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para sacar a iraq del atolladero


[Jim Hoagland] ¿Puede Estados Unidos seguir en Iraq?

Estados Unidos no puede permitirse abandonar Iraq ahora, dice vigorosamente el presidente Bush. Pero la verdadera pregunta es si Estados Unidos puede permitirse seguir en Iraq si el gobierno continúa despilfarrando los recursos militares, económicos y políticos que prometió emplear después de que derrocara a Saddam Hussein.
Ni los recursos producidos por la asediada industria petrolera de Iraq ni lo que queda de las promesas económicas estadounidenses para reconstruir la infraestructura de Iraq y adiestrar y equipar a sus fuerzas armadas parecen suficientes para estabilizar al país y permitir que las tropas de combate estadounidense vuelvan a casa deliberadamente.
La creciente desconexión entre recursos, gastos y resultados en seguridad no impide que comandantes americanos en terreno planifiquen una retirada ordenada. Oficiales estadounidenses dijeron hace poco en Bagdad a diplomáticos de la coalición que esperaban reducir este verano a la mitad la presente fuerza de combate estadounidense -ahora de 140 mil hombres. Para 2008 esperan haberla reducido a 35 mil tropas, y retirarse completamente para 2010. Funcionarios en Washington se niegan a confirmar o comentar con periodistas y diplomáticos extranjeros cualquiera fecha límite de la retirada.
Estrategas militares tienen que formular planes sabiendo que serán superados por acontecimientos que exigen nuevos planes. Para dar a estos jefes militares alguna posibilidad de estar cerca de sus proyecciones, Bush y sus asesores deberían ser más realistas sobre el alcance de los problemas sociales y económicos que podrían desbaratar la estrategia militar improvisada.
La administración ha concentrado sus esfuerzos durante cuatro meses en la formación de un nuevo gobierno iraquí, que funcionarios estadounidenses han saludado como un importante factor estabilizador. Pero en ese tiempo Washington ha hecho relativamente poco para ayudar a una economía que está cayendo en picado o de proporcionar más seguridad en el centro del país ahora dominado por la anarquía.
Dos amplias suposiciones parecen subyacer en el enfoque exageradamente optimista del equipo de Bush. La primera es que la voluntad política puede por sí sola determinar el futuro de Iraq. Estes es un énfasis particularmente torcido de un gobierno que no ha mostrado ninguna habilidad a la hora de identificar, ayudar y sostener un liderazgo político duradero para Iraq.
La segunda suposición es una que el gobierno comparte con los críticos de la guerra que exigen una fecha específica de retirada de las tropas estadounidenses. Ambos lados parecen creer que Washington puede preparar un resultado relativamente claro y previsible que responda sobre todo a las acciones de Estados Unidos. Pero la historia sugiere que la pérdida de control sobre los acontecimientos podría provocar decisiones repentinas y abruptas que presagien un resultado final más caótico. El aire sale rápidamente de los balones desinflados.
Para impedir eso, y para garantizar que los sacrificios hechos por los iraquíes y las fuerzas militares, diplomáticos y socorristas y otros norteamericanos sean considerados finalmente como inútiles, el gobierno debe dar más importancia al desarrollo de una economía que sea capaz de financiar las crecientes responsabilidades del gobierno iraquí para la reconstrucción y la seguridad. Washington también necesita manejar de manera más eficiente sus propios gastos en Iraq -calculados en un total de al menos 320 millones de dólares hasta el momento.
Un informe reciente de Stuart W. Bowen, el inspector general especial del gobierno para la reconstrucción de Iraq, sugiere que hay poco que mostrar de los 16 billones de dólares gastados desde 2003 para restaurar y mejorar la salud pública, la producción de petróleo y proyectos de agua y otras infraestructuras iraquíes. Hay un total de unos 2 mil millones de dólares en fondos de reconstrucción estadounidenses que deben ser gastados antes de que la tarea sea entregada al gobierno iraquí a fines de este año.
La producción de petróleo iraquí se arrastra por debajo de niveles de preguerra. El sabotaje y el abandono obstaculiza la producción. La corrupción que es estimulada y alentada por países árabes vecinos agota los recursos. Obligado de importar 6 billones de dólares en productos de petróleo refinados este año para el mercado nacional, el gobierno bagdadí gastará la misma suma para sostener sus fuerzas de seguridad en 2006, de acuerdo a cálculos del gobierno norteamericano. Aunque es difícil acceder a cifras fiables, parece que el gobierno iraquí gasta todos los 26 billones de dólares o más que obtiene por la venta de petróleo.
Sin embargo, el gobierno bagdadí ha gastado este año poco, si algo, en la compra de equipos de defensa que sus soldados necesitarán para encargarse de la responsabilidad de luchar contra la resistencia, dicen fuentes iraquíes. Y el Pentágono ha sido lento a la hora de gastar los 5.7 billones de dólares que el Congreso destinó para adiestrar a las fuerzas de seguridad iraquíes, de acuerdo a un informe reciente del Servicio de Investigaciones Parlamentarias obtenido por la Associated Press.
La guerra de Iraq fue gatillada por el suicida bluf de un dictador sobre unas armas de destrucción masiva. Ahora es el gobierno de Bush el que corre el riesgo de caer en la trampa del auto-engaño.

9 de junio de 2006

jimhoagland@washpost.com

©washington post
©traducción mQh
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