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la d de dada


[Blake Gopnik] Haciendo sentido de un movimiento que giraba sobre el sin sentido.
La Galería Nacional de Arte en Washington inaugura una de las exposiciones más impresionantes de su historia.Aquí hay algunas sugerencias para una adecuada apreciación:
-Visítela con pijama rosado, botas de combate y el sujetador de su abuela. (Sólo los hombres deberían usar sujetadores. Las mujeres deberían asistir con los calzoncillos de sus tíos abuelos.
-Párese frente a la séptima pintura de la exposición, y propóngase pensar sobre las fotografías de los maltratos de Abu Ghraib.
-Cada 13 pinturas, dígase que no debe pensar en esas fotografías.
-Haga que un amigo le conduzca a través de la exposición con los ojos cerrados. Trate de imaginar el arte, pero basándose solamente en lo que dicen los otros visitantes.
Haga lo que haga, no visite la exposición con la devota actitud estética que adoptaría al mirar un Rembrandt o un Cézanne. La exposición está dedicada al dadaísmo, el movimiento más radical, irreverente y revolucionario de la historia del arte occidental. Lo que hace de una obra dadaísta tan importante como cualquier Cézanne o Rembrandt es lo profundamente diferente que es de ellos.
El dadaísmo no duró demasiado tiempo, aunque logró extender sus tentáculos casi en todo el planeta. El movimiento -llamado según una palabra sin sentido sacada de un diccionario- fue incubada en Zurich durante la Primera Guerra Mundial, hacia 1916, por un variopinto lote de desertores, pacifistas y artistas rebeldes. Su arte fue un bramido contra lo absurdo de la guerra y las iniquidades que había engendrado la llamada razón. Hacia 1924 o algo así, cuando el dadaísmo colapsó, el movimiento se había extendido a Berlín, Colonia y Hanover, y luego a Nueva York, y tuvo su florecimiento final en el París de posguerra.
La curadora de la Galería Nacional, Leah Dickerman, ha utilizado las seis ciudades capitales del dadaísmo como el marco de los 447 trabajos de la exposición. Las seis secciones de la exposición muestran que durante su media docena de años o algo así, el movimiento perfeccionó todas las tendencias de lo que ahora va por la vida como arte radical.
Las habitaciones de Zurich, de Dickerman, incluyen piezas abstractas del desertor alsaciano Hans Arp, que podía reducir poco una pintura a un enrejado de uniformes cuadrados grises, o dejar que su composición dependiera enteramente del azar, con pedazos de papel dejados en la superficie y luego pegados donde caían. Sophie Taeuber, una suiza, nos entrega algunos de las primeras muestras de escultura abstracta del arte moderno, muy cercanas a los objetos minimalistas celebrados cincuenta años después en Estados Unidos.
La exposición también destaca, y en parte reconstruye, una instalación de arte absurdamente temprana, en la que Kurt Schwitters cubrió el interior de su casa en Hannover con un revoltijo de salvajes formas de yeso y madera, así como de basura. Esa instalación está saturada con el ruido que hace Schwitter mismo entonando una ostentosa y absurda poesía -apenas uno de varios trabajos pioneros de arte auditivo que presenta la exposición.
También están los agresivos collages políticos, una particular especialidad de los dadaístas de Berlín, John Heartfield y Raoul Hausmann, en la que muestran su disgusto con el status quo, cortando y rebanando su descripción en las publicaciones para el mercado de masas. Su colega Hannah Hoch le da a sus collages un toque completamente feminista, reuniendo todas las imágenes clichés de la mujeres entonces en circulación y mostrándolas para ridiculizarlas.
Max Ernst, en Colonia, hizo trabajos que comentaban los nuevos medios de comunicación de masas, como hicieron otros muchos dadaístas en todo el planeta. Los artistas dadaístas empezaron con una descarga de imágenes y textos que los medios de comunicación y la publicidad habían empezado a lanzar contra el hombre moderno. Entonces los combaron y re-configuraron para captar la desintegración que había traído la modernidad.
En Nueva York, la próspera capital del comercio, Marcel Duchamp y compañía perfeccionaron lo ‘ready-made’ -hecho famoso por el urinal de Duchamp-, en la que un artista en lo esencial lo que hace es salir de compras, y luego presentar sus hallazgos como arte. (En un libro de ensayos escrito para la exposición, la historiadora de arte Helen Molesworth proporciona una maravillosa historia del dadaísmo de Nueva York y la moderna compulsión de salir de compras).
Finalmente, salpicado entre las seis ciudades de la exposición, hay documentación efímera, en carteles y octavillas e instantáneas, del crucial papel en el dadaísmo de la performance y de los actores -actrices como Emmy Hennings, que se ganaba la vida como puta patín y artista de cabaret (cuando no estaba en la cárcel por falsificar papeles para los desertores) antes de contribuir a la estrafalaria ronda de bailes, canciones y piezas de teatro del dadaísmo de Zurich. Su arte, como casi todo el arte dadaísta, giraba más en torno a gestos de rabia y rebelión que en torno a los objetos que esos gestos dejan atrás.
El verdadero espíritu del movimiento reside en sus gestos y posturas. El dadaísmo es infantil, arbitrario y anticuado. Como le habría gustado a Duchamp.
Ahora sáquese el sujetador de la abuela y aprenda el rebelde ABC del dadaísmo.

19 de febrero de 2006

©washington post
©traducción mQh

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