extraterrestres con hambre
[Manohla Dargis] Un guión deliciosamente retorcido.
Se supone que las babosas y pequeñas criaturas que se contraen en la boca de los personajes seriamente dementes de la película de horror ‘Slither’ [La Plaga] provienen del espacio. A decir verdad, estos bichos deliciosamente repugnantes, que parecen sanguijuelas que se mueven a gran velocidad, salieron del retorcido cerebro del guionista y director de la película, James Gunn, un sabio del horror que obviamente se ha dedicado a coleccionar las películas de George A. Romero y David Cronenberg. El país de los zombis de Romero viven en las sombras en ‘La plaga’, una película sobre un fecundo extraterrestre con un insaciable apetito por la carne. Pero parece ser el interés de principios de la carrera de Cronenberg en orificios chorreantes y protuberancias puntiagudas lo que causó el mayor impacto en Gunn.
Hay un montón de orificios, protuberancias y chorreadas en ‘La plaga’, junto con bastante carne cruda como para sugerir que, a pesar del descargo habitual de que durante la producción no se causó dolor a ningún animal, PETA estará pronto en las calles. El monstruo que engendra todos esos asquerosos bichos reptantes tiene el apetito del vaquero por el filete mignon. (¿Qué hay para cenar? Una vaca). Al monstruo también le gustan los perros y los gatos, y muestra un profundo cariño por el cuerpo prestado de la menuda señora, un matón de provincia llamado Grant (Michael Rooker -Henry, en ‘Henry: Retrato de un asesino’ [Henry: Portrait of a Serial Killer]) que fue obligado a dejar atrás. Su nombre es Starla (Elizabeth Banks) y la sonrisa de Starla brilla incluso después de que su marido Grant se ha transformado en un look-alike bastante desconcertante de Jabba the Hutt. "El matrimonio", dice, "es un vínculo sagrado".
También las películas; al menos, es la idea. El placer del horror no es simplemente que las mejores películas te hagan doblar los dedos de los pies y te obliguen a controlar las cerraduras, sino además requieren un conexión particularmente fuerte entre la audiencia y el director. Como la comedia, el horror es difícil de dominar porque requiere matices. Muchas películas de hoy simplemente se deleitan en la sangre y el sadismo; es absurdamente fácil fijar la atención de la audiencia en nada más que cercenar un brazo. El horror verdadero exige más que retozar en un osario; requiere terror, misterio, pavor. También requiere que la audiencia, una ruda multitud acostumbrada a todo tipo de carnicería hecha arte, suspenda su frialdad lo suficiente como para que el director demuestre lo que vale.
Gunn escribió el guión de un muy buen remake del clásico de zombis de Romero, ‘Amanecer de los muertos’ [Dawn of the Dead], que no debió tener éxito, pero que lo tuvo porque acató las reglas del género y las torció, principalmente haciendo a los zombis espeluznantemente más rápidos, como en la película ‘28 días después’ [28 Days Later], de Danny Boyle. El acelerado ritmo puede haber parecido herético (y Romero mismo sigue siendo un firme adherente de los muertos vivientes lentos), pero fue justo el tipo de pellizco que transforma en familiar un escenario fresco. De manera similar, mientras ‘La plaga’ parece a veces un puré de monstruos, lo que hace que funcione es la destreza con la que se desliza de puaj en puaj, pasando del horror a la comedia y al revés sobre sus sangrientos fundamentos.
El humor tiende a torcerse hacia lo obvio y lo torpe, aunque algunos de los mejores chistes son también los más subentendidos, como cuando el candidato a héroe, el jefe de policía Bill Pardy (el muy elegante Nathan Fillion, de ‘Serenity’), que se dirige a su encuentro con el monstruo acompañado de un grupo de alguaciles fuertemente armados, se detiene para bloquear su coche con un chirriante control remoto. Este nimio, inane gesto pone la acción efectivamente en pausa, desinflándola, y subraya lo ordinario del bueno de la película designado (incluso sugiriendo que puede no estar a la altura del desafío). También te hace pensar sobre logística, un componente crítico del género que exige un cierto desparpajo práctico de sus personajes.
Los personajes que salen vivos de una película de horror parecen venir equipados con un tipo de manual de supervivencia: saben cómo hundir una estaca en el corazón de un vampiro y cuándo disparar una bala de plata. Los hombres y mujeres de ‘La plaga’ parecen bastante desafortunados en comparación: sus armas no funcionan, y la granada que el departamento de policía guarda bajo llave parece que ha estado acumulando polvo desde la caída de Saigón. Gunn no parece estar interesado en revolver la trama con política, pero poco antes del gran final, querrá ser recordado como el héroe de esta historia. Incluso cuando el monstruo está a punto de arrasar la ciudad, este tipo sólo piensa en su imagen.
Hay un montón de orificios, protuberancias y chorreadas en ‘La plaga’, junto con bastante carne cruda como para sugerir que, a pesar del descargo habitual de que durante la producción no se causó dolor a ningún animal, PETA estará pronto en las calles. El monstruo que engendra todos esos asquerosos bichos reptantes tiene el apetito del vaquero por el filete mignon. (¿Qué hay para cenar? Una vaca). Al monstruo también le gustan los perros y los gatos, y muestra un profundo cariño por el cuerpo prestado de la menuda señora, un matón de provincia llamado Grant (Michael Rooker -Henry, en ‘Henry: Retrato de un asesino’ [Henry: Portrait of a Serial Killer]) que fue obligado a dejar atrás. Su nombre es Starla (Elizabeth Banks) y la sonrisa de Starla brilla incluso después de que su marido Grant se ha transformado en un look-alike bastante desconcertante de Jabba the Hutt. "El matrimonio", dice, "es un vínculo sagrado".
También las películas; al menos, es la idea. El placer del horror no es simplemente que las mejores películas te hagan doblar los dedos de los pies y te obliguen a controlar las cerraduras, sino además requieren un conexión particularmente fuerte entre la audiencia y el director. Como la comedia, el horror es difícil de dominar porque requiere matices. Muchas películas de hoy simplemente se deleitan en la sangre y el sadismo; es absurdamente fácil fijar la atención de la audiencia en nada más que cercenar un brazo. El horror verdadero exige más que retozar en un osario; requiere terror, misterio, pavor. También requiere que la audiencia, una ruda multitud acostumbrada a todo tipo de carnicería hecha arte, suspenda su frialdad lo suficiente como para que el director demuestre lo que vale.
Gunn escribió el guión de un muy buen remake del clásico de zombis de Romero, ‘Amanecer de los muertos’ [Dawn of the Dead], que no debió tener éxito, pero que lo tuvo porque acató las reglas del género y las torció, principalmente haciendo a los zombis espeluznantemente más rápidos, como en la película ‘28 días después’ [28 Days Later], de Danny Boyle. El acelerado ritmo puede haber parecido herético (y Romero mismo sigue siendo un firme adherente de los muertos vivientes lentos), pero fue justo el tipo de pellizco que transforma en familiar un escenario fresco. De manera similar, mientras ‘La plaga’ parece a veces un puré de monstruos, lo que hace que funcione es la destreza con la que se desliza de puaj en puaj, pasando del horror a la comedia y al revés sobre sus sangrientos fundamentos.
El humor tiende a torcerse hacia lo obvio y lo torpe, aunque algunos de los mejores chistes son también los más subentendidos, como cuando el candidato a héroe, el jefe de policía Bill Pardy (el muy elegante Nathan Fillion, de ‘Serenity’), que se dirige a su encuentro con el monstruo acompañado de un grupo de alguaciles fuertemente armados, se detiene para bloquear su coche con un chirriante control remoto. Este nimio, inane gesto pone la acción efectivamente en pausa, desinflándola, y subraya lo ordinario del bueno de la película designado (incluso sugiriendo que puede no estar a la altura del desafío). También te hace pensar sobre logística, un componente crítico del género que exige un cierto desparpajo práctico de sus personajes.
Los personajes que salen vivos de una película de horror parecen venir equipados con un tipo de manual de supervivencia: saben cómo hundir una estaca en el corazón de un vampiro y cuándo disparar una bala de plata. Los hombres y mujeres de ‘La plaga’ parecen bastante desafortunados en comparación: sus armas no funcionan, y la granada que el departamento de policía guarda bajo llave parece que ha estado acumulando polvo desde la caída de Saigón. Gunn no parece estar interesado en revolver la trama con política, pero poco antes del gran final, querrá ser recordado como el héroe de esta historia. Incluso cuando el monstruo está a punto de arrasar la ciudad, este tipo sólo piensa en su imagen.
Slither
Guión y Dirección James Gunn Fotografía Gregory Middleton Montaje John Axelrad Música Tyler Bates Diseño de Producción Andrew Neskoromny Producción Paul Brooks y Eric Newman Distribución Universal Pictures.
Duración: 96 minutos.
Reparto: Nathan Fillion (Bill Pardy), Elizabeth Banks (Starla Grant), Gregg Henry (Jack MacReady), Michael Rooker (Grant Grant) y Tania Saulnier (Kylie Strutemyer).
1 de abril de 2006
©new york times
©traducción mQh
0 comentarios