bases permanentes en iraq
Además, estas retiradas van acompañadas -lo sabemos gracias al artículo de Seymour Hersh, ‘Up in the Air’, en el New Yorker del 5 de diciembre-, como en Vietnam del Sur en la era de Nixon, de la intervención de la Fuerza Aérea estadounidense. La intención de la intervención del poder aéreo es compensar cualquier avance perdido en el terreno (y provocará sin ninguna duda más ‘daños colaterales’ -es decir, muertes de iraquíes).
Es importante observar que todas las promesas de reducción o de retirada de tropas están invariablemente asociadas a la dudosa idea de que el gobierno de Bush puede ‘poner en pie’ un ejército y una fuerza policial iraquíes efectivas (pensad en la ‘vietnamización’), capaces de romper la resistencia sunní, y permitir así que las tropas americanas se retiren a sus bases en las afueras de las más importantes áreas urbanas, así como a Kuwait y lugares tan remotos como Estados Unidos. Además, todas las promesas del gobierno de reducciones militares están rodeadas de condiciones y obvias lagunas, con frases como "si todo sale de acuerdo a lo previsto y si mejora la seguridad...", o "también depende de la capacidad de los iraquíes de..."
Dado que los ataques de la guerrilla han estado en realidad aumentando y el suministro de los servicios básicos de una civilización moderna (electricidad, agua potable, gasolina para los coches, sistemas operacionales de desagüe, semáforos que funcionen, etc.) se han reducido; dado que el establecimiento mismo del gobierno al interior de la fuertemente fortificada Zona Verde ha demostrado ser terriblemente difícil, y dado que los fondos de reconstrucción estadounidenses (los que todavía no han desaparecido en uno u otro desagüe atascado) se están agotando, esas reducciones parciales pueden ser más complicadas de realizar de lo que se imagina. En estas circunstancias, podemos esperar más indicios, y más promesas, seguidas de más anuncios de ‘reducciones’ importantes programadas para fines de 2006 o principios de 2007, todas rodeadas de cláusulas condicionales y "sólo si" -promesas de reducciones que este gobierno sin ninguna duda no sentirá la obligación de cumplir.
Asumiendo, entonces, que el año que viene será un año de rumores sobre la retirada, de especulaciones e incluso de una guerra mediática de anuncios de reducciones, la pregunta es: ¿Cómo saber si el gobierno de Bush realmente se está retirando de Iraq? A veces, cuando uno trata de hacerse camino en la verdadera niebla de desinformación y mala información, ayuda concentrarse en algo concreto. En el caso de Iraq, nada sería más concreto -nada menos discutido en general en nuestros medios de comunicación- que el conjunto de enormes bases que el Pentágono viene construyendo en ese país. Se han invertido en ellas literalmente varios billones de dólares. En una prestigiosa revista de ingeniería de fines de 2003, el teniente coronel David Holt, que dijo la ingeniería del ejército fue "encargada del desarrollo de instalaciones" en Iraq, mencionaba orgullosamente que varios billones de dólares estaban siendo invertidos en la construcción de bases ("las cifras están subiendo"). Desde entonces, la construcción de bases ha sido masiva y permanente.
En un país en tal alarmante confusión, esas bases, con algunos de los sistemas de comunicación más caros y avanzados del planeta, son como enormes naves espaciales que han aterrizado en la Tierra provenientes de otro sistema solar. Representan una enorme inversión de recursos, de esfuerzos y ambiciones geo-estratégicas, y son los lugares que el gobierno de Bush seguramente no querrá entregar voluntariamente ni al más amistoso de los gobiernos iraquíes.
Si, como concuerdan casi todos los expertos, la reconstrucción al estilo de Bush ha fracasado totalmente en Iraq gracias a los robos, deshonestidad y mera incompetencia, y en lo esencial ahora está terminando, ha sido un terrible éxito en la ‘Pequeña América’ de Iraq. Por primera vez tenemos descripciones reales de un par de ‘super bases’ construidas en Iraq en los últimos dos años y medio, que a pesar de estar escritas por periodistas trabajando bajo las restricciones informativas del Pentágono son serias. Thomas Ricks, del Washington Post, visitó la Base Aérea Balad, la base estadounidense más grande en el país, a 68 kilómetros al norte de Bagdad y "plantada en el medio de la parte más hostil de Iraq". En un artículo titulado ‘La base más grande de Iraq parece una pequeña ciudad’, Ricks hace un asombroso retrato: La base es suficientemente grande como para tener sus propios ‘barrios’, entre ellos la ‘zona KBR’ (en honor a la compañía global de ingeniería, subsidiaria de Halliburton, que ha hecho la mayor parte del trabajo de construcción de bases en Iraq); ‘CJSOTF’ ("sede de una unidad de operaciones especiales", el Destacamento Conjunto Combinado de Operaciones Especiales, rodeado de "murallas particularmente elevadas" y de tanto secreto que incluso el jefe de relaciones públicas del ejército en la base no ha estado nunca dentro); y una chatarrería de todoterrenos destrozados del ejército. También hay un restaurante Subway, una Pizza Hut, un Popeye, "un Starbucks de imitación", un Burger King que abre las 24 horas, dos economatos donde se pueden comprar televisores, iPods y cosas parecidas, cuatro comedores, un hospital, una regla estrictamente implementada en la base de una velocidad máxima de 15 kilómetros por hora, una larga pista de aterrizaje, 250 aviones (incluyendo helicópteros y planeadores no tripulados para espionaje), amontonamientos de tráfico aéreo del tipo de podrías ver en el aeropuerto O’Hare, de Chicago, y "una pista de mini golf que imita a un campo de batalla, con sus pequeños sacos de arena, pequeños vallas protectoras, alambres de púa y, al final de la pista, lo que parece ser una diminuta jaula de detenidos".
Ricks informa que las 20 mil tropas estacionadas en Balad viven en "contenedores con aire acondicionado" que serán en el futuro -y sí, para los que están construyendo estas bases todavía hay un futuro- acondicionadas "para llevar a las tropas internet, televisión por cable y acceso telefónico". Señala también que de las tropas en Balad "sólo algunos tienen trabajos por los que deben salir de la base. La mayoría de los soldados estadounidenses estacionados aquí no tienen nunca contacto con iraquíes".
Hace poco Oliver Poole, un periodista británico, visitó otra de las ‘super bases’ estadounidenses, la Base Aérea al-Asad, todavía en construcción ("con fútbol y pizzerías para una permanencia de largo plazo de Estados Unidos"). Observa sobre "el campamento de marines más grande en el oeste de la provincia de Anbar", que "esta franja de desierto se parece cada vez más a un suburbio americano". Además de los obligados restaurantes Subway y pizzerías, hay una cancha de fútbol, un local de la compañía de alquiler de coches Hertz, una piscina, un teatro que proyecta las últimas películas. Al-Asad es tan grande -esas bases pueden cubrir de 40 a 50 kilómetros cuadrados- que tiene dos trayectos de autobuses y, si no semáforos, al menos signos Pare rojos en todos los cruces.
Hay al menos cuatro de estas ‘super bases’ en Iraq, ninguna de las cuales tienen nada que ver con la ‘retirada’ de ese país. Al contrario, estas bases están siendo construidas como pequeñas islas americanas de eterno orden en medio de un caótico océano. Digan lo que digan los funcionarios de gobierno y los comandantes militares -y siempre niegan que estemos construyendo bases ‘permanentes’ en Iraq-, los hechos en el terreno hablan por sí mismo. Estas bases están gritando que son permanentes.
Desafortunadamente aquí hay un problema. Los periodistas estadounidenses adhieren a una regla simple: Las palabras ‘permanente’, ‘base’ e ‘Iraq’ no deben colocarse nunca en la misma frase, ni siquiera en el mismo párrafo; de hecho, ni siquiera en el mismo artículo. Mientras una búsqueda en LexisNexis de los últimos 90 días de cobertura periodística de Iraq entregó varios ejemplos del uso de estas tres palabras en la prensa británica, los únicos ejemplos estadounidenses que se encontraron ocurrieron cuando un 80 por ciento de iraquíes (obviamente algo desquiciados por sus difíciles vidas) insistieron en una encuesta que Estados Unidos quería construir bases para quedarse en el país o cuando se agregó "no" a la combinación en desmentidos estadounidenses oficiales. (Es extraño que esas bases, imponentes como son, existan en general en nuestros diarios solamente en sentido negativo). Tres ejemplos serán suficientes:
El ministro de Defensa: "Durante una visita a tropas estadounidenses en Faluya en Navidad, el ministro de Defensa Donald H. Rumsfeld dijo que ‘de momento no hay planes para levantar bases permanentes’ en Iraq. ‘Este es un tema que ni siquiera ha sido discutido con el gobierno iraquí".
El general de división Mark Kimmett, subcomandante del Comando Central para planificación y estrategia en Iraq: "Ya hemos entregado importantes franjas de territorio a los iraquíes. No se trata de planes a futuro; están siendo llevados a cabo en estos momentos. No son nuestros planes solamente, ya que nuestra posición es que no queremos construir bases permanentes en Iraq".
Karen Hughes, en ‘The Charlie Rose Show’: "Charlie Rose: Ellos piensan que llegamos por el petróleo, o piensan que Estados Unidos quiere instalar bases permanentes. ¿Quiere Estados Unidos tener bases permanentes en Iraq? Karen Hughes: Lo único que queremos es traer a casa a nuestros hombres y mujeres de las fuerzas armadas. Tan pronto como sea posible, pero no sin haber terminado la misión. Charlie Rose: ¿No queremos tener bases aquí? Karen Hughes: No, queremos traer a nuestra gente a casa tan pronto como sea posible".
Sin embargo, durante un período, el Pentágono practicó algo más cercano a la verdad en la propaganda que nuestros principales diarios. Al menos, llamaron a las grandes bases en Iraq "campamentos duraderos", una descripción que tenía cierto encanto y apestaba a permanencia. (Más tarde fueron rebautizadas, mucho menos románticamente, como "bases operacionales contingentes").
Uno de los perdurables misterios de esta guerra es que las informaciones periodísticas sobre nuestras bases en Iraq han sido casi inexistentes en estos últimos tres años, especialmente con un gobierno tan inclinado hacia las soluciones militares de problemas globales; especialmente dada la magnitud de algunas de las bases; especialmente considerando el hecho de que el Pentágono está colocando en reserva a nuestras bases en Arabia Saudí y ve a algunas de estas como substitutos de largo plazo; especialmente considerando el hecho de que los neo-conservadores y otros importantes funcionarios del gobierno estaban tan concentrados en el llamado arco de inestabilidad (en lo esencial, los centros energéticos del planeta) en cuyo centro se encontraba Iraq; y especialmente dado el hecho de que la planificación de preguerra del Pentágono de esos ‘campamentos duraderos’ fue, en breve, una historia de primera plana en un importante diario.
Quizás convenga hacer un poco de historia:
El 19 de abril de 2003, poco después de que tropas americanas ocuparan Bagdad, los periodistas Thom Shanker y Eric Schmitt escribieron un artículo de primera plana para el New York Times indicando que el Pentágono estaba planeando "mantener" cuatro bases a largo plazo en Iraq, aunque "probablemente no habrá nunca un anuncio sobre el estacionamiento permanente de tropas". Antes que hablar de ‘bases permanentes’, los militares se refieren a ellas coquetonamente como "acceso permanente" a Iraq. Las bases, sin embargo, se ajustan perfectamente bien a otros planes del Pentágono, que ya estaban en los esquemas. Por ejemplo, los 400 mil militares de Saddam debían ser remplazados por sólo 40 mil militares con armamento ligero sin blindados de interés y sin fuerza aérea. (En una región de otro modo fuertemente armada, esto asegura que todo gobierno iraquí dependa casi totalmente de los militares americanos y que la Fuerza Aérea estadounidense sea, por omisión, la única fuerza aérea que tendrá Iraq en los próximos años). Mientras que gran parte del espacio de nuestros periódicos se ha destinado últimamente a la ausencia de planificación de posguerra del gobierno, casi no se ha mostrado interés alguno por la planificación que sí hubo.
En una rueda de prensa pocos días después de que apareciera el artículo de Shanker y Schmitt, el ministro de Defensa, Rumsfeld, insistió en que no era probable que Estados Unidos "busque establecer en Iraq bases permanentes o de ‘largo plazo’" -y eso fue todo. El artículo del Times fue en lo esencial desechado. Mientras se construían docenas de bases -incluyendo cuatro enormes cuya localización geográfica correspondían sorprendentemente con las cuatro mencionadas en el artículo del Times-, los informes sobre las bases estadounidenses en Iraq, o cualquier plan del Pentágono en relación con ellas, desaparecieron en gran parte de los medios de comunicación norteamericanos. (Con pocas excepciones, los únicos lugares donde se podían encontrar discusiones sobre las ‘bases permanentes’ en estos últimos años eran sitios de internet como Tomdispatch or Global Security.org).
En mayo de 2005, sin embargo, Bradley Graham, del Washington Post, informó que teníamos 106 bases, desde gigantescas a minúsculas, en Iraq. La mayoría de ellas serían devueltas a los militares iraquíes, que ahora estaban siendo "reforzados" en números mucho mayores de lo que imaginaron originalmente los estrategas del Pentágono, dejando a Estados Unidos, según informó Graham, con apenas el número de bases -cuatro- que mencionó por primera vez el Times dos años antes, incluyendo la Base Aérea de Balad y la base que visitó Poole en el oeste de la provincia de Anbar. Esta reducción fue presentada no como el cumplimiento de la estrategia original del Pentágono, sino como un ‘plan de retirada’. (Un número modesto de estas bases ha sido entregado desde entonces a los iraquíes, incluyendo una en Tikrit que fue transferida a unidades militares iraquíes que, de acuerdo a Poole, no dejaron de ella ni los clavos).
El futuro de una quinta base -el gigantesco Campamento de la Victoria en el Aeropuerto Internacional de Bagdad- sigue siendo, por lo que sabemos, "incierto"; y hay una sexta ‘super base permanente’ posible que se está construyendo en ese país, aunque nunca ha sido presentada como tal. El gobierno de Bush está invirtiendo entre 600 y mil millones de dólares en fondos de construcción de una nueva embajada estadounidense. Deberá erigirse en la Zona Verde de Bagdad, en un lote de tierra junto al Río Tigris, que se dice que es del tamaño de dos tercios del área del National Mall de Washington, D.C. Los planes para esta ‘embajada’ son de naturaleza casi mítica. Un complejo de alta tecnología, incluirá de "murallas anti-explosivas de cinco metros y misiles tierra-aire" para protección así como búnkers para defenderse de ataques aéreos. De acuerdo a Chris Hughes, corresponsal de seguridad del británico Daily Mirror, se construirán "300 casas para funcionarios consulares y militares" y "enormes barracas" para los marines. El ‘complejo’ constará de un grupo de al menos 21 edificios, presuntamente auto-suficientes, con "gimnasio, piscina, barbería y salones de belleza, un área de restaurantes y un economato. Los servicios de agua, electricidad y tratamiento de aguas serán independientes de los servicios de la ciudad de Bagdad". Se la anuncia como "más segura que el Pentágono" (lo que no es, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, tan tranquilizador). Si no una ciudad-estado cuando se la termine se parecerá a una embajada-estado. En esencia, al interior de la Zona Verde de Bagdad, construiremos otra Zona Verde, pero más fortificada.
Incluso los británicos de Tony Blair, parte de nuestra desmoronada, cada vez más pequeña ‘coalición de la voluntad’ en Iraq, están, según informa Brian Brady, de Scotsman (‘Revelan plan secreto para mantener tropas británicas permanentemente en Iraq’), negociando para instalar una pequeña base permanente -casi escribo "para los años venideros"- cerca de Basra en el sur de Iraq, imitando así la estrategia de ‘retirada’ de Estados Unidos en una escala que corresponde al socio minoritario.
Como dijo Juan Cole en su bitácora Informed Comment, el Pentágono puede planificar la ‘duración’ en Iraq como quiera, pero altos personeros del gobierno de Bush y los neo-conservadores, algunos de ellos en el exilio, pueden continuar soñando con un grupo permanente de bases en los desiertos de Iraq que controlen los centros de energía del planeta. Sin embargo, nada de eso hará que esas bases sean más ‘permanentes’ que sus gigantescas predecesoras de la era de Vietnam en lugares como Danang y Cam Rahn Bay -y no, ciertamente, si los chiíes deciden que nos vayamos ni si el ayatollah Sistani (como dice Cole) emita un edicto contra esas bases.
Sin embargo, la idea de la permanencia importa. Desde la invasión del Iraq de Saddam, esas bases -llamadlas como queráis- han estado en el centro de la ‘reconstrucción’ del país del gobierno de Bush. Hasta hoy, esos ‘pequeños Estados Unidos’, con sus zonas KBR, sus Pizza Huts, sus discos Pare y sus pistas de mini golf siguen estando en el centro secreto de los planes de ‘reconstrucción’ del gobierno de Bush. Mientras KBR las siga construyendo, haciendo las instalaciones cada vez más duraderas (y cada vez más valiosas), no podrá haber una ‘retirada’ genuina de Iraq, ni siquiera la intención de retirarse. Ahora mismo, a pesar de la reciente visita de una pareja de periodistas, esas super bases siguen estando ‘protegidas’ por una política de silencio. El gobierno de Bush no quiere discutir sobre ellas (excepto para negar de vez en vez su carácter permanente). Tampoco hay discursos presidenciales que giren sobre ellas. No hay planes para su discusión en el Congreso. La oposición demócrata generalmente las ignora y la prensa -con la excepción de algún raro columnista- ni siquiera coloca las palabras ‘bases’, ‘permanentes’ e ‘Iraq’ en un mismo párrafo.
Debe ser difícil de hacer, considerando la escasa cobertura, pero mantened la atención sobre nuestras super bases. Si ellas permanecen, no habrá retirada de Iraq.
Este artículo apareció originalmente en TomDispatch.com
Tom Engelhardt dirige el Nation Institute en Tomdispatch.com, es co-fundador del American Empire Project y el autor de ‘The End of Victory Culture, a History of American Triumphalism in the Cold War’. Su novela ‘The Last Days of Publishing’ está disponible en una edición de bolsillo.
15 de febrero de 2006
©salon
©traducción mQh
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