la cabeza en la arena
[Sam Harris] Los extremistas musulmanes son un peligro para la civilización occidental.
Hace dos años publiqué un libro muy crítico de las religiones, ‘The End of Faith'. Ahí argumento que las principales religiones del mundo son en realidad incompatibles, que causan inevitablemente conflictos y ahora impiden la emergencia de una civilización global viable. En respuesta, he recibido miles de cartas y mensajes por correo electrónico de sacerdotes, periodistas, científicos, políticos, soldados, rabíes, actores, socorristas, estudiantes -jóvenes y viejos que ocupan todos los puntos del espectro de creencias e incredulidad.
Esto me ha ofrecido la especial oportunidad de ver cómo gente de todos los credos y convicciones políticas reaccionan cuando se critica a la religión. Quiero informar que liberales y conservadores reaccionan de maneras muy diferentes a la idea de que la religión puede ser una causa directa de los conflictos humanos.
Esta diferencia no presagia nada bueno para el futuro del liberalismo.
Quizás deba establecer mis credenciales liberales desde el principio. Me gustaría que se subieran los impuestos a los ricos, que se despenalizaran las drogas y que los homosexuales pudieran casarse. También creo que el gobierno de Bush merece la mayor parte de las críticas que ha recibido en los últimos seis años, especialmente con respecto a su conducción de la guerra en Iraq, su rechazo de la ciencia y su irresponsabilidad fiscal.
Pero mi correspondencia con liberales me ha convencido de que el liberalismo se ha alejado peligrosamente de las realidades de nuestro mundo -específicamente de lo que los fieles musulmanes realmente creen sobre Occidente, sobre el paraíso y sobre la predominancia final de su fe.
En cuestiones de seguridad nacional, desconfío tanto de mis colegas liberales como de los demagogos religiosos de la derecha cristiana.
Esto puede parecer el franco reconocimiento de la acusación de que los ‘liberales son blandos con el terrorismo'. Lo es . Son blandos con el terrorismo.
En el mundo musulmán se está desarrollando un culto de la muerte -por razones que son perfectamente explicables en términos de las doctrinas musulmanas sobre el martirologio y la guerra santa islamita. La verdad es que no estamos haciendo una ‘guerra contra el terrorismo'. Estamos peleando contra una teología pestilente y la nostalgia del paraíso.
Esto no quiere decir que estemos en guerra con todos los musulmanes. Pero estamos definitivamente en guerra con los que creen que la muerte en defensa de la fe es la mayor virtud imaginable, que los dibujantes deben ser matados por hacer caricaturas del profeta y que haya que matar a los musulmanes que abandonan su fe por apóstatas.
Lamentablemente, el extremismo religioso no es un fenómeno marginal. Numerosos estudios han constatado que los musulmanes más radicales tienen un nivel de educación superior al promedio y mayores oportunidades económicas.
Dado el grado en que las ideas religiosas son todavía protegidas de las críticas en todas las sociedades, es en realidad posible que una persona reúna los recursos económicos e intelectuales para construir una bomba atómica y creer que en el paraíso será recibido por 72 vírgenes. Y sin embargo, a pesar de abundantes evidencias de lo contrario, los liberales continúan pensando que el terrorismo musulmán surge de la desesperación económica, de la falta de educación y del militarismo norteamericano.
En sus versiones más extremas, la negación liberal ha encontrado expresión en una creciente subcultura de teóricos paranoicos que creen que las atrocidades del 11 de septiembre de 2001 fueron orquestadas por nuestro propio gobierno. Una encuesta nacional realizada por el Scripps Survey Research Center de la Universidad de Ohio determinó que más de un tercio de los estadounidenses sospecha que el gobierno federal "contribuyó a los atentados terroristas o no hizo nada para impedirlos de modo que Estados Unidos pudiera hacer la guerra en Oriente Medio"; el 16 por ciento cree que las torres gemelas se derrumbaron no debido a que los aviones de pasajeros cargados de combustible chocaran contra ellas sino porque agentes del gobierno de Bush los habían manipulado en secreto para que explotaran.
Semejante asombrosa erupción de absurdos masoquistas podrían marcar el ocaso del liberalismo, sino la decadencia misma de la civilización occidental. Existen libros, películas y conferencias organizadas sobre esta fantasmagoría y ofrecen una visión inusualmente clara del debilitante dogma que acecha en el corazón del liberalismo: El poder occidental es completamente malévolo, y los desposeídos de la Tierra acogerán la razón y la tolerancia si se les dan oportunidades económicas suficientes.
No sé cuántos ingenieros y arquitectos más deban hacerse explotar a sí mismos, pilotar aviones contra edificios o cercenar las cabezas de periodistas antes de que se disipe esta fantasía. La verdad es que tenemos razón en creer que un número espantoso de los musulmanes del mundo ven ahora todas las cuestiones políticas y morales en términos de su relación con el islam. Esto los lleva a unirse en la causa con otros musulmanes, sin importar la patología social de su conducta. Esta tétrica solidaridad religiosa puede ser el mayor problema al que hace frente la civilización, y sin embargo es normalmente mal interpretada, ignorada y obscurecida por los liberales.
Dada la mendacidad y escandalosa incompetencia del gobierno de Bush -especialmente su mala conducción de la guerra de Iraq-, los liberales encuentran montones de cosas que lamentar en el enfoque conservador de la guerra contra el terrorismo.
Lamentablemente, los liberales odian con tanta furia al gobierno actual que no logran reconocer lo peligrosos y depravados que son nuestros enemigos en el mundo musulmán.
Recientes condenas del uso por el gobierno de Bush del concepto ‘fascismo musulmán' es un ejemplo. No hay duda de que la descripción es imprecisa -los musulmanes, técnicamente, no son fascistas, y el concepto ignora las divisiones que existen incluso entre musulmanes-, pero no es de ninguna manera un ejemplo de propaganda de tiempos de guerra, como ha sido argumentado repetidas veces por los liberales.
En sus análisis de la política exterior de Estados Unidos e Israel, los liberales por lo general pasan por alto las distinciones morales más elementales. Por ejemplo, ignoran el hecho de que los musulmanes matan adrede a no-combatientes, mientras que nosotros y los israelíes (como norma) tratamos de evitar la muerte de civiles. Los musulmanes usan rutinariamente escudos humanos, y esto explica gran parte de los daños colaterales que causamos nosotros y los israelíes; el discurso político en gran parte del mundo musulmán, especialmente con respecto a Israel, propugna explícita y descaradamente el genocidio.
Dadas estas distinciones, no hay ninguna duda de que ahora los israelíes tienen la moral de su parte en su conflicto con Hamas y Hezbollah. Y sin embargo, los liberales en Estados Unidos y Europa hablan a menudo como si la verdad fuera otra.
Estamos entrando en una edad de incontrolada proliferación nuclear y, probablemente, de terrorismo nuclear. Por eso no hay un futuro en que los aspirantes a mártires puedan ser buenos vecinos nuestros. Si los liberales no se dan cuenta de que hay decenas de millones de personas en el mundo musulmán que son mucho más espeluznantes que Dick Cheney, no serán capaces de proteger a la civilización de sus verdaderos enemigos.
Los estadounidenses creen cada vez más que los únicos que son suficientemente testarudos como para pelear contra los lunáticos religiosos del mundo musulmán son los lunáticos religiosos de Occidente. En realidad, es revelador que las personas que hablan con la mayor claridad moral sobre las guerras actuales en Oriente Medio sean miembros de la derecha cristiana, cuya infatuación con las profecías bíblicas es casi tan problemática como la ideología de nuestros enemigos. El dogmatismo religioso está ahora en los dos lados del tablero de un juego muy peligroso.
Mientras que deberían ser los liberales los que enseñen el camino para salir de esta Edad de Hierro de la locura, se están convirtiendo cada vez más en irrelevantes. Siendo en general razonables y tolerantes de la diversidad, los liberales deberían ser especialmente sensibles a los peligros del realismo religioso. Pero no lo son.
El mismo fracaso del liberalismo es evidente en Europa Occidental, donde el dogma del multiculturalismo ha dejado a una Europa secular extremadamente lenta a la hora de tratar el inminente problema del extremismo religioso entre sus inmigrantes. La gente que habla con más sentido sobre la amenaza que representa el islam para Europa son en realidad los fascistas.
Decir que esto no presagia nada bueno para el liberalismo es un subentendido: En realidad, no presagia nada bueno para el futuro de la civilización.
Esto me ha ofrecido la especial oportunidad de ver cómo gente de todos los credos y convicciones políticas reaccionan cuando se critica a la religión. Quiero informar que liberales y conservadores reaccionan de maneras muy diferentes a la idea de que la religión puede ser una causa directa de los conflictos humanos.
Esta diferencia no presagia nada bueno para el futuro del liberalismo.
Quizás deba establecer mis credenciales liberales desde el principio. Me gustaría que se subieran los impuestos a los ricos, que se despenalizaran las drogas y que los homosexuales pudieran casarse. También creo que el gobierno de Bush merece la mayor parte de las críticas que ha recibido en los últimos seis años, especialmente con respecto a su conducción de la guerra en Iraq, su rechazo de la ciencia y su irresponsabilidad fiscal.
Pero mi correspondencia con liberales me ha convencido de que el liberalismo se ha alejado peligrosamente de las realidades de nuestro mundo -específicamente de lo que los fieles musulmanes realmente creen sobre Occidente, sobre el paraíso y sobre la predominancia final de su fe.
En cuestiones de seguridad nacional, desconfío tanto de mis colegas liberales como de los demagogos religiosos de la derecha cristiana.
Esto puede parecer el franco reconocimiento de la acusación de que los ‘liberales son blandos con el terrorismo'. Lo es . Son blandos con el terrorismo.
En el mundo musulmán se está desarrollando un culto de la muerte -por razones que son perfectamente explicables en términos de las doctrinas musulmanas sobre el martirologio y la guerra santa islamita. La verdad es que no estamos haciendo una ‘guerra contra el terrorismo'. Estamos peleando contra una teología pestilente y la nostalgia del paraíso.
Esto no quiere decir que estemos en guerra con todos los musulmanes. Pero estamos definitivamente en guerra con los que creen que la muerte en defensa de la fe es la mayor virtud imaginable, que los dibujantes deben ser matados por hacer caricaturas del profeta y que haya que matar a los musulmanes que abandonan su fe por apóstatas.
Lamentablemente, el extremismo religioso no es un fenómeno marginal. Numerosos estudios han constatado que los musulmanes más radicales tienen un nivel de educación superior al promedio y mayores oportunidades económicas.
Dado el grado en que las ideas religiosas son todavía protegidas de las críticas en todas las sociedades, es en realidad posible que una persona reúna los recursos económicos e intelectuales para construir una bomba atómica y creer que en el paraíso será recibido por 72 vírgenes. Y sin embargo, a pesar de abundantes evidencias de lo contrario, los liberales continúan pensando que el terrorismo musulmán surge de la desesperación económica, de la falta de educación y del militarismo norteamericano.
En sus versiones más extremas, la negación liberal ha encontrado expresión en una creciente subcultura de teóricos paranoicos que creen que las atrocidades del 11 de septiembre de 2001 fueron orquestadas por nuestro propio gobierno. Una encuesta nacional realizada por el Scripps Survey Research Center de la Universidad de Ohio determinó que más de un tercio de los estadounidenses sospecha que el gobierno federal "contribuyó a los atentados terroristas o no hizo nada para impedirlos de modo que Estados Unidos pudiera hacer la guerra en Oriente Medio"; el 16 por ciento cree que las torres gemelas se derrumbaron no debido a que los aviones de pasajeros cargados de combustible chocaran contra ellas sino porque agentes del gobierno de Bush los habían manipulado en secreto para que explotaran.
Semejante asombrosa erupción de absurdos masoquistas podrían marcar el ocaso del liberalismo, sino la decadencia misma de la civilización occidental. Existen libros, películas y conferencias organizadas sobre esta fantasmagoría y ofrecen una visión inusualmente clara del debilitante dogma que acecha en el corazón del liberalismo: El poder occidental es completamente malévolo, y los desposeídos de la Tierra acogerán la razón y la tolerancia si se les dan oportunidades económicas suficientes.
No sé cuántos ingenieros y arquitectos más deban hacerse explotar a sí mismos, pilotar aviones contra edificios o cercenar las cabezas de periodistas antes de que se disipe esta fantasía. La verdad es que tenemos razón en creer que un número espantoso de los musulmanes del mundo ven ahora todas las cuestiones políticas y morales en términos de su relación con el islam. Esto los lleva a unirse en la causa con otros musulmanes, sin importar la patología social de su conducta. Esta tétrica solidaridad religiosa puede ser el mayor problema al que hace frente la civilización, y sin embargo es normalmente mal interpretada, ignorada y obscurecida por los liberales.
Dada la mendacidad y escandalosa incompetencia del gobierno de Bush -especialmente su mala conducción de la guerra de Iraq-, los liberales encuentran montones de cosas que lamentar en el enfoque conservador de la guerra contra el terrorismo.
Lamentablemente, los liberales odian con tanta furia al gobierno actual que no logran reconocer lo peligrosos y depravados que son nuestros enemigos en el mundo musulmán.
Recientes condenas del uso por el gobierno de Bush del concepto ‘fascismo musulmán' es un ejemplo. No hay duda de que la descripción es imprecisa -los musulmanes, técnicamente, no son fascistas, y el concepto ignora las divisiones que existen incluso entre musulmanes-, pero no es de ninguna manera un ejemplo de propaganda de tiempos de guerra, como ha sido argumentado repetidas veces por los liberales.
En sus análisis de la política exterior de Estados Unidos e Israel, los liberales por lo general pasan por alto las distinciones morales más elementales. Por ejemplo, ignoran el hecho de que los musulmanes matan adrede a no-combatientes, mientras que nosotros y los israelíes (como norma) tratamos de evitar la muerte de civiles. Los musulmanes usan rutinariamente escudos humanos, y esto explica gran parte de los daños colaterales que causamos nosotros y los israelíes; el discurso político en gran parte del mundo musulmán, especialmente con respecto a Israel, propugna explícita y descaradamente el genocidio.
Dadas estas distinciones, no hay ninguna duda de que ahora los israelíes tienen la moral de su parte en su conflicto con Hamas y Hezbollah. Y sin embargo, los liberales en Estados Unidos y Europa hablan a menudo como si la verdad fuera otra.
Estamos entrando en una edad de incontrolada proliferación nuclear y, probablemente, de terrorismo nuclear. Por eso no hay un futuro en que los aspirantes a mártires puedan ser buenos vecinos nuestros. Si los liberales no se dan cuenta de que hay decenas de millones de personas en el mundo musulmán que son mucho más espeluznantes que Dick Cheney, no serán capaces de proteger a la civilización de sus verdaderos enemigos.
Los estadounidenses creen cada vez más que los únicos que son suficientemente testarudos como para pelear contra los lunáticos religiosos del mundo musulmán son los lunáticos religiosos de Occidente. En realidad, es revelador que las personas que hablan con la mayor claridad moral sobre las guerras actuales en Oriente Medio sean miembros de la derecha cristiana, cuya infatuación con las profecías bíblicas es casi tan problemática como la ideología de nuestros enemigos. El dogmatismo religioso está ahora en los dos lados del tablero de un juego muy peligroso.
Mientras que deberían ser los liberales los que enseñen el camino para salir de esta Edad de Hierro de la locura, se están convirtiendo cada vez más en irrelevantes. Siendo en general razonables y tolerantes de la diversidad, los liberales deberían ser especialmente sensibles a los peligros del realismo religioso. Pero no lo son.
El mismo fracaso del liberalismo es evidente en Europa Occidental, donde el dogma del multiculturalismo ha dejado a una Europa secular extremadamente lenta a la hora de tratar el inminente problema del extremismo religioso entre sus inmigrantes. La gente que habla con más sentido sobre la amenaza que representa el islam para Europa son en realidad los fascistas.
Decir que esto no presagia nada bueno para el liberalismo es un subentendido: En realidad, no presagia nada bueno para el futuro de la civilización.
Sam Harris es el autor de ‘The End of Faith: Religion, Terror and the Future of Reason'. Su próximo libro, ‘Letter to a Christian Nation', será publicado esta semana por Knopf.
samharris.org
18 de septiembre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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