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ley y caos en iraq 4


[Michael Moss] Cómo la reforma de la policía iraquí se convirtió en víctima de la guerra. Y en una banda de secuestradores y asesinos.
Bagdad, Iraq. Jon Villanova acababa de llegar a Iraq, la primavera pasada, para ayudar a construir una fuerza policial en el sur de Iraq cuando empezaron a aparecer pilas de cadáveres en las calles. Veinte o más civiles fueron sacados violentamente de sus casas, ejecutados con un disparo en la cabeza y arrojados a la calle.
Las evidencias apuntaban a algunos de los agentes que él mismo y su equipo de asesores policiales extranjeros estaban tratando de adiestrar: un grupo de altos oficiales que trabajaban en una comisaría llamada Jamiat.
Pero los funcionarios locales rechazaron los intentos de llevar a la justicia a los agentes. Para cuando, en Bagdad, los oficiales pudieron intervenir nueve meses después, la corrupción en Basra había empeorado tanto que la unidad de asuntos internos, compuesta por 135 agentes y formada para controlar a la policía, estaba operando como una banda de chantajistas, secuestradores y asesinos, dijeron funcionarios iraquíes y estadounidenses.
"Estábamos tratando de construir una fuerza policial en la que la gente pudiera tener confianza, y ellos estaban cometiendo asesinatos", dijo Villanova. "Era una pesadilla".
Pasaba lo mismo en el resto de Iraq. Un proyecto inicial de civiles estadounidenses para la reconstrucción de la policía, que demoró en iniciarse y carecía de personal, fue finalmente superada por la corrupción, las venganzas políticas y el caos que se desencadenó con el derrocamiento de Saddam Hussein.
Un año después, mientras la resistencia se extendía con una inusitada ferocidad, los militares americanos emprendieron una segunda, y más amplia campaña para la reconstrucción de la policía. En el terreno, sin embargo, los planes de los militares para formar unidades policiales que ayudaran a restablecer el orden en Iraq, serían presa fácil de los grupos que, en lugares como Basra y Bagdad, estaban destruyendo el país. Y, además, ayudarían a sustentar a esos mismos grupos.
Los americanos tenían que reconstruir la policía ya que, después de la invasión, los agentes huyeron masivamente, adelantándose a las bandas de saqueadores. Pero la precipitación con que se intentó remplazarlos careció de controles adecuados, dijeron oficiales americanos, británicos e iraquíes, y en el proceso se nombró agentes a hombres leales a los nuevos jefes políticos. Hubo informes de que los puestos en la policía eran vendidos por mordidas de hasta cien dólares.
En chequeos de antecedentes recientes, investigadores de la policía encontraron a más de cinco mil agentes de policía con expedientes criminales por delitos que incluían incluso ataques contra tropas estadounidenses, dijeron oficiales americanos.
Cuando la esquelética fuerza reconstruida se convirtió en un blanco de la resistencia, que se extendía rápidamente, los americanos se volcaron hacia las fuertemente armadas unidades de comando de la policía que habían sido formadas por los iraquíes. Pero el poder de fuego adicional tenía un precio.
Un oficial iraquí que ayudó a crear las unidades especiales dijo que él advirtió al ministro de Defensa, Donald H. Rumsfeld, que se podían convertir en un arma de la guerra religiosa, del mismo modo que la policía de Hussein había reprimido a la mayoría chií. Ahora, después de un año de control de la policía por el ministro chií del Interior, algunas unidades especiales han sido acusadas por muchos sunníes de operar como escuadrones de la muerte chiíes.
Los iraquíes han controlado a algunas unidades, pero otras han recibido menos atención. En un notorio incidente, se sospecha de una brigada en el norte de Iraq del secuestro y asesinato de 36 sunníes en agosto pasado. Aunque un juez ordenó la detención por homicidio del comandante de la unidad, el general de división Bassem al-Gharrawi, la orden de detención no fue nunca llevada a cabo, según documentos judiciales.
El teniente general David H. Petraeus, que dirigió el programa de adiestramiento militar de la policía hasta septiembre pasado, dijo que respaldó la creación de unidades policiales especiales "una vez que vimos el espíritu de lucha y la preparación física de las unidades y la competencia de sus jefes". Pero dijo que trató de imponer controles y de investigar exhaustivamente las denuncias de abusos.
Como las unidades de policía convertidas en grupos de delincuentes, también otras fuerzas de seguridad del gobierno fueron acusadas de realizar masacres y de actos violentos a nombre de grupos políticos o tribales. Convertir a estos grupos armados en un mecanismo policial efectivo es un reto de gran importancia para el nuevo gobierno iraquí formado el fin de semana, y ocupa el centro de la estrategia de retirada de Estados Unidos.
Pero reformar a la policía significa superar un montón de historia.
Durante el régimen de Hussein, los agentes de policía eran corruptos y carecían de disciplina, eran más un instrumento de represión de que la ley. Los policías se convirtieron en blanco de las turbas de saqueadores que recorrieron Bagdad tras el derrocamiento de Hussein, y luego pasaron a ser blanco de los rebeldes, que han atentado con bombas y contra colas de reclutas repetidas veces. Una encuesta policial interna de 2006, realizada en el nordeste de Bagdad, constató que el 75 por ciento de los iraquíes no confía suficientemente en la policía como para entregarle datos sobre la resistencia.
Antes de la invasión, el gobierno de Bush preveía una policía que estuviera en estado de mantener la paz y rechazó una propuesta respaldada por el ministerio de Justicia para desplegar miles de asesores de policía extranjeros.
Ahora el Pentágono está repartiendo a tres mil asesores de policía en todo el país. El general de división Joseph Peterson, que está a cargo del actual programa del Pentágono para rehacer la fuerza, dijo que su principal prioridad era mejorar las capacidades básicas de los agentes mientras se reprimía la corrupción. Dijo que el nuevo proyecto se acercaba a grandes zancadas hacia el objetivo de contar a principios del año próximo con una fuerza de 190 mil agentes con mejor adiestramiento y comprensión de los derechos humanos.
"Con cada día que pasa los iraquíes aumentan su capacidad para hacer su trabajo", dijo el general Peterson.
La tarea por delante se refleja en informes de campo confidenciales recientes presentados por asesores de la policía y obtenidos por The Times. Los informes muestran una asombrosa mezcla de heroísmo e incompetencia, de dedicación y criminalidad.
En la provincia de Diyala del 21 de marzo, donde los militantes, en un ataque contra la comisaría, mataron a casi dos docenas de agentes, la policía "resistió hasta que se quedaron sin municiones", informó un asesor de la policía. Una semana antes, cuando la policía fue atacada, en el oeste de Iraq, los agentes abandonaron sus puestos o, en general, "respondieron pésimamente, no mostraron ninguna disciplina de fuego ni ocuparon posiciones de defensa".
Uno de los cables más lúgubres llegó de Mosul, donde un general de policía reportó que había "escuelas" de militantes que operaban al interior de una cárcel cercana en la que se enseñaba a los reclusos tácticas e ideología extremistas. Cuando se liberó a un rebelde de la cárcel, informó otro general, los agentes de una comisaría en Al Hawd dispararon sus armas al aire para celebrar su libertad.
En la provincia de Nineveh al norte de Iraq, una alerta unidad de delitos graves paró a un coche después de observar que tenía un parachoques tapado de bidones y que llevaba dentro, escondidas, todas las herramientas necesarias para montar un ataque rebelde -un tubo de mortero y proyectiles, pasamontañas y balas para rifles AK-47. Pero justo al sur, en Al Tamin, un agente de policía se hirió gravemente al tratar de desmontar una bomba improvisada disparando contra ella.

22 de mayo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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