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evolución de al-qaeda


[Michiko Kakutani] Y los entrelazados senderos que llevaron al 11 de septiembre de 2001.
‘The Looming Tower', el título del nuevo y extraordinario libro de Lawrence Wright sobre Al Qaeda y el 11 de septiembre de 2001, se refiere no solamente a las arrasadas torres del World Trade Center, sino también a un pasaje del Corán, que Osama bin Laden citó varias veces en un discurso exhortando a los diecinueve secuestradores a convertirse en mártires de su causa: "Donde quiera que estéis, la muerte os encontrará incluso en la elevada torre".
El libro de Wright, basado en más de quinientas entrevistas -con gente como el mejor amigo de bin Laden en la universidad, Jamal Khalifa, ya Yosri Fouda, periodista de Al Yazira, Richard A. Clarke, el ex jefe de contraterrorismo de la Casa Blanca- proporciona al lector una cauterizante visión de los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001, una visión que es a la vez desgarradoramente íntima y osadamente radical en su perspectiva histórica.
Aunque los contornos generales de la historia han sido descritos muchas, muchas veces antes, Wright la cuenta con una miríada de nuevos pormenores y una aguda capacidad para situar los acontecimientos que describe en un contexto cultural y político más amplio. Y al concentrarse en las vidas y carreras de varios participantes claves en el "camino al 11 de septiembre" -es decir, bin Laden; su lugarteniente, Ayman al-Zawahri; el ex jefe del servicio de inteligencia saudí, el príncipe Turki al-Faisalk; y el jefe de contraterrorismo del FBI, John O'Neill-, logra escribir una historia narrativa que posee la inmediatez y vigor emocional de una novela, una historia que ilustra indeleblemente cómo lo político y lo personal, lo público y lo privado a menudo se presentan inextricablemente entrelazados.
El libro de Wright propone que "el carisma y la visión de unos pocos individuos modeló la naturaleza" de la contienda entre el islam y Occidente. Aunque "las placas tectónicas de la historia estaban ciertamente moviéndose", fomentando un período de conflicto entre esas dos culturas, dice, la emergencia de Al Qaeda "dependió de una conjunción única de personalidades" -muy especialmente, Zawahri, que fomentaba la noción apocalíptica de que sólo la violencia podía cambiar el curso de la historia, y bin Laden, cuya visión global y liderazgo "mantuvieron unida a una organización que había fracasado y había sido expulsada al exilio".
El libro también sugiere que los sucesos del 11 de septiembre de 2001 no eran inevitables. Más bien, la mala suerte, la confluencia de decisiones particulares y encuentros fortuitos, la vacilación de parte de funcionarios de Estados Unidos y una serie de absurdas guerras territoriales entre la CIA y el FBI fueron factores que contribuyeron todos al éxito de Al Qaeda en la ejecución de sus viles planes ese soleado día de septiembre.
Comparado con los autores Peter L. Bergen (‘Holy War: Inside the Secret World of Osama bin Laden') y Jonathan Randal (‘Osama: the Making of a Terrorist'), Wright gasta menos tiempos en el crucial papel que jugó la yihad antisoviética en Afganistán a la hora de dar forma a la causa yihadista. En lugar de eso, se ha basado en documentos en árabe y un montón de entrevistas con yihadistas para entregar una impresionante historia de los muchos eventos formativos que modelaron a Al Qaeda en el curso de los años y el largo y tortuoso camino de bin Laden hacia la guerra contra Estados Unidos. Su libro proporciona una visión de impresionante detalle de la vida diaria al interior de Al Qaeda y de los motivos, aprensiones y objetivos políticos de miembros individuales.
Wright empieza su historia con una versión de la vida de Sayyid Qutb, el padre intelectual del movimiento islámico: cuenta cómo una estadía en Estados Unidos a fines de los años cuarenta radicalizó al profesor egipcio, cómo fue más tarde metido en prisión por el régimen de Gamal Abdel Nasser, y cómo sus escritos y eventual ejecución en 1966 lo convirtieron en un mártir y un héroe de un naciente movimiento revolucionario. Wright pasa luego a describir la radicalización de bin Laden, el heredero de una de las más grandes fortunas de Arabia Saudí, que se convirtió de un niño tímido que adoraba la serie de televisión estadounidense ‘Bonanza' en un solemne y beato adolescente influido, dicen algunos, por un carismático profesor de gimnasia sirio que era miembro de la organización de los Hermanos Musulmanes.
Zawahri, un médico egipcio al que bin Laden conoció en Peshawar en los años ochenta, debe haber tenido un impacto formativo todavía más fuerte. En realidad, Zawahri emerge en este libro como un diabólico mentor, apretando cada vez más "el nudo de la influencia que estaba ejerciendo" sobre el joven saudí rodeándolo de guardaespaldas cuidadosamente elegidos y encargándose de su tratamiento médico (posiblemente la enfermedad de Addison). Wright dice que antes de conocer a Zawahri, bin Laden "no era un gran pensador político" y cita a su primer biógrafo saudí, Essam Deraz, diciendo que pensaba que bin Laden tenía el potencial de llegar a ser "otro Eisenhower", convirtiendo la fama que había conquistado luchando contra los soviéticos en Afganistán en una vida política pacífica. Pero eso no estaba en los planes de Zawahri.
Fue Zawahri, cuya inexorable determinación fue reforzada por las torturas que debió soportar en las cárceles egipcias cuando era joven, observa Wright, quien introdujo a los terroristas suicidas. Y fue Zawahri quien estuvo empecinado desde el principio en utilizar armas biológicas y químicas. En cuanto a bin Laden aparentemente le tomó mucho tiempo, después de un período en Afganistán, concentrarse en su siguiente plan de acción.
Durante su exilio de Arabia Saudí en el Sudán, dice Wright, bin Laden "estaba flaqueando: la seducción de la paz era tan fuerte como el grito de guerra de la yihad". La agricultura "conquistó su imaginación" y, se dice, le dijo a varios amigos que estaba pensando en abandonar Al Qaeda y dedicarse a la agricultura.
Sin embargo, como cuenta Wright, la continuada presencia de tropas estadounidenses en Arabia Saudí (después de la primera guerra del Golfo Pérsico) continuaron royendo a bin Laden, y el movimiento de tropas americanas en Somalia en 1992 (en una misión de ayuda humanitaria) hizo que Al Qaeda se sintiera cada vez más cercada. En reuniones realizadas a fines de 1992, el grupo "dejó de ser el ejército islámico anticomunista que bin Laden había previsto originalmente y se convirtió en una organización terrorista dedicada a atacar a Estados Unidos".
Wright traza no solamente cómo evolucionó Al Qaeda -de opositor de dos enemigos de Estados Unidos (la Unión Soviética y Saddam Hussein) a su enemigo jurado- sino también da al lector una impresión visceral de la vida día a día en sus campos de adiestramiento. Sus descripciones corresponden con la observación hecha por otros expertos, como el ex agente de la CIA Michael Scheuer, de que bin Laden no se oponía a Estados Unidos por su cultura e ideas sino por sus acciones políticas y militares en el mundo musulmán. Wright observa que bin Laden permitió que sus hijos más jóvenes jugaran Nintendo y que los reclutas de Al Qaeda miraran a menudo películas de suspenso de Hollywood por las noches (las películas de Arnold Schwarzenegger eran especialmente favoritas) en un intento de hacerse con datos útiles. Una de las esposas de bin Laden pedía "cosméticos y lencería de marca, prefiriendo los productos estadounidenses"; otra tiene un doctorado en psicología infantil.
Intercalados con los retratos de bin Laden y de Zawahri son igualmente convincentes los del flamante jefe de contraterrorismo del FBI, John O'Neill (que murió ese 11 de septiembre tras abandonar el buró para convertirse en el jefe de seguridad del World Trade Center) y un pequeño grupo de operativos de la CIA y del FBI, que durante años mostraron su inquietud sobre Al Qaeda y en los meses precedentes al 11 de septiembre trabajaron furiosamente, frente a la complacencia burocrática y a riñas internas, por abortar un posible ataque.
Los errores de la CIA, del FBI y de la NSA en cuanto a compartir información -y su incapacidad para detectar a los secuestradores del 11 de septiembre- han sido voluminosamente documentados antes, pero la historia de Wright es lúcida y desconcertante y subraya la estupidez, soberbia y abandono de deberes que ocurrieron al interior del gobierno de Estados Unidos con inusual potencia y resonancia.
Wright es igualmente cáustico sobre los gobiernos de Bush y Clinton. Observa que el terrorismo gozó de baja prioridad para la Casa Blanca de Bush cuando este asumió en enero de 2001. Y como Bergen y Randal, argumenta que la reacción del gobierno de Clinton ante los atentados con bomba contra las embajadas en África en 1998 -el lanzamiento de misiles contra un campo de adiestramiento de Al Qaeda en Afganistán y el intento frustrado de matar a bin Laden- ayudaron a convertir al terrorista en una celebridad global y le permitieron transformarse en un mito.
El objetivo de bin Laden al atacar las embajadas norteamericanas y atentar contra el destructor americano Cole en 2000, dice Wright, era "atraer a Estados Unidos hacia la misma trampa en la que habían caído los soviéticos en Afganistán: "Su estrategia era atacar continuamente hasta que las fuerzas norteamericanas invadieran el país; entonces los muyahedines caerían en tropel sobre ellos y los desangrarían hasta que cayera todo el imperio norteamericano. Le había ocurrido ya a Gran Bretaña y la Unión Soviética. Estaba seguro de que ocurriría con Estados Unidos". Cuando ni los atentados contra las embajadas ni el atentado con el Cole fueron suficientes como "para provocar una acto de represalia masivo", dice Wright, bin Laden decidió "que tendría que montar una ofensa inexcusable".
Esa ofensa, por supuesto, fue el 11 de septiembre. Aunque las fuerzas estadounidenses no se empantanaron en Afganistán -al menos, no inmediatamente en el otoño de 2001-, otra guerra, más grande, asomaba en el horizonte. El 19 de marzo de 2003, el presidente George W. Bush ordenó atacar a Iraq; más de tres años y 2.500 soldados estadounidenses muertos más tarde, Estados Unidos todavía está ahí, peleando justamente el tipo de guerra asimétrica que bin Laden deseaba tan ardientemente.

Libro reseñado
The Looming Tower. Al-Qaeda and the Road to 9/11
Lawrence Wright
470 páginas
Alfred A. Knopf
$27.95

1 de agosto de 2006
©new york times
©traducción mQh
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