renace culto a stalin en rusia
[Cathy Young] La negación del Holacausto y la negación del Gulag son dos males gemelos. En Rusia renace culto a Stalin con el apoyo oficial de las autoridades rusas.
Dos sucesos la semana pasada ilustran crudamente los dilemas de países que lidian con pasados terribles. En Austria, el historiador que negaba el Holocausto, David Irving, fue condenado a tres años de cárcel por sus declaraciones públicas de que los nazis no llevaron a cabo el exterminio sistemático de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Entretanto, en Rusia, mientras el país conmemoraba el 50 aniversario de su rechazo oficial del estalinismo durante el régimen de Kruschev, mucha gente considera el legado del dictador en gran parte en términos positivos -y un nuevo museo que celebra su legado está a punto de abrir sus puertas.
La sentencia de Irving refleja la dura aproximación de Europa a su pasado nazi. Las leyes que prohíben la negación del Holocausto y la propaganda pro-nazi son muy severas en Alemania y Austria, los países más directamente implicados en los crímenes nazis contra la humanidad; pero también existen en muchos otros países del continente europeo. Esas leyes son problemáticas para la mayoría de los estadounidenses.
Para algunos, el tema no está tan claro. El rabí Abraham Cooper, decano del Centro Simon Wiesenthal, dijo que "mientras que las vociferaciones de Irving no habrían llevado a acciones legales en Estados Unidos, es importante que reconozcamos y respetemos la dedicación de Austria a combatir la negación del Holocausto... como parte de su responsabilidad histórica por su pasado nazi".
Aunque no tengo ninguna simpatía por Irving (que, ante la posibilidad de ser encarcelado, trató de escabullirse de su postura con la ridícula afirmación de que nuevas evidencias le habían llevado a creer que en Auschwitz después de todo sí se había masacrado a gente), todavía creo que la ley usada contra él es una mala idea. El estado de Austria puede vivir a la altura de su responsabilidad con su pasado sin criminalizar ni siquiera el peor de los discursos. En Estados Unidos, incluso sin sanciones legales, la negación del Holocausto es efectivamente marginada por la opinión pública.
Entretanto, la criminalización de la negación del Holocausto puede fortalecer perversamente a los que lo niegan, llevando a algunos a argumentar que los que defienden la historia del Holocausto deben tener poca confianza en los hechos como para creer que necesitan silenciar a los opositores. La historiadora Deborah Lipstadt cree que la sentencia de cárcel pueda dar publicidad y el martirologio a Irving, en lugar de la obscuridad que merece.
Volvamos a Rusia, donde desde principios de los años de 1930 y hasta su muerte en 1953, Stalin masacró a su propio pueblo a una escala similar al Holocausto. Se calcula que murieron al menos 20 millones de personas. El exterminio no fue tan sistemático como el de los nazis, pero las víctimas, a fin de cuentas, estaban igual de muertas.
Hace cincuenta años en una reunión secreta del Partido Comunista, el sucesor de Stalin, Nikita Kruschev leyó un discurso denunciando el "culto a la personalidad" de Stalin y las represiones durante su gobierno. Este discurso empezó el proceso de desestalinización de la Unión Soviética: se liberó a la mayoría de los presos políticos, y muchos de que los murieron fueron exonerados póstumamente.
Sin embargo, ni la Unión Soviética ni, años más tarde, la Rusia post-soviética, repudiaron completamente a Stalin, ni se saldaron cuentas con sus crímenes. En los últimos años, el presidente ruso Vladimir Putin ha estado defendiendo una visión más positiva del pasado soviético del país. Las ciudades han vuelto a erigir monumentos a Stalin.
El diario británico The Independent dijo que se programa la inauguración de un museo de Stalin en marzo, en Volvograd, antiguamente conocida como Stalingrado.
Las encuestas muestran que un 30 a 40 por ciento de los rusos consideran ahora el papel de Stalin en la historia en general "positivo", dándole el crédito de haber convertido a la Unión Soviética en una superpotencia y de haber derrotado a Hitler.
Comparada con esta amnesia sobre los crímenes de estado contra la humanidad, la experiencia alemana es ciertamente un buen modelo -independientemente de lo que uno piense sobre las leyes contra la negación del Holocausto en Alemania. Lamentablemente, la amnesia sobre los crímenes del comunismo es bastante común en Occidente; los historiadores que han subestimado y minimizado esos crímenes, como por ejemplo el historiador de la Universidad Miami de Ohio, Robert W. Thurston, no ha sido aislados del modo en que lo ha sido David Irving.
El resurgimiento del culto a Stalin en Rusia hoy muestra el peligro de semejante amnesia. La negación del Holocausto y la negación del Gulag deberían ser vistas como los males gemelos que son.
La sentencia de Irving refleja la dura aproximación de Europa a su pasado nazi. Las leyes que prohíben la negación del Holocausto y la propaganda pro-nazi son muy severas en Alemania y Austria, los países más directamente implicados en los crímenes nazis contra la humanidad; pero también existen en muchos otros países del continente europeo. Esas leyes son problemáticas para la mayoría de los estadounidenses.
Para algunos, el tema no está tan claro. El rabí Abraham Cooper, decano del Centro Simon Wiesenthal, dijo que "mientras que las vociferaciones de Irving no habrían llevado a acciones legales en Estados Unidos, es importante que reconozcamos y respetemos la dedicación de Austria a combatir la negación del Holocausto... como parte de su responsabilidad histórica por su pasado nazi".
Aunque no tengo ninguna simpatía por Irving (que, ante la posibilidad de ser encarcelado, trató de escabullirse de su postura con la ridícula afirmación de que nuevas evidencias le habían llevado a creer que en Auschwitz después de todo sí se había masacrado a gente), todavía creo que la ley usada contra él es una mala idea. El estado de Austria puede vivir a la altura de su responsabilidad con su pasado sin criminalizar ni siquiera el peor de los discursos. En Estados Unidos, incluso sin sanciones legales, la negación del Holocausto es efectivamente marginada por la opinión pública.
Entretanto, la criminalización de la negación del Holocausto puede fortalecer perversamente a los que lo niegan, llevando a algunos a argumentar que los que defienden la historia del Holocausto deben tener poca confianza en los hechos como para creer que necesitan silenciar a los opositores. La historiadora Deborah Lipstadt cree que la sentencia de cárcel pueda dar publicidad y el martirologio a Irving, en lugar de la obscuridad que merece.
Volvamos a Rusia, donde desde principios de los años de 1930 y hasta su muerte en 1953, Stalin masacró a su propio pueblo a una escala similar al Holocausto. Se calcula que murieron al menos 20 millones de personas. El exterminio no fue tan sistemático como el de los nazis, pero las víctimas, a fin de cuentas, estaban igual de muertas.
Hace cincuenta años en una reunión secreta del Partido Comunista, el sucesor de Stalin, Nikita Kruschev leyó un discurso denunciando el "culto a la personalidad" de Stalin y las represiones durante su gobierno. Este discurso empezó el proceso de desestalinización de la Unión Soviética: se liberó a la mayoría de los presos políticos, y muchos de que los murieron fueron exonerados póstumamente.
Sin embargo, ni la Unión Soviética ni, años más tarde, la Rusia post-soviética, repudiaron completamente a Stalin, ni se saldaron cuentas con sus crímenes. En los últimos años, el presidente ruso Vladimir Putin ha estado defendiendo una visión más positiva del pasado soviético del país. Las ciudades han vuelto a erigir monumentos a Stalin.
El diario británico The Independent dijo que se programa la inauguración de un museo de Stalin en marzo, en Volvograd, antiguamente conocida como Stalingrado.
Las encuestas muestran que un 30 a 40 por ciento de los rusos consideran ahora el papel de Stalin en la historia en general "positivo", dándole el crédito de haber convertido a la Unión Soviética en una superpotencia y de haber derrotado a Hitler.
Comparada con esta amnesia sobre los crímenes de estado contra la humanidad, la experiencia alemana es ciertamente un buen modelo -independientemente de lo que uno piense sobre las leyes contra la negación del Holocausto en Alemania. Lamentablemente, la amnesia sobre los crímenes del comunismo es bastante común en Occidente; los historiadores que han subestimado y minimizado esos crímenes, como por ejemplo el historiador de la Universidad Miami de Ohio, Robert W. Thurston, no ha sido aislados del modo en que lo ha sido David Irving.
El resurgimiento del culto a Stalin en Rusia hoy muestra el peligro de semejante amnesia. La negación del Holocausto y la negación del Gulag deberían ser vistas como los males gemelos que son.
Cathy Young escribe para la revista Reason.
28 de febrero de 2006
©boston globe
©traducción mQh
1 comentario
Sergio -
¿Quien tiene mas "conocimiento" de tan terribles sucesos, los occidentales y europeos o los rusos?