bagdad en manos de vigilantes chiíes
[Jeffrey Gettleman] Vigilantes golpean y asesinan a cuatro hombres acusados de ser autores de atentados.
Bagdad, Iraq. El lunes en la mañana vigilantes chiíes cogieron a cuatro hombres a los que acusaron de atentados terroristas, los interrogaron, golpearon, mataron y dejaron sus cuerpos colgados de farolas públicas, dijeron testigos y funcionarios de gobierno.
El gráfico despliegue de justicia callejera fue el primer signo de venganza después de un devastador atentado contra civiles chiíes la noche del domingo, y sólo contribuyó a aumentar la penetrante sensación de caos.
Una segunda represalia se produjo el lunes en la noche con un ataque de mortero contra una conocida mezquita sunní de Bagdad, matando a tres personas.
Los ataques continuaron el ciclo de creciente violencia que empezó con el atentado el mes pasado contra el santuario chií de Samarra, que a su vez provocó una ola de atentados incendiarios contra mezquitas sunníes. Ahora mucha gente se preocupa sobre la extensión de una guerra confesional de ojo por ojo focalizada en los lugares de significación religiosa.
En Ciudad Sáder, el barrio chií de Bagdad donde fueron ejecutados los acusados de terrorismo, las fuerzas de gobierno han desaparecido. Las calles son gobernadas por agresivos adolescentes con brillantes jerséis deportivos y ametralladoras.
Levantaron una barricada en la calle y asoman sus cabezas en los coches y detienen a quien se les ocurra. A través de altavoces, las mezquitas hacen saber a los soldados americanos que se mantengan fuera. Es justamente lo que han estado haciendo los soldados estadounidenses.
No parece haber una edad mínima para participar en la acción. Un juguetón niño llamado Musa, que dijo que tenía 11 pero que parece de ocho, formaba parte de una milicia de niños de 1 metro 20, que se esforzaba el lunes acarreando grandes pedazos de cemento por la calle para bloquear el paso de vehículos.
"Estamos vigilando la calle", explicó Musa.
Llevaba una pistola de juguete. Algunos de los otros niños llevaban pistolas de verdad.
Al otro lado de la ciudad en una ajetreada zona comercial al oeste de Bagdad estalló una balacera de 15 minutos entre guardias de seguridad, una evidencia más del vacío de autoridad.
Un portavoz del ministerio del Interior, que habló a condición de conservar el anonimato debido a que no está autorizado a hablar en público, dijo que guardias armados de una compañía de celulares había matado a dos guardias que trabajaban para Ahmad Chalabi, un político iraquí, tras un "malentendido" en la calle.
El usual tipo de violencia no mostró signos de disminuir, especialmente en Bagdad, donde una bomba mató a un soldado estadounidense, un ronda de mortero impactó en una casa y mató a una niña, y se encontraron en la calle 19 cadáveres más.
Contra este turbulento telón de fondo, y con las perspectivas de una guerra total entre chiíes y sunníes, Moqtada al-Sáder, el clérigo y líder de una de las milicias chiíes más grandes, llamó a la calma.
En una rueda de prensa el lunes, dijo que tenía la autoridad religiosa para enfrentarse a los insurgentes sunníes, y el poder para aplastarlos, pero que no lo haría.
"Los sunníes y chiíes no son responsables de estos actos", dijo Sáder, que culpó a las tropas americanas de permitir que Iraq se descalabre. "‘Necesitamos unidad nacional".
Para algunos sunníes, esas son palabras huecas.
Um Hind, una maestra jubilada, dijo que Sáder la hacía preocuparse por el futuro.
Estaba mirando el discurso de Sáder por televisión en su casa en Mustansiriya, un vecindario mixto sunní-chií cerca de Ciudad Sáder. Después de que los insurgentes hicieran volar la venerada mezquita chií de Samarra el 22 de febrero, los seguidores de Sáder salieron de Ciudad Sáder y se vengaron en las mezquitas sunníes vecinas, quemándolas y matando a los fieles que se encontraban dentro.
"Ese es nuestro gobierno ahora", dice, señalando hacia la ceñuda cara de Sáder en televisión. "No está bien".
Las fuerzas de Sáder controlan completamente Ciudad Sáder, que es esencialmente una ciudad dentro de una ciudad que ha sido bautizada en honor a su padre, un prominente clérigo chií. Han tomado el lugar de los soldados estadounidenses y de la policía iraquí que no hace mucho patrullaban la zona.
Algunos llevan uniformes negros con turbantes y botas negras, pero muchos llevan chandal, jerséis y pantalones informales.
El domingo por la tarde los insurgentes atacaron un atiborrado mercado de Ciudad Sáder, utilizando morteros, coches-bomba y al menos un kamikaze. Murieron 58 personas y quedaron 300 heridas, de acuerdo al ministerio de Salud.
Los seguidores de Sáder dijeron que pudo haber sido peor. Una hora más tarde, los miembros de la milicia cogieron a dos hombres en una camión con tubos de mortero en la parte de atrás, dijo Sabbah Abu Anwar, un comandante de la milicia de Sáder.
Anwar dijo que los hombres fueron interrogados y golpeados, y finalmente confesaron que planeaban cometer atentados.
Casi al mismo tiempo, dos hombres con hinchadas ropas se hicieron camino hacia el atiborrado hospital de Ciudad Sáder. Radi Ali Taresh, uno de los guardias del hospital, dijo que los miembros de la milicia los tocaron y descubrieron que los hombres estaban envueltos en explosivos.
A la una de la mañana Miembros de la milicia llevaron a los cuatro sospechosos a un calle desierta y los colgaron con una cuerda, dijo Anwar. "Teníamos que mostrar a la gente que estamos haciendo algo por ellos", dijo.
Importantes empleados de la organización Sáder se distanciaron a sí mismos de las ejecuciones, y Sáder no las mencionó en su rueda de prensa, y Kamal al-Araji, un importante asesor, dijo en una entrevista solamente que se había matado a cuatro "terroristas" y que dos de ellos eran extranjeros.
Agentes de policía de Ciudad Sáder dijeron que encontraron los cuerpos en la mañana y algunos vecinos dijeron que los hombres habían sido matados a balazos. De cierto modo, el episodio es reminiscente de los vigilantes de Faluya en marzo de 2004, cuando una turba arrastró por la calle los cuerpos de cuatro contratistas sudafricanos, el primer signo de que la ciudad estaba fuera de control.
Cuando los dos cuerpos eran llevados a la comisaría de policía de Ciudad Sáder en un camión maderero, algunas personas los escupieron y un hombre los llamó perros.
El gráfico despliegue de justicia callejera fue el primer signo de venganza después de un devastador atentado contra civiles chiíes la noche del domingo, y sólo contribuyó a aumentar la penetrante sensación de caos.
Una segunda represalia se produjo el lunes en la noche con un ataque de mortero contra una conocida mezquita sunní de Bagdad, matando a tres personas.
Los ataques continuaron el ciclo de creciente violencia que empezó con el atentado el mes pasado contra el santuario chií de Samarra, que a su vez provocó una ola de atentados incendiarios contra mezquitas sunníes. Ahora mucha gente se preocupa sobre la extensión de una guerra confesional de ojo por ojo focalizada en los lugares de significación religiosa.
En Ciudad Sáder, el barrio chií de Bagdad donde fueron ejecutados los acusados de terrorismo, las fuerzas de gobierno han desaparecido. Las calles son gobernadas por agresivos adolescentes con brillantes jerséis deportivos y ametralladoras.
Levantaron una barricada en la calle y asoman sus cabezas en los coches y detienen a quien se les ocurra. A través de altavoces, las mezquitas hacen saber a los soldados americanos que se mantengan fuera. Es justamente lo que han estado haciendo los soldados estadounidenses.
No parece haber una edad mínima para participar en la acción. Un juguetón niño llamado Musa, que dijo que tenía 11 pero que parece de ocho, formaba parte de una milicia de niños de 1 metro 20, que se esforzaba el lunes acarreando grandes pedazos de cemento por la calle para bloquear el paso de vehículos.
"Estamos vigilando la calle", explicó Musa.
Llevaba una pistola de juguete. Algunos de los otros niños llevaban pistolas de verdad.
Al otro lado de la ciudad en una ajetreada zona comercial al oeste de Bagdad estalló una balacera de 15 minutos entre guardias de seguridad, una evidencia más del vacío de autoridad.
Un portavoz del ministerio del Interior, que habló a condición de conservar el anonimato debido a que no está autorizado a hablar en público, dijo que guardias armados de una compañía de celulares había matado a dos guardias que trabajaban para Ahmad Chalabi, un político iraquí, tras un "malentendido" en la calle.
El usual tipo de violencia no mostró signos de disminuir, especialmente en Bagdad, donde una bomba mató a un soldado estadounidense, un ronda de mortero impactó en una casa y mató a una niña, y se encontraron en la calle 19 cadáveres más.
Contra este turbulento telón de fondo, y con las perspectivas de una guerra total entre chiíes y sunníes, Moqtada al-Sáder, el clérigo y líder de una de las milicias chiíes más grandes, llamó a la calma.
En una rueda de prensa el lunes, dijo que tenía la autoridad religiosa para enfrentarse a los insurgentes sunníes, y el poder para aplastarlos, pero que no lo haría.
"Los sunníes y chiíes no son responsables de estos actos", dijo Sáder, que culpó a las tropas americanas de permitir que Iraq se descalabre. "‘Necesitamos unidad nacional".
Para algunos sunníes, esas son palabras huecas.
Um Hind, una maestra jubilada, dijo que Sáder la hacía preocuparse por el futuro.
Estaba mirando el discurso de Sáder por televisión en su casa en Mustansiriya, un vecindario mixto sunní-chií cerca de Ciudad Sáder. Después de que los insurgentes hicieran volar la venerada mezquita chií de Samarra el 22 de febrero, los seguidores de Sáder salieron de Ciudad Sáder y se vengaron en las mezquitas sunníes vecinas, quemándolas y matando a los fieles que se encontraban dentro.
"Ese es nuestro gobierno ahora", dice, señalando hacia la ceñuda cara de Sáder en televisión. "No está bien".
Las fuerzas de Sáder controlan completamente Ciudad Sáder, que es esencialmente una ciudad dentro de una ciudad que ha sido bautizada en honor a su padre, un prominente clérigo chií. Han tomado el lugar de los soldados estadounidenses y de la policía iraquí que no hace mucho patrullaban la zona.
Algunos llevan uniformes negros con turbantes y botas negras, pero muchos llevan chandal, jerséis y pantalones informales.
El domingo por la tarde los insurgentes atacaron un atiborrado mercado de Ciudad Sáder, utilizando morteros, coches-bomba y al menos un kamikaze. Murieron 58 personas y quedaron 300 heridas, de acuerdo al ministerio de Salud.
Los seguidores de Sáder dijeron que pudo haber sido peor. Una hora más tarde, los miembros de la milicia cogieron a dos hombres en una camión con tubos de mortero en la parte de atrás, dijo Sabbah Abu Anwar, un comandante de la milicia de Sáder.
Anwar dijo que los hombres fueron interrogados y golpeados, y finalmente confesaron que planeaban cometer atentados.
Casi al mismo tiempo, dos hombres con hinchadas ropas se hicieron camino hacia el atiborrado hospital de Ciudad Sáder. Radi Ali Taresh, uno de los guardias del hospital, dijo que los miembros de la milicia los tocaron y descubrieron que los hombres estaban envueltos en explosivos.
A la una de la mañana Miembros de la milicia llevaron a los cuatro sospechosos a un calle desierta y los colgaron con una cuerda, dijo Anwar. "Teníamos que mostrar a la gente que estamos haciendo algo por ellos", dijo.
Importantes empleados de la organización Sáder se distanciaron a sí mismos de las ejecuciones, y Sáder no las mencionó en su rueda de prensa, y Kamal al-Araji, un importante asesor, dijo en una entrevista solamente que se había matado a cuatro "terroristas" y que dos de ellos eran extranjeros.
Agentes de policía de Ciudad Sáder dijeron que encontraron los cuerpos en la mañana y algunos vecinos dijeron que los hombres habían sido matados a balazos. De cierto modo, el episodio es reminiscente de los vigilantes de Faluya en marzo de 2004, cuando una turba arrastró por la calle los cuerpos de cuatro contratistas sudafricanos, el primer signo de que la ciudad estaba fuera de control.
Cuando los dos cuerpos eran llevados a la comisaría de policía de Ciudad Sáder en un camión maderero, algunas personas los escupieron y un hombre los llamó perros.
Sahar Nageeb, Omar al-Neami y Hosham Hussein contribuyeron a este reportaje.
14 de marzo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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