a su casa y nos dio comida y donde bañarnos. Así nos pudimos salvar. El señor no hablaba español, pero había otro amigo en su casa que si hablaba español y él nos dijo de tanto que estaba saliendo en las noticias sobre el trailer y los migrantes que habían muerto. Vimos las noticias. Ahí pasamos dos días en su casa y después nos mostraron más o menos con croquis como llegar a Houston.
Agarramos camino en el lado de la carretera de noche, entrando más adentro en el monte cuando llegó un vehículo. Caminamos seis horas. Pasó primero un camión y no nos quiso parar, luego un trailer que no nos quisieron traer. Luego otro trailer con camarotes adentro nos dio ride hasta la entrada de Houston. Ahí nos quedamos y pasamos el día escondidos en algunos árboles. Vimos la policia y tuvimos miedo.
Cuando oscureció, empezamos a caminar otra vez. Veníamos caminando adentro de Houston, donde dormimos en una construcción de una casa. En la madrugada llegaron los trabajadores que incluyeron bastantes mexicanos. Les preguntamos si no nos podrían conseguir trabajo. Dijeron, "Somos migrantes también, solo esperar al patrón a preguntar. No podemos decir". Les preguntamos donde podríamos hablar por teléfono (para hacer una llamada a los parientes de mi compañero en Houston). Nos mandaron a una tienda a varias cuadras para comprar una tarjeta.
Compramos la tarjeta, pero no pudimos hablar. No supimos las claves. Regresamos y vimos a un muchacho esperando el autobús. Le pedimos ayuda si él nos podría marcar el teléfono. Se veía desconfiado, pero marcó el número y tampoco le salió y nos prestó su celular. Desgraciadamente, el tío del otro salvadoreño dijo que no nos podía ayudar, porque en su familia en El Salvador había pasado otra tragedia y él tuvo que mandar todo su dinero hasta allá para un funeral. Preguntamos al señor del teléfono si él nos podía ayudar. "Permíteme pensar y preguntar a mi compañera de vida," dijo. El llamó a su esposa y ella dijo que sí. Luego llegó su suegra por nosotros y nos llevó a su casa y nos dieron comida, donde bañarnos y ropa limpia porque estábamos bien sucios. Les preguntamos si no sabían de una iglesia que nos podía ayudar. Sí, dijeron, y nos llevaron a Casa Juan Diego y nos recibieron. Pasamos algunos dos días en Casa Juan Diego hasta ir con mi familia en otra ciudad. Esta era la quinta casa de hospitalidad manejada por católicos en donde nos quedamos en nuestro viaje en momentos de desesperación.
Casi no puedo creer que estoy vivo. No quiero que pasara nada a otros de lo que nos pasó a nosotros. Vine para trabajar, para sacar adelante a mi familia. Todavía no se nada de mi hermano que se perdió, aunque he hablado con mi familia en El Salvador. Ya sabía antes de venir que la pasada a los Estados Unidos era muy dura, pero nunca había visto cosas así. Si yo hubiera sabido, en ningún momento hubiera permitido que viniera mi hermana. Ahora voy adelante para tratar de trabajar y ayudar a mi familia en El Salvador.

©Trabajador Católico de Houston, Vol. XXIII, No. 4, julio-agosto 2003.

©casa juan diego

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