horrores de guerra de bosnia
[Daniel Williams] Violación en provocadora película expone cicatrices de la región.
Belgrado, Serbia. En Belgrado, a principios de marzo llegó una multitud al estreno de ‘Grbavica’, una película sobre una mujer musulmana que fue violada por un serbio durante la guerra étnica de Bosnia de los años noventa y su decisión de conservar la bebita a la que da a luz.
Antes de empezar el rodaje, hubo en la capital serbia amenazas de serbios que no reconocen que se cometieran esos crímenes, y que no estaban contentos con que se convirtieran en tema de una película. "Traidores", gritaron, mientras robustos acomodadores los sacaban del ayuntamiento.
"Es lo que esperábamos. Pero tuvimos que hacer frente a todo eso", dijo Mirjana Karanovic, la actriz que hace de madre.
Quizás más que otros participantes en la producción, Karanovic está en el centro de la polémica y de la curiosidad. Es la actriz serbia mejor conocida, y muy admirada. Era impensable que una serbia representara el papel de víctima de los serbios en un país donde mucha gente, si no reacia a reconocer las atrocidades de la guerra, al menos piensan que la culpa la llevan todas las nacionalidades.
Karanovic no tuvo dudas. "No me arrepentiría. Yo sabía que esas violaciones habían ocurrido. Quizás no conocía los detalles, pero sabía que era verdad", dijo en una entrevista. "Esta película cuenta esa historia. Se aplica a todo el mundo".
Grbavica es un barrio de Sarajevo, la capital de Bosnia, que era una ciudad poblada por serbios, musulmanes y croatas en el pasado. Grbavica fue dañada gravemente durante el sitio de tres años y medio de la ciudad, donde los serbios trataron de expulsar a musulmanes y croatas. Fuerzas irregulares serbia ocuparon y luego saquearon y violaron en Grbavica, que yace al otro lado del río en el centro de la ciudad.
Casi ningún edificio escapó a destrozos en Grbavica. Cuando las tropas serbias entregaron el áreas a tropas extranjeras en 1996, se retiraron quemando las casas. Más de una década después, Sarajevo sigue estando segregada. Los serbios se están asentando en las afueras en un área conocida como nueva Sarajevo; los musulmanes dominan ahora la ciudad propiamente.
"La Sarajevo de antes de la guerra no volverá a existir", dijo Karanovic. "Antes no pensábamos en términos de nacionalidad. Cuando la gente me pregunta cómo se siente representar a un mujer musulmana, les digo que ser musulmán no era parte de la vida de Bosnia como está siendo ahora. Serbios y musulmanes somos similares, diga la gente lo que diga. No tuve que cambiar mi personalidad".
Las divisiones étnicas en la Sarajevo de hoy convierten la producción multicultural de ‘Grbavica’ en algo extraordinario. Rodada en Sarajevo, la película es una producción conjunta austriaca, bosnia, alemana y croata. La directora, Jasmila Zbanic, es una joven directora bosnia de documentales.
La película ganó en febrero el premio Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de Berlín. Zbanic hizo noticia en el festival cuando, tras recibir el premio, llamó a la captura de los líderes serbios de Bosnia en tiempos de guerra, Radovan Karadzic y Ratko Mladic.
Esa observación terminó con cualquier oportunidad de que la película fuera proyectada en las partes dominadas por serbios en Bosnia. El distribuidor, Vlado Ljevar, dijo a los periodistas: "No queremos proyectar una película que provoque a los serbios y cause una revuelta, y con la que no podamos hacer dinero". Pero se proyectó en teatros en Sarajevo y otras zonas musulmanas y croatas del país.
En los estados que antes pertenecieron a Yugoslavia, alguna gente todavía cree que la guerra de los Balcanes no debió haber ocurrido y que la loca composición étnica de la región era una bendición, no una desventaja. Karanovic es una de ellas. Continúa teniendo el destrozado sueño.
Actúa en películas hechas en Serbia y Bosnia, y trabaja en teatro en Belgrado y Sarajevo. Ha trabajado con el director nacido en Sarajevo, Emir Kusturica, que fue nominado a un Oscar en 1985 por ‘Papá está en viaje de negocios’ [When Father Was Away on Business]. En esta, Karanovic hizo de madre en la Yugoslavia bajo dominio comunista, que trata de proteger a su hijo cuando se entera de la detención de su padre tras una descuidada observación política.
En 2004 Kusturica la dirigió en ‘La vida es un milagro’ [Life Is a Miracle], una película franco-serbia sobre una ciudad bosnia que persiste en seguir la construcción de una vía férrea en vísperas de la guerra.
El año pasado fue protagonista de ‘Go West’, una amarga y poco convencional comedia sobre una pareja de homosexuales -uno es serbio, el otro un musulmán bosnio- que huyen de Sarajevo y se marchan a un pequeño pueblo donde el bosnio trata de vivir disfrazado de mujer.
"Nuestras películas tocan estos temas sin dudarlo", dijo "No podemos competir con Hollywood a nivel de éxitos. Nosotros trabajamos a nivel humano".
En Belgrado, activistas de derechos humanos y pro-democracia rellenaron los teatros para ver ‘Grbavica’ y acogieron la película con una ovación de pie.
‘Grbavica’ cuenta la historia de una estudiante de medicina que es violada en su casa y queda embarazada de una bebita.
"Cuando nace, no la quiero ver... pero al segundo día, cuando la tomo para amamantarla, me doy cuenta de que es la última guapa que queda en el mundo, y decido quedarme con ella", dice Esma, el personaje de Karanovic.
Karanovic se preparó para el papel leyendo testimonios de víctimas de crímenes de guerra. Pocas mujeres tomaron la decisión de contar sus historias, observó: "Es una vergüenza en la sociedad. No son reconocidas como víctimas". Tras el estreno de la película en Sarajevo, el parlamento bosnio aprobó una ley que reconoce a las mujeres violadas como víctimas de la guerra y les proporciona ayuda económica.
La película se estrenará pronto en Belgrado. Karanovic piensa que será recibida pacíficamente. "Los serbios sufrimos una crisis espiritual. No sabemos quiénes son nuestros héroes ni quiénes nuestros propios canallas", dijo.
"En Serbia todavía no estamos preparados para contarnos estas historias", continuó, observando que en Belgrado todavía no se hace una película seria sobre la guerra. "La gente verá la película y hablará sobre ella. Eso será un progreso. Tenemos que empezar con pequeños pasos".
Antes de empezar el rodaje, hubo en la capital serbia amenazas de serbios que no reconocen que se cometieran esos crímenes, y que no estaban contentos con que se convirtieran en tema de una película. "Traidores", gritaron, mientras robustos acomodadores los sacaban del ayuntamiento.
"Es lo que esperábamos. Pero tuvimos que hacer frente a todo eso", dijo Mirjana Karanovic, la actriz que hace de madre.
Quizás más que otros participantes en la producción, Karanovic está en el centro de la polémica y de la curiosidad. Es la actriz serbia mejor conocida, y muy admirada. Era impensable que una serbia representara el papel de víctima de los serbios en un país donde mucha gente, si no reacia a reconocer las atrocidades de la guerra, al menos piensan que la culpa la llevan todas las nacionalidades.
Karanovic no tuvo dudas. "No me arrepentiría. Yo sabía que esas violaciones habían ocurrido. Quizás no conocía los detalles, pero sabía que era verdad", dijo en una entrevista. "Esta película cuenta esa historia. Se aplica a todo el mundo".
Grbavica es un barrio de Sarajevo, la capital de Bosnia, que era una ciudad poblada por serbios, musulmanes y croatas en el pasado. Grbavica fue dañada gravemente durante el sitio de tres años y medio de la ciudad, donde los serbios trataron de expulsar a musulmanes y croatas. Fuerzas irregulares serbia ocuparon y luego saquearon y violaron en Grbavica, que yace al otro lado del río en el centro de la ciudad.
Casi ningún edificio escapó a destrozos en Grbavica. Cuando las tropas serbias entregaron el áreas a tropas extranjeras en 1996, se retiraron quemando las casas. Más de una década después, Sarajevo sigue estando segregada. Los serbios se están asentando en las afueras en un área conocida como nueva Sarajevo; los musulmanes dominan ahora la ciudad propiamente.
"La Sarajevo de antes de la guerra no volverá a existir", dijo Karanovic. "Antes no pensábamos en términos de nacionalidad. Cuando la gente me pregunta cómo se siente representar a un mujer musulmana, les digo que ser musulmán no era parte de la vida de Bosnia como está siendo ahora. Serbios y musulmanes somos similares, diga la gente lo que diga. No tuve que cambiar mi personalidad".
Las divisiones étnicas en la Sarajevo de hoy convierten la producción multicultural de ‘Grbavica’ en algo extraordinario. Rodada en Sarajevo, la película es una producción conjunta austriaca, bosnia, alemana y croata. La directora, Jasmila Zbanic, es una joven directora bosnia de documentales.
La película ganó en febrero el premio Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de Berlín. Zbanic hizo noticia en el festival cuando, tras recibir el premio, llamó a la captura de los líderes serbios de Bosnia en tiempos de guerra, Radovan Karadzic y Ratko Mladic.
Esa observación terminó con cualquier oportunidad de que la película fuera proyectada en las partes dominadas por serbios en Bosnia. El distribuidor, Vlado Ljevar, dijo a los periodistas: "No queremos proyectar una película que provoque a los serbios y cause una revuelta, y con la que no podamos hacer dinero". Pero se proyectó en teatros en Sarajevo y otras zonas musulmanas y croatas del país.
En los estados que antes pertenecieron a Yugoslavia, alguna gente todavía cree que la guerra de los Balcanes no debió haber ocurrido y que la loca composición étnica de la región era una bendición, no una desventaja. Karanovic es una de ellas. Continúa teniendo el destrozado sueño.
Actúa en películas hechas en Serbia y Bosnia, y trabaja en teatro en Belgrado y Sarajevo. Ha trabajado con el director nacido en Sarajevo, Emir Kusturica, que fue nominado a un Oscar en 1985 por ‘Papá está en viaje de negocios’ [When Father Was Away on Business]. En esta, Karanovic hizo de madre en la Yugoslavia bajo dominio comunista, que trata de proteger a su hijo cuando se entera de la detención de su padre tras una descuidada observación política.
En 2004 Kusturica la dirigió en ‘La vida es un milagro’ [Life Is a Miracle], una película franco-serbia sobre una ciudad bosnia que persiste en seguir la construcción de una vía férrea en vísperas de la guerra.
El año pasado fue protagonista de ‘Go West’, una amarga y poco convencional comedia sobre una pareja de homosexuales -uno es serbio, el otro un musulmán bosnio- que huyen de Sarajevo y se marchan a un pequeño pueblo donde el bosnio trata de vivir disfrazado de mujer.
"Nuestras películas tocan estos temas sin dudarlo", dijo "No podemos competir con Hollywood a nivel de éxitos. Nosotros trabajamos a nivel humano".
En Belgrado, activistas de derechos humanos y pro-democracia rellenaron los teatros para ver ‘Grbavica’ y acogieron la película con una ovación de pie.
‘Grbavica’ cuenta la historia de una estudiante de medicina que es violada en su casa y queda embarazada de una bebita.
"Cuando nace, no la quiero ver... pero al segundo día, cuando la tomo para amamantarla, me doy cuenta de que es la última guapa que queda en el mundo, y decido quedarme con ella", dice Esma, el personaje de Karanovic.
Karanovic se preparó para el papel leyendo testimonios de víctimas de crímenes de guerra. Pocas mujeres tomaron la decisión de contar sus historias, observó: "Es una vergüenza en la sociedad. No son reconocidas como víctimas". Tras el estreno de la película en Sarajevo, el parlamento bosnio aprobó una ley que reconoce a las mujeres violadas como víctimas de la guerra y les proporciona ayuda económica.
La película se estrenará pronto en Belgrado. Karanovic piensa que será recibida pacíficamente. "Los serbios sufrimos una crisis espiritual. No sabemos quiénes son nuestros héroes ni quiénes nuestros propios canallas", dijo.
"En Serbia todavía no estamos preparados para contarnos estas historias", continuó, observando que en Belgrado todavía no se hace una película seria sobre la guerra. "La gente verá la película y hablará sobre ella. Eso será un progreso. Tenemos que empezar con pequeños pasos".
28 de marzo de 2006
©washington post
©traducción mQh
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