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miseria en las fronteras de iraq


[Ann Scott Tyson] El éxito en el control de las fronteras destruye economías de aldeas fronterizas.
Om Al-Kabarl, Iraq. En esta aldea antes próspera en la frontera de Iraq con Siria, se están muriendo los últimos burros que quedan.
Las madres se quejan de que no tienen zapatos para sus hijos y que sólo les pueden servir sopa. Los hombres matan el tiempo jugando a las damas y lamentando la noche que los helicópteros de combate americanos sobrevolaron el cielo de la aldea, presagiando el fin de su modo de vida.
"Podíamos eludir casi todo, pero no los helicópteros", suspiró Mahmood Ahmed, 29, que, junto con la mayoría de los hombres del pueblo de 400 habitantes, admitió que era un contrabandista. "Ahora tenemos pesadillas con ellos".
Con sus ingresos reducidos, los contrabandistas ya no pueden comprar alimento para los cientos de burros que utilizaban para transportar barriles de 30 galones de benceno, cartones de cigarrillos y otras mercaderías hacia Siria.
"No hay pasto, ni dinero para alimentarlos. Así que se murieron todos", dice Yassin Ali, 39, señalando a un sucio, esquelético burro que está tendido inmóvil.
El dramático vuelco de fortuna de las aldeas a lo largo de la frontera es un indicio de que el aumento de las tropas estadounidenses e iraquíes en la región en los últimos meses ha reducido agudamente el comercio ilegal en la frontera, dicen oficiales estadounidenses e iraquíes y residentes.
Los comandantes estadounidenses lanzaron el año pasado un plan para controlar mejor las fronteras de Iraq y frenar el flujo de combatientes extranjeros, y de las armas y dinero que se enviaban a la resistencia iraquí. Desde el verano pasado se han enviado varios miles de soldados estadounidenses e iraquíes adicionales a regiones cerca de Siria para reforzar el creciente contingente de guardias fronterizos iraquíes. Se han construido y rehabilitado y equipados decenas de fuertes, y hay planes para levantar este año una alambrada doble de tela metálica a lo largo de la frontera, de acuerdo a funcionarios estadounidenses e iraquíes.
"Es mucho más que apenas la línea en la arena que hay ahora", dijo el teniente coronel Gregory Reilly, de Sacramento, California, comandante de un escuadrón de la caballería estadounidense que vigila unos 185 kilómetros de la frontera noroccidental de Iraq con Siria, desde el Río Tigris hasta el Eúfrates. "No es un frontera completamente abierta, de ninguna manera. Es una frontera muy difícil de cruzar".
La policía fronteriza siria está también patrullando agresivamente a su lado, dijo Reilly, en contraste con declaraciones oficiales de Washington acusando a Damasco de no ejercer control. "En realidad, los sirios están haciendo su trabajo. Son más violentos que nosotros. Si ven a alguien, empiezan a disparar de inmediato", dijo Reilly mientras caminaba junto a una berma de tierra, a la vista de varios guardias sirios hace unas semanas. Agentes iraquíes dijeron que los guardias sirios habían disparado hace poco contra la policía fronteriza iraquí, lo que produjo algunas escaramuzas.
Se han reforzado los controles en los puestos de control fronterizos oficiales. En la ciudad de Rabiyah, un camión de carga de diez ruedas pasó retumbando frente a la recién construida comisaría de la aduana en camino al puesto de control sirio marcado por un enorme retrato del difunto presidente de Siria, Hafez Assad. Hace algunos meses, los puertos de entrada iraquí aquí estaban eran un caos, dijeron oficiales estadounidenses e iraquíes. No se distinguía entre tráfico saliente y entrante. Los guardias iraquíes tenían sólo cinco rifles, nada de municiones, y "no sabían distinguir entre un pasaporte real y uno falsificado", dijo el coronel Fadel Shaaban Abas, comandante de la policía aduanera iraquí en Rabiyah.
"Era un completo caos. No tenían ni idea de quién entraba o salía", dijo Reilly, comandante del Primer Escuadrón del Regimiento de Caballería Blindada Nº3, que este mes terminará un período de un año. A fines de mayo un coche-bomba suicida obligó a cerrar el puerto de entrada durante dos semanas.
Hoy cruzan diariamente la frontera hasta cinco mil personas, la mayoría a pie, y unos 300 vehículos, a través de vías divididas. Los ingresos aduaneros se han casi triplicado. Los 120 policías aduaneros iraquíes van armados con rifles de asalto AK-47 o pistolas y son respaldados por un nuevo batallón de policía de 260 agentes, que llegaron en diciembre, dijo Abas. Hace poco llegó un equipo de agentes de policía adiestrados para detectar pasaportes falsos, y ahora se detectan unos tres o cuatro al día, dijo el sargento de segunda clase Robert Lowery, de Naples, Florida.
Los combatientes extranjeros -tanto iraquíes que han dejado el país y algunos extranjeros- todavía logran introducirse en Iraq, pero no simplemente cruzando la frontera a hurtadillas, dicen oficiales norteamericanos.
"Es un mito que los combatientes extranjeros cruzan una frontera porosa", dijo el mayor Chris Kennedy, agente ejecutivo del Regimiento de Caballería Blindada Nº3. En lugar de eso, muchos de los combatientes que llegan pueden simplemente volar a Bagdad usando pasaportes iraquíes válidos hechos de "cajas y cajas" de pasaportes blancos sacados de Iraq durante el régimen de Saddam Hussein, dijeron Kennedy y otros agentes norteamericanos. Ahora hay iraquíes asignados en los puestos fronterizos que han sido adiestrados para detectar acentos extranjero, aunque muchos de los rebeldes que entran son iraquíes, dijo.
Pero mientras los oficiales estadounidenses se preocupan menos de los combatientes extranjeros que tratan de colarse a través de los pueblos fronterizos, sí expresaron su preocupación de que el severo impacto económico que implica el cierre de las rutas de contrabando pueda crear un nuevo semillero de insurgentes en Iraq.
"El temor más grande es que ingrese un financista y forme una célula" en aldeas pobres en la frontera, dijo Reilly, que calcula que en las aldeas predominantemente sunníes del tramo de frontera que controla viven unas cien mil personas.
En Om al-Kabari, Mahmood Ali, padre de seis hijos, dijo que consideraba el contrabando como una de las pocas alternativas legítimas de ganarse la vida en la aldea, donde la sequía ha reducido la agricultura en los últimos años.
"Es más honorable que robar o ser un Ali Baba o un rebelde -arriesgas la vida... para llevar comida a casa", dijo Ali, sentado en el suelo en un círculo bebiendo té con otros hombres de la aldea.
El contrabando, aunque ha sido siempre una ocupación loca, se incrementó con el embargo económico impuesto a Iraq en los años noventa y luego escaló rápidamente cuando se desplomó el control fronterizo tras el derrocamiento del presidente Saddam Hussein en abril de 2003, dijeron los aldeanos. Los contrabandistas obtenían préstamos en el mercado local de corderos y de distribuidores comerciales de la ciudad de Mosul, a unos 160 kilómetros al este. Usaban el dinero para comprar benceno o cartones de cigarrillos, los cargaban en sus burros y cruzaban la frontera en la noche en equipos de tres o cuatro hombres.
Era un negocio arriesgado, dijo Ahmed, que fue una vez capturado por tropas sirias, golpeado y detenido durante nueve meses en una hacinada cárcel siria. Dijo que desde 2003 cinco hombres de la aldea habían sido asesinados por tropas sirias. "La mayoría de las veces los sirios no te detienen, simplemente te disparan", dijo. "Y no son tiros de advertencia".
Sin embargo, era el trabajo más lucrativo de los alrededores. Si lograban alcanzar a sus compradores en Siria, los equipos de contrabandistas podían ganar unos 27 dólares al mes, un ingreso promedio para los iraquíes de la región.
Pero en la primavera pasada, la llegada de los helicópteros de combate Kiowa estadounidenses, respaldados por tropas de tierra norteamericanas e iraquíes, terminó con la juerga del contrabando.
"Fue mi día negro", dijo Yassin Ali, el primero de los aldeanos en ser capturado por soldados americanos. "Una noche que nos estábamos desplazando y no oíamos nada, de repente encendieron todos sus focos". Los contrabandistas se paralizaron, pero después de un minuto los focos volvieron a apagarse y ellos trataron de escapar, pensando que el helicóptero se había marchado y la tripulación ya no podía verles. "Pero nos veían, y desde lejos, y nos cayeron encima", dijo Ali. "Entonces llegaron los todoterrenos".
Junto a la aldea, hay un fuerte fronterizo iraquí ahora dotado con 24 agentes de la policía iraquí que viven ahí y trabajan en turnos. Es uno de los 56 fuertes con 2700 policías fronterizos ahora en operación a lo largo de la frontera noroccidental en conjunto con tropas estadounidenses e iraquíes. Equipada con jeeps nuevos, camiones, ametralladoras montadas, binoculares y gafas infrarrojas, la policía patrulla ahora la frontera 24 horas al día.
"Antes no había control... de ningún tipo, y ellos podían cruzar la frontera a cualquier hora del día o de la noche", dijo el teniente primero Abrahim Assaf Khuder, comandante de compañía de policía. "Son los helicópteros los que redujeron a los contrabandistas", dijo.
Los contrabandistas admiten que ellos ocasionalmente todavía tratan de cruzar la frontera, agregando que se alegran de que los helicópteros norteamericanos no los ataquen. A diferencia de lo que hacían en el pasado, dicen, ahora no llevan armas.
"¿Qué podemos hacer? No tenemos trabajo, no tenemos benceno, ni ropas para nuestras familias y los helicópteros están arriba todo el tiempo. Ni siquiera podemos comprar zapatos para nuestros hijos", dijo Mahmood Ali, mostrando los pies descalzos de su hijo de seis.
Las raciones mensuales de cereales del gobierno -unos 9 kilos por persona- llegan sólo cada cuatro meses, dijo.
"Estos pueblos tienen muchas necesidades", dijo Reilly, que ha intentado aliviar los perjuicios de la represión del contrabando enviando palés de comida y agua a las aldeas y supervisando dos proyectos de excavación de pozos. Reilly también propuso crear una zona de libre comercio a lo largo de la frontera. En una reunión reciente con los aldeanos, le pidieron permiso para cruzar la frontera una vez a la semana.
"Lo tiene que aprobar Siria", les dijo Reilly.
"Inshalla h", dijeron. Si Dios quiere.

11 de febrero de 2006

©washington post
©traducción mQh

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