mitos sobre misioneros en turquía
[Karl Vick] El asesinato del sacerdote muestra complejos lazos del islam con el nacionalismo en un país oficialmente laico.
Trabzon, Turquía. La polémica sobre las caricaturas del profeta Mahoma estaban en su punto más álgido cuando ese domingo por la mañana una bala perforó el corazón del reverendo Andrea Santoro, así que el sacerdote católico de 61 años fue contado como una baja de esos momentos, una situación especialmente volátil entre dos credos que no logran entenderse.
Dos meses más tarde, muchos aquí todavía manejan esa suposición. De acuerdo a los testigos, después de disparar por la espalda contra el sacerdote italiano, su asesino gritó: "¡Allahu akbar!" (Dios es grande), una expresión habitual en el culto musulmán que sirve a grito de guerra.
Pero entre los vecinos de esta pequeña ciudad con vistas al Mar Negro, en las semanas que siguieron al asesinato cerca del altar de la única iglesia en 150 kilómetros, se ha asentado otra explicación. El sacerdote era un misionero, susurran los vecinos, y su muerte fue ocasionada por una disputa sobre dinero que los turcos creen que los misioneros pagan a los musulmanes a los que están tratando de convertir.
"Aquí todo el mundo dice que estaba pagando a un grupo de jóvenes -estudiantes universitarios- unos cien euros al mes para convertirlos", dijo Recep Hickorkmiz, que conduce uno de los furgones blancos que se agolpan en las empinadas calles de la ciudad.
"También lo oí yo", dijo una mujer en el balcón de un apartamento que da a la iglesia, donde dijo que oyó a Santoro discutir con un grupo de jóvenes el día antes de su asesinato, pero sin entender el motivo de la discusión. "Dicen que el chico contó a su amigo que el sacerdote le dio cien euros por inscribirse aquí, y que si él entraba le pagaría lo mismo".
Los rumores parecían ser sólo rumores. Mahya Usta, el abogado del adolescente turco acusado del asesinato, dijo que el trabajo misionero "no tiene nada que ver con mi caso". Y los líderes de la pequeña y acosada comunidad cristiana dijeron que el viejo rumor de que se pagaba dinero a los conversos se ajustaba especialmente mal con Santoro.
"No tenemos dinero", dijo el obispo Luigi Padovese, vicario apostólico de Anatolia. "Yo le daba a Andrea trescientos euros al mes. Si le hubiese dado cien euros a cada uno..."
Pero si la versión local del incidente parece tener poco asidero en los hechos, sí está anclada en una enraizada desconfianza de los cristianos en Turquía, una república nominalmente laica que según funcionarios estadounidenses es un modelo de democracia para el mundo musulmán.
"En realidad, el estado puede ser laico, pero no está haciendo esa distinción en sus actividades", dijo Isa Karatas, portavoz de quizás ochenta iglesias evangélicas de Turquía.
Hasta que las minorías religiosas lograron modificar la ley, Turquía exigía que cristianos y judíos estudiaran el islam en las clases de religión que son obligatorias en las escuelas turcas desde el cuarto año. El estado ha confiscado cientos de propiedades eclesiásticas, y ha devuelto algunas sólo recientemente bajo presión de la Unión Europea, a la que Turquía está tratando de ingresar.
Con quizás cien mil cristianos en una población de setenta millones, oficialmente Turquía tolera y protege a otras religiones, aparte del islam. A diferencia de Afganistán, que el mes pasado amenazó con ejecutar a un converso cristiano, el país no tiene leyes que prohíban que un musulmán reniegue de su fe o contra intentos de captación.
Sin embargo, entre 1998 y 2001 la policía turca acusó a 293 personas de "actividades de evangelización", dijo hace poco un ministro de estado al parlamento. A la gente que llama a grupos cristianos que operan en Turquía se les advierte no utilizar la palabra ‘misioneros’ en una línea abierta.
"Un montón de mis amigos usan la palabra ‘M’", dijo un recepcionista.
La tensión data al menos desde el siglo 13, cuando los cruzados cristianos saquearon lo que es Estambul.
"Los misioneros y los cruzados están relacionados", declaró el Directorado de Asuntos Religiosos de Turquía en un folleto publicado en junio último. El directorado, que controla las mezquitas turcas, distribuyó hace un año un sermón para las oraciones del viernes en todo el país. Se advierte a los imanes que los misioneros están implicados en una conspiración para "robar las creencias de nuestros jóvenes y niños".
La advertencia refleja una dura realidad enmascarada por la postura oficial de Turquía en cuanto al gobierno laico y al modernismo occidental. Setecientos años después de las Cruzadas y ocho décadas después de la caída del imperio otomano, que reclamó haber unificado a los musulmanes del mundo en un califato, la moderna identidad de Turquía es un enfática fusión de patriotismo y fe.
"Load al Señor, soy turco y musulmán", dice un lema todavía usado por los viejos. La identidad está enraizada en parte en la política de los años veinte, cuando las potencias europeas respaldaron las ambiciones territoriales de los vecinos cristianos de Turquía, especialmente Grecia. La antipatía específica hacia los misioneros data del siglo anterior, cuando un desmoronado imperio otomano utilizó la religión para proteger sus flancos.
Pero hoy, el aumento de la antipatía hacia los turcos cristianos conlleva también graves implicaciones para las potencias occidentales. Las encuestas muestran que una abrumadora mayoría de los musulmanes considera las guerras en Iraq y Afganistán como un ataque contra el islam. En Turquía, un aliado de la OTAN descrito a menudo como un puente entre civilizaciones, los sentimientos anti-americanos han recrudecido como nunca antes.
Karatas, el portavoz protestante, dice que sus colegas turcos le preguntan a menudo: "Si hubiera una guerra, ¿por qué lado pelearías? No puedo hacerles entender que aunque sea cristiano, mis sentimientos hacia mi país siguen siendo los mismos. Ellos no lo entienden".
Behnan Konutgan, funcionario de la Sociedad Bíblica de Turquía que cree que los cristianos están obligados a difundir la Buena Nueva, ha sido detenido repetidas veces. "Cuando predico", dijo, "la gente piensa que soy un enemigo del país".
El elemento patriótico puede haber jugado un papel en el homicidio de Santoro. Trabzon, una ciudad portuaria, no tiene la reputación de ser un centro de fundamentalismo religioso. Pero es conocida por sus nacionalistas extremistas.
"Estamos pensando que no se trata solamente del problema de la religión, sino también del nacionalismo -de las dos cosas juntas", dice Padovese, el obispo. Dijo que Santoro había informado que era acusado regularmente por jóvenes enfadados que lo acusaban de actividades de proselitismo que Padovese dijo que la iglesia no fomentaba.
"Es como antes de la elecciones, que siempre dicen que los partidos dan dinero a la gente en los pueblos", dijo Abdullah Yurduseven, un sastre cuyo apellido significa ‘aquel que ama a su país’. "Nunca se sabe si es verdad o no".
Un mes antes del asesinato, un misionero extranjero fue violetamente agredido y expulsado de la ciudad después de recibir amenazas de muerte, dijo Karatas. "Trabzon es un poco caótica", dijo.
Se sabe poco sobre el acusado de dieciséis años que espera su juicio en el caso de Santoro. Fue expulsado de una escuela secundaria cercana por no asistir, y su abogado confirmó que había estado viendo a un psicólogo.
"No era el tipo de persona que hace amigos", dijo Cahit Kose, cuya librería está junto al apartamento donde el acusado vivía con su madre. "Quiero decir, pasaba todos los días frente a la ventana y nunca lo vi".
"Este Es Ese Niño", decía el titular en Karadeniz, un diario local, después de la detención de un sospechoso cuya cara fue borroneada por el diario. "Primera Declaración: Pidió 500 Dólares. No Se Los Pagaron".
Dos meses más tarde, muchos aquí todavía manejan esa suposición. De acuerdo a los testigos, después de disparar por la espalda contra el sacerdote italiano, su asesino gritó: "¡Allahu akbar!" (Dios es grande), una expresión habitual en el culto musulmán que sirve a grito de guerra.
Pero entre los vecinos de esta pequeña ciudad con vistas al Mar Negro, en las semanas que siguieron al asesinato cerca del altar de la única iglesia en 150 kilómetros, se ha asentado otra explicación. El sacerdote era un misionero, susurran los vecinos, y su muerte fue ocasionada por una disputa sobre dinero que los turcos creen que los misioneros pagan a los musulmanes a los que están tratando de convertir.
"Aquí todo el mundo dice que estaba pagando a un grupo de jóvenes -estudiantes universitarios- unos cien euros al mes para convertirlos", dijo Recep Hickorkmiz, que conduce uno de los furgones blancos que se agolpan en las empinadas calles de la ciudad.
"También lo oí yo", dijo una mujer en el balcón de un apartamento que da a la iglesia, donde dijo que oyó a Santoro discutir con un grupo de jóvenes el día antes de su asesinato, pero sin entender el motivo de la discusión. "Dicen que el chico contó a su amigo que el sacerdote le dio cien euros por inscribirse aquí, y que si él entraba le pagaría lo mismo".
Los rumores parecían ser sólo rumores. Mahya Usta, el abogado del adolescente turco acusado del asesinato, dijo que el trabajo misionero "no tiene nada que ver con mi caso". Y los líderes de la pequeña y acosada comunidad cristiana dijeron que el viejo rumor de que se pagaba dinero a los conversos se ajustaba especialmente mal con Santoro.
"No tenemos dinero", dijo el obispo Luigi Padovese, vicario apostólico de Anatolia. "Yo le daba a Andrea trescientos euros al mes. Si le hubiese dado cien euros a cada uno..."
Pero si la versión local del incidente parece tener poco asidero en los hechos, sí está anclada en una enraizada desconfianza de los cristianos en Turquía, una república nominalmente laica que según funcionarios estadounidenses es un modelo de democracia para el mundo musulmán.
"En realidad, el estado puede ser laico, pero no está haciendo esa distinción en sus actividades", dijo Isa Karatas, portavoz de quizás ochenta iglesias evangélicas de Turquía.
Hasta que las minorías religiosas lograron modificar la ley, Turquía exigía que cristianos y judíos estudiaran el islam en las clases de religión que son obligatorias en las escuelas turcas desde el cuarto año. El estado ha confiscado cientos de propiedades eclesiásticas, y ha devuelto algunas sólo recientemente bajo presión de la Unión Europea, a la que Turquía está tratando de ingresar.
Con quizás cien mil cristianos en una población de setenta millones, oficialmente Turquía tolera y protege a otras religiones, aparte del islam. A diferencia de Afganistán, que el mes pasado amenazó con ejecutar a un converso cristiano, el país no tiene leyes que prohíban que un musulmán reniegue de su fe o contra intentos de captación.
Sin embargo, entre 1998 y 2001 la policía turca acusó a 293 personas de "actividades de evangelización", dijo hace poco un ministro de estado al parlamento. A la gente que llama a grupos cristianos que operan en Turquía se les advierte no utilizar la palabra ‘misioneros’ en una línea abierta.
"Un montón de mis amigos usan la palabra ‘M’", dijo un recepcionista.
La tensión data al menos desde el siglo 13, cuando los cruzados cristianos saquearon lo que es Estambul.
"Los misioneros y los cruzados están relacionados", declaró el Directorado de Asuntos Religiosos de Turquía en un folleto publicado en junio último. El directorado, que controla las mezquitas turcas, distribuyó hace un año un sermón para las oraciones del viernes en todo el país. Se advierte a los imanes que los misioneros están implicados en una conspiración para "robar las creencias de nuestros jóvenes y niños".
La advertencia refleja una dura realidad enmascarada por la postura oficial de Turquía en cuanto al gobierno laico y al modernismo occidental. Setecientos años después de las Cruzadas y ocho décadas después de la caída del imperio otomano, que reclamó haber unificado a los musulmanes del mundo en un califato, la moderna identidad de Turquía es un enfática fusión de patriotismo y fe.
"Load al Señor, soy turco y musulmán", dice un lema todavía usado por los viejos. La identidad está enraizada en parte en la política de los años veinte, cuando las potencias europeas respaldaron las ambiciones territoriales de los vecinos cristianos de Turquía, especialmente Grecia. La antipatía específica hacia los misioneros data del siglo anterior, cuando un desmoronado imperio otomano utilizó la religión para proteger sus flancos.
Pero hoy, el aumento de la antipatía hacia los turcos cristianos conlleva también graves implicaciones para las potencias occidentales. Las encuestas muestran que una abrumadora mayoría de los musulmanes considera las guerras en Iraq y Afganistán como un ataque contra el islam. En Turquía, un aliado de la OTAN descrito a menudo como un puente entre civilizaciones, los sentimientos anti-americanos han recrudecido como nunca antes.
Karatas, el portavoz protestante, dice que sus colegas turcos le preguntan a menudo: "Si hubiera una guerra, ¿por qué lado pelearías? No puedo hacerles entender que aunque sea cristiano, mis sentimientos hacia mi país siguen siendo los mismos. Ellos no lo entienden".
Behnan Konutgan, funcionario de la Sociedad Bíblica de Turquía que cree que los cristianos están obligados a difundir la Buena Nueva, ha sido detenido repetidas veces. "Cuando predico", dijo, "la gente piensa que soy un enemigo del país".
El elemento patriótico puede haber jugado un papel en el homicidio de Santoro. Trabzon, una ciudad portuaria, no tiene la reputación de ser un centro de fundamentalismo religioso. Pero es conocida por sus nacionalistas extremistas.
"Estamos pensando que no se trata solamente del problema de la religión, sino también del nacionalismo -de las dos cosas juntas", dice Padovese, el obispo. Dijo que Santoro había informado que era acusado regularmente por jóvenes enfadados que lo acusaban de actividades de proselitismo que Padovese dijo que la iglesia no fomentaba.
"Es como antes de la elecciones, que siempre dicen que los partidos dan dinero a la gente en los pueblos", dijo Abdullah Yurduseven, un sastre cuyo apellido significa ‘aquel que ama a su país’. "Nunca se sabe si es verdad o no".
Un mes antes del asesinato, un misionero extranjero fue violetamente agredido y expulsado de la ciudad después de recibir amenazas de muerte, dijo Karatas. "Trabzon es un poco caótica", dijo.
Se sabe poco sobre el acusado de dieciséis años que espera su juicio en el caso de Santoro. Fue expulsado de una escuela secundaria cercana por no asistir, y su abogado confirmó que había estado viendo a un psicólogo.
"No era el tipo de persona que hace amigos", dijo Cahit Kose, cuya librería está junto al apartamento donde el acusado vivía con su madre. "Quiero decir, pasaba todos los días frente a la ventana y nunca lo vi".
"Este Es Ese Niño", decía el titular en Karadeniz, un diario local, después de la detención de un sospechoso cuya cara fue borroneada por el diario. "Primera Declaración: Pidió 500 Dólares. No Se Los Pagaron".
9 de abril de 2006
©washington post
©traducción mQh
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