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todos somos víctimas


[Joel Rubin] Los camboyanos luchan por entender sus instituciones judiciales y el genocidio mientras avanzan trastabillando hacia el juicio de algunos cabecillas de los Kmer Rouge.
Phnom Penh, Camboya. No es que a Yem Phork no le interese si alguien es responsable o no del asesinato de sus dos hermanos. Es que nunca ha visto un tribunal por dentro, y hay que plantar arroz.
Phork, un viejo apergaminado y gastado de 74 años, estaba metido hasta las rodillas en el espeso lodo de un arrozal en el campo camboyano. Se arrastraba detrás de sus dos bueyes, golpeándoles con una delgada caña y ladrándoles para que siguieran arando en línea recta.
Hace tres décadas, Phorl fue obligado a trabajar el mismo exuberante y verde terreno durante el oscuro período del país, de 1975 a 1979 -cuatro años de brutal gobierno de los Kmer Rouge, durante el cual murieron más de un millón de personas, casi uno por cada seis camboyanos, muchos de ellos víctimas de torturas, asesinatos en masa y hambre.
"Comíamos muy poco", dice. "Trabajábamos mucho. Si nos quejábamos, nos mataban".
Descansando a la sombra de un árbol, Phork bebe agua, enciende un cigarrillo y dice que por la noche oyó en la radio la noticia de que unos líderes de los Kmer Rouge serían sometidos a juicio. No sabe los detalles y se pregunta si acaso un juicio podría mitigar el dolor que siente por la pérdida de sus hermanos.
"No sé demasiado. Sólo soy un campesino", dice. "Cuando termine el juicio, espero saber el veredicto. Todo parece muy complicado.
"No es asunto mío. Eso tiene que ver con la gente con poder y el gobierno", dice. "No va a cambiar mi vida".
Después de una generación de retrasos y casi una década de riñas políticas, los juicios de al menos algunas figuras de los Kmer Rouge se encamina hacia un indeciso inicio. Años de silencio en este pobre país analfabeto han dejado abiertas las llagas de la era de los Kmer Rouge, pero pocos camboyanos entienden el complejo proceso judicial o confían en su sistema jurídico. Muchos dudan que los juicios signifiquen justicia.
Los partidarios de los juicios esperan llegar a los camboyanos para darles más confianza en el proceso jurídico. Pero conceden que el proceso legal está lejos de tener un éxito garantizado.
Días después de que Phork expresara sus dudas, Moanh Saphan, miembro de la Asamblea Nacional, trató de explicar los juicios a unos 550 compatriotas.
Antes en el día, el grupo había recorrido silenciosamente los pasillos de Tuol Seng, una escuela en la centro de Phnom Penh que los Kmer Rouge usaron como cárcel y centro de interrogatorios. Ahora es un museo, lleno de imágenes gráficas de prisioneros torturados.
"Eran bárbaros", dijo un viejo mientras tiraba de un grillete encadenado a una vieja cama. "Nosotros éramos seres humanos. Usaron acero con nosotros. Deberían haberlo usado con los elefantes".
"Mi compañera de escuela", dijo Yuok Sokthun a nadie en particular, pasando su mano suavemente por una fotografía de una joven mujer. "Se llamaba Thin Kimheang".
Moanh Saphan explicó que en 2003 el gobierno camboyano llegó a un complejo acuerdo con Naciones Unidas para la formación de un tribunal. A diferencia de juicios recientes por crímenes de guerra que eran realizados por tribunales internacionales especiales, los juicios de los Kmer Rouge se realizarán dentro del sistema jurídico camboyano, con jueces camboyanos y extranjeros y abogados que compartirán responsabilidades. No se podrán dictar condenas a muerte.
"Necesitábamos proteger nuestro territorio , nuestro poder", dijo Moanh Saphan a la multitud.
El alcance del tribunal se limita solamente a las "autoridades y otros responsables" de los Kmer Rouge. Cualquier cosa más habría puesto el peligro al primer ministro de Camboya, Hun Sen, y varios otros personeros de su gobierno que fueron funcionarios de niveles medios e inferiores del régimen de los Kmer Rouge antes de su deserción.
Cuando el legislador terminó de hablar, un hombre de rodillas huesudas se levantó para preguntar por qué la gente de su aldea que habían sido informantes de los Kmer Rouge no serían juzgados.
"Usted dice que esto traerá justicia", dijo otro viejo. "Pero ¿qué significa eso para nosotros?"
La era de los Kmer Rouge planea como una sombra sobre Camboya, rara vez discutida, pero difícilmente olvidada. Este período de la historia reciente no es enseñado en las escuelas; los padres comparten rara vez estas historias con sus hijos. Asesinos y víctimas viven lado a lado, demasiado temerosos como para enfrentarse.
El tribunal libra una batalla contra el tiempo a medida que importantes cabecillas de los Kmer Rouge, testigos y víctimas envejecen y mueren. Pol Pot, el líder del régimen, murió en 1998. El jefe militar de los Kmer Rouge, Ta Mok, murió en un hospital de Phnom Penh en julio.
Muchos de los que sobrevivieron el genocidio también están muriendo.
"Todos días perdemos gente que espera que este juicio se realice", dijo Helen Jarvis, portavoz del tribunal. "Habría sido mucho mejor que se hubiese celebrado hace 20 o diez años. El año pasado habría sido mejor que ahora. Pero no podemos recuperar el tiempo perdido".
Youk Chhang, director del independiente Centro de Documentación de Camboya, que guarda casi un millón de páginas de declaraciones de testigos y otros documentos sobre los Kmer Rouge, organiza las excursiones de Tuol Sleng y la sala del tribunal. Hasta el momento, el grupo ha llevado a la ciudad a más de tres mil camboyanos del campo. Como otros, teme que el tribunal ignore a la gente a la que busca ayudar.
"Las víctimas tienen su propio rol, igual al de Naciones Unidas y este gobierno", dijo. "Ahora mismo no juegan ningún papel. Son tratados como un tema secundario".
La mitad de la gente invitada en las excursiones eran miembros de base de los Kmer Rouge: el último peldaño de la máquina de crímenes, los que eran obligados a ejecutar órdenes.
"Aquí, todos somos víctimas", dijo.
Treinta años después del genocidio de los Kmer Rouge, muchos camboyanos dudan que se forme el tribunal y otros esperan que haga lo imposible, dijo Youk Chhang.
"El tribunal no explicará cómo ni por qué pudo ocurrir el genocidio en Camboya, o cómo llegaron al poder los Kmer Rouge", dijo. "Las expectativas del público a menudo son diferentes a los objetivos del tribunal".
El primer juicio debe empezar de aquí a seis meses, dijo Jarvis, la portavoz del tribunal. Los fiscales han empezado a localizar a los testigos y a revisar cientos de miles de páginas de documentos, casi todos ellos escritos en la lengua kmer de Camboya, a la búsqueda de evidencias. Con un presupuesto de 56.3 millones de dólares, suficientes para unos tres años de trabajo, la mayoría de la gente cree que sólo se juzgará a cinco o diez personas.
Todavía hay mucho que hacer antes de que empiece el primer juicio. Las celdas en las que se custodiará a los procesados no han sido construidas todavía.
"Existe la posibilidad de que tengamos alguna crisis de administración. Es casi inevitable", dice Jarvis mientras mira hacia una plantación de mangos, el sitio de la futura cárcel. "Tenemos que mantener las esperanzas vivas".
También inquietante para muchos observadores es la pregunta sobre la idoneidad de los jueces camboyanos nombrados por el gobierno. Varios de ellos estudiaron en la Unión Soviética y en Vietnam comunista y han estado implicados en juicios considerados ampliamente como juicios motivados políticamente.
"Esta es la última oportunidad. Han pasado treinta años", dice Heather Ryan, una observadora del juicio para el Instituto Sociedad Abierta [Open Society Justice Initiative], que está siguiendo el proceso judicial. "Sería bonito tener algo mejor, pero tenemos que lograr que este juicio funcione".
Robert Petit, fiscal segundo del tribunal, que ha trabajado en varios otros tribunales internacionales, se apresura a señalar que Naciones Unidas puede siempre retirarse si las cosas se tuercen.
"Me iré a casa si no puedo hacer mi trabajo adecuadamente", dijo.
"No le sirve a nadie que pensemos en las peores alternativas. Creo que tenemos la posibilidad de pelear. Para mí será un triunfo si podemos entregar justicia a algunas de las personas por las que se hace el juicio.
"Pero no será nunca perfecto".

joel.rubin@latimes.com

18 de septiembre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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