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guerreros de las calles de bagdad


[Louise Roug] Los agentes de tráfico son faros de civilidad e integridad en una capital donde abunda la corrupción. Es un trabajo peligroso, pero no ingrato.
Bagdad, Iraq. Después del toque de queda, los escuadrones de la muerte circulan con total impunidad. Hay una ola desenfrenada de secuestros, pero los secuestradores no son capturados casi nunca. La corrupción ha invadido todos los niveles de gobierno; sin embargo, pocos han sido llevados a tribunales.
Sin embargo, aparcar doble en una calle de Bagdad sigue siendo un delito y la ley seguro que te caerá encima.
Abdel Nasser, agente de tráfico de 32 años, se describe a sí mismo como un mujayedín [guerrero santo] que combate contra los malhechores en una ciudad sin señales viales, sin semáforos o límites de velocidad. En este alboroto de cacharros chisporroteantes y todoterrenos militares norteamericanos que pasan a toda velocidad, dirigir el tráfico es un deber religioso, dice.
Nasser y sus colegas son faros de civismo en las picadas aguas del tráfico de Bagdad, donde el término ‘copiloto armado' es interpretado bastante literalmente. Hasta hace poco, los agentes defendían valientemente, con un silbato, los mortíferos cruces. Ahora también usan un revólver.
"A pesar del peligro, creemos que estamos protegiendo a nuestro país", dice Nasser, un agente de tráfico que fue reasignado después de la invasión norteamericana de Iraq en 2003. Aunque su trabajo anterior era grato, porque le daba autoridad, sus deberes presentes le otorgan una sensación de bienestar, dice.
"Llego a casa sintiéndome orgulloso", dice. "Otros agentes sirven al gobierno. Pero nosotros servimos a la gente".
Los iraquíes se pueden quejar de clérigos corruptos, de políticos codiciosos y fuerzas de seguridad asesinas, pero siguen respetando a este plantel de estoicos guardianes del tráfico, que incluso durante los años de Saddam Hussein gozaban de reputación por su integridad.
"La ley del tráfico es lo único que funciona correctamente en estos días", dice Mustafa Hatim, ingeniero eléctrico de 32 años. Hatim dice que una vez tuvo problemas con la policía. Había aparcado frente a una heladería en el centro de la ciudad y cuando volvió encontró una multa de 12 dólares en el parabrisas. La falta: estaba mal estacionado.
"Se esfuerzan en hacer bien su trabajo y se los agradezco", dice el conductor de un minibús, Khamis Yousif, 51. "Son dedicados, y nos tratan como hermanos".
Munir Nouri, 43, vendedor de recambios de coches usados, los encomió por sus buenas maneras. "Antes de pasarte la multa, te lo explican", dijo.
Con sus limpios uniformes blanco-azul que combinan con sus sombreros azules, casi tres mil 500 agentes de tráfico trabajan en las calles de la capital, haciendo turnos de siete horas con calores de hasta 49 grados Celsius.
Desde un pequeño refugio de concreto, Nasser observa el tráfico vehicular en una rotonda adornada con banderas en el barrio de Karada de la ciudad, cerca del puente que lleva a la fortificada Zona Verde. Hay banderas fúnebres negras sobre la pared detrás de él. Al otro lado de la calle, las ovejas mordisquean hierba y basura mientras unos niños juegan al fútbol en un polvoriento sitio cercano. En este cruce se reúnen las arterias clave de Bagdad, y Nasser controla su feudo con movimientos discretos y cuidadosamente orquestados.
Nasser es maniático cuando se trata de su uniforme. Sus zapatos son cepillados y su camisa planchada todos los días. El sombrero y los tres galones en sus hombros mantienen su espalda derecha y su mirada firme.
Aunque su trabajo es importante, es también cada vez más peligroso, dice. Los atentados con bomba y los tiroteos hacen de las calles de Bagdad las más peligrosas del mundo, y decenas de sus colegas han muerto en el trabajo. Hace unos días, uno de sus amigos fue atacado y matado mientras controlaba un cruce cerca de la esquina de Nasser. La página web bilingüe de la policía de tráfico de Bagdad, www.iptraffic.org, incluye una página con fotografías de agentes de tráfico asesinados.
Los conductores van armados y nerviosos, y la ira en las calles es algo frecuente.
Una vez Nasser paró a un hombre que quería pasar por el cruce antes de su turno.
"Dijo que iba a llegar tarde a su trabajo", recuerda Nasser. "Yo le dije: ‘Sólo le faltan dos minutos'. Me dijo: ‘No, no voy a esperar'. Se bajó del coche y empezamos a pelear". Después de cinco días en la cárcel, el conductor ofreció sus disculpas.
Políticos, soldados y agentes de policía son los principales transgresores, dicen conductores y agentes de tráfico.
"Conducen demasiado rápido, no prestan atención a las regulaciones del tráfico y esperan que otros les den preferencia, independientemente de las condiciones de la calle", dice Ammar Abbas, 30, taxista, que tiene un diploma universitario en física. "Si otros conductores no se desvían de inmediato, los empujan con los coches o les disparan".
Las milicias chiíes musulmanas también ignoran las reglas de trafico, dijo el agente de tráfico Husham Hassan, 25. "Esa gente no nos respeta".
Durante el gobierno de Hussein, había menos anarquía -y menos coches- en las calles. Entonces los iraquíes conducían Ladas rusos, Volkswagens hechos en Brasil y destartalados Chevrolets. Hoy, grandes BMWés, enormes camionetas Toyota y todoterrenos GMCés, la mayoría de ellos de propiedad de extranjeros, conducen dándose topones de parachoques con los destartalados cacharros que conducen los iraquíes.
Los buses de dos pisos de Londres, antes en todas partes, han desaparecido. Los pocos buses que quedan están cubiertos de enormes anuncios de compañías de teléfonos celulares iraquíes y cigarrillos franceses.
La invasión norteamericana también llevó a Bagdad todoterrenos, tanques y puestos de control, convirtiendo la antigua capital en un laberinto de concreto y alambre de púa. Y la ahora difunta Autoridad Provisional de la Coalición revisó el reglamento de tráfico iraquí, convirtiendo en falta hacer imprudentes vueltas en U o conducir coches con "altavoces que tocan sonidos de animales", de acuerdo al reglamento que se lee en la página web de la policía de tráfico.
Sin embargo, algunos iraquíes han buscado orientación de sus líderes religiosos.
"¿Es permisible pasar con rojo cuando las calles laterales están completamente vacías y no hay peligro?", era una de las preguntas publicadas, dirigidas al clérigo chií más poderoso del país, el gran ayatollah Ali Sistani, en su página web.
"No está permitido violar esas leyes", fue la respuesta del clérigo.
"¿Es un deber obedecer las leyes de tráfico?", decía otra pregunta.
"Deben ser obedecidas", fue la respuesta.
Sin embargo, incluso los clérigos no usan el cinturón de seguridad en Bagdad, una falta que es castigada con una multa de diez dólares pero que es rara vez implementada.
La falta más habitual es conducir contra el tráfico. Debido a la crónica escasez de gasolina, el año pasado el gobierno decretó una ley que permite que los iraquíes conduzcan en Bagdad sólo día por medio, según el número de la matrícula.
Salah Mehdi, un exitoso vendedor de coches que vive en un barrio chií de clase media, tuvo que pagar hace poco una multa de 30 mil dinares iraquíes, unos veinte dólares, por conducir contra el tráfico durante el fin de semana.
"Traté de sobornarlo", dijo el hombre de 24, reconociendo de buena gana su propia falta de integridad. El agente rechazó el soborno. "Pero no se enfadó", dijo Mehdi, admirado.
Mustafa Mukhtar, ingeniero informático, cuenta otra historia ejemplar. Hace poco, Mukhtar, 28, y un amigo aparcaron doble en la Calle de Sinaa, pero no pagaron de inmediato la multa.
Al cabo de un mes, Mukhtar visitó la página web, que proporciona información actualizada a los usuarios sobre la situación de sus multas. La multa había subido al doble.
Ahora Mukhtar visita regularmente la página web de la policía de tráfico para ver si tiene o no multas pendientes, y ha enseñado a sus amigos a hacer lo mismo. Aunque no haya todavía intentos de cobro, no puedes vender tu coche si tienes una multa pendiente.
"Conducir en Bagdad es muy difícil", dice, ofreciendo su mejor consejo para cualquiera que entre a Bagdad detrás de un volante: Chequea los espejos y "prepárate para lo inesperado".

louise.roug@latimes.com

Saif Rasheed y Shamil Aziz contribuyeron a este reportaje.

8 de septiembre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh

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