expulsan a chiíes de pueblos de iraq
[Ellen Knickmeyer] Sunníes expulsan a chiíes de sus barrios. Crecen tensiones.
Bagdad, Iraq. Salim Rashid, 34, un jornalero chií en un pueblo preponderantemente sunní a 32 kilómetros al norte de Bagdad, recibió la orden de desalojo el viernes. Se la entregó un hombre que llevaba un lanzagranadas, a la puerta de su casa.
"Son las seis de la tarde", le dijo el hombre enmascarado a Rashid, en momentos en que explotan entre chiíes y sunníes violentas venganzas en amplias expansiones de Iraq central. "Queremos que te marches antes de mañana a las ocho. Si te encontramos aquí, te mataremos".
Caminando, con autostop y en coches de alquiler, el clan de Rashid y muchas de las 25 familias expulsadas del pueblo de Mishada llegaron el martes a un centro juvenil en el barrio chií de Shoula, en Bagdad. Allá, otra gente expulsada de sus casas ya estaban compartiendo el espacio con colchones regalados.
Mientras la violencia sectaria se ha desatado desde el atentado con bomba la semana pasada contra un santuario chií en Samarra, las familias se han convertido en símbolos de una tendencia emergente en Iraq: la expulsión de chiíes de ciudades sunníes.
Ahora, mortíferos ataques -muchos de ellos aparentemente en venganza por agresiones sectarias- el martes acabaron con la vida de 66 personas, de acuerdo a la policía iraquí. La decisión de imponer un toque de queda en Bagdad el lunes pareció abrir el camino para la reanudación de los atentados con bomba, incluyendo explosiones en tres mezquitas chiíes que mataron al menos a 19 personas. Otras de las víctimas incluyeron a 23 personas, matadas por un terrorista suicida en Bagdad mientras hacían la cola para comprar queroseno; cinco soldados iraquíes murieron en la explosión de un coche-bomba en el distrito de Zayona de la capital; y un soldado norteamericano murió atacado con fuego de armas pequeñas al oeste de la capital, dijeron autoridades y agencias de prensa.
Los ataques contra santuarios chiíes y sunníes habían sido raros en Iraq hasta el miércoles pasado, cuando terroristas hicieron volar el tejado dorado de un santuario en Samarra, una ciudad preponderantemente sunní a 105 kilómetros al norte de Bagdad. El atentado desencadenó lo que mucha gente aquí pensó que nunca pasaría: una guerra religiosa en Iraq.
"Uno de esos hombres me dijo: ‘Ustedes la empezaron, quemando nuestras mezquitas y matando a nuestra gente’", dijo el sobrino de Rashid, acuclillado junto a otros hombres de las familias desplazadas. En torno a ellos, mujeres envueltas en telas negras bebían té y los niños dormían o jugaban.
Al menos 58 familias chiíes desplazadas han llegado a Shoula desde fines de la semana pasada, dijo Raad al-Husseini, un clérigo que está ayudando a las familias.
Husseini dijo que la organización de Moqtada al-Sáder, un declarado clérigo chií y una creciente fuerza política en Iraq -junto con gente del barrio-, han ayudado a los refugiados trayéndoles mantas, ropa, utensilios de cocina y arroz.
Husseini dijo que no conocía el número total de gente desplazada en Shoula, pero Rashid, el jornalero, dijo que había dejado el pueblo unas 200 personas.
Muchos de los recién llegados se han instalado con parientes e incluso con desconocidos. Rashid dijo que otros habían decidido seguir caminando, para llegar a algunas ciudades chiíes en el sur, donde podrían encontrar seguridad viviendo entre gente de su propia secta.
En un cuarto del centro juvenil, los voluntarios plegaron una mesa de ping-pong y barrieron el suelo para instalar a la familia de refugiados más recientes, la de Rahim Abood Sahan, 60. Llegaron después de una caminata de tres días -caminando de día, refugiándose en casa de desconocidos por la noche- desde la aldea de Haswah, al sur de Bagdad.
Como Rashid, Sahan fue sacado de su casa cuando unos hombres que no conocía golpearon a la puerta de casa con el mensaje: Tenéis dos días para marcharos, de otro modo os mataremos.
La única posesión que trajo consigo Sahan estaba enrollada en su antebrazo: su chaqueta gris.
Cuando la familia de Sahan llegó a Bagdad el martes, otros vecinos que habían hecho el viaje por coche les dijeron que al menos una familia chií que ignoró la advertencia había sido asesinada, dijo Sahan.
Temiendo correr la misma suerte, nueve familias chiíes de Faluya, a 56 kilómetros al oeste de Bagdad, estaban haciendo las maletas el martes tarde.
"Hombres armados dejaron una carta con amenazas en la puerta de mi casa", dijo Hussein Mohammed Ali, mientras cargaba su furgoneta.
Funcionarios de la ciudad de Faluya habían prometido que agentes de policía patrullarían cerca de las familias amenazadas. Pero las familias "insistieron en marcharse, temiendo que mataran a sus hijos cuando fueran a la escuela", dijo Khalaf Daham, director interino del consejo municipal de Faluya.
Jeques sunníes de Faluya también habían prometido proteger a los vecinos chiíes, dijo Ibrahi, Awwad, el jeque jefe de la tribu sunní de Albu Issa. "Pero tenían dudas de nuestra capacidad de defenderlos y decidieron marcharse", dijo Awwad.
"Son las seis de la tarde", le dijo el hombre enmascarado a Rashid, en momentos en que explotan entre chiíes y sunníes violentas venganzas en amplias expansiones de Iraq central. "Queremos que te marches antes de mañana a las ocho. Si te encontramos aquí, te mataremos".
Caminando, con autostop y en coches de alquiler, el clan de Rashid y muchas de las 25 familias expulsadas del pueblo de Mishada llegaron el martes a un centro juvenil en el barrio chií de Shoula, en Bagdad. Allá, otra gente expulsada de sus casas ya estaban compartiendo el espacio con colchones regalados.
Mientras la violencia sectaria se ha desatado desde el atentado con bomba la semana pasada contra un santuario chií en Samarra, las familias se han convertido en símbolos de una tendencia emergente en Iraq: la expulsión de chiíes de ciudades sunníes.
Ahora, mortíferos ataques -muchos de ellos aparentemente en venganza por agresiones sectarias- el martes acabaron con la vida de 66 personas, de acuerdo a la policía iraquí. La decisión de imponer un toque de queda en Bagdad el lunes pareció abrir el camino para la reanudación de los atentados con bomba, incluyendo explosiones en tres mezquitas chiíes que mataron al menos a 19 personas. Otras de las víctimas incluyeron a 23 personas, matadas por un terrorista suicida en Bagdad mientras hacían la cola para comprar queroseno; cinco soldados iraquíes murieron en la explosión de un coche-bomba en el distrito de Zayona de la capital; y un soldado norteamericano murió atacado con fuego de armas pequeñas al oeste de la capital, dijeron autoridades y agencias de prensa.
Los ataques contra santuarios chiíes y sunníes habían sido raros en Iraq hasta el miércoles pasado, cuando terroristas hicieron volar el tejado dorado de un santuario en Samarra, una ciudad preponderantemente sunní a 105 kilómetros al norte de Bagdad. El atentado desencadenó lo que mucha gente aquí pensó que nunca pasaría: una guerra religiosa en Iraq.
"Uno de esos hombres me dijo: ‘Ustedes la empezaron, quemando nuestras mezquitas y matando a nuestra gente’", dijo el sobrino de Rashid, acuclillado junto a otros hombres de las familias desplazadas. En torno a ellos, mujeres envueltas en telas negras bebían té y los niños dormían o jugaban.
Al menos 58 familias chiíes desplazadas han llegado a Shoula desde fines de la semana pasada, dijo Raad al-Husseini, un clérigo que está ayudando a las familias.
Husseini dijo que la organización de Moqtada al-Sáder, un declarado clérigo chií y una creciente fuerza política en Iraq -junto con gente del barrio-, han ayudado a los refugiados trayéndoles mantas, ropa, utensilios de cocina y arroz.
Husseini dijo que no conocía el número total de gente desplazada en Shoula, pero Rashid, el jornalero, dijo que había dejado el pueblo unas 200 personas.
Muchos de los recién llegados se han instalado con parientes e incluso con desconocidos. Rashid dijo que otros habían decidido seguir caminando, para llegar a algunas ciudades chiíes en el sur, donde podrían encontrar seguridad viviendo entre gente de su propia secta.
En un cuarto del centro juvenil, los voluntarios plegaron una mesa de ping-pong y barrieron el suelo para instalar a la familia de refugiados más recientes, la de Rahim Abood Sahan, 60. Llegaron después de una caminata de tres días -caminando de día, refugiándose en casa de desconocidos por la noche- desde la aldea de Haswah, al sur de Bagdad.
Como Rashid, Sahan fue sacado de su casa cuando unos hombres que no conocía golpearon a la puerta de casa con el mensaje: Tenéis dos días para marcharos, de otro modo os mataremos.
La única posesión que trajo consigo Sahan estaba enrollada en su antebrazo: su chaqueta gris.
Cuando la familia de Sahan llegó a Bagdad el martes, otros vecinos que habían hecho el viaje por coche les dijeron que al menos una familia chií que ignoró la advertencia había sido asesinada, dijo Sahan.
Temiendo correr la misma suerte, nueve familias chiíes de Faluya, a 56 kilómetros al oeste de Bagdad, estaban haciendo las maletas el martes tarde.
"Hombres armados dejaron una carta con amenazas en la puerta de mi casa", dijo Hussein Mohammed Ali, mientras cargaba su furgoneta.
Funcionarios de la ciudad de Faluya habían prometido que agentes de policía patrullarían cerca de las familias amenazadas. Pero las familias "insistieron en marcharse, temiendo que mataran a sus hijos cuando fueran a la escuela", dijo Khalaf Daham, director interino del consejo municipal de Faluya.
Jeques sunníes de Faluya también habían prometido proteger a los vecinos chiíes, dijo Ibrahi, Awwad, el jeque jefe de la tribu sunní de Albu Issa. "Pero tenían dudas de nuestra capacidad de defenderlos y decidieron marcharse", dijo Awwad.
1 de marzo de 2006
©washington post
©traducción mQh
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