viaje a la muerte
[Megan K. Stack y Saif Rasheed] La población bagdadí vive temiendo secuestros y asesinatos. Parte de los secuestros, como parte de las ejecuciones de sunníes, incluyendo los secuestros por rescate, son realizados por policías.
Bagdad, Iraq. Con uniformes de camuflaje, los pistoleros llegaron haciéndose camino entre el denso calor de la mañana, en camiones de la policía. Se detuvieron en un bandejón ocupado por compañías de transporte en el centro de la ciudad, donde todas las mañanas los iraquíes abordan los buses con destino a países más seguros, como Siria y Jordania.
Los pistoleros saltaron al suelo, dijeron testigos, y avanzaron rápidamente. Capturaron a más de cincuenta transeúntes, apartándolos de sus familias y sacando a los conductores desde detrás de los volantes de los autobuses. Maniataron a los hombres, les colocaron vendas en los ojos y los metieron en la parte de atrás de los camiones como si se tratara de un botín humano. Cubrieron con mantas a algunos de los secuestrados.
Y entonces se marcharon, golpeando las puertas y acelerando en la brillante luz de la mañana. Eran sólo las nueve de la mañana en una ciudad donde la seguridad ha desaparecido, apenas otra escena mundana que inundó repentinamente de violencia la calle.
"Esos son delincuentes que van a pedir un rescate", dijo Saad Tawil, 42, gerente de una de las compañías de viaje en esa calle del centro de Bagdad. "Van a determinar quiénes son importantes o ricos y quiénes no, interrogándolos".
Pero otros secuestros colectivos que han sorprendido a la capital este año siguen sin resolución. En algunos casos, las víctimas no han aparecido nunca, ni muertas ni vivas.
El secuestro colectivo ocurrió un día después de que el primer ministro Nouri Maliki se viera obligado a conceder que los partidos en conflicto en Iraq desconfiaban demasiado unos de otros como para ponerse de acuerdo sobre quién controlará los servicios de seguridad. Tras suspender indefinidamente la votación en el Congreso sobre esos ministerios claves, Maliki dejó a la policía y el ejército colgando en el vacío en momentos en que el derramamiento de sangre en Bagdad y en todo Iraq ha escalado.
En Bagdad, partir hacia el trabajo, hacer las compras o visitar a la familia se han convertido, cada vez más, en propuestas peligrosas. La violencia estalla sin previo aviso; los residentes hacen una carrera de obstáculos con elementos como bombas improvisadas, balaceras y puestos de control de seguridad.
La ciudad ya tuvo su mes más mortífero desde que fuerzas norteamericanas invadieran el país en 2003, indican documentos del nuevo gobierno iraquí. En mayo más gente fue baleada, apuñalada o sufrió una muerte violenta que en cualquier otro mes desde la invasión, de acuerdo a estadísticas del ministerio de Salud. La cifra no incluye las bajas militares ni civiles muertos en atentados, a cuyos cadáveres no se les practica la autopsia.
Solamente el mes pasado fueron llevados a la morgue central de Bagdad 1.398 cadáveres, dijo el ministerio. En toda la ciudad y en las provincias, los cadáveres emergen a superficie diariamente en vertederos, en coches abandonados y en la berma de los caminos. A menudo llevan marcas de haber sido maniatados y torturados.
Los ataques se caracterizan frecuentemente por su naturaleza descarada. El lunes unos pistoleros subieron a un autobús en Bagdad y mataron al menos a dos estudiantes chiíes, dijo una fuente del ministerio del Interior.
Durante el fin de semana, hombres armados enmascarados levantaron un puesto de control al norte de Bagdad, pararon a un autobús, y obligaron a descender a los hombres. Separando a sunníes de chiíes, llamaron ‘traidores' a los chiíes, diciéndoles que serían ultimados, contó un testigo a la Associated Press.
Los asaltantes mataron a sus víctimas ejecutándolas. Cuando terminaron, había 24 pasajeros muertos. La mayoría de ellos eran estudiantes universitarios y ancianos.
Aunque gran parte del derramamiento de sangre en Iraq se motiva en razones religiosas, también hay bastantes criminales que hacen dinero en este país sin ley. Los secuestros de otros iraquíes se han convertido en una popular estratagema para hacer dinero.
El secuestro colectivo del lunes tomó lugar en un ajetreado barrio pobre en el centro de Bagdad. El lugar está relativamente protegido: Está a un tiro de piedra del ministerio de Justicia, entre una red de puestos de control de la policía iraquí.
Los vehículos de los pistoleros frenaron rugiendo en una calle llena de oficinas de agencias de viaje y operadores de buses. Salihiya es un barrio de tránsito y escape, la última parada de muchos iraquíes en su fuga de un país destrozado por la guerra.
Los buses salen de Bagdad por la mañana -el aplastante calor del día es considerado preferible a los peligros de conducir por el desierto en la noche. Las carreteras hacia la frontera pasan por la provincia de Al Anbar, controlada por los sunníes. Los buses son periódicamente detenidos y robados, sus pasajeros asesinados. Para muchos iraquíes , subir a un autobús es otra apuesta -se han acostumbrado a tolerar una cierta cantidad de riesgos en sus vidas diarias.
Algunos de los iraquíes que compraron billetes el lunes demoraron demasiado. Junto con los pasajeros -que presumiblemente llevaban dinero y podían salir del país-, los oficinistas de las compañías de buses y los conductores, algunos de ellos sirios, también fueron secuestrados por los asaltantes. Al menos un niño, que ganaba propinas arrastrando maletas también fue atrapado, dijeron testigos.
El empleado de una agencia de viajes Hamza Mohammed, 34, dijo que se alejó corriendo cuando vio llegar a los pistoleros. Le dispararon, pero sin darle, dijo.
"Me gritaron y trataron de atraparme", dijo, entre nubes de humo de cigarrillo y llamadas telefónicas de iraquíes ansiosos de reservar un asiento para un viaje futuro. "Pero me escapé".
Según testigos, los secuestrados llevaban uniformes y vehículos utilizados por alguna de las fuerzas especiales de la policía iraquí, supervisadas por un cuestionado ministerio del Interior. Unidades policiales del ministerio han sido acusadas de trabajar como escuadrones de la muerte chiíes en una campaña de asesinato de hombres sunníes. La policía también ha sido acusada de secuestrar a civiles para pedir rescates.
El lunes tarde, un comandante de las fuerzas especiales emitió una declaración denunciando el secuestro e insistiendo en que sus hombres eran inocentes. Pero en una ciudad donde la policía de tránsito está acusada de formar escuadrones de la muerte y donde se cree que los combatientes paramilitares han infiltrado los órganos de seguridad del estado, los testigos no estaban convencidos.
"Yo acuso a la policía", dijo el dueño de una agencia de viaje, que sólo dio su apellido, Ghanem. "Los coches eran definitivamente coches de la policía".
Los pistoleros saltaron al suelo, dijeron testigos, y avanzaron rápidamente. Capturaron a más de cincuenta transeúntes, apartándolos de sus familias y sacando a los conductores desde detrás de los volantes de los autobuses. Maniataron a los hombres, les colocaron vendas en los ojos y los metieron en la parte de atrás de los camiones como si se tratara de un botín humano. Cubrieron con mantas a algunos de los secuestrados.
Y entonces se marcharon, golpeando las puertas y acelerando en la brillante luz de la mañana. Eran sólo las nueve de la mañana en una ciudad donde la seguridad ha desaparecido, apenas otra escena mundana que inundó repentinamente de violencia la calle.
"Esos son delincuentes que van a pedir un rescate", dijo Saad Tawil, 42, gerente de una de las compañías de viaje en esa calle del centro de Bagdad. "Van a determinar quiénes son importantes o ricos y quiénes no, interrogándolos".
Pero otros secuestros colectivos que han sorprendido a la capital este año siguen sin resolución. En algunos casos, las víctimas no han aparecido nunca, ni muertas ni vivas.
El secuestro colectivo ocurrió un día después de que el primer ministro Nouri Maliki se viera obligado a conceder que los partidos en conflicto en Iraq desconfiaban demasiado unos de otros como para ponerse de acuerdo sobre quién controlará los servicios de seguridad. Tras suspender indefinidamente la votación en el Congreso sobre esos ministerios claves, Maliki dejó a la policía y el ejército colgando en el vacío en momentos en que el derramamiento de sangre en Bagdad y en todo Iraq ha escalado.
En Bagdad, partir hacia el trabajo, hacer las compras o visitar a la familia se han convertido, cada vez más, en propuestas peligrosas. La violencia estalla sin previo aviso; los residentes hacen una carrera de obstáculos con elementos como bombas improvisadas, balaceras y puestos de control de seguridad.
La ciudad ya tuvo su mes más mortífero desde que fuerzas norteamericanas invadieran el país en 2003, indican documentos del nuevo gobierno iraquí. En mayo más gente fue baleada, apuñalada o sufrió una muerte violenta que en cualquier otro mes desde la invasión, de acuerdo a estadísticas del ministerio de Salud. La cifra no incluye las bajas militares ni civiles muertos en atentados, a cuyos cadáveres no se les practica la autopsia.
Solamente el mes pasado fueron llevados a la morgue central de Bagdad 1.398 cadáveres, dijo el ministerio. En toda la ciudad y en las provincias, los cadáveres emergen a superficie diariamente en vertederos, en coches abandonados y en la berma de los caminos. A menudo llevan marcas de haber sido maniatados y torturados.
Los ataques se caracterizan frecuentemente por su naturaleza descarada. El lunes unos pistoleros subieron a un autobús en Bagdad y mataron al menos a dos estudiantes chiíes, dijo una fuente del ministerio del Interior.
Durante el fin de semana, hombres armados enmascarados levantaron un puesto de control al norte de Bagdad, pararon a un autobús, y obligaron a descender a los hombres. Separando a sunníes de chiíes, llamaron ‘traidores' a los chiíes, diciéndoles que serían ultimados, contó un testigo a la Associated Press.
Los asaltantes mataron a sus víctimas ejecutándolas. Cuando terminaron, había 24 pasajeros muertos. La mayoría de ellos eran estudiantes universitarios y ancianos.
Aunque gran parte del derramamiento de sangre en Iraq se motiva en razones religiosas, también hay bastantes criminales que hacen dinero en este país sin ley. Los secuestros de otros iraquíes se han convertido en una popular estratagema para hacer dinero.
El secuestro colectivo del lunes tomó lugar en un ajetreado barrio pobre en el centro de Bagdad. El lugar está relativamente protegido: Está a un tiro de piedra del ministerio de Justicia, entre una red de puestos de control de la policía iraquí.
Los vehículos de los pistoleros frenaron rugiendo en una calle llena de oficinas de agencias de viaje y operadores de buses. Salihiya es un barrio de tránsito y escape, la última parada de muchos iraquíes en su fuga de un país destrozado por la guerra.
Los buses salen de Bagdad por la mañana -el aplastante calor del día es considerado preferible a los peligros de conducir por el desierto en la noche. Las carreteras hacia la frontera pasan por la provincia de Al Anbar, controlada por los sunníes. Los buses son periódicamente detenidos y robados, sus pasajeros asesinados. Para muchos iraquíes , subir a un autobús es otra apuesta -se han acostumbrado a tolerar una cierta cantidad de riesgos en sus vidas diarias.
Algunos de los iraquíes que compraron billetes el lunes demoraron demasiado. Junto con los pasajeros -que presumiblemente llevaban dinero y podían salir del país-, los oficinistas de las compañías de buses y los conductores, algunos de ellos sirios, también fueron secuestrados por los asaltantes. Al menos un niño, que ganaba propinas arrastrando maletas también fue atrapado, dijeron testigos.
El empleado de una agencia de viajes Hamza Mohammed, 34, dijo que se alejó corriendo cuando vio llegar a los pistoleros. Le dispararon, pero sin darle, dijo.
"Me gritaron y trataron de atraparme", dijo, entre nubes de humo de cigarrillo y llamadas telefónicas de iraquíes ansiosos de reservar un asiento para un viaje futuro. "Pero me escapé".
Según testigos, los secuestrados llevaban uniformes y vehículos utilizados por alguna de las fuerzas especiales de la policía iraquí, supervisadas por un cuestionado ministerio del Interior. Unidades policiales del ministerio han sido acusadas de trabajar como escuadrones de la muerte chiíes en una campaña de asesinato de hombres sunníes. La policía también ha sido acusada de secuestrar a civiles para pedir rescates.
El lunes tarde, un comandante de las fuerzas especiales emitió una declaración denunciando el secuestro e insistiendo en que sus hombres eran inocentes. Pero en una ciudad donde la policía de tránsito está acusada de formar escuadrones de la muerte y donde se cree que los combatientes paramilitares han infiltrado los órganos de seguridad del estado, los testigos no estaban convencidos.
"Yo acuso a la policía", dijo el dueño de una agencia de viaje, que sólo dio su apellido, Ghanem. "Los coches eran definitivamente coches de la policía".
5 de junio de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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