la guerra desde el hospital
[Greg Myre] Heridos de Israel hablan de un enemigo implacable, bien organizado y elusivo.
Haifa, Israel. Para el artillero israelí, el sargento Or Bar-On, la guerra en el Líbano duró en total noventa minutos. Las heridas las llevará de por vida.
El tanque del sargento Bar-On fue enviado a un kilómetro y medio al otro lado de la frontera a rescatar a unos soldados que se encontraban en una excavadora militar que había sido impactada por fuego de Hezbolá en la ciudad libanesa de Marun al Ras el 20 de julio. Pero antes de que su equipo llegara a la excavadora atacada, un proyectil penetró el blindaje de su tanque, triturando sus dos piernas. Más tarde se las amputaron justo por debajo de las rodillas.
"Estaba perdiendo sangre a montones, y sentía un dolor que nunca había sentido antes", dijo el sargento Bar-On. Gritó pidiendo ayuda y se arrastró hacia afuera por la parte de atrás del tanque.
Arrastrado hacia la seguridad por otros soldados, el sargento fue llevado en helicóptero al Centro de Salud Rambam, en Haifa, a unos 32 kilómetros al sur de la frontera. Cuando llegó había perdido mucha sangre. "Quería olvidarme de todo, pero sabía que si lo hacía, moriría", dijo.
Hay decenas de soldados israelíes heridos aquí en el principal hospital del norte de Israel, y todos parecen tener historias sobre batallas terrestres inesperadamente terribles con Hezbolá. Describen a Hezbolá como fuertemente armada, bien organizada y exasperantemente elusiva. Los combatientes, ocultos en búnkers y túneles, salen a superficie para disparar con sus rifles automáticos y lanzagranadas y lanzar cohetes antitanques, dicen, y vuelven a desaparecer rápidamente.
Durante la invasión israelí del Líbano en 1982 -que condujo al nacimiento de Hezbolá-, las tropas israelíes irrumpieron por el norte y alcanzaron las afueras de la capital Beirut en dos semanas. El objetivo esta vez se limita a expulsar a Hezbolá más allá del alcance de los misiles, pero ha resultado ser mucho más difícil.
Después de un mes de lucha, unos diez mil soldados israelíes todavía están peleando diariamente en ciudades y aldeas que están a ocho kilómetros, o menos, de la frontera. De hecho, la lucha ha sido a veces visible desde el lado israelí de la frontera.
De los más de ochenta soldados israelíes que han muerto en combate, 45 murieron la semana pasada cuando se intensificó la campaña terrestre.
Ahora que el gobierno israelí ha aprobado una expansión de la ofensiva, los soldados que se recuperan dicen que tienen confianza en que Israel puede alejar a Hezbolá de la frontera, pero reconocen que implicará severos combates que podrían durar semanas, en contraste con la rápida y decisiva victoria que muchos de ellos esperaban cuando iniciaron las hostilidades.
El capitán Hanoch Daub, 26, explicó las dificultades de luchar contra un enemigo que vive entre civiles y se viste como ellos.
El martes, el capitán Daub, comandante de una compañía en el cuerpo de tanques, debió realizar una misión de pesadilla. Dos soldados israelíes estaban gravemente heridos y se habían refugiado en una casa en un valle en el centro de Bint Jbail, un bastión de Hezbolá que había sido el escenario de violentos enfrentamientos durante más de dos semanas.
Los heridos necesitaban ser trasladados urgentemente. El capitán Daub dirigió su tanque a plena luz del día hacia el centro de la ciudad, sabiendo de antemano que su tanque se expondría a un furioso ataque de Hezbolá.
"Estábamos bajo un fuego constante", dijo el capitán Daub. "Nunca dejaron de dispararnos". El tanque llegó a la casa donde se encontraban los dos soldados y los llevaron a un lugar seguro. Pero cuando el capitán Daub trató de volver a unirse a su compañía en las afueras de la ciudad, su tanque recibió nuevamente un impacto y su cara, cuello y pierna quedaron salpicados de metralla.
"Hezbolá está en todas partes, pero son muy difíciles de encontrar", dijo. "Trabajan en pequeñas unidades de dos o tres hombres. Llevan ropas civiles. No los ves. Sólo ves su fuego".
El miércoles, sus ojos estaban todavía rojos del cauterizante calor del ataque. Dos de los otros tres soldados en el tanque fueron también heridos, incluyendo al artillero, Vladimir Noboychiko, que dormitaba en la cama contigua.
Hezbolá ha apodado Bint Jbail la ‘capital de la resistencia', un título que data de las guerras de los años ochenta y noventa. Cuando las tropas terrestres israelíes entraron al sur del Líbano en la campaña actual, la ciudad fue uno de los primeros blancos, y los primeros enfrentamientos ocurrieron el 23 de julio. El capitán Daub dijo que para el martes, Hezbolá estaba todavía atacando los vehículos blindados israelíes desde los cerros en los dos extremos de la ciudad, y el valle era cada vez más peligroso.
"Ningún lugar es seguro", dijo.
En los últimos años el capitán Daub ha peleado contra los palestinos en Cisjordania y en la Franja de Gaza y, como otros soldados israelíes, dijo que no había ninguna comparación con la guerra en el Líbano.
"Se nota que Hezbolá ha sido adiestrada en la guerra de guerrillas por un ejército de verdad", dijo.
En los seis años que han pasado desde que Israel se retirara del sur del Líbano, los militares israelíes han advertido que Hezbolá estaba construyendo fortificaciones y almacenando armas. Sin embargo, los soldados israelíes dijeron que no habían anticipado los combates a gran escala que habían estallado.
Hace apenas unos días, el sargento de segunda clase Nir Yousef, 21, se estaba preparando para completar sus tres años de servicio militar obligatorio. Ya había entregado su rifle y su chaleco antibalas en antelación de su baja, que estaba fijada para el último lunes.
Pero cuando su unidad de ingeniería de combate fue enviada al Líbano, se ofreció voluntariamente para quedarse. La unidad entró el sábado en el Líbano para despejar una carretera hacia el pueblo de Debel.
Los soldados entraron a las casas del pueblo, encontraron cientos de explosivos y armas. El lunes en la mañana, el sargento Yousef disparó con el lanzagranadas contra la puerta de una casa fuertemente protegida a la que los soldados querían entrar.
Dio en la puerta, pero estaba tan bien reforzada que no se abrió y en lugar de eso hizo rebotar pedazos de ardiente metal hacia él, que penetraron su abdomen en seis lugares.
"Hezbolá ha gastado seis años preparándose para esto", dijo el sargento Yousef. "Tomamos precauciones. Llegamos por la noche, pero nos esperaban dispuestos a pelear".
Mientras los soldados se recuperan en sus camas, se podía oír fuera el sordo ruido de los helicópteros que llegaban con más heridos desde los campos de batalla del Líbano.
Con heridas todavía abiertas, los soldados en el hospital ya están pensando en su futuro.
El capitán Daub dijo que esperaba que los médicos le permitieran volver al comando de su compañía tan pronto como la próxima semana.
El sargento Yousef, al que esperan seis meses de convalecencia, de acuerdo a sus doctores, expresó pesar de no poder volver a su unidad.
Y el sargento Bar-On rasgueó su guitarra en la cama, diciendo que la pérdida de sus piernas no le impediría tocar en su banda de heavy metal, Vendetta.
El tanque del sargento Bar-On fue enviado a un kilómetro y medio al otro lado de la frontera a rescatar a unos soldados que se encontraban en una excavadora militar que había sido impactada por fuego de Hezbolá en la ciudad libanesa de Marun al Ras el 20 de julio. Pero antes de que su equipo llegara a la excavadora atacada, un proyectil penetró el blindaje de su tanque, triturando sus dos piernas. Más tarde se las amputaron justo por debajo de las rodillas.
"Estaba perdiendo sangre a montones, y sentía un dolor que nunca había sentido antes", dijo el sargento Bar-On. Gritó pidiendo ayuda y se arrastró hacia afuera por la parte de atrás del tanque.
Arrastrado hacia la seguridad por otros soldados, el sargento fue llevado en helicóptero al Centro de Salud Rambam, en Haifa, a unos 32 kilómetros al sur de la frontera. Cuando llegó había perdido mucha sangre. "Quería olvidarme de todo, pero sabía que si lo hacía, moriría", dijo.
Hay decenas de soldados israelíes heridos aquí en el principal hospital del norte de Israel, y todos parecen tener historias sobre batallas terrestres inesperadamente terribles con Hezbolá. Describen a Hezbolá como fuertemente armada, bien organizada y exasperantemente elusiva. Los combatientes, ocultos en búnkers y túneles, salen a superficie para disparar con sus rifles automáticos y lanzagranadas y lanzar cohetes antitanques, dicen, y vuelven a desaparecer rápidamente.
Durante la invasión israelí del Líbano en 1982 -que condujo al nacimiento de Hezbolá-, las tropas israelíes irrumpieron por el norte y alcanzaron las afueras de la capital Beirut en dos semanas. El objetivo esta vez se limita a expulsar a Hezbolá más allá del alcance de los misiles, pero ha resultado ser mucho más difícil.
Después de un mes de lucha, unos diez mil soldados israelíes todavía están peleando diariamente en ciudades y aldeas que están a ocho kilómetros, o menos, de la frontera. De hecho, la lucha ha sido a veces visible desde el lado israelí de la frontera.
De los más de ochenta soldados israelíes que han muerto en combate, 45 murieron la semana pasada cuando se intensificó la campaña terrestre.
Ahora que el gobierno israelí ha aprobado una expansión de la ofensiva, los soldados que se recuperan dicen que tienen confianza en que Israel puede alejar a Hezbolá de la frontera, pero reconocen que implicará severos combates que podrían durar semanas, en contraste con la rápida y decisiva victoria que muchos de ellos esperaban cuando iniciaron las hostilidades.
El capitán Hanoch Daub, 26, explicó las dificultades de luchar contra un enemigo que vive entre civiles y se viste como ellos.
El martes, el capitán Daub, comandante de una compañía en el cuerpo de tanques, debió realizar una misión de pesadilla. Dos soldados israelíes estaban gravemente heridos y se habían refugiado en una casa en un valle en el centro de Bint Jbail, un bastión de Hezbolá que había sido el escenario de violentos enfrentamientos durante más de dos semanas.
Los heridos necesitaban ser trasladados urgentemente. El capitán Daub dirigió su tanque a plena luz del día hacia el centro de la ciudad, sabiendo de antemano que su tanque se expondría a un furioso ataque de Hezbolá.
"Estábamos bajo un fuego constante", dijo el capitán Daub. "Nunca dejaron de dispararnos". El tanque llegó a la casa donde se encontraban los dos soldados y los llevaron a un lugar seguro. Pero cuando el capitán Daub trató de volver a unirse a su compañía en las afueras de la ciudad, su tanque recibió nuevamente un impacto y su cara, cuello y pierna quedaron salpicados de metralla.
"Hezbolá está en todas partes, pero son muy difíciles de encontrar", dijo. "Trabajan en pequeñas unidades de dos o tres hombres. Llevan ropas civiles. No los ves. Sólo ves su fuego".
El miércoles, sus ojos estaban todavía rojos del cauterizante calor del ataque. Dos de los otros tres soldados en el tanque fueron también heridos, incluyendo al artillero, Vladimir Noboychiko, que dormitaba en la cama contigua.
Hezbolá ha apodado Bint Jbail la ‘capital de la resistencia', un título que data de las guerras de los años ochenta y noventa. Cuando las tropas terrestres israelíes entraron al sur del Líbano en la campaña actual, la ciudad fue uno de los primeros blancos, y los primeros enfrentamientos ocurrieron el 23 de julio. El capitán Daub dijo que para el martes, Hezbolá estaba todavía atacando los vehículos blindados israelíes desde los cerros en los dos extremos de la ciudad, y el valle era cada vez más peligroso.
"Ningún lugar es seguro", dijo.
En los últimos años el capitán Daub ha peleado contra los palestinos en Cisjordania y en la Franja de Gaza y, como otros soldados israelíes, dijo que no había ninguna comparación con la guerra en el Líbano.
"Se nota que Hezbolá ha sido adiestrada en la guerra de guerrillas por un ejército de verdad", dijo.
En los seis años que han pasado desde que Israel se retirara del sur del Líbano, los militares israelíes han advertido que Hezbolá estaba construyendo fortificaciones y almacenando armas. Sin embargo, los soldados israelíes dijeron que no habían anticipado los combates a gran escala que habían estallado.
Hace apenas unos días, el sargento de segunda clase Nir Yousef, 21, se estaba preparando para completar sus tres años de servicio militar obligatorio. Ya había entregado su rifle y su chaleco antibalas en antelación de su baja, que estaba fijada para el último lunes.
Pero cuando su unidad de ingeniería de combate fue enviada al Líbano, se ofreció voluntariamente para quedarse. La unidad entró el sábado en el Líbano para despejar una carretera hacia el pueblo de Debel.
Los soldados entraron a las casas del pueblo, encontraron cientos de explosivos y armas. El lunes en la mañana, el sargento Yousef disparó con el lanzagranadas contra la puerta de una casa fuertemente protegida a la que los soldados querían entrar.
Dio en la puerta, pero estaba tan bien reforzada que no se abrió y en lugar de eso hizo rebotar pedazos de ardiente metal hacia él, que penetraron su abdomen en seis lugares.
"Hezbolá ha gastado seis años preparándose para esto", dijo el sargento Yousef. "Tomamos precauciones. Llegamos por la noche, pero nos esperaban dispuestos a pelear".
Mientras los soldados se recuperan en sus camas, se podía oír fuera el sordo ruido de los helicópteros que llegaban con más heridos desde los campos de batalla del Líbano.
Con heridas todavía abiertas, los soldados en el hospital ya están pensando en su futuro.
El capitán Daub dijo que esperaba que los médicos le permitieran volver al comando de su compañía tan pronto como la próxima semana.
El sargento Yousef, al que esperan seis meses de convalecencia, de acuerdo a sus doctores, expresó pesar de no poder volver a su unidad.
Y el sargento Bar-On rasgueó su guitarra en la cama, diciendo que la pérdida de sus piernas no le impediría tocar en su banda de heavy metal, Vendetta.
13 de agosto de 2006
©new york times
©traducción mQh
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