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inmigrantes inquietos en inglaterra


[Kim Murphy] Recientes allanamientos sobre presunta trama para hacer explotar aviones de pasajeros arroja sombras sobre las actitudes hacia los musulmanes y otros trabajadores extranjeros.
Birmingham, Inglaterra. Azmat Begg lo ha observado en las últimas semanas, cuando hace su caminata de todos los días, que ha hecho siempre en el mismo parque en los últimos treinta años.
Nadie lo mira a los ojos.
Durante años, Begg ha sido aquí en la comunidad comercial de Birmingham, una cara conocida. Trabajó primero como banquero, y luego como corredor de propiedades. Incluso cuando su hijo fue arrestado en Pakistán en 2002, y enviado a Bahía Guantánamo en Cuba, incluso después de los atentados con bomba del verano pasado en Londres, sus conocidos británicos lo saludaban, le daban la mano, le preguntaban cómo estaba su familia.
Todo eso cambió el 10 de agosto, cuando más de dos docenas de británicos musulmanes, incluyendo al menos a dos de Birmingham, fueron arrestados durante allanamientos en lo que la policía describe como el desbaratamiento de una conspiración para hacer explotar aviones de pasajeros con explosivos líquidos.
"Nunca antes vi sentimientos tan intensos como ahora", dice Begg, que creció en Afganistán. "Ahora voy al parque para mi paseo, y me doy cuenta de que la gente me mira. Pero si los miro, dan vuelta la cara".
La alarma pública sobre las detenciones ha hecho más profunda una extendida sensación de inquietud sobre la inmigración en Gran Bretaña, que el año pasado vivió su mayor incremento demográfico en 40 años, impulsado principalmente por los nuevos inmigrantes y las numerosas familias de los antiguos inmigrantes.
Gran parte de la reciente afluencia proviene de la expansión hacia el este de la Unión Europea. Del más de un millón de nuevos inmigrantes que se han inscrito para trabajar en Gran Bretaña en los últimos dos años, unos 600 mil provienen del antiguo bloque comunista.
Pero al menos de momento, las crecientes tensiones sociales se han concentrado en las comunidades paquistaní e india que se han convertido cada vez más en una parte prominente del paisaje en lugares como Birmingham, que se espera que tenga una mayoría de población no blanca dentro de veinte años.
Incluso el gobernante Partido Laborista, que ha celebrado el multiculturalismo y los beneficios económicos de la fuerza laboral extranjera, mostró signos de una fundamental reformulación el mes pasado cuando la secretaria del Gobiernos Locales, Ruth Kelly, dijo que había llegado la hora de realizar un debate nacional sobre la inmigración e integración.
"En nuestro intento de evitar la imposición de una sola identidad y cultura británicas, hemos terminado con algunas comunidades que viven aisladas unas de otras, sin vínculos comunes entre ellas", dijo.
Aquí en Birmingham es fácil trazar la geografía social. Los británicos blancos viven en frondosos vecindarios con grandes casas y amplios jardines, o en barrios de clase media como Weoley Castle, donde los jubilados holgazanean en alegres plazas públicas y jóvenes matones arrojan piedras contra los taxistas paquistaníes que se atreven a entrar al barrio.
Los asiáticos viven hacinados en casas pequeñas en atiborrados barrios como Small Heath y Alum Rock, cuyas calles comerciales se ven llenas de carnicerías halal, puestos de kebab, librerías musulmanas y mezquitas con pintadas en la puerta principal.
En su mayor parte, Birmingham ha escapado a las tensiones raciales que estallaron en disturbios en varias ciudades del norte de Inglaterra en 2001, en los que cientos de personas resultaron heridas. Una excepción fue un pequeño conflicto que estalló en el otoño pasado cuando se esparcieron rumores de que una joven negra había sido violada por una pandilla en un salón de belleza asiático. Un empleado de ordenadores afro-caribeño, Isaiah Young-Sam, fue asesinado por una pandilla de asiáticos durante la violencia.
Más a menudo, la amistad y las asociaciones comerciales han transcendido los límites étnicos.
Pero muchos dicen que eso ha empezado a cambiar desde la detención el mes pasado de Tayib Rauf, 22, por sospechas de estar implicado en una presunta trama para hacer explotar aviones de pasajeros en vuelos transatlánticos. Su hermano Rashid, que vive en Pakistán desde 2004, era una figura clave en la conspiración, dijeron aquí funcionarios policiales.
Amigos y vecinos han reafirmado la inocencia de Tayib Rauf, diciendo que era un joven profundamente religioso y agradable, que pasaba la mayor parte del tiempo trabajando en la panadería de su padre. Fue dejado en libertad sin cargos a fines de agosto, pero después de que muchos en esta ciudad empezaran a tomar partido.
"He vivido aquí desde 1968. He vivido en otras ciudades. He vivido en Londres, he viajado por el mundo", dice Nassar Mahmood, miembro de la mezquita central de Birmingham. "Birmingham es la única ciudad donde la gente de diferentes comunidades vivía en un ambiente de amistad. Hay amistades. No diría que había armonía total, pero había mucha aceptación y respeto mutuo.
"Pero este caso ha creado definitivamente una especie de histeria de masas. Francamente, los musulmanes han empezado a ser demonizados, hasta el punto que ahora es muy difícil ser musulmán".
Como en otras partes de Inglaterra, en Birmignham los temas de la inmigración, la economía, la raza y la religión están siendo arrejuntados en estos días, y los inmigrantes -y sus hijos y nietos nacidos en Gran Bretaña- están siendo acusados de apropiarse de los trabajos y de la seguridad social.
"Años atrás, cuando teníamos montones de trabajos, les permitimos que vinieran. Se suponía que debían integrarse en nuestra sociedad, pero nunca lo hicieron. No quisieron integrarse, y ahora mira todas las mezquitas que hay por aquí", dice Walter O'Hare, un jubilado de Weoley Castle.
"Es el error más grande que hemos cometido. ¡Ahora son ciudadanos británicos! ¿Qué podemos hacer? No podemos deportarlos", dice su amigo Jack O'Donohue, 64, carpintero.
Begg, un cortés hombre de voz suave que a menudo lleva un conservador traje de hombre de negociosl, incluso aunque no se dirija a su trabajo, pasó años tratando de obtener la libertad de su hijo Moazzam, que fue detenido por asistir a lo que dijo que eran campamentos no terroristas en Afganistán. Después de pasar casi tres años en cautiverio en Guantánamo, sin ser acusado de nada, el joven fue dejado en libertad.
Sus otros hijos, dijo Begg, han tenido infancias agradables y normales en Gran Bretaña. Begg llegó a Inglaterra hace 40 años como empleado de un banco paquistaní, y se quedó. A medida que pasaron los años, empezó a viajar cada vez menos a Pakistán. La mayoría de sus familiares murieron; sus hijos no estaban seguros de qué era.
"Esta tercera generación... son ingleses", dice Begg. "No quieren saber nada de Pakistán o India. ‘¿Qué estás diciendo? Olvídate', dicen. ‘Países del Tercer Mundo'. No quieren hablar la lengua, no les interesa la cultura, son británicos y occidentales".
De hecho, muchos asiáticos aquí miran con desconfianza a los europeos del Este que están llegando en tropel, y se preocupan de los miles más que pueden llegar si la Unión Europea se expande todavía más para incluir a Bulgaria y Rumania.
Amardeep Bassey, que escribe sobre la comunidad musulmana de Birmingham para el Sunday Mercury, dijo: "Es realmente divertido ver a gente como mi padre decir que aquí hay muchos europeos del Este, y que les están robando los trabajos".
Pero la línea divisoria más intensa entre asiáticos y no asiáticos ha emergido sólo en los últimos años, a medida que los musulmanes británicos se han sentido cada vez más alienados por las políticas antiterroristas del país: el apoyo del gobierno a las guerras en Afganistán e Iraq, las investigaciones ocasionalmente torpes sobre musulmanes sospechosos que más tarde son declarados inocentes.
Con sus extensos reportajes sobre la comunidad musulmana, incluyendo a los grupos radicalizados que empiezan a atraer a grandes cantidades de gente joven, Bassey dice que se ha convencido de que los cientistas sociales británicos se equivocan cuando advierten que los musulmanes jóvenes y desempleados son atraídos por los grupos extremistas.
"No necesitan preocuparse de ese pobre chico musulmán que no consigue trabajo. Ese es el tipo que va a llevar la bomba, okay, pero lo que este país tiene que hacer es preocuparse de gente como yo", dice Bassey. "Asiáticos de segunda generación que somos educados, que sabemos cómo utilizar el sistema para ayudar a sus hermanos en Pakistán. Tipos que todavía no hemos sido ascendidos, que todavía nos sentimos apartados, pero que sabemos cómo movernos y cómo seguir el juego -acomodados, educados, pero indignados".
Jahan Mahmood, un uzbek étnico que trabaja con delincuentes juveniles musulmanes, dijo que les dice a muchos de ellos de que sus enraizados prejuicios sobre los occidentales son inapropiados, y que las similitudes entre las dos culturas religiosas son más profundas que las diferencias.
Pero dijo que a medida que los jóvenes musulmanes se sienten cada vez más frustrados, su mensaje de conciliación es más difícil de defender.

kim.murphy@latimes.com

16 de septiembre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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