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no hay una tercera vía en oriente medio


[Shibley Telhami] En nuevas democracias en Oriente Medio, si se celebran elecciones las ganan los fundamentalistas. ¿Hay que seguir insistiendo en democratizar a toda marcha esas sociedades?
La realidad que muestra la victoria de Hamas en las elecciones palestinas es esta: Si se realizaran hoy elecciones completamente libres en el resto del mundo árabe, los partidos islamitas ganarían en la mayoría de los países. A pesar de intensos proyectos internacionales de apoyo a la "sociedad civil" y a organizaciones no-gubernamentales, las elecciones de aquí a cinco años probablemente tendrían los mismos resultados. La idea, popular en Washington en los últimos años, de que los programas y proyectos estadounidenses pueden ayudar a construir una tercera alternativa tanto para los gobiernos actuales como para los islamitas es simplemente una ilusión.
En la política árabe hay principalmente dos grupos de poder organizados: las organizaciones islámicas, que derivan su apoyo de un desencantado público que es movilizado por las mezquitas, y las elites gobernantes. Seguro, hay muchas otras organizaciones, a veces incluso algunas cuyas aspiraciones coinciden con las de grandes segmentos de la opinión pública, pero sus posibilidades seguirán siendo reducidas. Esto lo hemos atribuido a gobiernos injustos que obligan siempre a elegir entre ellos, por un lado, y los islamitas, por otro.
Pero esto es habitualmente un resultado político normal, incluso en las democracias maduras. La mayoría de la gente en el mundo tendría dificultades en interpretar el sistema político estadounidense como un sistema multipartidista. Incluso en muchos sistemas multipartidistas parlamentarios, la política es fundamentalmente una competencia entre dos partidos dominantes, haciendo extremadamente difícil que surja una tercera vía. Es una muestra extraordinaria de fe creer que podemos lograr un resultado diferente en Oriente Medio.
No es que la democracia no sea posible en el mundo árabe. De hecho, lo notable de las elecciones palestinas es que fueron libres y muy disputadas en circunstancias difíciles. Más del 20 por ciento de los candidatos, incluyendo a los de Hamas, fueron mujeres. Las elites gobernantes aceptaron la derrota y se hicieron a un lado. En el limitado éxito parlamentario en Egipto, los candidatos del gobierno perdieron en la mayoría de los distritos disputados por los candidatos de la Hermandad Musulmana -y los resultados se mantuvieron.
Pero en este histórico momento, los islamitas siguen siendo la más organizada alternativa a los gobiernos, una situación que es poco probable que vaya a cambiar dentro de poco. Y los gobiernos actuales no son populares: Un sondeo realizado en octubre por Zogby International (en Egipto, Arabia Saudí, Marruecos, Jordania, el Líbano y los Emiratos Árabes Unidos) preguntó a los árabes a qué presidentes del mundo admiraban más (fuera de sus propios países). El único presidente que obtuvo dos dígitos fue el presidente francés, Jacques Chirac (por lo que se interpreta como desafío a Estados Unido en cuanto a Iraq). Ningún gobernante árabe actual recibió más del 2 por ciento. Una mayoría de los árabes piensan que los clérigos tienen un papel de "muy poca importancia" en la política árabe. Hay un vacío de dirección que en unas elecciones completamente libres costarían gobiernos, inevitablemente.
Esto deja a la política exterior estadounidense con opciones limitadas. En Oriente Medio una democracia electoral plena conduciría inevitablemente al predominio de grupos islámicos, debiendo Estados Unidos sea continuar su enfoque de enfrentamiento, con altos y peligrosos costes para los dos lados, o encontrar un modo de hacerlos participar -algo que todavía debe ser considerado cabalmente. Dado este panorama, el escepticismo sobre los verdaderos objetivos de estos grupos deben ser balanceado por la apertura a la posibilidad de que, una vez en el poder, sus objetivos pueden diferir de los que tenían como grupos de oposición. Este exige una aceptación parcial, paciencia, y la disponibilidad a otorgar a esos nuevos gobiernos espacio y tiempo para probar sus objetivos en la realidad. De hecho, Hamas podría proporcionar un lugar de prueba de si una participación cuidadosa conduce a la moderación.
Si no estamos dispuestos a aceptar, queda una sola alternativa: repensar la política de una democracia electoral acelerada y concentrarnos en un enfoque más reforzado de reformas institucionales y económicas de las gobiernos existentes. No hay un tercer partido realista que sea probable que surja dentro de poco.
Cualquiera sea el mensaje de la política exterior estadounidense sobre la democracia, en Oriente Medio no ha sido clara. La mayoría de los gobiernos árabes ven el fomento americano de la democracia como dirigido principalmente contra ellos para que cooperen en asuntos estratégicos (como Iraq, la guerra contra el terrorismo y el problema palestino-israelí) y en desviar la atención sobre la ausencia de armas de destrucción masiva en Iraq. La mayoría de los árabes encuestados en nuestro sondeo no cree que Estados Unidos sea serio sobre la búsqueda de la democracia y que Oriente Medio es todavía menos democrático que antes de la guerra de Iraq.
El énfasis en la democracia y en Estados Unidos como un agente clave impulsándola, ha sido una distracción de otros retos centrales. La única variable demográfica más significativa relacionada con sentimientos anti-norteamericanos en el mundo árabe es el ingreso. En Gaza, donde el desempleo es de casi un 50 por ciento, el ingreso per cápita es la mitad de lo que era a fines de los años noventa. El ingreso está relacionado con la calidad de la educación. En Egipto, el hogar de un cuarto de los árabes, la Universidad del Craibo, la más importante universidad árabe, ocupa el lugar 28 -en África. Las violaciones de los derechos humanos siguen siendo extendidas en la región, donde nuestro problemático trato de los prisioneros ha dañado significativamente nuestra capacidad de dar sermones a otros. Esfuerzos concertados en esas áreas de desarrollo económico, educativo y judicial, con una fuerte política de derechos humanos, pueden tener una posibilidad mucho más grande de marcar una diferencia.
A pesar de todos sus problemas, Estados Unidos sigue siendo el país individual más poderoso, todavía lo suficiente como para volver a barajar el naipe en Oriente Medio. Pero nunca será lo suficientemente fuerte como para determinar cómo saldrán las cartas.

17 de febrero de 2006

©washington post
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traducción mQh

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