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luchadores y gorrones


[Sebastian Mallaby] Nadie quiere una democracia como la iraquí. Pero hay que mojarse en la lucha contra el extremismo musulmán.
Antes de que puedan cambiar las cosas en Oriente Medio, necesitamos el equivalente diplomático de una terapia de electrochoque. Necesitamos una terapia para sacudir a los europeos y a los chinos. Necesitamos que se diga a los rusos que pueden olvidarse de que podrán incorporarse la Organización Mundial del Comercio. Y vamos a necesitar algo dramático para recompensar a India, cuya respuesta ante el terrorismo la semana pasada fue ejemplar.
La comparación entre India e Israel es impresionante. Los terroristas de Hezbollah, que operan desde el Líbano, lanzaron una lluvia de proyectiles contra el norte de Israel y realizaron una serie de ataques que provocaron ocho muertes y dos secuestros. Israel responde, justificadamente, bombardeando el cuartel general del líder de Hezbollah, pero también envía una lluvia de fuego sobre el aeropuerto, las carreteras y edificios de apartamentos de Beirut, destruyendo los puntales de un nuevo y esperanzado Líbano.
Casi todo el mundo entiende que los estados fracasados pueden convertirse en estados terroristas. Con su amarga experiencia en los territorios palestinos y el Líbano de antaño, los israelíes deberían entenderlo mejor que nadie. Pero sus líderes parecen determinados a recrear un estado fracasado al norte de su país. Se quejan de que el gobierno libanés ha fracasado a la hora de refrenar a los terroristas de Hezbollah y por eso destruyen la infraestructura que proveía a ese mismo gobierno libanés de su única posibilidad de funcionar.
Revisemos ahora el caso indio. Atentados con bomba coordinados en los trenes de cercanías de Bombay mataron a 182 personas y dejaron heridas a cientos más. El mismo día, un ataque con granadas contra una terminal de buses en Cachemira dejó al menos a seis turistas heridos. Los indios anunciaron que una nueva encarnación de un grupo independentista de Cachemira, llamado Lashkar-e-Taiba, es el principal sospechoso de los atentados de Bombay. Del mismo modo que Hezbollah forma parte de la coalición gobernante del Líbano, el grupo opera abiertamente en Pakistán y se dice que es respaldado por los servicios de inteligencia del país.
¿Cuál fue la respuesta de India? Nada de represalias ni de bombardeos. Ninguna amenaza de cortar las comunicaciones diplomáticas con Pakistán y ninguna concentración de tropas en la frontera indio-paquistaní. En lugar de eso, los indios dicen a Pakistán que deberán posponer una programada reunión de ministros de relaciones exteriores. Y buscan apoyo en el gobierno de Bush y de Naciones Unidas para que Pakistán tome medidas contra los terroristas.
Ciertamente deben recibir ese apoyo. El enfoque rudo de Israel es una pésima apuesta: un juego en el que los bombardeos que destruirían las estructuras de los terroristas, incluso aunque es más probable que, en la práctica, destruyan las estructuras civiles, terminará radicalizando al mundo árabe y restando apoyo a los moderados que buscan la paz con la modernidad. Pero para ser justos con Israel, su ofensiva militar también refleja la ausencia de una opción diplomática viable. Ya hay una resolución de Naciones Unidas pidiendo el desarme de Hezbollah, pero las grandes potencias no muestran interés en implementar la orden de desarme.
Así que el reto en Oriente Medio y más allá, es mostrar que la diplomacia puede funcionar. Tras los atentados de Bombay, Pakistán es un buen lugar donde empezar: China, un aliado tradicional de Pakistán, debería unirse a Estados Unidos para presionar a Pakistán para que clausure la red yihadista. Hasta ahora, por supuesto, China ha considerado las tensiones entre India y Pakistán como una ventaja estratégica. Pero tiene que poner al día su visión del mundo. El comercio y las inversiones entre China e India están creciendo, y China depende de la importación de petróleo. La guerra en India, o envalentonando a los yihadistas paquistaníes con vínculos con Oriente Medio, no es algo que le convenga.
Pero Pakistán es sólo un inicio. En todo reto importante a la seguridad, desde los misiles de Corea del Norte al enriquecimiento de uranio en Irán, la diplomacia ha sido socavada por los chinos, los rusos y a veces por la lentitud occidental. Estas potencias son felices criticando la unilateralidad y la beligerancia. Pero cuando hay una posibilidad de hacer que la diplomacia funcione, recurren al liderazgo estadounidense y se ocultan detrás de cortinas.
Hay un vínculo directo entre esta irresponsabilidad gorronera y el bombardeo israelí del Líbano. Los chinos y los rusos se aseguran de hacer cojear cualquier iniciativa diplomática, y luego pretenden sorprenderse cuando Israel opta por el enfoque militar.
Los occidentales lamentan el hecho de que el gobierno de Bush, con sus energías debilitadas por la guerra de Iraq, no haya mostrado más apetito por la diplomacia itinerante que logró el cese el fuego entre Israel y Hezbollah en 1996. Pero si Francia y otros no hubiesen minado las sanciones contra Iraq a fines de los años noventa, los motivos de una alternativa militar habrían sido más débiles, y no habría estallado la guerra.
Incluso hoy muchos de estos gorrones ven el caos en Iraq como un problema de Estados Unidos. Podríamos pensar que el caos en un importante exportador de petróleo, con el potencial de sembrar el extremismo en todo Oriente Medio, alarmaría a los gobiernos responsables. Pero los gorrones creen que es una broma. Presionado por el fin de semana por la democracia en Rusia, Vladimir Putin bromeó diciendo que él no quería una democracia como la iraquí.
Se va a necesitar algo más drástico para cambiar esta actitud. Pero hasta que cambie, la diplomacia será débil; habrá más guerras y más radicalización de los extremistas. No estoy seguro de qué hará cambiar esa actitud. Pero se va a necesitar más que petróleo para convencer a los chinos y a los europeos reluctantes de que el extremismo islámico les perjudica. Y quizás va a ser necesario bloquear el ingreso de Rusia en la Organización Mundial del Comercio, por el que Putin presionó agresivamente la semana pasada. ¿Por qué han los rusos de cosechar los beneficios del comercio internacional si no contribuyen a la seguridad que lo sostiene?

smallaby@washpost.com

17 de julio de 2006
©washington post
©traducción mQh
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1 comentario

Kike -

Te recomiendo fervientemente un libro, Bagdad en Llamas. Toda persona interesada en Iraq realmente debería leerlo.

Un saludo de un lector asiduo, aunque poco comentador :$