Blogia
mQh

chiíes y sunníes contra policías


[[Jonathan Finer] Chiíes y sunníes se unen a medida que la guerra destruye refugio de Bagdad.
Bagdad, Iraq. Para generaciones de sus residentes, el cerrado vecindario conocido como Tobji era uno de los raros oasis de esta ciudad. La gente discutía afablemente en las terrazas de los cafés que abrían hasta cerca de medianoche. Chiíes y sunníes se casaban entre sí y vivían lado a lado.
Hasta hace poco, la policía y el ejército iraquíes, con suficientes problemas en otros lugares de que preocuparse, rara vez se aparecían por aquí.
Era un vecindario, dicen los vecinos, que vivía a la altura de su nombre formal, Salam, que significa paz. Pero en la volátil Bagdad, el hogar de más de cinco millones de habitantes, incluso las zonas estables están apenas a unas pocas balas perdidas del caos. Bastaron dos escasos meses para que el conflicto confesional que aflige a otras zonas de la capital se introdujera en Tobji.
Comenzó, dicen los vecinos, un día de noviembre cuando unos hombres armados mataron a Majid Abdul Hussein, un predicador local y miembro de una poderosa milicia chií. Días después, un antiguo miembro del Partido Baaz de Saddam Hussein, preponderantemente sunní, fue asesinado a tiros en plena luz del día. Antes de que los vecinos se dieran cuenta, dicen, su comunidad se había convertido en otra más de las fracturadas comunidades de la ciudad, un lugar casi silencioso después de la puesta de sol, excepto por el crepitar de las armas de fuego.
Luego, el 23 de enero, unos hombres con uniforme de camuflaje detuvieron a 53 vecinos de Tobji, casi todos sunníes, durante allanamientos nocturnos. Mataron a dos de ellos. A excepción de dos viejos que fueron liberados días después, no se ha vuelto a saber nada de ninguno de los detenidos.
Los vecinos dicen que los uniformes que llevaban los hombres y los vehículos que conducían los identificaban como comandos policiales del ministerio del Interior, cuyas filas están dominadas por antiguos miembros de milicias chiíes. Desde que la mayoría chií de Iraq ganara por primera vez poder político en las elecciones hace un año, se hacen allanamientos como este en Tobji en otros vecindarios de Bagdad y otras ciudades iraquíes. Atacan siempre a hombres sunníes, y los testigos dicen siempre que los secuestradores son policías.
Funcionarios iraquíes sin embargo han negado cualquier participación del gobierno en los allanamientos, culpando a grupos que tendrían la intención de desestabilizar el país.
"Ocurre demasiado a menudo que hay gente que se hace pasar por fuerzas del gobierno", dijo Hussein Taha, gobernador de Bagdad, que supervisa la fuerza de policía de la provincia. "Cuando los terroristas se sienten perseguidos en un área, se trasladan a otra y realizan sus acciones al azar, incluso si afecta a civiles. Eso es lo que pasó en en Tobji".
Cuando se le preguntó cuando residentes de Tobji habían muerto violentamente en los últimos meses, Mariam Nouri, 27, cuya familia llegó al vecindario hace más de 50 años, recitó todos sus nombres.
"Mataron a Hussein, a Firas, Abbas, Ossama, Uday", dijo Nouri, una sunní cuyo hermano, padre y tío fueron sacados de su casa durante el último allanamiento. Casi sin pararse a respirar, recitó de memoria otros 11 muertos. "Deben ser unos quince", dijo. "Hay algunos que he olvidado".
Los líderes sunníes han respondido a los allanamientos en Tobji, al noroeste del centro y en otros barrios de Bagdad, llamando a los residentes a defenderse a sí mismos. Adnan Dulaimi, un prominente político sunní, prometió más hostilidades a menos que el próximo gobierno quite a las milicias chiíes el control de la policía. El Frente del Acuerdo Iraquí, el grupo político sunní dominante de Iraq, amenazó el miércoles con una "desobediencia civil a escala nacional" a menos que se detuviera lo que llamó "allanamientos arbitrarios".
Observadores en la capital dicen que el destructivo ciclo de allanamientos, delaciones y ataques por venganza representan los primeros pasos tentativos hacia un conflicto confesional de mayor escala, como un virus que se extiende de comunidad en comunidad.
"Empezó en Iskan, luego en Sadiya y Ghazaliya", dijo Abbas Lafta, 35, un vecino chií de Tobji, mencionando enclaves bagdadíes antes tranquilos que han ido cayendo como piezas de dominó hacia su vecindario en el curso del año pasado. "La gente acostumbraba a venirse aquí huyendo de esos lugares. Ahora nosotros somos como ellos".
Limitado por un paso elevado sobre una autopista y un parque con una escuálida cancha de fútbol de tierra, Tobji debe su nombre a la apretada calle comercial con las aceras llenas de puestos de vendedores que divide en dos al vecindario. Docenas de corderos pastan en el bandejón cubierto de hierba, mientras el tráfico ruge cerca de un mercado abierto.
Hace poco un día de semana las calles secundarias que salen de la arteria principal fueron bloqueadas con barreras de concreto, y soldados iraquíes levantaron un puesto de control en la esquina de una ajetreada calle. Un segundo puesto de control fue instalado en el extremo sur, controlado enteramente por civiles, que miraban intensamente los coches a medida que salían. No siempre ha sido así.
"Es como si alguien hubiese visto que este era un lugar tranquilo y decidió provocar incidentes’, dijo Muthana Mahmoud, 43, que ha vivido en Tobji toda su vida.
Juliet Hadad, 41, madre de seis hijos, dijo: "Antes, cuando llevábamos vidas normales, no se sentía aquí ninguna tensión. Ahora estamos asustados, no solamente por los sunníes, sino por nuestra gente también. No dejo salir a mis niños. Ahora no los dejo salir a ninguna parte".
Cuando el conflicto empezó a escalar el año pasado, ocho personas fueron asesinadas en el período de dos semanas que siguió a las elecciones del 15 de diciembre. Pero fue el allanamiento del 23 de enero, dicen vecinos sunníes y chiíes, el que provocó la mayor tensión confesional.
Los residentes dicen que empezó justo después de las cuatro de la mañana cuando unas 20 furgonetas y camiones sin matrícula, parecidas a las que utilizan los comandos de la policía iraquí, entraron retumbando al vecindario con un contingente de casi 200 hombres armados.
Durante las siguientes tres horas, los pistoleros, muchos de ellos vestidos con uniformes de camuflaje amarillo-gris, irrumpieron en casas de sunníes, a veces saltando de tejado en tejado, deteniendo a los hombres y aterrorizando a sus familias. Les quitaron sus celulares y cortaron los cables de los teléfonos fijos para que los vecinos no pudiesen llamar pidiendo ayuda.
"Tenían barbas y su dialecto sonaba como si fueran del sur", dijo Mahmoud, que dijo que tres hombres habían saltado sobres su tejado desde la ventana del vecino. Cuando su hermano respondió la puerta, uno de los hombres le preguntó: "¿Eres Abu Abbas?"
"No", dijo su hermano. "No sé quién puede ser".
"Le vendaron los ojos y lo sacaron fuera", dijo Mahmoud. "Luego volvieron a por mí. Me llevaron hasta el tejado y me colocaron al borde del edificio. Sólo me soltaron cuando subió mi madre, gritando".
Nouri pensó que su familia estaría segura, incluso aunque son sunníes, porque su padre y su tío trabajan en unidades policiales del ministerio del Interior. Pero incluso aunque mostraron a los pistoleros sus tarjetas de identidad, fueron detenidos.
"Cuándo mi hermana preguntó: ‘¿Por qué se los llevan si trabajan con ustedes?’, ellos le apuntaron con sus hermanos y la golpearon en la cabeza", dijo Nouri. "Yo los estaba maldiciendo y diciéndoles: ‘Dios me defenderá’".
Más abajo en la calle, dos hombres que trataron de defender sus casas fueron asesinados. Cuando los pistoleros agarraran a la esposa de Bilal Ali Ghazal por el pelo y la arrastraron hacia un coche, él cogió un rifle y subió al tejado disparando, tratando de pedir ayuda. Uno de los pistoleros le disparó al estómago, desde la calle.
Antes de morir en una lluvia de balas, Ismael Egaidi mató a uno de los pistoleros que entró a su casa, contaron vecinos.
Desesperados por saber qué pasó con los 51 hombres que fueron detenidos pero nunca dejados en libertad, los vecinos de Tobji dicen que han hecho visitas diarias al ministerio de Interior en Bagdad sólo para que les digan que no tienen información. Cuando se corrió la voz de que en el barrio de Rustamiyah se habían encontrado siete cadáveres agujereados de balas, los familiares de los detenidos en Tobji corrieron a la morgue a buscar caras familiares. No encontraron ninguna.
Los residentes dicen que la negación del gobierno de que la policía no participó en ese allanamiento no coincide con lo que vieron esa noche. Los asaltantes conducían por Bagdad en un largo convoy de furgonetas que los vecinos reconocieron como los que usaba la policía desde fines de los años noventa. Llevaban uniformes de camuflaje y pistolas Glock, las mismas que usan los agentes de policía.
"Explíqueme cómo pueden ser otra cosa que fuerzas de seguridad iraquíes", dijo Muhammed Majid, un vecino de Tobji. Pero incluso Majid reconoció que no estaba seguro de quiénes eran los responsables.

Ciudadanos Armados
Sin tener a quien recurrir, los vecinos de Tobji intentan parar la escalada de violencia apoyándose mutuamente. En las últimas semanas tanto sunníes como chiíes han contribuido con hombres a una fuerza de ochenta ciudadanos del vecindario que patrullan las calles junto al ejército iraquí, instalando puestos de control y comunicando a los soldados la presencia de desconocidos sospechosos.
Los vecinos han empezado a recolectar dinero para pagar un pequeño salario a los voluntarios, que se llaman a sí mismos "los guardianes".
Cuando salieron por primera vez a la calle en diciembre, fueron detenidos y la policía iraquí les confiscó las armas porque no tenían permiso para portarlas. Pero después del allanamiento de enero, pidieron, y les dieron, chapas del ministerio del Interior que les autoriza a llevar rifles.
"Algunos de ellos eran militares antes, pero ahora todos saben usar armas", dijo Lafta, el vecino de 35, que ayuda a supervisar el proyecto. "Las cosas se han calmado desde que empezaron a patrullar".
Pero muchos vecinos insisten en que el vecindario no volverá nunca a ser lo mismo.
"Los políticos dicen: ‘Defiéndanse’, pero ¿cómo nos vamos a defender de un ejército armado con ametralladoras y vehículos?", dice Mahmoud. "Los que se defendieron están muertos ahora".
Los residente dicen que el influjo de gente que viene huyendo de otros barrios desde 2003 ha hecho subir firmemente los alquileres de los apartamentos.
Pero ahora los vecinos de Tobji se están marchando.
"Nunca volveremos a tener lo que teníamos", dijo Lafta. "El número de detenidos es tan grande, y sus familiares están tan indignados, que no descansarán nunca. Siempre llevarán el odio en sus corazones. Tratarán de vengarse. Conozco a chiíes que ya han recibido cartas con amenazas. Si me llega una a mí, me iré".

Omar Fekeiki contribuyó a este reportaje.

11 de febrero de 2006

©washington post


©traducción mQh

rss

0 comentarios