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china contra mi marido


[Yuan Weijin] Infortunios de un disidente.
Dongshigu, China. El 20 de agosto, el Tribunal Popular de la comuna de Yinan, en la provincia de Shandong, sentenció a mi marido, Chen Guangcheng, a cuatro años y tres meses de prisión tras acusarlo de ‘destrucción intencionada de propiedad' y de ‘reunir a una turba para interrumpir el tráfico'.
Los funcionarios locales castigaron a mi marido porque daba consejos jurídicos y sobre derechos humanos a las mujeres del pueblo que habían sido obligadas a abortar. Los funcionarios a cargo del control de la natalidad tenían miedo de ser castigados como resultado de las actividades pacíficas de mi marido.
No lo veo desde marzo, cuando fue detenido después de que los dos hubiésemos estado bajo arresto domiciliario y vigilancia residencial durante seis meses. Los funcionarios locales me prohibieron visitarlo, primero en el centro de detención y ahora en la cárcel. Nunca recibí una notificación sobre la fecha y lugar de las vistas en tribunales. Cuando finalmente me enteré por un vecino, naturalmente quise asistir. Pero los funcionarios locales impidieron físicamente que pudiera asistir.
En lugar de asistir a su juicio, estuve detenida en la comisaría de policía local. Los agentes me amenazaron, diciendo que a menos que dejara de hablar sobre el caso, me acusarían y procesarían por la destrucción intencionada de propiedad y por reunir una turba con el fin de interrumpir el tráfico.
No recibí ningún documento legal del tribunal de Yinan sino cuando un mes después el tribunal anunció el veredicto en el caso de mi marido. Cuando tuve la oportunidad de leer el veredicto, que me fue enviado por e-mail por alguien que se dio el trabajo de leerlo cuidadosamente, me dominó la indignación y la tristeza. Pero me contuve, porque tengo que cuidar a nuestros dos pequeños hijos y a mi suegra, que ha enfermado por el temor que le causaron las amenazas de los funcionarios. Dejé la casa y me sumergí en las labores agrícolas. Guardias de seguridad contratados por los funcionarios locales me seguían y vigilaban en el campo a apenas unos metros de distancia.
Tres vecinos que habían sido detenidos y acusados de los mismos cargos que mi marido, fueron dejados en libertad el 20 de agosto. Fueron sentenciados cada uno a siete meses, que deberán cumplir en diferido de aquí a un año. Les pregunté qué les había ocurrido. Se sentían avergonzados, pero me dijeron que ellos sencillamente no pudieron soportar la tortura durante los interrogatorios. Y repitieron lo que las autoridades querían que dijeran, y esas declaraciones fueron más tarde utilizadas como evidencias contra mi marido.
La policía los amenazó de muerte si no declaraban contra él. Dijeron que los agentes de policía les habían amarrado las manos a la espalda durante tres días. No les dejaron dormir durante quince días. Los agentes les jalaban del cabello y les golpeaban y pateaban toda vez que se quedaba dormidos. Uno de ellos me dijo: "Tenía mucho miedo de que me mataran. Mi niño es muy pequeño". Les rogué que declararan a favor de la inocencia de Chen en la apelación. Se negaron a hacerlo. Me dijeron: "Nos dejaron en libertad porque hicimos y dijimos algo contra nuestra voluntad y conciencia. Es el precio que tuvimos que pagar por nuestra libertad. No nos atrevemos a hacer nada que tenga que ver con Chen Guangcheng ahora. Nuestras familias tienen que sobrevivir".
Simpatizo con estos aldeanos y entiendo sus temores. Sólo lamento la miserable situación en que se encuentran mis compañeros campesinos de China.
Antes de casarme con Chen Guangcheng, yo era maestra de inglés. Mis padres desaprobaron nuestro matrimonio porque Chen es ciego. Ahora quieren que vuelva con ellos, pero lo rechacé. Sin embargo, desde que estoy bajo arresto domiciliario no tengo otra opción que dejarles que se ocupen de uno de mis hijos, que puede entonces seguir yendo a la escuela. No estoy arrepentida de haber escogido a Chen Guangcheng como mi marido.
En septiembre de 2005, el gobierno local colocó un guardia frente a mi antejardín para vigilar mis actividades diarias. Desde que la policía se llevó a Chen al centro de detención en marzo, los guardias han estado observándome y siguiéndome todo el día.
Quiero enviar un mensaje a mi marido: Algún día se conocerá la verdad. Aunque te metan en la cárcel, simplemente no pueden encarcelar tus ideas y tu espíritu. Tienes que cuidarte a ti mismo, de modo que puedas continuar con tu trabajo.

http://www.washingtonpost.com

15 de octubre de 2006
©washington post
©traducción mQh
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