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paraíso de traficantes en reservas indias


[Sarah Kershaw] Enraizada desconfianza de gobierno y policía federales favorece las operaciones en territorios indios de bandas de narcotraficantes y contrabandistas.
Reserva Mohicana de St. Regis, Nueva York, Estados Unidos. Había eludido a las autoridades durante años. Los testigos en su contra habían desaparecido misteriosamente. El año pasado alguien hizo disparos desde su casa fuertemente protegida cuando la policía trató de acercarse.
El hombre, John V. Oakes, así como un número creciente de traficantes de drogas indios en todo el país, se veía a sí mismo como un ‘intocable’, como lo dijo un detective, protegido por guardaespaldas armados y el código de silencio que rige en la reserva.
Después de ser finalmente arrestado en mayo pasado, Oakes le dijo a su esposa separada, hablando por teléfono desde la cárcel: "No puedo creer que me hayan hecho esto", según Derek Champagne, el fiscal de distrito del condado de Franklin que escuchó la conversación interceptada. "A mí no me pueden hacer eso. Estoy en la reserva y hago lo que quiero".
Los detectives describieron a Oates como un agresivo traficante que se especializaba en robar drogas y dinero a un grupo cada vez más numeroso de prósperos delincuentes que, como Oakes, han construido espaciosas mansiones en medio de las destartaladas caravanas de esta reserva a horcajadas en la frontera canadiense.
Agentes de policía dicen que Oakes y los barones de la droga a los que robó forman parte de una violenta ola de tráfico y crímenes, en gran parte ignorada, que ha barrido las reservas indias del país en los últimos años, a medida que organizaciones criminales de gran escala han encontrado refugio y aliados en las amplias y aisladas regiones de los territorios indios.
A ojos de los agentes de la ley, las reservas se han convertido en un eslabón crítico en el mundo de la droga, ayudando a los traficantes a transportar una potente marihuana y pastillas de éxtasis desde el este de Canadá a ciudades como Buffalo, Boston y Nueva York y facilitando el pasaje de cocaína y metanfetaminas desde ciudades en el Oeste y Mediooeste hacia el campo de Estados Unidos.
En algunos casos, las bandas de traficantes de drogas de fuera trabajan con delincuentes indios en la distribución de drogas en territorios indios y no indios, y en un creciente número de reservas los traficantes de drogas -especialmente mexicanos- se están casando con mujeres indias para establecerse en las reservas.
En la reserva [de los ojibwa] Lac Courte Oreilles en el noroeste de Wisconsin, por ejemplo, varios miembros de la pandilla Latin Kings se casaron con mujeres indias mientras una rama tribal de la banda montó una red de traficantes de cocaína de tres millones de dólares, que se dedicó a trasladar drogas desde Milwaukee hasta la reserva y alrededores en los últimos años, dijeron los fiscales.
Cada vez más indios americanos están alejándose de las ciudades para construir sus propias, violentas empresas similares a la mafia, de acuerdo a un análisis de decenas de actas judiciales y entrevistas con más de cincuenta fiscales federales y locales, agentes de policía tribales y miembros de las tribus.
"Esto es muy grave y está creando serios problemas en la comunidad", dijo Clifford Martel, antiguo detective de la policía para la Red Lake Nation [indios chippewa] en el norte de Minnesota, que fue despedido en julio y dijo que fue porque había tratado de entorpecer a los traficantes de drogas de la reserva sus lazos con poderosos miembros de la tribu.
"La cantidad de drogas estaba impactando a la comunidad, nuestra comunidad, como si fuera Chicago, y llegaban grandes cargamentos a cada rato", dijo Martel.
Para los traficantes de marihuana, cocaína, metanfetamina, analgésicos y de gente, las reservas ofrecen muchas ventajas. La policía es escasa. La soberanía tribal, leyes del estado e intereses federales inconsistentes en cuanto a perseguir los delitos relacionados con las drogas, crean confusión y conflictos de jurisdicción.
La profunda lealtad que existe dentro de las tribus, cuyos vecinos están a menudo emparentados, y la intensa desconfianza de la justicia norteamericana garantizan que el uso de testigos y de informantes encubiertos sea extremadamente difícil. Y en algunas reservas, los traficantes de drogas indios tienen estrechas relaciones con los gobiernos tribales o los agentes de policía y gozan de protección especial que les permite operar libremente, dicen los detectives.

Implicación Directa en el Tráfico
El dinero de los casinos también ha sostenido la marejada, proporcionando una creciente fuente de nuevos clientes y socios bien financiados de fuera del mundo de los traficantes de drogas. Y las reducciones en la seguridad social en las ciudades han provocado que muchos indios vuelvan a las reservas, a menudo llevando con ellos sus contactos con pandillas y bandas de traficantes.
Algunos traficantes regalan drogas a los indios como un modo de introducirlos al negocio. El cabecilla recientemente condenado de una banda de traficantes mexicanos tenía una escalofriante estrategia que aplicaba en cinco reservas en Wyoming y el Mediooeste, dicen las autoridades: elegía tribus que tuvieran una alta tasa de alcoholismo y repartía gratuitamente metanfetaminas, reclutando a nuevos drogadictos indios como vendedores y orquestando relaciones amorosas entre pandilleros y mujeres indias.
El aumento de los delitos relacionados con las drogas está en agudo contraste con los marcados avances hacia la integración que han dado los indios en las últimas décadas, fortaleciendo su soberanía y cultura, abriéndose camino en la política americana y en el gobierno y -para un número pequeño, pero creciente de tribus- enriqueciéndose con los beneficios de los nuevos casinos.
Al mismo tiempo, indios americanos como Oakes se han enriquecido con el comercio de drogas, cortando para sí mismos un buen pedazo de la torta, después de décadas durante las cuales los indios eran normalmente reclutados para ayudar a traficantes no indios a introducir drogas a través de las fronteras y en el país.
"Empezaron como camellos, luego se dieron cuenta de que se podía ganar mucho más dinero haciendo tratos directamente" con los escalones superiores del crimen organizado, dijo Champagne, el fiscal de distrito. "¿Por qué limitarse a cruzar la droga por el río?"
Aquí, en tierra mohicana, una reserva de unos seis mil habitantes en el lado de Estados Unidos, de acuerdo a la tribu, los investigadores calculan que unas diez a quince importantes organizaciones criminales indias, junto con bandas de traficantes de fuera, mueven más de mil millones de dólares al año en marihuana y éxtasis de calidad superior al otro lado de la frontera canadiense, en la reserva y en el nordeste. Los fiscales dicen que ellos sólo se quedan con el dos por ciento de ese contrabando.
El tráfico de drogas permitió a Oakes un estilo de vida que para los vecinos en esta reserva no será nunca más que un sueño. Robar a otros traficantes es inherentemente peligroso -como dijo Champagne, "me sorprendió que él no fuera mi siguiente caso de homicidio". Pero para Oakes las recompensas superaban los riesgos: Poseía una casa amurallada en el río St. Lawrence, con 16 cámaras de vigilancia, y una potente Lincoln Navigator y varias lanchas rápidas.
Sin embargo, en las vistas de su fianza, Oakes dijo al juez que vivía solamente de su jubilación de la Marina.
Finalmente Oakes se declaró culpable de vender drogas a agentes encubiertos, después de que los detectives requisaran en su casa 17 mil pastillas de éxtasis, por un valor de 340 mil dólares en la calle, dos libras de marihuana de alta calidad y varias escopetas y rifles. Pero los detectives dijeron que Oakes era un sospechoso importante de al menos una docena de robos a otros traficantes de drogas, que le habían reportado miles de dólares en dinero contante, cocaína y marihuana. Se espera que sea sentenciado el próximo mes a diez años de cárcel en el estado, dijeron la autoridades.
El gobierno federal no pudo entregar cifras completas sobre el tráfico de drogas en las reservas. Pero cifras de delincuencia generales señalan una tasa de violencia más alta que en las 261 reservas federales reconocidas del país. Un informe de 2004 del ministerio de Justicia constató que los indios americanos y los nativos de Alaska sufrieron un tasa de delitos violentos per cápita dos veces más alta que la población de Estados Unidos. Y el número de agentes de policía per cápita en las reservas indias es marcadamente menor que en cualquier otra parte del país, según otros informes.
Steven W. Perry, un sociólogo del ministerio de Justicia y el autor del informe de 2004, un estudio de diez años sobre la delincuencia en territorio indio, dijo que el mosaico que cubre las reservas indias ha hecho prácticamente imposible proporcionar un retrato estadístico preciso. De las 561 tribus reconocidas federalmente, 171 tienen sus propios tribunales, y sólo 71 sus propias cárceles, dijo Perry.
Otros funcionarios policiales dicen que están conscientes, a través de informes anecdóticos y crecientes preocupaciones manifestadas por líderes tribales, de un marcado aumento en el tráfico de drogas, especialmente de metanfetaminas, y delitos como homicidios y atracos que vienen con el tráfico.
"Parece que hay un problema de drogas importante en la mayoría de las reservas que conocemos", dijo Chris Chaney, subdirector de los servicios policiales para el Buró de Asuntos Indios. "Estoy preocupado de que pueda haber estado escalando en los últimos años".

Adicción, Confusión, Corrupción
Aunque gran parte del tráfico de drogas en las reservas implica trasladar la mercadería a través de las fronteras del país y desde las grandes ciudades en los estados, las drogas a menudo nunca dejan los territorios indios.
En la reserva Blackfeet Nation [indios pies negros] en Browning, Montana, la adicción a la metanfetamina se ha extendido a gran parte de los diez mil miembros de la tribu, el desempleo llega al 85 por ciento en el invierno y abunda la violencia relacionada con las drogas.
"Está destruyendo nuestra cultura, nuestro modo de vida, está matando a nuestra gente", dice Darrel Rides the Door, un consultor de drogas y alcohol que usa terapias de curación tradicionales, quemas de salvia y yerba santa durante ‘círculos de conversaciones’ para purificar el alma de los demonios de la adicción. "Un montón de gente se siente impotente".
Funcionarios policiales locales en Montana, incluyendo a Jeff Faque, el lugarteniente de sheriff del condado de Glacier, dijo que sin jurisdicción sobre la reserva no podían prevenir que grandes cantidades de metanfetamina cruzaran el estado con una de las tasas más altas de consumo de cristal del país. Bandas mexicanas del estado de Washington están trabajando con indios pies negros y otros en el tráfico de metanfetamina en Montana y alrededores, dicen las autoridades.
"Es desalentador", dijo Faque sobre la falta de autoridad legal de su despacho en la reserva Blackfeet Nation. "No creo que vea en esta vida una solución".
La drogadicción y el pantano jurisdiccional son sólo dos de los problemas asociados con el creciente tráfico de drogas. La corrupción es otro.
En la reserva Wind River [indios arapaho] en Wyoming, una juez tribal fue una de las 25 personas detenidas en mayo pasado como parte de una banda de traficantes de drogas acusados de mover, en un período de siete años, 30 libras de metanfetamina por un valor de más de un millón de dólares, así como de analgésicos y marihuana en la reserva, dijo el fiscal federal Matthew H. Mead, en Wyoming.
La juez tribal, Lynda Munnell Noah, la hermana de uno de los cabecillas de la banda, fue acusada por amenazar con agresiones y de muerte a un agente policial del Buró de Asuntos Indios, dijeron fiscales. Casi la mitad de los arrestados se han declarado culpables; la juez se ha declarado inocente y se espera que su juicio empiece dentro de poco.
En la reserva de Red Lake al norte de Minnesota, cuatro ex agentes de policía tribal y el actual presidente de la nación dijeron en entrevistas que la política interna india y la resistencia entre los empleados de tribunales y la policía había creado enormes obstáculos para combatir a los traficantes de cocaína.
Los detectives dicen que cuatro o cinco familias indias controlan el tráfico de drogas, la mayor parte en sociedad con bandas de traficantes de Minneapolis,
Martel, el ex detective de policía de Red Lake, la reserva que gozó de una amplia atención en marzo pasado cuando un adolescente mató a nueve personas y cometió luego suicidio en la escuela secundaria de la reserva, dijo que fue despedido después de tres años en el cuerpo porque había chocado con líderes tribales cuando trató de investigar a sospechosos. Aunque el gobierno federal, y no el estado, tiene jurisdicción sobre Red Lake, los detectives tribales como Martel son normalmente los primeros en investigar y en notificar a los fiscales federales.
El colega de Martel, Russ Thomas, que renunció en octubre, dijo que agentes de policía de Red Lake dateaban a los sospechosos en investigaciones criminales.
Finalmente, Thomas dijo que él y otros dejaron de hablar con los otros en el departamento de policía sobre quiénes estaban investigando, trabajando en sus casos por la noche en lugar del día para no ser detectados tan fácilmente, y cambiando frecuentemente de coche.
"Dejamos de usar a nuestra propia gente", dijo. "Estábamos haciendo nuestro trabajo con las manos atadas a la espalda".
Tim Savior, que sólo trabajó tres meses como jefe de policía de Red Lake antes de que el Consejo Tribal lo despidiera en enero, dijo que él también sintió que los intentos de combatir el tráfico de drogas eran boicoteados por agentes de bajo nivel en los tribunales y en el departamento de policía, con el apoyo de políticos locales.
"Yo estaba tratando de responsabilizar a la gente de sus deberes y responsabilidades en el departamento", dijo Savior. "Los políticos están tratando de controlarlo, y sin una separación de poderes, la policía es dispensable. Es por eso que la situación en las reservas se ha empeorado -allá no hay estabilidad".
Martel acusó al presidente tribal, Floyd Jourdian Jr., de presionarlo para abandonar investigaciones de parientes, amigos y relaciones políticas, y dijo que fue despedido cuando se negó a hacerlo.
Pero Jourdain dijo que Martel fue despedido por una causa justa, después de presentarse a sí mismo como agente del FBI durante una pesquisa. Martel dijo que estaba acompañando a un agente del FBI, que es un procedimiento normal. El presidente también dijo que se habían recibido numerosas quejas contra Martel y que críticos como él estaban motivados por una "campaña de desprestigio" político en las preliminares de las elecciones tribales de mayo.
Jourdain reconoció que su reserva tiene un serio problema con los traficantes de crack, pero dijo que él no era responsable de la expansión del tráfico de drogas. El problema, dijo, reside en los empleados policiales de bajo nivel que son reluctantes al cambio, aunque dijo que no tenía ninguna prueba de ninguna acción ilegal que pudiera conducir a sus despidos.
"No he hecho nada malo", dijo Jourdain. "He seguido el procedimiento y he actuado según las reglas". También dijo que le desanimaba que Savior hubiera sido removido como jefe de policía y que había votado contra la mayoría para mantenerlo en su cargo.
El fiscal federal de Minnesota, Thomas B. Heffelfinger, cuyo despacho persigue los delitos graves en las reservas del estado, dijo que una de las razones por las que se ha procesado a tan pocos traficantes en Red Lake era que los jefes tribales, argumentando preocupación por la soberanía, habían removido a dos de sus agentes de policía, entre ellos a Martel después de que fuera despedido de una brigada destinada a combatir el tráfico de drogas en el área.
La tribu todavía debe firmar un acuerdo que recibió en otoño pasado que reinstalaría a los agentes de Red Lake en la brigada, que Heffelfinger dijo que tenía todavía mucho que hacer en cuanto a la represión del narcotráfico allá. El acuerdo, dijo, es "adecuado" para otras dos tribus de Minnesota, en las reservas de White Earth y Leeh Lake, donde la brigada federal ha procedido a una serie de detenciones y procesos.

El Agujero Negro
Al norte de Nueva York y al otro lado de la frontera canadiense, los casi once mil indios que viven aquí han untado sus manos durante largo tiempo en la provechosa caja del contrabando, transportando productos tan variados como pañales y tabaco a través de esta frontera apenas custodiada, con los 20 kilómetros abiertos de agua y tierra que separan a los dos países. Algunos aquí dicen que el contrabando, que se remonta hasta antes de los días de la Prohibición, es un derecho de nacimiento.
Mientras que gran parte de las campañas antidroga del país se han concentrado en la frontera mexicana, la reserva se ha convertido en un oleoducto para el flujo de drogas y armas entre Canadá y Estados Unidos. En la temporada seca, las lanchas rápidas cruzan el río St. Lawrence transportando drogas hacia el sur y dinero hacia el norte; en invierno, coches y furgonetas cruzan por el puente de hielo del río, dicen las autoridades.
Un agente especial jubilado aquí de la antigua unidad anticontrabando de la Patrulla Fronteriza, Edward Barrett, dijo que cuando estaba trabajando como agente encubierto en la frontera mexicana en Texas, un traficante le contó que si él no podía cruzar narcóticos por la frontera sur, lo podía hacer fácilmente por la frontera norte, a través de Canadá y el "agujero negro", el apodo que dan los traficantes al territorio mohicano. "Pasaje garantizado", dijo.
En la reserva de 5600 hectáreas, la evidencia del tráfico de drogas es fácilmente visible en las mansiones de varios millones de dólares, con altos portales y elaboradas verjas, que se están construyendo en un lugar con una tasa de desempleo de casi un 50 por ciento, y donde las viviendas sociales en ruinas eran antes un panorama corriente.
A pesar de los obstáculos, los fiscales han tenido algunos éxitos en el combate de las bandas de narcotraficantes aquí. En noviembre, Lawrence Mitchell, miembro de la tribu mohicana, se declaró culpable de organizar el transporte de grandes cantidades de marihuana a través de la frontera estadounidense-canadiense. Varias veces, de acuerdo a su declaración, Mitchell, 35, organizó el transporte de cargas de 23 a 45 kilos, destinados a Siracusa, Utica, y otras partes de Nueva York, Massachusetts y Florida.
Los fiscales dicen que él también lavó decenas de millones de dólares del dinero del tráfico de marihuana durante un período de tres años utilizando su firma de construcción y una concesionaria de coches. En noviembre fue sentenciado a diez años de cárcel.
Mitchell -que poseía dos casas en las reservas, una a cada lado de la frontera, hasta que las autoridades requisaron su casa en Estados Unidos- ganó en el tráfico de drogas al menos 2.2 millones de dólares entre 2001 y 2004, dicen los detectives, aunque es difícil trazar el origen del dinero.
Junto a Mitchell otras cinco personas, incluyendo a un transportista de la policía del estado de Nueva York que fue acusado de avisar a los correos de Mitchell sobre la presencia policial en la frontera, se han declarado culpables en el caso.
El abogado de Mitchell, Stanley Cohen, de la Ciudad de Nueva York, que también representó a Oakes y es bien conocido por representar a acusados de terrorismo, dijo que los agentes de policía habían utilizado las detenciones para crear la imagen errónea de que las reservas están infestadas de narcotraficantes. Y Cohen objetó las afirmaciones de los detectives de que sus clientes estuvieron implicados en actividades delictivas que fueran más allá de lo que ellos mismos han admitido.
"Si tenían pruebas de actividades más significativas o más flagrantes o más inquietantes cometidas por algunos de estos defendidos, deberían haberlas dado a conocer", dijo.
Entretanto, los fiscales dijeron que los traficantes de drogas están haciendo negocios en territorios indios a un ritmo cada vez más rápido, y muchas tribus indias están respondiendo por su propia cuenta a la epidemia de delitos relacionados con las drogas y la drogadicción.
En la reserva mohicana la tribu gasta más de la mitad de sus ingresos de los casinos y otras empresas -unos dos millones de dólares al año- en patrullar la frontera y otras labores policiales. Los líderes tribales dicen que ellos podrían combatir mejor el tráfico de drogas aquí que las policías de fuera si contasen con los recursos adecuados. "Creemos que es nuestra responsabilidad", dijo James W. Ransom, un jefe tribal mohicano. "Ese es nuestro objetivo".
La tribu mohicana ha recibido cinco mil dólares anuales del Departamento de Seguridad Interior y ha usado toda la subvención de los últimos dos años para levantar aquí una valla de seguridad en torno a las nuevas dependencias policiales, dijeron agentes tribales.
Trabajando con recursos muy menguados, y enormes obstáculos, muchos detectives tribales en territorio indo dicen que hacen frente a una tarea imposible.
"Si yo fuera traficante de drogas, elegiría este lugar", dijo Brian Barnes, jefe de policía interino de la tribu mohicana mientras salía en la única lancha operacional del departamento de policía para patrullar el río St. Lawrence.

Las Bandas Llegan a Casa
En Wisconsin, Paul DeMain, jefe de redacción de News From Indian Country, que está casado con una miembro de la tribu de la reserva del Lac Courte Oreilles, fue confrontado con el hecho de que su propio hijo e hijastra eran miembros iniciados de los Latin Kings. Después de que la banda lograra meter un pie en la reserva en 1998, delincuentes indios instalaron una filial, la Lion Tribe Set, que manejaba una de las bandas de crack más grandes en la historia del estado, dijo John W. Vaudreuil, fiscal federal segundo en Wisconsin. De momento, 37 de los 40 miembros de la tribu han sido declarados culpables y sentenciados en el caso.
DeMain decidió dar el difícil paso de delatar ante las autoridades las actividades de su hijo, dijo. Su hijo abandonó la banda, dijo DeMain, pero su hijastra está cumpliendo una condena de 20 años en una cárcel federal.
"Requiere salir de esa pequeña caja de auto-protección que ha tenido siempre la comunidad india", dijo DeMain. "Existe una reluctancia a colaborar con el gobierno federal, a llamar a gente de fuera".
Darrel Hillaire, presidente de la Lummi Nation en Washington del Noroeste, dijo: "Tenemos que aumentar la presión".
"No es culpa del gobierno federal", dijo Hillaire. "Somos nosotros, los líderes. Mientras no se transforme en la prioridad número uno de los territorios indios, continuaremos siendo la parte culpable, y no habremos hecho nada".
Sin embargo, hay un encarnizado debate sobre las soluciones posibles: más dinero del gobierno federal para contratar personal, o más autoridad legal para las tribus que insisten en que ellas saben mejor cómo combatir la delincuencia dentro de sus propias fronteras.
Heffelfinger, que es también presidente del Subcomité sobre Problemas de los Nativos Americanos [Native American Issues Subcommittee] de los fiscales estadounidenses de la nación, pero que ha recién anunciado que se retirará para volver a la práctica privada, reconoció que los delitos asociados a las drogas en las reservas eran "desproporcionalmente altos".
Pero dijo que las tribus con significativos ingresos de sus casinos tenían nuevas opciones para financiar el tratamiento de las adicciones a drogas y a proyectos policiales. Muchas de las tribus han canalizado los beneficios de las apuestas y otros negocios hacia esas necesidades.
Heffelfinger describió la lucha contra la delincuencia en la reserva mohicana como una "historia de éxito" debido a la reciente asociación entre las agencias policiales tribal, local, del estado, federal y canadiense, que contribuyó a las detenciones de traficantes como Mitchell y Oakes. Pero los detectives discreparon ardientemente en cuanto a que fuera la historia de un éxito.
Una tarde, los detectives tribales y del condado se estaban preparando para subir a su única lancha rápida -recientemente obtuvieron otra confiscando una a un traficante- para patrullar el río St. Lawrence.
Trataron de encender el motor, pero la batería estaba muerta. Pasaron horas tratando de impulsar la lancha a través del lodo y hacia la orilla, con un camión. Los detectives sacudieron sus cabezas y dijeron que tenían la sospecha de que los traficantes estaban cruzando el río en esos mismísimos momentos, con cargamentos de drogas en sus lanchas.

19 de febrero de 2006

©new york times
©traducción mQh

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