guerra civil se puede ganar
[Charles Krauthammer] Gobierno central iraquí debe demostrar su voluntad de ganar la guerra de Iraq.
A medida que los demócratas se convierten en el partido antibélico, a medida que el apoyo popular de la guerra sigue hundiéndose, a medida que algunos de los que inicialmente apoyaron la guerra ahora cosechan desprecio por todo el proyecto iraquí, debemos tratar la pregunta sobre la retirada inmediata de las tropas.
Hay dos motivos para retirarse -seamos honestos, para abandonar a Iraq: (a) Iraq no vale la pena, (b) valga o no la pena, la causa está perdida.
El primer motivo fue articulado hace poco por John Terry: "Iraq no está en el centro de la guerra contra el terrorismo. El presidente persiste en decir que sí lo está. El presidente trata de hacer que Estados Unidos se trague esa historia. Es un error. Está equivocado y nos está costando la capacidad de hacer lo que tenemos que hacer en la región". Esto es absurdo. Si Estados Unidos se marcha, el gobierno central iraquí se derrumbará, y los beneficiarios serán Irán, Siria y al-Qaeda, los tres principales actores terroristas hoy en el mundo. No sería solamente una victoria psicológica, sino también una victoria territorial. Al-Qaeda ganaría una base en Mesopotamia; Siria e Irán compartirían esferas de influencias en lo quede del estado iraquí.
Podríamos quedarnos con un Kurdistán independiente que podría ser una base del poder militar norteamericano, pero sería una presencia reducida en una zona turbia, un premio de consuelo trágicamente pequeño.
Uno puede decir que, por eso, no deberíamos haber atacado a Saddam Hussein. Eso asume un status quo ante estable y benigno. Las dos suposiciones son falsas. Pero asumamos por un momento que los críticos tienen razón. Ese es el argumento que deberían haber presentado -que Kerry debió haber hecho- hace cuatro años, antes de que votara sí, antes de que votara no, y antes de que votara sí a la guerra. En este punto, es simplemente indisputable que el colapso del gobierno constitucional de Iraq representaría un enorme avance para las fuerzas del terrorismo.
El otro motivo de la retirada es que la guerra está perdida y que, por eso, es irrazonable aceptar que muera un soldado estadounidense más por una causa que está más allá de todo rescate.
Este es un argumento serio del que nos hemos distraído durante los últimos meses por el debate cada vez más absurdo sobre la significación del concepto de ‘guerra civil', y si acaso Iraq está viviendo una.
Por supuesto que lo está. Empezó cuando la minoría sunní, incapaz de aceptar el fin del régimen baazista empezó a hacer una guerra indiscriminada contra la mayoría kurda-chií que heredó el país como resultado de la invasión norteamericana.
Iraq no es la España en los años treinta ni Estados Unidos en los años de 1860, pero si el concepto ‘guerra civil' ha de usarse o no, es irrelevante. La cuestión relevante es: ¿Podemos ganar todavía, vale decir, podemos dejar atrás un gobierno constitucional estable, funcionando y orientado hacia Occidente?
Y eso depende de si el gobierno del primer ministro Nouri al-Maliki puede hacer frente a sus dos amenazas más mortales: la resistencia sunní y el reto del clérigo chií Moqtada al-Sáder.
La inmensa mayoría de los sunníes está peleando no por ideologías sino por una cuota de poder y de petróleo. Un acuerdo con ellos es eminentemente posible y podría cooptar a suficientes sunníes como para reducir significativamente la resistencia. Incluso ahora, los rebeldes tienen la capacidad de masacrar a civiles y de matar a soldados de la coalición con bombas improvisadas, pero no han demostrado nunca la capacidad del tipo de acción sostenida que finalmente derroca gobiernos y gana guerras civiles. (Véase Castro, Mao, Vietnam del Norte). Nuestro embajador en Bagdad ha estado instando al gobierno de Maliki a llegar a un acuerdo. Lo ha estado instando a ponerse serio en cuanto a la creciente amenaza interna que representa el Ejército Mahdi de Sáder, que es responsable de gran parte de la reciente violencia religiosa y amenaza sea con marginar o suplantar al gobierno central.
El único elemento positivo en la preponderancia de Sáder ha sido la fragmentación del frente chií que ahora podría permitir nuevos acuerdos y alianzas interconfesionales (sunníes-chiíes). Pero eso exige que el gobierno de Maliki esté decisivamente dispuesto a negociar con los sunníes y a atacar a Sáder.
Ayer Maliki asumió el control operacional de las fuerzas armadas iraquíes, la única institución de seguridad nacional que funciona. Necesita demostrar que la usará. El pueblo estadounidense apoyará una causa que es noble y necesaria, pero no una causa perdida. Y sin un gobierno central iraquí capaz de actuar en su propia defensa, esta guerra no se podrá ganar.
Hay dos motivos para retirarse -seamos honestos, para abandonar a Iraq: (a) Iraq no vale la pena, (b) valga o no la pena, la causa está perdida.
El primer motivo fue articulado hace poco por John Terry: "Iraq no está en el centro de la guerra contra el terrorismo. El presidente persiste en decir que sí lo está. El presidente trata de hacer que Estados Unidos se trague esa historia. Es un error. Está equivocado y nos está costando la capacidad de hacer lo que tenemos que hacer en la región". Esto es absurdo. Si Estados Unidos se marcha, el gobierno central iraquí se derrumbará, y los beneficiarios serán Irán, Siria y al-Qaeda, los tres principales actores terroristas hoy en el mundo. No sería solamente una victoria psicológica, sino también una victoria territorial. Al-Qaeda ganaría una base en Mesopotamia; Siria e Irán compartirían esferas de influencias en lo quede del estado iraquí.
Podríamos quedarnos con un Kurdistán independiente que podría ser una base del poder militar norteamericano, pero sería una presencia reducida en una zona turbia, un premio de consuelo trágicamente pequeño.
Uno puede decir que, por eso, no deberíamos haber atacado a Saddam Hussein. Eso asume un status quo ante estable y benigno. Las dos suposiciones son falsas. Pero asumamos por un momento que los críticos tienen razón. Ese es el argumento que deberían haber presentado -que Kerry debió haber hecho- hace cuatro años, antes de que votara sí, antes de que votara no, y antes de que votara sí a la guerra. En este punto, es simplemente indisputable que el colapso del gobierno constitucional de Iraq representaría un enorme avance para las fuerzas del terrorismo.
El otro motivo de la retirada es que la guerra está perdida y que, por eso, es irrazonable aceptar que muera un soldado estadounidense más por una causa que está más allá de todo rescate.
Este es un argumento serio del que nos hemos distraído durante los últimos meses por el debate cada vez más absurdo sobre la significación del concepto de ‘guerra civil', y si acaso Iraq está viviendo una.
Por supuesto que lo está. Empezó cuando la minoría sunní, incapaz de aceptar el fin del régimen baazista empezó a hacer una guerra indiscriminada contra la mayoría kurda-chií que heredó el país como resultado de la invasión norteamericana.
Iraq no es la España en los años treinta ni Estados Unidos en los años de 1860, pero si el concepto ‘guerra civil' ha de usarse o no, es irrelevante. La cuestión relevante es: ¿Podemos ganar todavía, vale decir, podemos dejar atrás un gobierno constitucional estable, funcionando y orientado hacia Occidente?
Y eso depende de si el gobierno del primer ministro Nouri al-Maliki puede hacer frente a sus dos amenazas más mortales: la resistencia sunní y el reto del clérigo chií Moqtada al-Sáder.
La inmensa mayoría de los sunníes está peleando no por ideologías sino por una cuota de poder y de petróleo. Un acuerdo con ellos es eminentemente posible y podría cooptar a suficientes sunníes como para reducir significativamente la resistencia. Incluso ahora, los rebeldes tienen la capacidad de masacrar a civiles y de matar a soldados de la coalición con bombas improvisadas, pero no han demostrado nunca la capacidad del tipo de acción sostenida que finalmente derroca gobiernos y gana guerras civiles. (Véase Castro, Mao, Vietnam del Norte). Nuestro embajador en Bagdad ha estado instando al gobierno de Maliki a llegar a un acuerdo. Lo ha estado instando a ponerse serio en cuanto a la creciente amenaza interna que representa el Ejército Mahdi de Sáder, que es responsable de gran parte de la reciente violencia religiosa y amenaza sea con marginar o suplantar al gobierno central.
El único elemento positivo en la preponderancia de Sáder ha sido la fragmentación del frente chií que ahora podría permitir nuevos acuerdos y alianzas interconfesionales (sunníes-chiíes). Pero eso exige que el gobierno de Maliki esté decisivamente dispuesto a negociar con los sunníes y a atacar a Sáder.
Ayer Maliki asumió el control operacional de las fuerzas armadas iraquíes, la única institución de seguridad nacional que funciona. Necesita demostrar que la usará. El pueblo estadounidense apoyará una causa que es noble y necesaria, pero no una causa perdida. Y sin un gobierno central iraquí capaz de actuar en su propia defensa, esta guerra no se podrá ganar.
letters@charleskrauthammer.com
8 de septiembre de 2006
©washington post
©traducción mQh
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