vacaciones con plantas asesinas
[Michiko Kakutani] Plantas asesinas en campamento arqueológico maya en México.
Estos son los ingredientes del nuevo y ridículo guión, er, novela, de Scott Smith: una trama hecha de remiendos de Agatha Christie, Alfred Hitchcock y Stephen King; un reparto de víctimas fotogénicas que podrían haber sido sacadas de una película de horror veraniega; y un feroz malvado que hace evocar a la estrella del exitoso musical ‘La tienda de los horrores' -sí, correcto, un montón de Plantas Malvadas, que se parecen a la mortífera prole de Audrey II, la "maligna madre verde del espacio sideral" que se deleita con sabrosos pedazos de carne humana.
Sin embargo, ‘The Ruins' no es una comedia ni un musical. Parece haber sido escrita con la intención de que fuera una novela de misterio convencional, con algunas piezas de decorado tomadas de prestado del género de horror y metidas en ella para provocar algunos escalofríos adicionales: sabes, macabros primeros planos de gente a la que le muerden o comen las piernas o son estranguladas hasta la muerte por fuerzas demoníacas. Todo humor en las Crueles Plantas Parlantes de la historia parece ser enteramente involuntario.
El problema es que estas Plantas Malignas -que hablan alemán tan bien como inglés, y que pueden imitar igual de bien el timbre del teléfono que las voces humanas- son tan ridículas que eliminan todo el suspenso que Smith alcanza crear en los bien logrados capítulos iniciales de la novela. En ese sentido, convierten lo que pudo haber sido una apasionante lectura de un verano en la playa en una estúpida y sangrienta farsa.
Como en su novela debut ‘Un plan sencillo' [A Simple Plan] (Knopf, 1993), Smith está preocupado con lo que le ocurre a un grupo de gente corriente cuando son colocadas en situaciones decididamente extraordinarias. En ese primer libro, el mal resulta ser algo que acecha en lo más profundo de los codiciosos corazones de sus héroes. En ‘The Ruins' el mal es algo contra lo que se tropieza por azar en la selva.
Los cuatro personajes principales de ‘The Ruins' son turistas estadounidenses de vacaciones en México. Amy y su novio Jeff piensan entrar a la facultad de medicina en otoño; la mejor amiga de Amy, Stacy, está estudiando para convertirse en asistente social; y el novio de Stacy, Eric, ha sido contratado para enseñar inglés en un instituto privado.
Son todos diferentes. Amy es la pesimista y la llorica. Jeff es el jefe confiado, competente e ingenioso. Stacy, la atolondrada, es llamada Spacy. Y Eric es el descanso cómico, un optimista "todavía ignorante de los reveses que pueden sufrir las vidas más protegidas".
Cuando un compañero de viaje, un alemán llamado Mathias, dice que se dirige hacia el campo para buscar a su hermano desaparecido (Henrich, que ha partido hacia un remoto sitio arqueológico, donde se suponía que estaba trabajando una chica que le gustaba), Jeff anuncia que los cuatro lo acompañarán. Será una aventura, un escape, una posibilidad de salirse del trillado sendero turístico. Los cinco viajeros, más un conocido griego que dice llamarse Pablo, suben a un autobús en dirección a Cobá, luego cogen un taxi para que los lleve hasta el borde de la selva, donde un mapa dejado por Henrich indica que pueden iniciar su excursión hacia las ruinas.
El conductor trata de advertirles: "No good you go this place" [No es una buena idea que vayáis a ese lugar], dice. Los turistas no le escuchan, por supuesto, y pronto están trotando en el agobiante calor. Algunos aldeanos mayas también tratan de advertirles, blandiendo escopetas y arcos y flechas, pero, nuevamente, no prestan atención. Y entonces -con una espeluznante música a imitación de Bernard Herrmann- Amy retrocede unos pasos y cae en un montón de enredaderas y los mayas cambian repentinamente de actitud: en lugar de tratar de alejar a los desconocidos, empiezan a empujarlos hacia el campamento arqueológico en la colina.
Aunque este montaje es demasiado previsible, Smith lo hace muy bien a la hora de introducir sus personajes y en definir sus relaciones, aunque lo hizo mucho más aptamente en el guión de ‘Un plan sencillo', que en la novela. Muestra a Jeff emergiendo como el jefe de facto del grupo, a Amy ocultándose en fantasías de rescate, a Eric cada vez más neurótico.
Los viajeros se dan pronto cuenta de que su dilema no es el resultado de un malentendido estúpido: en lugar de alejarse, los mayas han levantado un campamento en torno a la base de la colina: parecen decididos a impedir que el grupo escape del sitio arqueológico. Los turistas saben que sus alimentos -tentempiés, en realidad- y el agua no durarán demasiado. Y aunque Pablo ha dejado una nota y un mapa con algunos de sus amigos, saben que la perspectiva de que llegue ayuda es cada vez menor. Entonces, para hacer las cosas todavía peor, Pablo se cae en un hoyo y se rompe la espalda, y durante un intento de rescate Eric se corta feamente la pierna.
Todo bien hasta el momento. Smith nos muestra la rapidez con que lo ordinario puede convertir en una pesadilla, la rapidez con que las cosas se pueden escapar de control. Pero cuando el lector está siendo absorbido por las penurias de los viajeros, preguntándose si acaso sus peleas entre ellos afectarán sus posibilidades de supervivencia, Smith introduce las Plantas Malignas, criaturas que se tragan literalmente todo el paisaje y lo demás, empujando la historia hacia el terreno de lo estúpidamente ridículo.
Enfrentados con semejantes enemigos, los personajes -a diferencia de sus contrapartes en ‘Un plan sencillo'- no tienen realmente demasiadas opciones. Sus personalidades, sus creencias, sus decisiones, su soberbia o su ausencia: nada de esto importa cuando el enemigo es un adversario tan implacable e inhumano como las Enredaderas Asesinas, que no sólo tratan de atrapar a los personajes de Smith, sino también logran estrangular y matar su novela.
Sin embargo, ‘The Ruins' no es una comedia ni un musical. Parece haber sido escrita con la intención de que fuera una novela de misterio convencional, con algunas piezas de decorado tomadas de prestado del género de horror y metidas en ella para provocar algunos escalofríos adicionales: sabes, macabros primeros planos de gente a la que le muerden o comen las piernas o son estranguladas hasta la muerte por fuerzas demoníacas. Todo humor en las Crueles Plantas Parlantes de la historia parece ser enteramente involuntario.
El problema es que estas Plantas Malignas -que hablan alemán tan bien como inglés, y que pueden imitar igual de bien el timbre del teléfono que las voces humanas- son tan ridículas que eliminan todo el suspenso que Smith alcanza crear en los bien logrados capítulos iniciales de la novela. En ese sentido, convierten lo que pudo haber sido una apasionante lectura de un verano en la playa en una estúpida y sangrienta farsa.
Como en su novela debut ‘Un plan sencillo' [A Simple Plan] (Knopf, 1993), Smith está preocupado con lo que le ocurre a un grupo de gente corriente cuando son colocadas en situaciones decididamente extraordinarias. En ese primer libro, el mal resulta ser algo que acecha en lo más profundo de los codiciosos corazones de sus héroes. En ‘The Ruins' el mal es algo contra lo que se tropieza por azar en la selva.
Los cuatro personajes principales de ‘The Ruins' son turistas estadounidenses de vacaciones en México. Amy y su novio Jeff piensan entrar a la facultad de medicina en otoño; la mejor amiga de Amy, Stacy, está estudiando para convertirse en asistente social; y el novio de Stacy, Eric, ha sido contratado para enseñar inglés en un instituto privado.
Son todos diferentes. Amy es la pesimista y la llorica. Jeff es el jefe confiado, competente e ingenioso. Stacy, la atolondrada, es llamada Spacy. Y Eric es el descanso cómico, un optimista "todavía ignorante de los reveses que pueden sufrir las vidas más protegidas".
Cuando un compañero de viaje, un alemán llamado Mathias, dice que se dirige hacia el campo para buscar a su hermano desaparecido (Henrich, que ha partido hacia un remoto sitio arqueológico, donde se suponía que estaba trabajando una chica que le gustaba), Jeff anuncia que los cuatro lo acompañarán. Será una aventura, un escape, una posibilidad de salirse del trillado sendero turístico. Los cinco viajeros, más un conocido griego que dice llamarse Pablo, suben a un autobús en dirección a Cobá, luego cogen un taxi para que los lleve hasta el borde de la selva, donde un mapa dejado por Henrich indica que pueden iniciar su excursión hacia las ruinas.
El conductor trata de advertirles: "No good you go this place" [No es una buena idea que vayáis a ese lugar], dice. Los turistas no le escuchan, por supuesto, y pronto están trotando en el agobiante calor. Algunos aldeanos mayas también tratan de advertirles, blandiendo escopetas y arcos y flechas, pero, nuevamente, no prestan atención. Y entonces -con una espeluznante música a imitación de Bernard Herrmann- Amy retrocede unos pasos y cae en un montón de enredaderas y los mayas cambian repentinamente de actitud: en lugar de tratar de alejar a los desconocidos, empiezan a empujarlos hacia el campamento arqueológico en la colina.
Aunque este montaje es demasiado previsible, Smith lo hace muy bien a la hora de introducir sus personajes y en definir sus relaciones, aunque lo hizo mucho más aptamente en el guión de ‘Un plan sencillo', que en la novela. Muestra a Jeff emergiendo como el jefe de facto del grupo, a Amy ocultándose en fantasías de rescate, a Eric cada vez más neurótico.
Los viajeros se dan pronto cuenta de que su dilema no es el resultado de un malentendido estúpido: en lugar de alejarse, los mayas han levantado un campamento en torno a la base de la colina: parecen decididos a impedir que el grupo escape del sitio arqueológico. Los turistas saben que sus alimentos -tentempiés, en realidad- y el agua no durarán demasiado. Y aunque Pablo ha dejado una nota y un mapa con algunos de sus amigos, saben que la perspectiva de que llegue ayuda es cada vez menor. Entonces, para hacer las cosas todavía peor, Pablo se cae en un hoyo y se rompe la espalda, y durante un intento de rescate Eric se corta feamente la pierna.
Todo bien hasta el momento. Smith nos muestra la rapidez con que lo ordinario puede convertir en una pesadilla, la rapidez con que las cosas se pueden escapar de control. Pero cuando el lector está siendo absorbido por las penurias de los viajeros, preguntándose si acaso sus peleas entre ellos afectarán sus posibilidades de supervivencia, Smith introduce las Plantas Malignas, criaturas que se tragan literalmente todo el paisaje y lo demás, empujando la historia hacia el terreno de lo estúpidamente ridículo.
Enfrentados con semejantes enemigos, los personajes -a diferencia de sus contrapartes en ‘Un plan sencillo'- no tienen realmente demasiadas opciones. Sus personalidades, sus creencias, sus decisiones, su soberbia o su ausencia: nada de esto importa cuando el enemigo es un adversario tan implacable e inhumano como las Enredaderas Asesinas, que no sólo tratan de atrapar a los personajes de Smith, sino también logran estrangular y matar su novela.
The Ruins
Scott Smith
319 páginas
Alfred A. Knopf
$24.95
18 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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paquillo -