elogio de la sopa de verduras
[Donna Deane] Las carnes ya no son las preferidas.
La Cleopatra de Shakespeare, con su "infinita variedad", no tenía ninguna sopa de verduras. Puede ser espesa y gorda, ligera y delicada, sabrosa y humeante o clara y ácida. La sopa de verdura puede ser una comida en sí misma, o un apetitoso primer plato, un gratificante almuerzo o una generosa sopa caliente.
Por supuesto, empieza con un caldo. Pero eso no significa que tengas que usar carne, o incluso pollo o pescado. Con algunos trucos, puedes sonsacar a las verduras suficiente sabor y cuerpo como para armar las bases de una sopa verdaderamente vegetariana.
Empecemos con los aromas. Los puerros son increíblemente sabrosos -basta con dejarlos cocer en agua a fuego lento y ya estarás a mitad de camino de un buen caldo vegetal. Agrega apio, zanahorias, ajo y hierbas, y tendrás un ligero y versátil caldo. Corta las verduras en pequeños dados y con un poco de sal les ayudarán a soltar sus sabores más rápidamente.
Usa este caldo, en lugar de agua, para hacer el arroz y los granos para preparar un arroz pilaf o un risotto. El caldo lo puedes congelar y tenerlo a la mano para usarlo desglasado en una sartén para preparar un salsa para el pescado o el pollo. O agrégale cebollas caramelizadas, azúcar, una poca de vino blanco y Armagnac, y obtendrás una sopa sabrosa y exquisita, con varias capas de sabores.
Otro caldo estupendo lo proporcionan las verduras asadas. Usa cebollas, zanahorias, apio, ajo y raíz de apio con un poco de aceite de oliva y condimentos y fríelas hasta que estén tiernas y doradas. Cuécelas a fuego lento con puerros, hierbas, champiñones y piel de patatas durante algo menos de una hora y obtendrás un sabroso caldo marrón con un sabor profundo y elemental.
Este caldo va bien con los granos, como el arroz integral o bulgur y entrega un maravilloso sabor cuando es usado como líquido para cocinar y cocer a fuego lento unas asertivas berzas, repollos gallegos o coles rizadas. Quizás sea más satisfactoria una elemental sopa hecha de pequeños fríjoles blancos, champiñones asados, patatas y repollo.
O puedes preferir un sabor más puro -para esto, los champiñones son fabulosos. Cuece a fuego lento champiñones secos y frescos, con aromas, si quieres un apetitoso y carnoso caldo que es incluso más maravilloso cuando se le agrega cebada perlada, que espesa el caldo y le da cuerpo. Es la base para una sopa de nabos y acelgas, un plato que nos recuerda lo intensamente sabrosas que pueden ser las verduras cuando se las trata adecuadamente.
Por supuesto, empieza con un caldo. Pero eso no significa que tengas que usar carne, o incluso pollo o pescado. Con algunos trucos, puedes sonsacar a las verduras suficiente sabor y cuerpo como para armar las bases de una sopa verdaderamente vegetariana.
Empecemos con los aromas. Los puerros son increíblemente sabrosos -basta con dejarlos cocer en agua a fuego lento y ya estarás a mitad de camino de un buen caldo vegetal. Agrega apio, zanahorias, ajo y hierbas, y tendrás un ligero y versátil caldo. Corta las verduras en pequeños dados y con un poco de sal les ayudarán a soltar sus sabores más rápidamente.
Usa este caldo, en lugar de agua, para hacer el arroz y los granos para preparar un arroz pilaf o un risotto. El caldo lo puedes congelar y tenerlo a la mano para usarlo desglasado en una sartén para preparar un salsa para el pescado o el pollo. O agrégale cebollas caramelizadas, azúcar, una poca de vino blanco y Armagnac, y obtendrás una sopa sabrosa y exquisita, con varias capas de sabores.
Otro caldo estupendo lo proporcionan las verduras asadas. Usa cebollas, zanahorias, apio, ajo y raíz de apio con un poco de aceite de oliva y condimentos y fríelas hasta que estén tiernas y doradas. Cuécelas a fuego lento con puerros, hierbas, champiñones y piel de patatas durante algo menos de una hora y obtendrás un sabroso caldo marrón con un sabor profundo y elemental.
Este caldo va bien con los granos, como el arroz integral o bulgur y entrega un maravilloso sabor cuando es usado como líquido para cocinar y cocer a fuego lento unas asertivas berzas, repollos gallegos o coles rizadas. Quizás sea más satisfactoria una elemental sopa hecha de pequeños fríjoles blancos, champiñones asados, patatas y repollo.
O puedes preferir un sabor más puro -para esto, los champiñones son fabulosos. Cuece a fuego lento champiñones secos y frescos, con aromas, si quieres un apetitoso y carnoso caldo que es incluso más maravilloso cuando se le agrega cebada perlada, que espesa el caldo y le da cuerpo. Es la base para una sopa de nabos y acelgas, un plato que nos recuerda lo intensamente sabrosas que pueden ser las verduras cuando se las trata adecuadamente.
17 de marzo de 2006
©miami herald
©traducción mQh
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