maría antonieta
Kirsten Dunst es la princesa austriaca que tenía apenas 14 años cuando, en 1770, llegó a la corte francesa de Versalles, como parte de una alianza entre su madre, la poderosa María Teresa de Austria, y el rey francés, el abuelo de su prometido, el futuro Luis XVI (el improbable Jason Schwartzman, en un reparto de tómbola).
Su juventud y aparente ignorancia enclaustraron a la futura reina en un caos de desenfreno del que no tenía motivos para escapar. Esto es, en todo caso, lo que Coppola trata vanamente de sugerir. Desde el momento en que María Antonieta llega a Francia, después de haber sido literalmente despojada de sus posesiones austriacas, es envuelta en sedas y satenes, plumas y pieles, y sofocada por los rituales de la vida cortesana, prisionera igual que princesa.
Esta es la idea de Coppola, y no es suficiente. Aunque las primeras escenas de María Antonieta sometiéndose al protocolo -si quiere un vaso de agua, un criado anuncia su deseo y otro lo satisface- lo dejan en claro, pronto queda en evidencia que la directora misma está hechizada por estos ritos, los que repite una y otra vez. La princesa vivía en una burbuja, y es desde dentro de la burbuja que Coppola cuenta su historia. Así, a pesar de algunas líneas sobre la revolución americana de independencia, que ayuda a vaciar los cofres del rey y a matar de hambre a su pueblo, Coppola ignora lo mejor de la historia de María Antonieta.
Parece no darse cuenta de que lo que hizo digna de atención a esta mujer mimada y consentida no eran sus fiestas en los jardines ni sus zapatos de piel, sino el papel que jugó en una sangrienta convulsión histórica.
Coppols tiene un escándalo de riquezas cinematográficas para jugar, incluyendo a la verdadera Versalles, donde María Antonieta vivió la mayor parte de su corta vida adulta. Con la ayuda del fotógrafo de cine Lance Acord y el diseñador de producción KK Battet, que trabajaron los dos en la última película de Coppola, ‘Perdidos en Tokio' [Lost in Translation], y la diseñadora de trajes de época, Milena Canonero, que trabajó en ‘Barry Lyndon', crea un opulento Disney proto-euro donde los realistas son en realidad parranderos de 24 horas, divertidísimos y con montones de tartas. Poco después de llegar a la corte, María Antonieta pregunta a una dama de compañía (Judy Davis con todo su reparto de tics): "¿No es todo esto ridículo?" "Señora", responde la mujer, altiva. "Esto es Versalles". Pero, en realidad, señora, es Hollywood.
Un Espejo Para Hollywood
Los primeros sonidos que se oyen en ‘María Antonieta' con los abrasivas cuerdas de guitarra de la grandiosa banda post-punk británica, Gang of Four. El efecto puede ser discordante; este no es el tipo de cosa que uno asocia normalmente con el siglo 18. Pero la canción resulta ser graciosamente apta.
Los primeros versos invocan "el problema del placer / Qué hacer por placer", uno de los principales problemas que enfrentará el personaje del título. Y el nombre de la canción es ‘Natural Is Not in It', un lema adecuado para una película que conjura un mundo de artificio puro y extravagante.
El aplauso después de la primera proyección para la prensa el miércoles en la mañana estuvo mezclado con abucheos, quizás de parte de republicanos recalcitrantes (más bien en el sentido francés que americano) ofendidos por la visión insuficientemente crítica del antiguo régimen en sus días prosteros de parte de Sofia Coppola. En la película, los campesinos hambrientos y los impacientes habitantes de las ciudades que finalmente echan abajo la monarquía francesa son esencialmente un rumor lejano, mientras la acción toma lugar completamente dentro del hermético mundo de la corte de los Borbones, con sus intrincados códigos de conducta, su curiosa mezcla de ocioso hedonismo y solemne propósito, su omnipresente chismografía y su obsesión con la moda y las apariencias.
Un mundo perimido, por supuesto, tan exótico y raro como las faldas de miriñaque y los postizos incrustados de aves que exaltan los atractivos rasgos de chica americana de Kristen Dunst. Quizás, pero la música no es el único aspecto de la película que la empuja sigilosamente hacia el presente. Mi primera descripción de las cortes de Luis XV y Luis XVI se podría aplicar perfectamente al Hollywood del siglo 21, un paralelo que, en ‘María Antonieta', es a la vez transparente y sutil.
Cuando María Antonieta lee un folleto radical atacando el obsceno y egoísta lujo de su vida en Versalles -"Pues que coman galletas' y eso-, lo que más evoca es una joven estrella de cine que gira los ojos con las últimas novedades leídas en alguna bitácora ordinaria con chismes sobre gente famosa.
Las ropas, las fiestas, los aduladores, el entorno, los matrimonios de conveniencia y los apasionados adulterios: es la cultura americana de la celebridad, pero con mejores maneras y ropas ligeramente más ridículas. Los asuntos de estado son tratados como si fueran negocios de películas. (¿Nos pasamos del presupuesto con esa guerra de independencia en América? Reactivemos entonces la campaña de marketing).
Pero aunque describe una realidad dulzona en la que las apariencias cuentan, ‘María Antonieta' está lejos de ser superficial, y aunque es a menudo muy divertida, es más mucho que un pastiche de ropa extravagante. Vista desde dentro, la jaula de oro de María es un reino de belleza y placer, pero también de soledad y enajenación.
Por supuesto, la señorita Coppola, hija de Francis, es ella misma hija de Hollywood. No es para sugerir que la película sea una autobiografía velada, sino más bien para especular sobre por qué una película sobre un personaje histórico desaparecido hace tanto tiempo todavía es tan personal, tan genuina y tan astuta.
La tibia respuesta de parte de los críticos puede reflejar una cierta ambivalencia, menos sobre la película misma que sobre sus propias implicaciones en la rarificada sociedad que imagina. Decir que se parece mucho a Hollywood, es decir que se parece mucho a Cannes. ¿Nos convierte eso en cortesanos jacobinos? ¿Deberíamos coronar a Coppola con laureles o subirla a empujones a una carreta con destino la guillotina? Yo estoy dispuesto a perder la cabeza por ‘María Antonieta'. [A.O. Scott]
25 de mayo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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